Texto publicado por El Atlante
¡MI EXPERIENCIA SOBRE LAS APARICIONES DE LA VIRGEN! HISTORIA REAL VIVIDA POR EL ATLANTE.
Amigos bw, voy a contaros una misteriosa historia que me aconteció hace ya bastante tiempo, pero que aún me pone los pelos del flequillo de punta al recordarla. Es mi experiencia directa y personal sobre la aparición de la virgen. La incluí en un librito del que ya he publicado algo. Controlen su miedo y aguanten hasta el final. Juro que es verídica.
Besos gente guapa.
Escrito por el Atlante:
Una tarde del invierno de 1994, mi madre recibió
una llamada telefónica de una cuñada suya. Con estas palabras le dijo muy emocionada: - Paqui, siéntate y escucha atentamente lo que te voy a contar. He estado con mis hermanas en un lugar de peregrinación, un sitio santo en mitad del campo. Aunque resulte increíble, te digo que ¡he visto aparecerse a la virgen! ¡Sí, a la misma virgen María! ¡Y mis hermanas también! Todos los que estábamos presentes la madrugada del Sábado, la hemos visto con nuestros ojos! Venía de lejos, caminando hacia nosotros por entre los olivos. Era joven, muy bella y resplandecía de gloria. Sus manos estaban envueltas por una luz que parecía un llameante fuego rojo, el cual subía y bajaba en mitad de la oscuridad. Por eso todos la llaman: "La Virgen del resplandor". Dicen de ella que es muy milagrosa, incluso yo ví una curación allí mismo la otra noche! Te pido que lleves a tu hijo, para que ella lo cubra con su blanco manto y le otorgue la vista.
Mi madre escuchó la narración conmovida y rebosando de fé. Sabía que su cuñada no le estaba engañando. Mamá es una mujer creyente aunque nada practicante. Como la mayoría de los españoles, fue criada en la tradición católica. Ella sin dudarlo, le aseguró que iríamos a ese lugar santo. Yo al oír la historia de las apariciones, ni creía ni dejaba de creer, como se suele decir coloquialmente cuando no tienes una opinión clara sobre algo. Evidentemente, un servidor también estaba de alguna manera influenciado por ese catolicismo folclórico e iconoclasta, aunque menos que las generaciones que me precedían, así que no me importó acompañarla. Además, me había empezado a picar la curiosidad.
Dos semanas después de la llamada telefónica, se había organizado una excursión al lugar de las apariciones marianas. Mi madre y yo habíamos decidido ir. Viajamos en un autobús junto a otras muchas personas. También venían con nosotros la cuñada de mi madre y sus dos hermanas. Nuestro destino, era una finca situada en un pequeño pueblo de Andalucía y tardaríamos unas tres horas en llegar.
A lo largo del trayecto, nos iban poniendo en el televisor vídeos de apariciones de la virgen, grabados por los mismos fieles, al parecer de mala calidad. Allí fue cuando nos hablaron de la propietaria de la finca, María, una venerada vidente que canalizaba los mensajes de la Virgen. Nos explicaron, que esa señora era una sierva de Dios y que por tanto, manifestaba en su propia piel los sangrantes estigmas del señor, para expiación de nuestros pecados. Nos enteramos que incluso su cuerpo era tomado a menudo por el espíritu de la santísima, ya que fue elegida desde niña para salvarnos de las tinieblas. Yo con mis 16 años, escuchaba todo eso acojonado del miedo y pensando: Que coño hacía allí, con lo bien que estaría en casita escuchando chirigotas.
De vez en cuando, se oían Historias sobre milagros que iban contando las personas más cercanas a nuestros asientos. Recuerdo que una señora narraba con pasión, como una mañana, ya de regreso en el autobús, de pronto el sol empezó a danzar para ellos, entre halos de muchos colores. Aseguraba, que cuando algún devoto le decía desde la ventanilla: - ¡Párate! el sol obedecía. Y tras darle de nuevo la orden para que danzara, el astro rey comenzaba de nuevo su baile celestial.
Otros, narraban casos de curaciones increíbles. Ciegos que recobraban la vista, toxicómanos que quedaban sanados a los pies de la virgen, esquizofrénicos que se reestablecían para siempre etc.
Según nos iban contando, la virgen no era la única que se manifestaba en aquel sagrado lugar, sino que también lo hacía su hijo Jesucristo con su hábito, sus potencias, y las manos embadurnadas de luz esmeralda.
Un hombre pasó por todos los asientos con una gran bolsa de plástico recolectando dinero, mientras nos explicaba que era para la propina del chófer.
Otro señor mayor, nos aseguró que en aquella santa tierra no había ánimo de lucro, puesto que no se vendía nada, como sí ocurría en Lourdes y en Fátima. Decía, Que el único dinero que se admitía eran los donativos que hacían los fieles, con el fin de construir una gran capilla, tal como se lo había pedido la misma virgen a María la vidente. Lo triste (según él) era que todos pensaban que debía ser un proyecto muy costoso, porque llevaban ya muchos años entregando dinero y la obra nunca comenzaba.
Ya entrada la tarde, una señora con su librito en la mano, empezó a dirigir oraciones en voz alta que eran seguidas por el resto de personas. Rezaron el rosario de forma continuada, luego siguieron con el ave María, después con el padre nuestro y así hasta que llegamos ya de noche a la finca. A mí me resultó muy incómodo tener que rezar tanto, pues la verdad no lo hacía desde mi primera comunión y en aquel caso porque las catequistas me obligaron.
Bajamos del autocar y tuvimos que andar muy despacio por la vereda, debido a que estaba demasiado oscura. Coincidimos con otros autocares que habían venido de Madrid, Bilbao, Zaragoza y de muchas ciudades más. También había bastantes coches de particulares. Ese era un centro de peregrinación muy conocido en toda España y parte de Europa. Hasta allí llegaban gentes de Portugal, Francia, Bélgica, Alemania etc. Al igual que nosotros, buscaban la bendición y el milagro.
En aquellos años, la mayoría de los medios de comunicación españoles, permanecían muy pendientes a lo extraordinario del caso. Incluso algún que otro personaje famoso, estaba vinculado a aquel sitio.
No puedo decir, que la esperanza de mi madre de que me curase, le hubiese hecho agarrarse allí mismo a un clavo ardiendo, porque el frío que hacía en aquel campo era impresionante. Ibamos abrigados con chaquetones, gorros, bufandas y mantas, pero no entrábamos en calor ni aunque la virgen nos hubiese cubierto con su manto.
Por fin llegamos entre penumbras hasta la casa de María, la venerada vidente. Era de una sola planta y con un porche muy amplio. Frente a la puerta y a una cierta distancia, se levantaba una enorme piedra blanca sin pulir. Tenía un metro de alto por uno y medio de ancho aproximadamente. Como estaba apoyada sobre una plataforma de cemento, nos llegaba a la altura del pecho. Alguien nos insistió para que la oliésemos y así lo hicimos. Al acercar nuestras narices a la piedra, se nos impregnaron de un fuerte perfume a rosas. Unas señoras que andaban por allí, nos dijeron que esa era la roca donde a veces se solía posar la santísima, para que todos la vieran desde la distancia, y que siempre estaba bañada de su aroma.
A la izquierda de la puerta de entrada a la casa, Había otra puerta de la que emanaba una luz. Allí entraban y salían grupos de personas constantemente. Pensamos que debía ser una estancia muy importante por lo concurrida que estaba. La cuñada de mi madre nos animó a que entrásemos en aquel lugar. Una vez en su interior, mi madre me contó el panorama religioso que se exhibía. Todas las paredes de aquella pequeña sala, se hallaban recubiertas de fotos y cuadros de santos, de toda la iconografía cristiana. El habitáculo estaba iluminado con luz eléctrica y por las llamitas de varios cirios. Lo más impresionante según me iban contando, era una urna que contenía un libro abierto. En una de sus páginas, se mostraba la imagen de una virgen que chorreaba abundante sangre por los ojos. La sangre se derramaba sobre todo el cuerpo hasta el final de la hoja, bordeándola. Los allí presentes nos explicaron que esa era sangre verdadera, que un día emanó espontáneamente de sus cuencas. Decían, que eran las lágrimas de sufrimiento de nuestra madre divina por la condición humana, y porque el final de los tiempos estaba ya cerca. Joder… Joder… hostias, que mal rollo, pensé. De repente sentí unas ganas tremendas de huir corriendo, aunque no recobrase la vista en cien años. Salí de aquella especie de capilla espantado.
Pasados unos minutos, Fidela la cuñada de mi madre, dijo: - Mirad, allí está María, vamos a acercarnos. Tuvimos que esperar en una cola de fieles para poder saludarle. Yo sentía en mi vientre una mezcla de pánico y esperanza. Por la descripción que luego me hicieron, era una mujer bajita y gruesa. Tenía el pelo corto y con algunas canas. Su rostro era ancho y de semblante sereno. En mitad de su frente, llevaba grabada una pequeña cruz de un tono rosado, que parecía haberle brotado misteriosamente de la piel. Vestía ropa sencilla, una falda y un abrigo de lana. Decían de ella, que era una mujer humilde y con poca cultura. Pero que cuando la madre divina hablaba a través suya, sus palabras se tornaban sabias y profundas, en sus advertencias acerca del diablo y de la salvación. Llegó nuestro turno y le dimos un par de besos. Entonces, Fidela le dijo: - María, tócale con tus manos prodigiosas los ojos a este chico. - No, esta noche se los tocará la virgen, inquirió en voz baja la vidente. De nuevo me acordé de mi casa, y de lo calentita que estaría en ese momento mi gata Sari, durmiendo enroscadita y ajena a aquello.
A eso de las diez de la noche, todos los que en la finca nos encontrábamos, debíamos alejarnos de la zona de la casa excepto María y su esposo, que ya se retiraban a dormir. Así que la totalidad del grupo, que esa noche pudimos ser unos ciento cincuenta, montamos nuestro campamento de sillas de playa a unos cincuenta metros del frente del hogar. El tener que alejarnos de los olivares, se debía según la vidente a que de igual forma que allí reinaba el bien, también lo hacía el mal. Contaban que una noche no hacía mucho, una mujer desoyó la advertencia y se adentró en los olivos sin permiso. Al cabo de un tiempo, volvió espeluznada y con un ataque de terror. Aseguró que se había encontrado de frente con el diablo. Dijo que vio salir sigiloso de entre los árboles, una especie de perro negro gigantesco con el rabo muy largo, el cual pasó por su lado mirándola fíjamente.
Pasamos varias horas a la intemperie, bajo un cielo cuajado de estrellas, entre plegarias y cánticos, rosarios, relatos sobrenaturales de apariciones, lecturas de mensajes apocalípticos de la virgen y curaciones maravillosas. La hermana mayor de Fidela, nos contó como una madrugada, llamaron a todos los que allí se encontraban para que entrasen uno a uno en el dormitorio de la vidente, a realizarle un besa pies. Explicó, que cuando llegó su turno y entró, vio que en la cama de matrimonio se encontraba María acostada boca arriba, descalza, con una túnica morada y una corona de espinas. Contaba, que las palmas de sus manos y la frente estaban ensangrentadas, que su boca permanecía entreabierta, emanando de ella una luz verdosa, y que su rostro era de una agonía fantasmal. Juro, que entre el café de velatorio que me estaba tomando y la historia de Allan Poe que acababa de oír, tuve que apretar el culo para no irme de varetas. De repente, vino una racha de intenso perfume a rosas que perforó el negro aire. Los cantos de los fieles se intensificaron. Todos se levantaron rápidamente y se dirigieron hacia los olivos, que estaban un poco más allá de la parte trasera de la casa. La multitud se fue arrodillando frente a los árboles con las manos unidas, y empezó a sollozar y a invocar con oraciones a la virgen del resplandor. Nosotros también nos habíamos reclinado. Oí a unas señoras gritar: - ¡Allí viene, allí viene! Yo le pregunté a mi madre: - ¿Qué estáis viendo Mamá? - ¡La silueta blanca de la virgen! Exclamó muy emocionada. Entonces, un señor que había cerca de nosotros, dijo en voz alta: - ¡Llevad al chico ante su presencia! refiriéndose a mí. Yo respondí nervioso: - ¡No, déjalo hombre, si no hace falta, deja a la mujer tranquila! Una chica me agarró entonces del brazo, y yo me solté de mi madre. Me puse a temblar descontroladamente. Ambos comenzamos a caminar despacio hasta casi perdernos. Mi familia y todos los allí presentes, vieron mi figura oscura alejarse entre los olivos, y cómo de repente, una centella plateada envolvió mi cuerpo, haciéndolo desaparecer en la negrura. Allí se desató la histeria. Hasta los búhos que poblaban las ramas, debieron volar espantados de los gritos.
Al cabo de unos minutos, volví con la chica del brazo hasta donde estaba el grupo. A mí no me había ocurrido nada, venía sin ver, tal como me fui, pero con un descarado perfume a rosas en mi pecho. Mi madre aún tenía los ojos encharcados en lágrimas. Yo sentía que se había quedado muy apenada, por no producirse el ansiado milagro de mi sanación. Varios videntes de aspecto extraño que por ahí rondaban, se me acercaron enseguida y pusieron delante de mi cara sus amuletos. Luego regresamos todos a donde las sillas y por suerte, aquella noche no volvió a ocurrir nada extraño. Pero esperen…
Fuimos a la misteriosa finca tres o cuatro veces más. Una mañana asistimos para recibir de manos de María, pan bendecido y perfumado por la virgen. En aquella ocasión, se armó un revuelo entre la multitud, porque una niña ciega que allí se encontraba, supuestamente había recibido un fogonazo de luz en sus ojos, desmayándose en el acto. Otra noche, la vidente salió de pronto del interior de la capilla, con los estigmas abiertos y con sus manos apretándose el corazón. Tras arrodillarse en medio de la ferviente muchedumbre, separó sus brazos y una paloma blanca salió volando de su pecho.
Fue muy interesante conocer, que varios años después de haber olvidado aquella macabra historia, unos periodistas de Antena 3 televisión se toparan con la verdad. Resultó que una noche, dos investigadores fueron a la finca con cámaras ocultas, haciéndose pasar por unos hermanos devotos, para ofrecerle a la vidente un regalo muy apetitoso. Dentro de la casa, le explicaron a María que su abuela recientemente fallecida fue una devota de la virgen del resplandor, y que como muestra de su amor, les había confesado la voluntad de donar una inmensa fortuna, para la construcción de la gran capilla. Los periodistas le dijeron que estaban dispuestos a cumplir el encargo de su abuelita, pero necesitaban primero conocer los deseos de la santísima al respecto. Evidentemente, todo era mentira, pero ellos esperaban con eso que aquella noche sucediera en los olivos algo especial. Al escuchar esas palabras, la vidente empezó a sentirse fatigada, desvaneciéndose en los brazos de su séquito, haciendo la mejor interpretación de su vida. A través de su boca habló la virgen del resplandor, y por supuesto la abuelita de los dos hermanos, reafirmando su generosa voluntad.
Esa noche, la santísima no tardó en aparecerse entre los árboles. Inmediátamente a lo lejos, comenzaron los cánticos y las alabanzas de los fieles. En el instante en el que la reina de los cielos encendió la roja luz de sus manos, los periodistas que pacientemente habían esperado escondidos tras los olivos, corrieron con sus cámaras y sus cegadores focos hacia ella. La virgen al verlos, corrió despavorida hacia la casa, perseguida muy de cerca por los reporteros. Pero justo al llegar a la puerta de entrada, dio el resbalón del siglo, cayéndose de boca en el suelo. Cuando volvió su rostro hacia el foco y la cámara que le enfocaba, la cara de María “la vidente” se descompuso bajo el manto blanco y la peluca de rubios cabellos.
Aquella grabación, fue emitida en un programa para toda España, quedando el caso resuelto por siempre. En el plató de televisión, mostraron la lámpara roja que los investigadores habían recogido del suelo tras el batacazo de la vidente. También pusieron imágenes del polígono industrial, en el cual los compinches de la falsa virgen, compraban asiduamente la esencia de rosas a granel, con la que embriagaban a los pobres crédulos.
Aquella gente, no es que simplemente jugara con los sentimientos de personas desamparadas, sino que se apoderó enteramente de ellos.
A mí nada de aquella historia me había gustado desde el comienzo.
Si bien es cierto que en un principio por mi juventud e ignorancia, creí que el fenómeno podía ser verdadero, terminé dándome cuenta a tiempo del show que allí tenían montado cuatro lunáticos aprovechados. Mientras iba siguiendo el reportaje televisivo, me encontraba bien conmigo mismo por usar el sentido común, porque gracias a Dios al menos yo no tuve que esperar a que los periodistas descubriesen el misterio para ver el fraude.
No hay mal que por bien no venga dice el refrán. Por eso aquella experiencia me sirvió para discernir con claridad, que caminos son auténticos y liberadores, y cuales son deteriorantes y oscuros. Ninguna corriente espiritual ni filosófica, debe basarse en el miedo y en los mensajes fatalistas. Por supuesto, si es verdadera ha de quedar exenta de toda consecución económica, y tiene que rechazar los radicalismos y los comportamientos fanáticos. Pienso que los milagros verdaderamente existen en mayor o menor dimensión, pero no creo que halla que desgastar nuestra vida en buscarlos por medios paranormales. Si lo hacemos, es porque hemos dejado de ver la naturaleza del mundo cercano y cotidiano como un acontecimiento ya por si mismo milagroso, para considerarlo erróneamente un fenómeno ordinario y sujeto a procesos lógicos.
Pues hasta aquí la historia. Besos bw.