Texto publicado por starchild

(relato propio)Klanan, Capítulo 3. Lowmas.

Tercer capitulo de la saga, ahí os lo dejo.

Klanan.
Capítulo 3. Lowmas.

Franklin observaba con rabia y furia como la comitiva de soldados abandonaba el lugar. La tarde comenzaba a dar paso al crepúsculo que envolvería la tierra en oscuridad total. Dio un chiflido y uno de los mensajeros se acercó rápidamente a el.

--Alcánzalos antes de que se pierdan de vista. Dadles orden de saquear y destruir cualquier hogar que tenga relación con ese salvaje.

La fiesta de fin de cosecha ya se estaba preparando en Lowmas. En esta época los agricultores recogían el vino y celebraban y daban gracias al gobierno central por permitirles tener una tierra tan fértil y unas buenas bodegas. Aquella época estaba llena de oportunidades. Normalmente los cargos públicos más altos de Tarktarus se acercaban al pueblo fronterizo con los cuatro puntos. Supervisaban que todo estuviese bien, y escogían a gente intelectual para que viajasen a la ciudad central a obtener un cargo en el estado y así, resolver su vida para siempre.

Nineva avanzaba alegremente por las calles azuzando su mula de carga. Era una chica rubia de unos 18 años, la cual vestía de una forma elegante, adornando su ropa de colgantes y diamantes. Era la hija del alcalde Groin, bastante poco querido por algunos, cosa que curiosamente pasaba al contrario con su hija. En cuanto observó el puesto de fruta al final de la calle, se acercó rápidamente viendo como la gente se apartaba a su paso y algún que otro atrevido le realizaba un repaso de arriba abajo. Cruzó la puerta de la pequeña tienda y una anciana al otro lado levantó rápidamente la vista.

--¿Qué se te ofrece hoy querida?
--Necesito dos sacos de manzanas, de los grandes. Es para palacio. Mi padre te pagará en breve, aún no me deja salir a la calle con dinero encima.
--Hace bien ese hombre. El sistema nos libre de que te ocurra algo por culpa del capital. En seguida te los preparo. Puedes esperar aquí con migo.

Una brisa se dejaba ya escurrir por las silenciosas calles del pueblo. Una chimenea cercana expulsaba ya grandes cantidades de humo al ambiente y la gente iba entrando poco a poco en aquel lugar. Era la taberna ‘Hígado de buey.’, bastante conocida por sus carnes y espectáculos nocturnos. A parte, era la taberna central de Lowmas, lugar idóneo para enterarse de cualquier noticia, novedad o chisme que ocurriese en el pueblo. Duzzy estaba junto a sus amigos, apoyado en la barra y charlando con el tabernero.
--Se rumorea que hoy habrá una demostración de caminaplanos. Que harán desaparecer la taberna durante unos minutos. ¿Creéis que sea posible chicos? Se que esa clase de gente son buenos, pero hasta tal punto no creo. ¿No?
--Yo pienso que es propaganda política. –Dijo el tabernero mientras le volvía a cargar la copa de un líquido plateado y espumoso.- Seguro que por desaparecer entienden otra cosa.
El murmullo de la taberna queda interrumpido por un ‘Extra! Extra!’. Todos los habitantes allí reunidos se giraron hacia la puerta, viendo como el pregonero del pueblo entraba a grandes zancadas y con una sonrisa de oreja a oreja.
--Por orden de Franklin- Dijo con una voz cantarina. –Y por la gracia del palacio central del imperio confinado en la ciudad de Tarktarus, ¡Se informa a todos los presentes que Lowmas, nuestro pueblo, vuelve a gozar de saneamiento financiero procedente del gobierno central!
Toda la posada prorrumpió en exclamaciones y vítores, mezclados con aplausos. Un grupo de personas comenzaron a corear al unísono y repetidamente ‘Honra al Gobernador’. Los bardos sacaron sus mandolinas y comenzaron a tocar sincronizadamente una canción alegre y rápida mientras un grupo de gente se dirigió al centro de la sala, donde había pocas mesas para danzar alegremente mientras el resto palmeaba al compás de la música. De esta forma, el manto de la noche cayó en los alrededores de la posada mientras dentro, se respiraba un ambiente de regocijo, todo ello eclipsado con el humo del tabaco que inundaba el lugar.
--La noche que nos queda –Dijo duzzy mientras le daba otro trago a la cerveza y sonreía con sus amigos.
Un grupo de chicas se unió al coro de personas que ya danzaban en el centro de la sala para acompañarlos, mientras el joven Duzzy seguía bebiendo en la barra. Era un hombre alto con rostro moreno y una gran barba la cual le espesaba la cara. A su izquierda se encontraba Kénaton, su primo. Era bajito y regordito y no paraba de reír, ni de echar miradas indiscretas a Julieta, la cual se encontraba al otro extremo de Duzzy.

La comitiva de soldados atravesaba la entrada al pueblo tras cruzar un pequeño montículo de arena. No estaban utilizando el camino principal, pero la entrada lateral a través de los pastos que rodeaban la villa era bien conocida por las tropas del imperio. Fueron claramente visibles a la luz de las farolas cuando arribaron a la calle principal. Eran las 10 de la noche y el frío ya se dejaba notar. Algunos curiosos que a esas horas paseaban sin rumbo fijo, se alejaban lentamente con cara de preocupación preguntándose por qué motivo los soldados imperiales habían llegado a ese lugar.
--Todos atentos.- Dijo calmadamente el hombre que se encontraba en el centro del ejército, cuyas numerosas medallas colgadas en el pecho le identificaban como el de mayor rango.- Preguntaremos en la taberna central del pueblo. Creo que es un buen lugar para comenzar a recopilar información. Mecanismo de interrogatorio forzado.

Nineva cargó las alforjas de su bestia y volvió a salir a la fría calle. Cuando llevaba un rato andando, observó que un grupo de soldados se acercaba a ella. ¿Soldados imperiales?
--Acérquese, joven.- Le dijo el más aproximado a ella. Cuando llegó a su altura, entre estupefacta y nerviosa habló.
--Mis respetos, ejército de Tarnis. ¿Qué se les ofrece?
--¿Qué hace una joven como usted sola a estas horas?
--Regreso a palacio, por encargo de mi padre, Groin. –Los soldados intercambiaron miradas entre ellos.- ¿Necesitan saber algo?
--Joven. ¿Ha visto o notado en estos últimos días algún tipo de actividad fuera de lo normal en el poblado?
--¿Algo fuera de lo normal? Que yo sepa todo está en orden, a no ser que algo se escape a mi visión de las cosas.
--¿Ha oído hablar acerca de los hombres de roca?
--¡Los salvajes! Claro, ¿Quién no?
--Dígame, señorita…
--Nineva.
--Dígame, señorita nnineva. ¿ha visto algún hombre de roca últimamente?
--¿Quién ha visto un hombre de roca? Tengo entendido que no salen de su hábitat.
--¿Podría respondernos, si o no?
--No, no he visto ninguno.
--Esperemos que sea así. Puede continuar.
La chica continuó calle abajo hacia el centro del pueblo, mientras suspiraba de alivio al ver que los soldados se alejaban por otro callejón lateral. Una vez que hubieron desaparecido escuchó un chistido proveniente de ese callejón. Dado que era la única persona que circulaba por ahí, se acercó a comprobar quien era.
--Estoy a tu derecha, oculto. –nineva se giró sobresaltada, y efectivamente, no vio nada.
--¿Rein?. –Susurró la muchacha.- Rein, tengo que regresar a palacio y ya voy tarde, si me retraso más mi padre me va a hacer trizas.
--¿Qué hacen los soldados imperiales aquí?
--no lo sé, Rein.
--Nineva, estás rodeada de gente muy influyente…
--Escúchame Rein, nunca te he mentido, y lo sabes, si te digo que no sé lo que hacen es que no lo sé.
--¿Han hablado con tigo?
--Sí. No sé por qué pero, me han preguntado si por aquí han pasado hombres de roca. No entiendo la estupidez y el absurdo de la pregunta.
--No es tan absurdo.
--Como que… ¿a qué te refieres?
--¿Qué les dijiste?
--Qué pregunta es esa… Obviamente, no hay hombres de roca por aquí.
--No es cierto.
--Deja de bromear con eso, me estás empezando a asustar.
--No estoy bromeando.
--Explícate entonces.
--Tienes que llegar a palacio.
--Tratándose de ti no me importaría quedarme un rato más –Dijo la chica con una amplia sonrisa.
--Reúnete conmigo aquí, a las 3 de la madrugada.
--Pero rein…
--Coge esto. –Nineva colocó la palma de la mano hacia arriba y notó que le caía un pequeño objeto ovalado. Sin duda, se trataba de una píldora.
--¿Qué es?
--En cuanto te la tomes hará efecto y tu cuerpo reflectará las partículas de luz. Nadie podrá verte. Escúchame, el efecto durará hasta aproximadamente las 4 de la madrugada, te hallas tomado el estupefaciente o no. Así que más vale que no te entretengas. Te estaré esperando aquí, en este mismo lugar.
--Pero…
Observó un destello de luz justo en frente, con lo cual, dedujo que su interlocutor se había ido.

Duzzy hablaba interesadamente con Julieta. Era alta y fornida. Casi siempre tenía una expresión severa en la cara, cosa que siempre que hablaba con el joven, no ocurría y al parecer era uno de los pocos que a veces conseguía arrancársela.
--Te explico entonces, July. Verás. –Dijo hablando más bajo.- Los operadores de ruleta siempre se ponen de acuerdo para apostar al 0. Pueden determinar un juego que salga cada secuencia de 3, de 4, o tras una secuencia de números establecidos. Pongamos por ejemplo el 7, después el 4. Después 0. Siempre hay un mecanismo. Debido a que el resto de jugadores apuesta otro número, la banca es la que tiene posibilidad de apostar después. No es azar puramente dicho. Bueno, si puede serlo pero, no del todo.
--¿Y como llegaste a esa conclusión?
--Observando y aprendiendo, ah, y perdiendo mucho dinero, muchísimo.
--¿Y te ha merecido la pena?
--Claro. Ahora domino el sistema de juego a la perfección. Solo que muchas veces ya no me dejan entrar en esos sitios, no pueden permitirse el lujo de perder siempre. ¿Entiendes mi propuesta?
--La entiendo perfectamente, solo quiero dejar algo completamente claro. No voy a gastar ni un solo redondo de mi bolsillo hasta que esté segura al 100 por ciento de que el sistema funciona.
--Que sí, que te he dicho que yo te financio sin problemas. ¿Crees que me arriesgaría a perder el dinero de esa manera si tuviese dudas?
--Bueno, tú sabrás lo que haces. Por cierto… ¿Cuándo se cansará tu primo de mirarme los pechos? –Dijo en voz alta mientras echaba una mirada furtiva a Kénaton, el cual apartaba rápidamente la vista, sonrojado.
--¡Todo el mundo en posición de registro! ¡Por la guardia imperial, todo el mundo en posición de registro!
La voz que habló provenía del general de los soldados, los cuales comenzaron a entrar desorganizadamente en la posada, observando como todo el mundo automáticamente alzaba las manos y separaba las piernas. La gente que estaba sentada con expresión entre confundida y atemorizada, se comenzó a levantar y hacer lo mismo mientras los soldados continuaban avanzando rápidamente hasta llegar a la barra. Duzzy tenía las manos levantadas igual que su primo y Julieta, la cual estaba visiblemente nerviosa. El silencio que acosaba el local era aterrador, amortiguado por los pasos de los soldados y los semillantos de Julieta y otras personas más.
--Disculpe –Dijo Duzzy a uno de los soldados.- De qué va todo esto, ¿Señor?
No le dio tiempo a terminar la frase cuando un puntapié en la entrepierna lo hizo gritar de dolor y caer de espaldas.
--no se vuelva a atrever a cuestionar la autoridad del imperio de tarnis. ¿Entendido?
Al ver que el muchacho no hacía nada, el soldado le volvió la cabeza bruscamente forzándolo a mirarle fijamente a los ojos, cuya fiereza se imprimieron rápidamente en la mente del muchacho.
--¿Entendido? –Volvió a vociferar el soldado.
--Entendido, señor.
--no se mueva de ahí. –Dijo mientras le soltaba la cara. El general, situado en el centro de la sala, volvió a hablar, una vez todos los soldados estaban distribuidos en varios grupos por toda la habitación.
--No os mováis. –Dijo, y tras varios segundos en los que solo sonaban los susurros del reloj y el viento de la noche, continuó con su discurso.
--Hace unas semanas, la región denominada los Cuatro Puntos, ha dejado de proporcionar a Tarnis el metal puro. En respuesta, se mandó una avanzadilla de reconocimiento a las montañas de dicha región, la cual no tubo opción de negociar. La división, incluido su líder, el general Turrik, habitantes todos de este pueblo, han sido asesinados. No contentos con esta fechoría, los salvajes han penetrado en nuestra gran querida Tarktarus, y han plantado cara al palacio real y nuestro excelentísimo gobernador Franklin.
Los hombres del ejército observaban impasiblemente como las caras de algunos clientes comenzaban a palidecer. Probablemente eran familiares de los enviados a la misión, que sabían que no volverían a verlos nunca más.
--Para poder penetrar en Tarktarus, los hombres de roca han tenido que pasar obligatoriamente por aquí. Algo que por su naturaleza, no puede pasar desapercibido, a los habitantes de Lowmas. Tenemos orden de quemar y saquear cualquier hogar que nos esté ocultando información acerca del acontecimiento. Con lo cual, la pregunta es clara. ¿Alguno, de los aquí presentes, ha visto, presenciado, o tenido algún tipo de relación con algún hombre de roca en los últimos días?
Todo el mundo, incluyendo Duzzy, negó automáticamente con la cabeza. Los soldados comenzaron a desplazarse hacia el centro de la sala.
--Más os vale. Podéis volver a vuestros quehaceres.
Duzzy se levantó aliviado e hizo una seña a sus otros dos compañeros para abandonar la sala. Rápidamente cogió del brazo a Julieta para tratar de calmarla mientras trataban de cruzar el local. La mayoría de la gente se quedó y volvió a la fiesta, estaba claro que esa noche no iban a perturbar la buena noticia de nadie.
Pero al parecer, algo no marchaba bien. Cuando estaban a punto de cruzar la sala, uno de los soldados desenfundó su espada al grito de ‘Atrapadle!’
Una figura, fornida y alta se desplazaba por uno de los laterales de la sala hacia fuera, acercándose rápidamente a la posición de Duzzy.
--¡Corred! –Dijo el joven mientras se lanzaban calle a bajo fuera de la posada. En la carrera, oían advertencias del tipo ‘Por allí’, o ‘Ahí está, atrapadle’. Pero lo que más les llamó la atención, al volver la vista, fue que el gran edificio conocido como la Taberna ‘Hígado de Buey’ estaba ardiendo por completo en llamas. Estaban yendo bastante en serio. Los jóvenes se perdieron de vista, mientras la comitiva de soldados, una vez hubo salido del local en llamas, se dirigieron rápidamente a la zona residencial del pueblo. Una vez alcanzaron la primera casa, llamaron a la puerta enérgicamente.
--Ve a abrir –Le dijo el hombre de roca a la viejecita que se encontraba sentada en el sillón.- Que no se te note la cara de asustada que tienes –Acto seguido le introdujo una píldora en la boca la cual se tragó sin mucha dificultad. La cara pálida y de terror que tenía la anciana se convirtió en una enorme y amplia sonrisa. Los golpes en la puerta eran desquiciantes, así que optó por gritar alegremente.
--¡Ya abro!
--Ejército imperial –Anunciaron desde fuera.
Sonriente, la anciana abrió despacio la puerta.
--¿Qué se les ofrece?
--¿Ha visto a un salvaje, señora?
--¿salvajes? ¡Pero si no salen de su región! –Anunció la señora con una alegre risa. Mientras tanto, el hombre de roca se encontraba justo en frente de los soldados, al otro lado de la puerta, detrás de la anciana.
--Aquí estoy. Cogedme. –Se escurrió entre la anciana y uno de los laterales de la entrada y abandonó precipitadamente el hogar. Un grupo de personas armadas corrieron detrás de el, mientras la mujer, horrorizada y entre gritos, observaba como los que quedaban junto a ella volcaban aceite hirviendo dentro de la casa, y sobre su cabeza.

Groin miraba severamente a su hija mientras entraba tímidamente en la sala de asuntos diplomáticos.
--Sabes que hora es, ¿Verdad?
--Son las 11 y media, padre.
--¿Y a qué hora tienes que llegar siempre a palacio, nineva?
--no más tarde de las 10 de la noche.
--Bien. ¿Y como que has llegado hoy a las 11?
--Zucela se entretuvo preparándome la mercancía. Tenía ganas de hablar con migo.
--¿Quieres que se lo preguntemos a ella?
--No hará falta, está mayor y ya estará durmiendo a esta hora.
--¿A qué te mandé esta tarde a las 9, nineva?
--A comprar manzanas, dos sacos de los grandes.
Nineva hablaba de una forma automática tratando de no expresar el temor y el miedo que le sentía a su padre, aunque al mismo tiempo, un sentimiento de repulsión y odio comenzaba a quemarle la sangre por dentro. No se había entretenido en hablar con la vieja Zucela y lo sabía, como también sabía que era la única persona de su edad en el pueblo, que no tenía derecho a gozar de los privilegios de otras jóvenes.
--y dime, nineva. ¿Se te ha mandado a hablar con Zucela?
--no.
--¿Por qué desobedeces las órdenes de tu familia?
--¿El imperio?
--Sí, quién si no.
El cazo caliente que tenía dentro de sus venas finalmente hizo explosión.
--Padre, mi familia no es el imperio.
--¿Cómo dices?
--Mi familia no es el imperio. Daría lo que fuese por alejarme de aquí y no volver a ver a nadie nunca más.
El padre soltó una amarga risotada y respondió.
--Y dime, querida. ¿Dónde piensas ir? Dime. ¿Podrás valerte por ti misma?
--Lo llevo haciendo durante 18 años. ¿No crees?
--No tienes ni idea de la cantidad de sandeces que dices a lo largo del día, Nineva. ¿Tu? ¿Sola? Quien te defendió de los insultos en el colegio. Quien veló por ti cuando estuviste a punto de perder la vida. Quién acabó con los malditos que intentaron robarte?
--La guardia real.
--¿En nombre de quien?
--¡En nombre de un padre que mientras tanto estaba sentado en un trono porque para él era más importante la imagen pública de Lowmas que la posibilidad que a su propia hija la hubiesen podido asesinar!.
--¿Cómo dices?
--Solo te preocupa gobernar Lowmas y que la gente esté a tus órdenes, no te culpo, para eso te han entrenado tus sabuesos.
--Lowmas necesita ser gobernado, tú necesitas ser gobernada porque formas parte de Lowmas, y eres una persona muy valiosa.
--Valiosa para quién.
--Para mí, para el consejo, para Tarktarus.
--Al cuerno Tarktarus, padre. Puedo salir a la calle a hacer recados y encargos de palacio. Pueden acosarme por la calle. Puedo correr el riesgo de ser asesinada. Pero no puedo llevar dinero en cima. Solo te importan los redondos, no quieres a tu hija y nunca la quisiste. Eres horrible, me das lástima, papá, lástima. –Concluyó nineva entre llantos.
--¿otra vez estás demostrando tu debilidad y poca fuerza?
--Solo demuestro que soy una mujer, no una muñeca.
--No hija, no tienes derecho a ser igual que el resto de las mujeres. Yo rijo sobre ti y sobre todo lo que concierne a tu vida y no puedes elegir. Mientras antes aceptes tu destino, antes podrás ser libre. Ahora, debido a lo sucedido, vas a pasar dos meses en palacio con la única compañía de los sirvientes, les ayudarás en las tareas y no saldrás a la calle. Algo más que decir, ¿Nineva?
--Sí. Que no voy a cumplirlo.
El rostro del padre cambió de repente y enfureció. Golpeó sonoramente la cara de la joven y esta calló hacia delante. Mientras tanto, el hombre comenzó a golpear su espalda con una maza, haciéndola gritar de dolor con cada golpe. Tras casi un minuto de agonía, paró de golpear.
--Ahora vas a bajar a tu habitación. Tu cama ya está preparada. Buenas noches, querida, que descanses.
La chica abandonó la sala entre llantos y rabia. Se palpó los bolsillos del pantalón hasta que la notó, pequeña y ovalada, en uno de sus bolsillos traseros. Tras lo vivido, la idea de salir de palacio a altas horas de la madrugada, ya no le parecía tan descabellada. Necesitaba salir de ahí, necesitaba romper las cuerdas que le ataban a su pasado de sufrimiento.
Groin observó como la figura empapada en lágrimas de su hija abandonaba la sala, y tras haberla perdido de vista se levantó y dirigiéndose hacia la puerta, la cerró lentamente. Nineva no estaba funcionando bien. Había tenido demasiado contacto con la gente del exterior y estaba comenzando a tener privilegios que le nublaban las ideas y no podía cumplir el propósito para lo que fue creada. Pero ahora no podía pensar en eso. La tercera división de la armada del norte aún no había llegado de vuelta de su misión y Tarktarus no había enviado aún información acerca de la situación. Ni si quiera sabía si existía la posibilidad de que regresasen. Pero para esto, el ya estaba prevenido.
Un sonoro golpe en la puerta lo hizo volver en si.
--¡Mensaje para el señor!
Amargamente se levantó de su sillón forrado de cojines blancos con adornos florales y se dirigió lentamente hacia la puerta. Abrió y observó a un muchacho joven y moreno el cual le miraba fijamente.
--Ya puede ser urgente para venir a estas horas.
--Señor. Los soldados imperiales están en el pueblo. Están saqueando y quemando todos los hogares, todo es un caos. Las tropas que quedan en nuestro cuartel han sido también retenidas para según ellos, evitar intervenciones.
--Avisa a mis escoltas.
--Pero señor…
--Avísalos, tengo que salir, tengo que hablar diplomáticamente con ellos. Es una orden, avísalos.

Duzzy y sus dos compañeros cogieron carrerilla y se lanzaron por encima de la alambrada de espinos que separaba el pueblo con los terrenos que lo rodeaban. Cayeron sonoramente en un montículo de arena y rápidamente se levantaron para quitarse la suciedad. Duzzy no era la primera vez que llegaba a ese lugar, con lo cual sabía, que aunque de una forma difícil, podían observar lo que ocurría en las calles cercanas sin ser vistos. Hace poco ya habían comenzado las explosiones y algunos gritos de personas que habían quedado atrapadas en los hogares que ya levantaban llamas multicolor al cielo.
--No entiendo de que va todo esto, el imperio está perdiendo el juicio. Si no paran Lowmas va a desaparecer.
--Lowmas va a desaparecer –Dijo Julieta visiblemente llorosa.- Y con ella todas mis oportunidades de futuro.
--Alo mejor a esto se referían de hacer desaparecer la taberna –Dijo Kénaton.
--Escuchadme, chicos. Aceptad que ya no hay hogar aquí. Tenemos que marcharnos. Pero no podemos irnos ahora. Hay que salir detrás de los imperiales. No se que pueden pretender o que nos pueden hacer en caso de que nos pillen en el camino pero, chicos, hay que abandonar Tarnis.
--Estás loco. ¿Cómo vamos a abandonar Tarnis? ¿Cruzando Tarktarus y atravesando el pueblo de Constin?
--SI te parece –Dijo duzzy con una voz burlona.- Atravesamos nuestro pueblo y llegamos a los cuatro puntos, a ver que tal nos reciben.
--Es una locura –Dijo rápidamente Kénaton.- ¿Cómo lo haremos?
--No lo sé. Pero no nos podemos quedar aquí.
--Esperemos –Dijo Duzzy, oyendo el lejano crepitar de las llamas.- Esperemos a que la destrucción sea total y podamos abandonar el poblado detrás de los imperiales.

La habitación de Nineva se encontraba en uno de los sótanos de palacio, a los cuales solamente ella y su padre tenían acceso. En los periodos en los que Nineva pasaba sus castigos, normalmente le retiraban la llave y Groin la turnaba entre todos los sirvientes para que diariamente le trajesen algo de comida o les acompañase a trabajar. Era la excusa perfecta para recibir el aire del día y relacionarse con otro tipo de personas. Los sirvientes por lo general eran compasivos hasta que Groin decidió que la chica estaba tomándose demasiados privilegios con ellos. Mandó a asesinar a tres de ellos. Curiosamente, los que más afinidad tenían con ella y los que la hacían sentir feliz. Su padre no quería la felicidad para ella. Era solamente una figura más de su reino. Alguien de quien disponer.
Miró a su alrededor y todo estaba como siempre. La lámpara de la mesilla de noche encendida, la cama recién hecha y las paredes oscuras y frías. No había ventanas por tratarse de un sótano, así que frecuentemente había humedad en los rincones. La joven se tumbó en la cama vestida y desahogó un pequeño quejido de dolor debido a los enormes golpes que recibió en la espalda. Esperaba que ese maldito no le hubiese roto ningún hueso.

Groin atravesó las puertas del palacio hacia la fría noche. Dos guardias fornidos le hacían de escolta a los lados. Entonces comprendió el terror que se estaba viviendo al observar las grandes cantidades de humo que se alzaban en todas direcciones. Todo era un caos de edificios ardiendo y desmoronándose por las llamas. Avanzó lentamente buscando el origen de las mismas. Observó un grupo de niños que se dirigían asustados lejos del fuego, con las ropas ennegrecidas y lloriqueando. Rápidamente corrió hacia ellos y comenzaron a gritar.
--Quietos chicos, soy el alcalde, quietos.
--Señor por favor, necesitamos guardarnos, señor.
--Chicos, decidme donde están los responsables que están haciendo esto.
--Por allí –Dijo uno de ellos, señalando al centro de las llamas.- Señor por favor, necesitamos guardarnos.
Sin hacer caso a las súplicas de imploro, el alcalde comenzó a alejarse rápidamente de aquellos pequeños. No iba a desperdiciar miles de vidas por dos personas. Comenzó a introducirse por un camino bastante peligroso, en el cual los laterales estaban ocupados de edificios ardiendo.

Había llegado el momento. En 20 minutos se tendría que ver con Rein. Se levantó de la cama y buscó su píldora. Se preguntaba por qué no habían venido a retirarle la llave todavía. Aunque siempre cabía la posibilidad que lo hiciese al día siguiente. Nadie iba a pensar que una joven reclusa precisamente iba a escaparse a las 3 de la madrugada.

Engulló la pastilla y al instante, comenzó a sentir un calor terrible por todo el cuerpo. Por un momento pensó que se iba a abrasar, y vio estupefacta como poco a poco sus manos se desdibujaban y se dejaban de ver, al igual que todo su cuerpo. El calor no cesaba y sentía que comenzaba a sudar, pero no le dio mucha importancia. Aprovechando su nuevo estado de invisibilidad, abrió la puerta y abandonó aquel lugar. Cruzó el sótano envuelta en un ardiente sentimiento de abandonar aquel lugar. Subió las escaleras y abrió la puerta, la cual daba a un pasillo guardado por varios soldados de la guardia real. Se encontraba al fondo del mismo y tendría que cruzarlo. Se deslizó de puntillas, y llegó al otro extremo sin dificultad.
Se encontraba ahora en el recibidor de entrada al palacio, donde varios consejeros estaban charlando nerviosamente acerca de unos edificios que estaban ardiendo y que Groin había salido con la escolta. Algo le llamó la atención, pero no podía entretenerse así que salió a la calle, y quiso dar un grito de horror, pero se tapó la boca antes de actuar.
La nueva visión del pueblo era desoladora, al ver que los alrededores del palacio eran puros amasijos de fuego ardiendo. Ya no distinguía si el calor que sentía era de la propia píldora o de aquella situación. Se alejó rápidamente mientras oía los gritos de los imperiales.
--¡Lanzad ataque aéreo!
Al observar hacia arriba contempló la minúscula silueta de una Ave planoide que se acercaba hacia la cúpula del palacio. No se lo podía creer, se alejó mientras una enorme bola de fuego impactó contra la parte superior del edificio y comenzó a extender fuego por toda su superficie. Una enorme fuerza provocada por la explosión hizo volar a Nineva varios metros más allá e impactar contra el suelo, afortunadamente lejos de las llamas. El pueblo estaba quedando irreconocible pero podría localizar aproximadamente el punto donde se encontró la última vez con el camina plano. Echó a andar, intentando no acercarse mucho a los edificios. Observaba como la gente corría en todas direcciones, algunos envueltos en llamas, otros en pijama o semidesnudos y alguna que otra persona vestida, con ropas limpias o ennegrecidas. El ambiente caótico se iba acrecentando conforme la joven, invisible al resto de los demás avanzaba nerviosa, pero a la vez, segura.
--No te muevas, estoy aquí. La otra parte del pueblo es inaccesible.
Se giró hacia la izquierda, donde un grupo de escombros completamente ennegrecidos y que expulsaban vapor la aguardaban. Sabía que delante de ella se encontraba Rein, cosa que la tranquilizó.
--Esto es una locura –Dijo la joven.
--Siempre lo ha sido. Agárrate a mí.
--No te preocupes, puedo andar sola –Dijo ella con un tono burlón.
--Quien ha dicho que fuésemos a andar. Agárrate a mí.
Extendió las manos hacia delante hasta que quedó completamente abrazada a un cuerpo masculino invisible, al igual que ella. Tras unos instantes observó como un destello blanco la rodeaba y notó un movimiento, hacia algún lugar el cual no pudo determinar, solo sabía que estaba en movimiento. La sensación, la cual duró solo unas milésimas de segundo, se desvaneció junto con aquel resplandor blanquecino y el sonido de los llantos y las llamas fueron sustituidos por el canto de unos grillos y el sonido de unos lobos lejanos.
Miró a su alrededor. La luz de la luna, ahora claramente visible, dejaba un paisaje rodeado de altos árboles y vegetación abundante.
--¿Dónde estamos? –Preguntó.
--Muy lejos de tu hogar, en los alrededores de Tarik, y fuera del control del imperio.
--¿Cómo has hecho eso?
--El espacio se puede curvar a través del tiempo y crear un agujero de materia por el cual viajar entre dos puntos lejanos sin necesidad de recorrer la distancia entre ellos.
--Claro, me lo suponía –Dijo Nineva divertida.- ¿Por que me has traído hasta aquí?
--Porque tenemos que hablar.
--¿Sobre qué?
--Sobre la ruptura y fin de paz en Klanan.
--¿Ruptura y fin de paz?
--¿Sabes cual es mi cargo, verdad?
Nineva asintió con la cabeza. Desde muy pequeña ha estado metida en los asuntos de imperio y rodeada de gente importante, con lo cual sabía bastante sobre toda la hurdidumbre que se tramaba dentro de Tarnis. La ocultación de información a los ciudadanos, el plan de instaurar mecanismos de buena credibilidad, exclusivamente filtrando las buenas noticias y ocultando todo lo relacionado con robos y asesinatos, para hacer creer que la población vivía en una sociedad idílica en la que nunca pasaba nada malo y todo era prosperidad. El acondicionamiento escolar de las personas, para hacerles ver que cualquier forma de castigo por parte del imperio era un regalo de aprendizaje, más que una penuria. Y sobre todo estaba Rein, un camina plano enviado a trabajar al imperio de Tarnis por la sociedad de gente de su misma condición. El propósito oficial era servir al imperio, pero su cometido real era tratar de establecer algo de orden y desmantelar los planes secretos del gobierno central de Tarnis. Estaba especializado en el camuflaje y la infiltración, con lo cual, no le estaba siendo complicado, sobre todo, teniendo a Nineva de su lado. Su padre, Groin, era un visitador asiduo de Franklin. Amigos casi por derecho y tenían buenas relaciones. Nineva estaba al corriente de todo esto debido a que participaba de vez en cuando en reuniones políticas, ya que la utilizaban para convencer a los diplomáticos de ideas propuestas.
El muchacho continuó hablando.
--Soy uno de los pocos que domina el tercer plano casi en su totalidad. Estoy capacitado y autorizado para manipular la realidad física y moverme a través de ella. Cuando la torre de Thairl me graduó como camina plano, inmediatamente se pusieron en contacto con el imperio de Tarnis, ya que estaban buscando más caminaplanos recién graduados. El objetivo era obvio. Gente joven fácilmente moldeable a sus necesidades. Eso me explicó Sherina, mi iniciadora. El resto ya lo sabes. Poco a poco fui enterándome de cosas que cada vez eran más descabelladas. La versión oficial de los hechos es que los cuatro puntos dejaron de comercializar el metal puro con tarnis, tarnis mandó una avanzadilla de investigación y los soldados fueron exterminados en las montañas centrales, hace varias semanas. Los hombres de roca han intentado atacar Tarktarus, culpando esta a Lowmas de autorizar el paso de los salvajes. Pero hay mucha suciedad detrás de todo esto. Tarnis se ha caracterizado por sus discursos diplomáticos. Nada de lo que han dicho es falso, y sin embargo, lo que cree la gente sí lo es. Es cierto que no tuvieron elección, Nineva. La tercera división de la armada del norte fue enviada, sin elección alguna, a realizar un ataque en toda regla a la región de los cuatro puntos. No sobrevivieron al mismo. Es cierto que ellos negaron el metal puro a Tarnis, al comprender finalmente para que lo utilizaban. Torturas y lo que llaman ellos, limpieza de elementos potencialmente peligrosos. Nineva, la raza de los hombres de roca es la raza más justa que uno halla podido contemplar en la faz de Klanan. Y eso, obviamente al imperio no le interesa. No le interesa que halla otras regiones que crezcan. Y siempre hemos luchado y aconsejado a sus dirigentes, por ahora con éxito, evitando que su núcleo se extienda y comience a conquistar otras regiones. Todos los días hago viajes a los pueblos circundantes, observando de cerca, oculto, como se desarrolla la vida y los intereses del imperio. Y Lowmas ha sido, o está siendo, borrada de los planes del imperio de Tarnis. No hay marcha atrás. El daño que han hecho ha sido irreparable. Y yo, tengo planes para ti.
--A qué te refieres…
--Pasarás un tiempo escondida en Tarktarus, en casa de unos amigos míos. Te buscaré un empleo fuera del imperio y por fin podrás escapar de aquí. Serás libre.
--Yo no puedo aceptar eso, Rein.
--No tienes elección. Tu pueblo ha sido destruido y a algún lado debes ir. Pero tienen que verte salir del pueblo. Las tropas y los curiosos que hay alrededor te verán salir del pueblo y sabrán que te has escapado de una forma natural. Mézclate entre la gente que saldrá de la villa apresuradamente y te perderán de vista. Después. Desvíate por los pastos circundantes del pueblo. Los soldados han utilizado un camino secundario, y yo te enseñé a leer huellas. -Rein, el cual ya se mostraba ante ella visiblemente, le entregó una antorcha blanca a la chica, que comenzaba a dibujarse y su calor desaparecía-. Síguelas, y te llevarán directamente a Tarktarus. Una vez allí pregunta por el viejo Tozzy.
--Dime, ¿Viste tú al hombre de roca?
--Sí, y traté con el. No le delaté, y lo dejé actuar, con lo cual su raza me tiene en estima y no me harán daño. Tenemos que regresar, nineva.

--Tengo mucho frío –Dijo Kénaton.- Hey, ¿Qué es eso?
Frente a ellos, lo que pareció ser una explosión se acabó convirtiendo en una pareja de chico y chica que se dibujó entre dos columnas de llamas danzarinas. Corrieron precipitadamente hacia el borde del pueblo. Era nineva, acompañada de un extraño, el cual volvió a desaparecer en una explosión. Avanzaba siguiendo el borde del pueblo hacia la salida. Observaba el resto de edificios que se desmoronaban, y las tropas imperiales abandonando el poblado. Oyó un grito familiar entre uno de los edificios, y vio la cara de su padre que sobresalía entre las llamas.
--¡Por favor! Que alguien me ayude… Nineva, ¡Nineva, ayúdame! Soy tu padre Nineva, ayúdame.
La joven pensó fríamente. No era su padre quien le hablaba. NO lo era.
--Paga con tu propia moneda, Groin –Dijo amargamente mientras se alejaba y observaba como el resto de escombros ardientes se depositaban sobre él y lo sepultaban, fuera de la vista. Tras varios minutos caminando y alejándose del lugar, llegó a la entrada donde hizo exactamente lo que le dijo Rein. En cuanto tubo la oportunidad, se desvió hacia los pastos y los vio, y ella también a ellos.
--¿Qué haces aquí, zorra?
Julieta fue la primera en hablar. La miraban fijamente a los ojos y la joven Nineva retrocedió para evitar más conflictos.
--¿Por qué retrocedes? Vamos, quiero que me expliques aquí y ahora por qué asesinaron a mi familia el día que te llamaron de esa manera en el colegio. Y a los padres de estos dos.
--No sabía que era su familia. Lo siento mucho.
--Cinco años viviendo solos no se olvidan… Y no se perdonan. Vamos, acércate. Dime, ¿Tienes miedo de que rompamos tu cara de muñequita de cristal?
--no soy una muñeca como creéis –Dijo nineva con una voz amenazante.- Y te puedo asegurar que he sufrido más de lo que tu lo hallas hecho en toda tu vida.
--Como te atreves a decirme eso, sucia. Tú siempre has vivido en tu mundo de cristal y algodón. Nadie te ha arrebatado a tus seres queridos…
--¡Pero yo los vi morir!. –Dijo nineva a pleno pulmón.- ¡Sí!, ¡Yo vi como asesinaban a todas esas personas, con solo 12 años. Yo los vi y no pude hacer nada, ni si quiera pude irme!.
--¡Puta! Como te atreves a soltarme eso en la cara, ¡Cerda! –Julieta escupió en la cara a Nineva y se levantó con el puño en alto.
--Chicas… -Dijo Duzzy alarmándose y poniéndose también en pie. Julieta fue la primera en golpear el rostro de la otra mujer la cual se defendió dándole un codazo en las costillas a Julieta. Esta no demostró flaquear y golpeó al pecho de la noble la cual se tambaleó. AL ver que la pierna se dirigía de nuevo hacia sus senos, esta la agarró y las dos cayeron rodando en el montículo de arena hacia abajo. Comenzaron a intercambiar puñetazos acompañados con quejidos de dolor. Julieta agarró a nineva y la giró de forma que quedó boca abajo. Descargó un puñetazo en la espalda el cual fue acompañado de un amargo grito de sufrimiento por parte de la noble.
--Qué pasa… -Dijo Julieta jadeando yh cubierta de tierra.- ¿Esto es lo que aguantas en una pelea?
--No vuelvas a golpear ahí por favor –Dijo Nineva con desesperación. Descargó otro golpe en la espalda y la joven se contrajo de dolor. Duzzy saltó a un lateral y se interpuso entre ambas.
--Basta Julieta, le estás haciendo daño de verdad. Para.
La joven se calmó y se retiró de la noble, completamente cubierta de tierra y con lágrimas en los ojos.
--Levántate. –Ordenó Duzzy a Nineva, la cual se levantó trabajosamente y se quitó la suciedad como pudo.
--Es la primera vez que te vemos en este estado, siempre tan sonriente… Dejas morir a tu padre y escapas del pueblo, que pretendes.
--Esa alimaña no era mi padre.
--Si te lo hubiesen arrebatado alo mejor lo hubieses valorado más.
--Escuchadme y dejarse de tonterías. Nos hemos quedado sin hogar y hay que irse de aquí antes de que empeore la situación. Yo necesito seguir mi camino hacia Tarktarus. Si queréis venid con migo, bien. Si no, -La voz comenzó a quebrársele-. Por favor, dejadme en paz.
--¿Segura? La ruta principal no está por aquí.
--Los soldados imperiales no han utilizado la ruta principal para llegar hasta aquí. Según me han informado cerca de aquí habrá huellas que podremos rastrear sin dificultad.
--Ve delante –Dijo Duzzy con firmeza.- Te estaremos vigilando de cerca, como nos lleves a una trampa o intentes hacer algo que no es debido, pagarás con tu vida. ¿Entendido?
--Sí.

Los jóvenes se alejaron y se perdieron de vista en el horizonte. Todo había quedado en silencio excepto el lejano chisporroteo de las brasas, que era en lo que se había convertido ahora aquel maravilloso pueblo. Había sido reducido completamente a ruinas, las cuales no volverían a tener vida por mucho tiempo. Un viento fuerte sopló proveniente del este, arrastrando el polvo y las cenizas de los despojos de lo que anteriormente, fue la antigua Lowmas. El sistema sintió aquel cambio. Dio así comienzo, una nueva era. La era de ruptura y fin de paz.