Texto publicado por Germán Marconi
Esto es falso. Las células madre clonadas en la clonación terapéutica son recogidas en la etapa de los blastocitos mucho antes de que se forme el embrión. Sobre la clonación terapéutica, sus posibilidades y riesgos.
NOTA DEL AUTOR
Considero mis novelas como «realficción», una palabra que significa que la realidad y la ficción están tan ligadas que resulta muy difícil ver la línea divisoria. ¿Qué significa esto para Convulsión? Por supuesto, todos los personajes son ficticios, como lo es la historia. Tampoco, desafortunadamente, el procedimiento RSHT forma parte del arsenal biomédico. Pero casi todo lo demás es realidad, incluidas las partes referentes a la Sábana Santa, de la cual se han aislado genes específicos de las manchas de sangre. Debo admitir que, como a Daniel y Stephanie, el sudario me fascinó. La referencia que cita Stephanie también es real, y para aquellos interesados en profundizar en el tema, lo recomiendo para comenzar.
También es un hecho que unos cuantos políticos norteamericanos se han implicado en el debate sobre la biociencia, un campo donde los descubrimientos se producen en progresión geométrica. Todo parece indicar que el siglo XXI será el de la biología, de la misma manera que el siglo xx fue para la física y el XIX para la química.
Lamentablemente, en mi opinión, algunos de los políticos se han sumado al debate, como mi ficticio senador Ashley Butler, por razones demagógicas más que como verdaderos líderes interesados en el bien público. No obstante, sospecho que aquellos políticos que buscan prohibir las investigaciones de estas tecnologías terapéuticas del siglo XXI en Estados Unidos por lo que ellos creen que son legítimas razones morales, no vacilarían en volar a otro país donde se permitiera el desarrollo de dichos tratamientos si ellos o algún miembro de sus familias padecieran de una enfermedad curable.
En la escena de la audiencia del subcomité del Congreso descrita en esta obra (capítulo 2), el senador Ashley Butler muestra quién es en la realidad al jugar con los temores públicos referentes a los cultivos de embriones y las atávicas mitologías frankesteinianas.
El senador también rehúsa separar la clonación reproductiva (la clonación de una persona, un tema que merece el rechazo universal) de la clonación terapéutica (clonar las células de un individuo con el propósito de tratar a dicho individuo). El senador Butler, como otros oponentes de la investigación con células madre y la clonación terapéutica, comenta que el proceso requiere el desmembramiento de embriones.
Tal como señala Daniel sin el menor resultado, esto es falso. Las células madre clonadas en la clonación terapéutica son recogidas en la etapa de los blastocitos mucho antes de que se forme el embrión. El hecho es que en la clonación terapéutica nunca se permite que se forme el embrión y mucho menos que se implante algo en el útero.
La mayoría de mis lectores saben que mis novelas tienen como fondo importantes temas sociológicos. Esta novela no es una excepción, y es que aquí el tema es el lamentable choque entre la política y la biociencia en constante progreso. Pero una cosa es utilizar un relato de advertencia para señalar un problema y otra muy distinta proponer una solución. Sin embargo, Daniel se refiere a una, y es la que a mí me gustaría que adoptara mi país. Daniel pregunta en el capítulo 6: «Nosotros [se refiere a Estados Unidos] hemos tomado muchas ideas sobre los derechos del individuo, el gobierno, y desde luego nuestro derecho consuetudinario de Inglaterra. ¿Por qué no podemos seguir la orientación británica a la hora de tratar los temas éticos de la biociencia reproductiva?».
Para dar una respuesta a los frecuentemente difíciles y preocupantes temas éticos relacionados con la genética molecular y la investigación de la reproducción humana puestos de relieve por el nacimiento del primer bebé por reproducción in vitro en 1978, el Parlamento británico, en su sabiduría, creó la Human Fertilisation and Embriology Authority (HFEA), que está funcionando desde 1991. Este organismo, entre otras funciones, otorga las licencias y controla las clínicas de reproducción asistida (algo que no se hace en Estados Unidos), además de debatir y recomendar al Parlamento las políticas referentes a las tecnologías e investigaciones reproductivas. Es digno de destacar que el presidente, el presidente delegado y al menos la mitad de los miembros no pueden ser médicos o científicos relacionados con la tecnología reproductiva. La cuestión es que los ingleses han conseguido formar un cuerpo verdaderamente representativo cuyos miembros reflejan un amplio espectro de los intereses del público y que pueden debatir los temas en un entorno apolítico. También se debe señalar que la HFEA redactó un informe en 1998 donde diferenciaba claramente la clonación reproductiva, con la recomendación de prohibirla, y la clonación terapéutica, que recomendaba como una gran promesa para la terapia de enfermedades graves.
El hecho de que la biociencia en general y la biociencia reproductiva en particular avanzan a un ritmo acelerado plantea la necesidad de establecer algún tipo de control. No hay ninguna duda de que dejada a su libre albedrío la biociencia podría llegar a ser una amenaza para la dignidad humana e incluso de nuestra identidad, tal como ha señalado el doctor Leon Kass, actual titular del consejo de bioética de la Presidencia. Sin embargo, la política partidista no es el campo apropiado para tratar con este problema. En dicho entorno, cualquier comité que se forme estará inevitablemente copado por miembros de una determinada tendencia política.
Creo que si el Congreso norteamericano dispusiera la creación de un grupo no partidista similar a la HFEA inglesa para que recomendara qué política seguir, el público estadounidense estaría bien servido.
No solo se resolvería el actual debate sobre la clonación terapéutica de una manera inteligente, apolítica y democrática (ya existe el consenso contra la clonación reproductiva), sino que además se podrían controlar adecuadamente las clínicas de reproducción asistida. Incluso sería concebible que el tema del aborto pudiese ser apartado del terreno político, para nuestro beneficio colectivo.
ROBIN COOK, doctor en medicina
Naples, Florida, 12 de marzo de 2003
Del libro “Convulsión”., de Robin Cook.
Nota personal: Suelen los títulos de Cook tener más que ver con la trama que con un accidente del texto, por eso este título lo encaré sin ganas, o - al menos - sin las ganas que despertó en mí ADN o Coma.
Pero debo reconocer que pocas obras del Dr. Cook me han movilizado como esta.
Lo que pegué aquí, contra mi costumbre de compartir una partecita interesante del texto, es el final, cuando el autor hace algunas aclaraciones que, en este libro en particular, me han parecido más que oportunas.