Texto publicado por Rody Armando Mora

YO FUI QUIEN TE TOCÓ.

Por mucho tiempo extrañé aquellos días donde todo era perfecto en mi vida. Tuve una niñez normal y como toda niña jugaba con todas mis amiguitas. Al paso del tiempo ya siendo una jovencita como soñaba con tener mi familia y ser una buena esposa. Disfrutaba ver mi familia como me amaban y que disfrutaban de mi presencia. Esos días de fiestas donde todos juntos compartíamos y comíamos rico mmmm maravilloso. ¡Todo muy hermoso! Estaba muy lejos de pensar lo que sería mi vida más adelante.

Nunca pensé que todo cambiaria tan radicalmente. Un día me sentí mal, muy mal y pensé que era algo normal en nosotras las mujeres y que pronto lo podría superar. Pero cuál fue mi desdicha que pasaban los días y el flujo no cesaba sino que aumentaba dejándome sin fuerzas.
La gente me comenzó a ver mal, mi familia ya a mi lado no quería estar. Ellos decían que yo estaba maldita y que no podía estar más cerca de sus vidas. Pero yo no, entendía ¡yo maldita! ¿Por qué? ¿Que había hecho yo para merecer tan grande castigo? Si el hecho de sentir mi cuerpo sufriendo me abatía, pero mucho más dolía tanto desprecios. Mis sueños donde quedarían mis sueños, aquellos que tanto platicaba desde jovencita de tener mi familia y disfrutarla cada día.

Busqué por doquier quien me ayudara, gasté todo cuanta tenía. Ya no tenía a quien acudir. A veces contemplaba las mujeres desde lejos como lavaban en el río, como felices cantaban y se reían. Yo deseaba reír como ellas y poder tener razones para hacerlo. Jamás podría ser como ellas, si despreciada yo era, ni siquiera a los lejos podía ser vista. Por mi mente pasaban miles cosas ¿para qué vivo? Si no sirvo de nada, ya no seré útil ni siquiera para servir ya mis sueños no se darán ¿para qué vivo? Pero un día, había gran algarabía en el pueblo.

Escuché que un hombre llamado Jesús, pasaba por allí. Decían que este hombre era el hijo de Dios y que sanaba a los enfermo. Sentía mi corazón palpitar fuertemente, lo que había estado esperando por doce años, ¡él puede aliviar este quebranto el sí, puede sanarme yo sé que él puede! Me levante rápidamente, y me acerqué aquella multitud. ¿Cómo entraré? Son tantos, pero es mi oportunidad él está allí, sólo tengo que llegar, yo sé que puedo pasar por toda esta gente.

Mucha gente me empujaba, otros me gritaban. Pero en un momento casi cayendo al suelo pude ver su espalda y en ella un hermoso manto. Extendí mi mano y toque sólo el borde, lo suficiente para sentir que mi cuerpo se estremecía y el flujo cesaba hay que alegría. En un momento de silencio Jesús dijo: ¿Quién me ha tocado? Me sentí avergonzada y pensé que se molestaría, pero al todo el mundo negarse, el repitió ¿Quién me ha tocado? Y un hombre le dijo que podría a ver sido la multitud que le apretaba, pero Jesús dijo: Alguien me ha tocado porque he conocido que ha salido poder de mí. Cuando vi que no había quedado oculta, temblando fui y caí en sus pies, y le dije; durante muchos años había padecido de flujo de sangre y todo cuanto tenia lo había gastado buscando la sanidad de esta enfermedad y al escuchar que usted sanaba a los enfermo me apresure para poder ser sana. Atravesando toda esta multitud pude tocar el borde su manto y al instante fui sana.

Él me miró con ojos de ternura, de amor y también de orgullo al ver la valentía de lo que había hecho. Nunca olvidare aquella palabra que dijo: Hija, tu fe te ha salvado; ve en paz.
Ciertamente he vivido en paz y lo que pensé perdido lo he podido lograr. Ya no me desprecian, ya no soy desagregada sino admirada hasta por las generaciones "Como la mujer sana por su fe”
¿Quién dijo que Jesús no pude cambiar un corazón herido? ¿Quién dijo que él no podía sanar cualquier enfermedad? ¿Quién dijo que él no devolvía los sueños y llenarnos de paz? Si con sólo creer él lo puede hacer… sólo Jesús de Nazaret

Por: Dimary Lasso

Colaboración de Dimary Lasso
Estados Unidos