Texto publicado por Rody Armando Mora
Vivir como un regalo para los demás
La vida es un don que se nos ha regalado por puro amor, pero es también una tarea y deberíamos hacer de ella una aventura apasionante. Nos dieron la vida, sin pedirla ni merecerla, pero no nos la dieron hecha. Los seres humanos somos seres inacabados, llamados a renovarnos y crecer constantemente. Nos toca a nosotros vivir nuestras vidas de un modo responsable y consciente, para desarrollar todos nuestros talentos y alcanzar la cumbre de nuestras potencialidades, y así lograr la felicidad. Por ello, no somos sólo lo que somos, sino lo que podemos llegar a ser. Vivir es hacerse, construirse, inventarse, llegar a ser la persona plena que uno se propone ser. La vida es un viaje y cada uno decide su destino: podemos ir a la cumbre o al abismo, podemos hacer de la vida una siembra de alegría y amor, o de maltrato y de violencia. Podemos convertirla en un jardín de bellas flores o en un estercolero lleno de inmundicias. En definitiva, sólo se puede viajar en dos direcciones: contra los otros o hacia ellos. Solos no podemos cambiar el mundo, pero podemos hacer que en nuestras familias, en nuestro trabajo, en nuestras comunidades haya más unión, más colaboración, más paz, más felicidad. Y si todos nos esforzáramos por cambiar nuestros pequeños mundos, el Gran Mundo cambiaría.
Desgraciadamente, hoy son muy pocos los que se atreven a agarrar las riendas de la vida en sus propias manos y se plantean ser los constructores de sí mismos. La mayoría vive de un modo rutinario, sin demasiadas preguntas, sin atreverse a asomarse al misterio de sus vidas, sin tratar de encontrar su verdadero sentido. Se la pasan haciendo planes y proyectos, pero son incapaces de planificarse a sí mismos, de proyectar sus propias vidas. Caminan por la vida sin saber a dónde van, viven de un modo mediocre y sin sentido. Andan por la vida distraídos de sí mismos, sin norte, sin asumir en serio que son ellos los responsables de sus vidas, sin entender que el fracaso o el éxito no dependen de agentes externos, sino de sus propias decisiones. Propiamente, no viven, son vividos por los demás: se dejan programar y moldear por una cultura que promueve la superficialidad, el egoísmo, el hedonismo, la permisividad, la violencia, el consumismo, las apariencias. Cuidan sus cuerpos, pero sus espíritus languidecen. Detrás de fachadas relucientes y bien cuidadas se oculta el abandono y el vacío. El tener y el figurar terminan aplastando al ser. En consecuencia, en palabras de Kierkegaard, “son seres que desperdician la vida”.
Cada nuevo día es una página en tu historia que puedes escribir con palabras de amor. Acierta en la vida quien sabe vivir con amor fecundo, capaz de engendrar vida o hacer vivir a los demás. De ahí que tenemos que entender nuestro vivir diario como un servicio y don a los otros. Todo nos ha sido dado como un don, para que seamos un don incesante para los demás. Porque, si recibimos vida, debemos amar la vida y dar vida. Lo más precioso que tenemos y lo más grande que podemos dar es nuestra propia vida, poder dar lo que está vivo en nosotros: nuestra alegría, nuestro trabajo, nuestra ternura, nuestra paz, nuestra generosidad, la esperanza que nos sostiene y anima desde dentro. Dar la vida es siempre un gesto que enriquece, que ayuda a vivir, que crea vida en los demás, que rescata, libera y salva a las personas. Tal vez este sea el secreto más importante de la vida y el más ignorado. Vivimos intensamente la vida sólo cuando la regalamos. Sólo se puede vivir cuando se hace vivir a otros. Nos dieron la vida para darla. Vivir como un regalo para los demás es el camino seguro para lograr la plena realización y la verdadera felicidad.
antonio Pérez.