Texto publicado por Rody Armando Mora

CALIDAD DE VIDA.

Por lo general, hoy se identifica calidad de vida con cantidad de cosas. En los medios promovidos por la sociedad de consumo, se asocia calidad de vida
a status social, a signos exteriores de riqueza y bienestar, a cuidar la imagen, ser famoso, salir en los medios de comunicación, tener títulos, poder…

Por supuesto que no es posible calidad de vida si uno no tiene satisfechas sus necesidades básicas esenciales, lo cual requiere contar con un trabajo digno
y bien remunerado que permita a toda la familia vivir con dignidad. El problema surge cuando confundimos caprichos con necesidades y nos dedicamos a comprar,
amontonar y consumir con la idea errónea de que cuanto más cosas tengamos vamos a ser más felices, vamos a tener más calidad de vida.

De esta forma, el consumismo acaba por consumirnos y terminamos poseídos por nuestras posesiones, esclavos de nuestras cosas. En consecuencia, la calidad
de vida implica sencillez de vida, incluso cierta austeridad, sin esclavizarse al lujo ni al tener, sin volverse adictos a las compras, ni vivir obsesionados
por acumular y consumir. Una vida sencilla no es sólo un medio para vivir con calidad, sino que es también una condición para que los demás puedan sencillamente
vivir. El consumismo no es sólo expresión de esclavitud y de egoísmo, sino que es un modo de vida insostenible. No olvidemos que el 18 por ciento de la
población mundial acapara el 82% por ciento de los recursos del planeta. Es decir, que para que todo el mundo pudiera llevar el nivel de vida de la minoría
se requerirían casi cinco planetas tierra.

Otro elemento muy importante para la calidad de vida, aunque, por lo general muy olvidado, es el sentido del humor. El humor desdramatiza algunas situaciones
que vivimos con demasiada angustia y preocupación, y es un excelente lubricante en nuestras relaciones familiares, sociales y políticas pues facilita
que los encuentros, y a veces también los desencuentros, se vivan de una manera más relajada. Las lamentaciones, quejas y actitudes pesimistas no son camino
a una vida de calidad. El sentido del humor no es signo de superficialidad, sino todo lo contrario, es signo de sana sabiduría: “Aprende a reírte de ti
mismo (nunca de los demás) y tendrás diversión durante toda la vida”.

Pero lo más importante para vivir con calidad es que uno lleve una vida integrada en la familia, en el campo laboral o académico, en las relaciones
sociales, en la afectividad, en las vivencias de cada día, y haya hecho de la ética un cimiento imprescindible de su vida. En definitiva, sólo será posible
la calidad de vida si uno vive a gusto consigo mismo, y tiene una razón importante para vivir e incluso para morir. Es decir, si ha entendido que se nos
ha dado la vida, no para gastarla en la trivialidad y en la superficialidad, sino para hacer de ella una semilla de vida, para vivir protegiendo la vida,
defendiendo la vida, dando vida de modo que todos podamos vivir con dignidad.

Antonio Pérez