Texto publicado por Jorge García Leal

Ayuda que solicito al Atlante de Cádiz o cualquier otro de esta bendita red...

La solicitud de ayuda va disfrazada, quizá por pena o quien sabe por qué (para no ser demasiado evidente la desesperación) en un texto que narro en primera persona y que va dirigido en especial a Juan, El Atlante de Cádiz, y en general a todos los que conforman esta red.

Ayuda.

Me lo he estado pensando mejor y la decisión ha sido tomada. No, no quiero parecer un abusivo pero ¿qué otra cosa me queda por hacer?
Considerando que soy tan español como mexicano, puedo entender que las prerrogativas a las que tengo derecho como persona poseedora de ambas nacionalidades, no me convierte en un interesado oportunista.
Mi padre, que en paz descanse, nació en la España del siglo XX en la década de frágil paz que siguió a la primera gran guerra. Español por nacimiento y asturiano hasta la médula, creció en un pueblito minero a 20 Km. de Oviedo dentro del seno de una familia muy numerosa (16 hermanos). En el barrio de la Rebollada, en Mieres, pasó su infancia que si bien al principio fue como todas las infancias llenas de inocencia y de juegos, pronto se vio alterada por la sombra fatal de la guerra civil. La numerosidad de su familia, los conflictos entre las ideologías políticas que convulsionaban al país, pronto generó la inseguridad, la falta de alimentos y se vio en la necesidad de salir de casa, siendo un niño todavía, pero no a la escuela o a jugar con sus amigos como antaño, sino a conseguir alimentos para que su madre pudiera alimentar a sus hermanos menores. Aunque quizá a él le pudiera parecer un juego en que el ir escondido y agazapado entre la maleza con la misión de conseguir un par de huevos, una pieza de pan, leche recién ordeñada, algo de jamón que consiguiera de los horrios de la periferia del pueblo o cualquier cosa que se pudiera llevar a la boca, imagino que al escuchar el motor de los bombarderos y descubrirlos en el cielo, como solía decirme, al escuchar el lenguaje de la metralla corría a esconderse presa de un terror indescriptible y el juego creado en la ingenua imaginación de un niño se tornaba entonces en la peor y cruel realidad… la guerra.
Si claro, yo también jugué a la guerra cuando era niño con mis amigos, ¿quién no lo ha hecho en su infancia? En aquellos lejanos días la serie “Combate” era un éxito televisivo y yo a escondidas de mamá, cuando tenía oportunidad era su mas asiduo público.
¿Y cómo lo has adivinado? Por supuesto, ¿quién más que él? Yo era el famoso y siempre invencible sargento Sawnders que encarnaba Vic Morrow en la serie. Pero no pasaba de ser un juego y las discusiones se reducían a pelear porque ya te había matado con mi metralleta, que era en realidad imaginaria entre mis manos y el sonido salía de mi propia boca: ¡tatatatatata! Estás muerto… y en lugar de caer mi contrincante al que suponía agujereado por mil balas de mi imaginaria ametralladora, me respondía… ¡Bang Bang! ¡tú también estás muerto, te di en el merito corazón! ¡no, no se vale! ¡Yo ya te había matado primero…! ¡claro que no! además sobreviví y pude contestar el ataque. ¡Eso es trampa… ya no juego! Y con un simple ¡ya no juego! Se acababa la guerra y después de algunos minutos, ya estábamos ideando que otra cosa hacer como si el enojo que había terminado con el juego de la guerra, hubiera desaparecido de la faz de la tierra… ¡Ah, la inocencia de ser niño!
Pero discúlpame, como suelen decir ya me salí por la tangente… ¿en que estaba? ¡Ah, si! Te comentaba que mi padre debió haber sufrido mucho en su infancia, sus juegos fueron la pobreza, el hambre y la terrible guerra civil. Por eso, al terminar la guerra con la victoria del general Francisco Franco, muchos españoles movidos mas por el hambre y el deseo de superación que por diferencias políticas, huyendo de esa España convulsionada ahora por las represalias del régimen triunfador, llegaron a México y entre ellos se encontraban algunos de los hermanos de la abuela Adela, si, claro, la madre de mi padre, quienes en pocos años se establecieron con negocios sólidos y prósperos. Así que era de suponerse que ayudarían a los sobrinos instalados aún en Mieres todavía víctimas de la terrible pobreza que sigue como inercia al final de la guerra. Uno a uno, empezaron a desfilar los hermanos mayores de mi padre hacia la Nueva América. México acogía a los inmigrantes españoles sin tomar en cuenta sus ideologías políticas. ¿Cómo dices? No, por supuesto que no, ¿Cómo se te ocurre pensar eso? Mi padre era aún un niño cuando terminó la guerra civil, ¿cómo entonces iba a ser refugiado? En fin, sea como sea se acercó el día en que por continuidad tocaba a mi padre ir a las Américas. A doña Adela le parecía de lo mas normal que su abundante prole saliera a buscar nuevos horizontes, los hijos mayores ya instalados en el nuevo país, mostraban prosperidad y ello obligaba a jalar a los hermanos menores para que también tuvieran oportunidad de salir de la pobreza y la limitación.
México acogió a mi padre a la edad de 16 años, aquí vivió, trabajó, se casó y formó una familia. Regresó a España un par de ocasiones pero nada definitivo, en realidad su segunda casa siempre fue México, aunque conservó su condición de inmigrante, pues nunca se nacionalizó ciudadano mexicano y como tampoco era obligatorio que lo hiciera, no tuvo empacho en seguir siendo español y sobre todo asturiano hasta la médula. Murió como ciudadano español avecindado en México, por lo tanto sus hijos para el gobierno mexicano son mexicanos por nacimiento, pero para el gobierno español son españoles por ser hijos de español nacidos en el extranjero. ¿Cómo? ¡Ah! ¿mi madre? No, ella también goza de la doble nacionalidad. Verás, te explico rápidamente. Mis abuelos maternos eran ambos españoles, él madrileño, ella de Santiago de Compostela. Se conocieron en México en la época de la Revolución mexicana por ahí de 1910. Se casaron y tuvieron a dos hijas. La mayor la tía Ángeles a quien todos los sobrinos le llamábamos “tía Chata”, ¿quién sabe por qué? Porque… ¿qué digamos que era chata? Nada de nada, pues tenía una nariz prominente. Y mi madre Rosario. Ambas eran hijas de españoles nacidas en México y eran consideradas como criollas, pero para España, eran también consideradas españolas. Y esa es felizmente la explicación de por que poseo ambas nacionalidades y espero que así siga siendo en tanto que ambos países sigan siendo hermanos. Resumo, soy mexicano por nacimiento y español por herencia. ¿Ahora te queda bien claro?
No, no te desesperes, ahora voy al grano de toda esta perorata. Al quedar ciego busqué en mi país instituciones que pudieran ayudarme a superar la pérdida visual. Lo que encontré fueron algunas agrupaciones no gubernamentales que prestan servicio a personas con discapacidad sin embargo por situaciones de economía mostraban muchas limitaciones por lo que la ayuda requerida por el usuario solía ser deficiente. No, por supuesto que adivinas, no existe ninguna fundación en México como la ONCE, otro mundo sería para los ciegos de este país si tuviéramos tan siquiera algo parecido a la ONCE. A pesar de todo esto, conseguí en Acapulco que una persona me adiestrara en la escritura y lectura con el sistema braille. Ella era entonces directora de la escuela de ciegos de esta ciudad y por cierto única en todo el estado de Guerrero. Aunque la escuela era para niños y no adultos, ella me hizo un espacio dentro de su horario personal para recibirme por las tardes una o dos veces por semana. La maestra y directora de la escuela Aurora Cruz, era ciega también desde hacía 20 años. Me contó que siempre fue débil visual por una miopía severa, que a la postre la dejó ciega total. No obstante pudo estudiar la carrera magisterial y especializarse en educación especial para débiles visuales y ciegos. No, no se ha muerto aún, si me refiero a la maestra Aurora en pasado es porque ya se jubiló después de casi 50 años de carrera magisterial. Si, estoy de acuerdo contigo, fue como sacarse la lotería y sin comprar el boleto. Pero no conseguí mas, por ejemplo en orientación y movilidad estoy en pañales, ¿usar el bastón? Si, claro, como Dios me dio a entender. Quise tener un perro guía y acudí a la única escuela existente en mi país y ¡que crees? Si, adivinaste… no tenían y al parecer no iban a tener en breve porque la institución corría malos tiempos económicos y por si eso no fuera ya grave, me dieron los requisitos para aspirar a tener un perro guía y el resultado fue contundente. Si se mejoraba la situación económica, había que superar todos los requisitos impuestos que mas que requisitos me parecieron travas y dificultades infranqueables para que nadie aspirara o pudiera tener un lazarillo. Me imagino que un clan muy selecto de ciegos o débiles visuales, de esos que tienen palancas y recomendaciones de altos niveles, son los candidatos perfectos para tener un perro guía, amén de ser los que pueden dar testimonio de que las cosas si funcionan en México y funcionan muy bien. Por supuesto que no soy negativo ni deseo desprestigiar al país que me vio nacer, México tiene muchas cosas buenas, pero también y debo decirlo, tiene inseguridad, corrupción y la clase política no goza de prestigio… si, como en España.
Ya consolado con lo que buenamente había podido obtener y seguro de que gozar de la compañía de un perro guía era un sueño lejano, me topé en esta bendita red… si la bendita red de BlindWorlds con la publicación del Atlante de Cádiz. El texto “Historia de cómo conocí a mi perro guía” me llenó el corazón de esperanza. Nunca imaginé que se tomara en cuenta mi talla y mi peso para buscarme un perro guía que se adecuara a mi persona, eso… ni soñarlo en mi país, nunca me dijeron que iban a buscarme el perro ideal, simplemente me dijeron que por tener una deficiencia auditiva en el lado derecho consecuencia de un accidente a la edad de 7 años y que nunca resultó ser una limitación, ahora con la discapacidad visual se convertía prácticamente en un impedimento para tener un perro guía. ¿Eres brujo? ¡qué comes que adivinas! En efecto, a la sordera unilateral se sumaron otros inconvenientes: “usted no vive en el D. F., no tiene un curso de movilidad ni de cómo usar el bastón y en nuestra escuela es requisito indispensable. Verá usted, explicaba la persona con la que me entrevistaba, al perro lo guiará usted con la mano izquierda mientras que en la derecha deberá manejar el bastón para que pueda identificar los obstáculos, si usted no tiene un adiestramiento adecuado en el uso del bastón, no podrá usar al perro guía. Ofende mi inteligencia, pensé algo contrariado. ¿Cómo que tenía que usar al perro guía en la izquierda y en la derecha al bastón? ¿No era a caso uno u otro? Recordé muchas imágenes del pasado en donde veía a ciegos caminando por las calles del centro de la ciudad con bastón y lo hacían tan maravillosamente bien que pareciera que solo fingían ser ciegos. También llegué a ver ciegos con perros lazarillos, aunque eran los menos, también los había y ninguno de ellos usaba simultáneamente el bastón. Claro que debo reconocer que en esos tiempos al único lugar donde un ciego mexicano podía conseguir un perro guía era en los Estados Unidos, ya que la escuela de perros guía de la ciudad de México se fundó por la década de los noventas.
Si, suena como a chiste, los perros guía americanos no requieren del bastón mientras que los mexicanos si. Pero después me vinieron a aclarar otros ciegos que utilizaban perros guía… no, no es el perro en si, sino el adiestramiento que le dan, y si en la escuela de México tienen ese plan de adiestramiento, aunque nos parece equivocado, así es y si no cumples con sus requisitos mas tarde y nunca podrás tener un perro guía, por lo que me sugirieron buscar en el extranjero. Otro impedimento mas a sumar, la edad, cuando quedé ciego tenía 53 años, estaba como quién dice en la flor de la vida (bueno, no te rías, al menos concédeme el adjetivo en lo que a la vida profesional se refiere, tomando en cuenta de ser médico). Durante los siguientes años aprendí a escribir en braille, a mal leerlo, a manejar la computadora con el lector de pantalla, y a nada mas… no hay nada mas en Acapulco y en otros lugares si lo hay, no hay facilidades para las personas de provincia, o vivo en la ciudad o no puedo aspirar al beneficio y si consigo a través de un familiar radicar en dicho lugar… resulta que el curso está suspendido por falta de plata. ¡Vaya destino el mío! Así las cosas, existen las instituciones, existen los programas para apoyar a las personas con discapacidad, pero solo en el papel porque en la realidad todo es mera ilusión.
Pero si la memoria no me falla, mencionas en tu historia que entre tus compañeros con los que compartiste el adiestramiento para obtener tu perro guía, había dos mujeres… una señora de 50 años y otra, por cierto joven que además de ser ciega era casi sorda. Mis oídos se llenaron de campanas al viento… era casi sorda y yo, solamente no oigo del lado derecho, del izquierdo oigo por dos. Luego entonces la hipoacucia era solo un impedimento relativo, al menos en España. También imaginé que si había candidatos de 50 años o mas, la edad tampoco era un impedimento absoluto. Por supuesto que estoy pensionado, como médico cirujano de alta complejidad y especializado en trasplantes (modestia aparte), el volver a operar estaba fuera de toda pretensión, pero podía continuar con la docencia y la investigación. Al perro guía lo quería para que me ayudara a trasladarme de manera autosuficiente, no para que me ayudara a operar. No te rías, esa es la verdad, pero la dificultad que enfrento para desplazarme con libertad en la ciudad donde vivo (Acapulco, que por cierto no es amigable con las personas con discapacidad visual y de paso con ninguna discapacidad) ha hecho que rechace algunas oportunidades para dar clases en diplomados, maestrías o cursos obviamente relacionados con la medicina.
pero acabo de cumplir 58 años y temo que la edad se convierta en un obstáculo. No me resigno a estar en casa con los brazos cruzados esperando que la parca venga a buscarme, la espera puede ser muy larga, si bien no tenemos la vida comprada, también es cierto que fuera de la discapacidad visual, me encuentro sano pues no aquejo ninguna enfermedad crónico degenerativa. No, no soy diabético, tampoco hipertenso, no tengo problemas de movilidad, hablo perfectamente y con congruencia y poseo, creo yo, aún una inteligencia lúcida y clara.
La pregunta de los 64 mil pesos es: ¿soy candidato a tener un perro guía? Y si así es, ¿puedo solicitarlo a la ONCE? ¿Cómo puedo pertenecer a la organización? Te repito, por si lo has olvidado, que tengo nacionalidad española, es mas poseo pasaporte español, y si tengo que esperar como tú un par de años para encontrar el perro guía ideal, es menester hacer de una vez la solicitud a la ONCE para que me considere y llegado el tiempo pueda acudir al adiestramiento para gozar de ese beneficio. ¿Qué si estoy decidido a viajar a España? ¡Ni lo dudes! Si soy aceptado en la ONCE, si soy aceptado en mi solicitud, si cumplo con los requisitos y llega el momento de tenerse que presentar en Madrid, ya veré como le hago, pero de que llego, llego palabra de macho y ya estando allí ni modo que me raje, no haría honor a mi nacionalidad por nacimiento y como reza dicho popular… “a rajarse a su tierra” y estando tan lejos no hay ni para donde hacerse.
Bueno eso es lo que quería contarte, disculpa por ser tan prolijo es mi forma de ser pero espero que hayas comprendido mi necesidad y me puedas si no tú, cualquier otro de la red, prestarme ayuda. Atentamente Jorge… el Doc.