Texto publicado por Jaime Nelson Arboleda Barrera
La sirenita: cuento.
La Sirenita.
Hans Christian Andersen
En el fondo del mar había un castillo. Allí vivía un rey que tenía seis
hijas, todas ellas sirenas de gran belleza. La más bella de todas era la
pequeña;
su piel era tan suave y delicada como un pétalo de rosa, sus ojos eran
azules como el mar.
Como todas las sirenas, no tenía piernas; su cuerpo acababa en una gran
cola de pez. Poseía la más bella voz que nunca se había oido.
Todos los días las sirenas jugaban en las grandes habitaciones de
palacio. Cuando las ventanas estaban abiertas, los peces entraban y
salían libremente.
Eran tan mansos que nadaban hasta donde estaban ellas, comían de sus
propias manos y se dejaban acariciar y hacer cosquillas.
Nada los gustaba más a las sirenas que escuchar las historias que los
explicaba su abuela sobre el mundo que existía más allá del mar. Pedían
que les hablase
sobre árboles, pájaros, ciudades y personas que utilizaban piernas para
caminar.
-Cuando cada una de ustedes cumpla 15 años -decía la abuela-, podrá
nadar hasta la superficie del mar y, reclinada sobre alguna roca, ver
los barcos que
pasan.
Por fin llegó el día en que la sirenita cumplió sus 15 años, saludó a
todos y nadó con ligereza ascendiendo hasta la superficie.
Cuando alzó la cabeza sobre el agua, el sol estaba poniéndose, las nubes
se veían de color rosa, el mar estaba calmado y empezaba a brillar el sol.
Se quedó deslumbrada mirando las aves que pasaban y las estrellas que
iban apareciendo. Gozó con la brisa que rozaba su rostro y acariciaba su
pelo.
En la lejanía, vio una nave. Nadando se acercó a ella, se sentó sobre
una roca y observó atenta a los marineros que iban y venían alzando las
velas.
-¡Qué fuertes y viriles son!- pensaba la sirenita. Se sentía feliz. Pero
más se emocionó aún cuando apareció en cubierta un elegante y joven
príncipe.
Se había hecho muy tarde ya, pero no podía apartar sus ojos del barco ni
del bello príncipe.
De repente el cielo se cubrió de nubes, el viento sopló cada vez más
fuerte, los truenos estallaron en estrépito y el mar provocó inmensas
olas que sacudieron
violentamente el barco hasta hundirlo.
La sirenita nadó precipitadamente para salvar el príncipe. Sostuvo su
cabeza sobre las olas, dejando que la corriente les llevase hasta la costa.
Arrastrándose pudo dejarlo sobre la arena de la playa. Le acarició y le
besó con mucha ternura. Se quedó a su lado cuidándolo, cantando para él
las más
bellas canciones durante toda la noche.Cuando salió el sol, vio que el
príncipe despertaba. Entonces, volvió al fondo del mar. Volvió a su
mundo acuático
con el corazón enamorado de un príncipe terrestre.
Explicó a su abuela lo que había sucedido.Ahora solo deseo -le dijo-
volver al mundo exterior para poderlo ver.Lo amo. Deseo vivir con él en
la tierra!
-¿Pero qué dices, chiquita? -la interrumpió la abuela muy irritada- tu
vida, tu mundo, somos nosotros. ¡Ni se te ocurra tal tonteria!.
La sirenita, entonces, decidió ir a ver a la bruja del mar. Pese a la
repugnancia que le producía, sabía que solo ella la podría ayudar. Nadó
hacia las
profundidades pasando por aguas arremolinadas, cruzó por entre las
piedras y algas enroscadas como verdes serpientes, y finalmente encontró
el cubil de
la bruja, rodeada de peces con ojos punzantes, tiburones y serpientes.
Allá la bruja le dio un brebaje que le permitiría cambiar su cola por
unas piernas,
para poder salir en la superficie.
La sirenita tomó el brebaje y nadó hasta la superficie. Mientras subía
sintió un horrible dolor en su cola de pez. Cuando llegó a la costa
tenía dos bonitas
piernas. Quiso cantar de felicidad, pero la bruja le había robado, de
pasada, su bella voz. Se reclinó en la arena recordando a su amado y se
durmió. Cuando
despertó, a su lado estaba su príncipe, más bello y radiante que nunca.
-Gracias! - exclamó - Me has salvado la vida, he venido a esta playa
todos los días a buscarte. Y hoy, al fin, ¡he tenido la suerte de
encontrarte! Ella
le miró con los ojos mucho abiertos y le sonrió. -Sin embargo, ¿quien
eres?- preguntó el príncipe, afligido.La sirenita negó con la cabeza. El
príncipe
entonces la cogió de la mano y la llevó al palacio.
-Te diré Aurora- le dijo. La sirenita conoció bailes, realizó paseos por
las montañas y cabalgó por los prados.
- Aurora -la gritó un día el príncipe- te presento a Úrsula, princesa de
un país lejano. Se quedará con nosotros de visita. La sirenita, mientras
saludaba
a Úrsula, advirtió algo extraño en sus ojos. Un brillantez de maldad se
reflejaba en ellos.
Transcurrían los días y el príncipe se acercaba más y más a Úrsula,
dejando sola a la pobre sirenita, que no dejaba de pensar donde había
visto aquellos
ojos.
Una noche, durante una fiesta a palacio, Úrsula cantó con una voz bella.
La sirenita reconoció entonces su propia voz, que la bruja le había
robado el
día que transformó su cola de pez en piernas de mujer. El príncipe quedó
pasmado ante aquella voz, cálida, clara y tierna. Entonces propuso a
Úrsula que
se casase con él.
La ceremonia se iba a realizar en alta mar. La noche de la boda, la
sirenita estaba muy bella, pero más triste que nunca. Mirando el mar,
deseó estar al
lado de su familia. Fue entonces que surgieron desde el agua sus
hermanas mayores. ¡Cuál alegría tuvo al verlas! La sirenita las abrazó
con los ojos llenos
de lágrimas. Las hermanas le dijeron: - Entregamos a la bruja nuestras
joyas para que nos explicase toda la verdad y poderte encontrar.
-Escucha con atención hermanita - dijo la más grande-. Hay una forma de
romper el encantamiento de la bruja. Si besas el príncipe este se
enamorará nuevamente
de tí, volverás a tener tu voz y Úrsula volverá a ser la bruja de los mares.
La sirenita sonrió a sus hermanas y entró en el salón donde todos,
reunidos, esperaban la ceremonia de la boda. Se lanzó a los brazos del
príncipe y besó
sus labios con todo el amor de su alma. En aquel mismo momento se rompió
el maléfico embrujamiento. El barco se sacudió con violencia y Úrsula
perdió todos
sus falsos encantos. Convertida otra vez en bruja, se lanzó al mar.Y
todos escucharon de los labios de la sirenita la verdad de la historia.
-¡Como pude hacerte tanto mal! dijo el príncipe conmovido, y añadió
dulcemente: -Pido que me perdones y acceptes, si es que aún me quieres,
que te proteja
y te brinde mi amor para siempre. ¿Deseas ser mi esposa?
La sirenita le miró jubilosa y besó nuevamente sus labios con toda la
ternura que tuvo para él desde la noche que le conoció.La fiesta se
realizó en un
barco de lujo. Fue la boda más espléndida que nunca se hubiese visto.
Las sirenas nadaron hasta la superficie para cantar al unísono. Los
peces alzaron la cabeza por encima las olas haciendo brillar sus escamas
doradas. Incluso
el gran rey de los mares subió para ver a su hija. La sirenita, habiendo
ya recuperado la voz, cantó con sus hermanas, llenando de gozo el
corazón del
príncipe.