Texto publicado por Rody Armando Mora

¡Ir o dejarse llevar!

La conciencia es el altavoz de nuestra ética. Su sonido siempre nos está

esperando; sólo es necesario quererlo sintonizar.

A veces nos llega en frecuencia modulada. Es nuestra conciencia privada;

el sonido íntimo de nuestros valores construidos de experiencias,

criterios y anhelos. Es uno oyéndose a si mismo.

Vivimos envueltos en una avalancha de sonidos ensordecedores que nos

aturden con un solo fin: influir en nuestros criterios para irlos

moldeando en beneficio exclusivo de intereses siempre partidistas. Tratan

de ir anulando día tras día nuestra conciencia privada hasta convertirla

en conciencia colectiva. No interesan individuos pensantes, solo se buscan

masas arrasantes.

Cuando vives sin hacerte preguntas, tu vida la conducen las respuestas.

Renuncias a tu propio aire, despliegas tus velas a brisas, ventoleras y

huracanes de otros y pierdes tu propio rumbo. Y al final descubres que vas

hacia donde ellos te quieren llevar.

Hacerse preguntas sin temer y sin temor es el despegue de la libertad y el

gran vuelo del intelecto. ¿Por qué este hombre o esta mujer? ¿Por qué

llevar este concreto estilo de vida sabiendo que hay otros posibles? ¿Por

qué esta rutinas? ¿Por qué tantos amigos tan poco amigables? ¿Y por qué

tan poco amigo realmente amigo? ¿Por qué esta lucha? ¿Por qué tanta

ansiedad?

La diferencia entre escuchar la conciencia privada o la colectiva es

inmensa: radica entre decir en privado a quien te asquee "me das asco", o

irlo gritando por todas partes aunque no te asquee demasiado y tengas tus

propias reservas, simplemente porque si no lo haces quedas como un peligro

público para miles que te rodean y lo corean.

Alguna que otra vez, cuando llega la noche y las urgencias oscurecen, no

hay nada más enriquecedor que ser espeleólogo de uno mismo: desconectarse

de la caja tonta para tratar de iluminar esa maravillosa, profunda y

sorprendente caja negra que es nuestro propio cerebro.

Allí sólo estás tú esperándote a ti. Frente a frente ante un espejo

excepcional, el único capaz de reflejar tu propia imagen en todas sus

dimensiones y relieves.

Cuando esto sucede dejas de ser y pasas a pertenecer. Cedes tu conciencia

a la del iluminado de turno. Renuncias a sintonizar con tus propios valores

para sumarte al alud que pretende que saltemos porque muchos saltan y que

gritemos porque muchos gritan.

Sólo eres realmente libre cuando has encontrado las respuestas a tus

grandes porqués y puedes vivir de forma consecuente con ellos. Porque la

libertad es la luz que te permite sentirte y ser tu mismo mientras

respetas a los demás.

Sin duda alguna ésta es una época perfecta para sintonizar con nuestra

propia emisora. 

Ángeles Becerra