Texto publicado por Leandro Benítez

Hacer añicos el capitalismo

“a largo plazo, un sistema que depende de la extracción hasta el último céntimo de los pobres no puede esperar un pronóstico saludable”

En alguna parte de Hamptons [se trata de varios lugares de Long Island, en el estado de Nueva York, en donde los muy ricos estadounidenses pasan las vacaciones;
NdT], un derrochador está maldiciendo a su mujer de la limpieza y amenazando con el puño a los jardineros. Los estadounidenses pobres, que tienen habitualmente
el suficiente tacto para permanecer invisibles ante la clase multimillonaria, de repente salen a escena y empiezan a hacer añicos el sistema financiero
mundial. Aunque parezca mentira, este debe ser el primer caso en la historia que los oprimidos logran echar abajo un sistema económico injusto sin las
molestias de una revolución.

En primer lugar dejaron de pagar sus hipotecas, un paso en el que fueron acompañados por mucha gente de la clase media que ha llegado a sus límites financieros,
aunque los pobres muestran el camino. Muy bien; hubo hipotecas trampa, muchas de ellas diseñadas para ser inasequibles a los dos años de firmado el contrato.
Estaban los créditos NINJA (No INcome, no Jobs or Assets), por ejemplo, concedidos a la gente “sin ingresos, sin trabajo ni bienes”. El columnista conservador
Niall Fergusen lamenta los bajos niveles de “alfabetización económica” que permitió a la gente ser explotada por los créditos subprime. ¿Por qué esta gente
con bajos ingresos no consiguió abogados que la asesoraran sobre la letra menuda? ¿Es posible que no tengan consejeros de finanzas personales? Entonces,
en un paso diabólicamente inteligente, los pobres —una categoría que ahora coincide aproximadamente con la clase obrera— dejaron de comprar. Tanto Wal-Mart
como Home Depot comunicaron resultados decepcionantes del segundo trimestre, sumergiendo al mercado en otro hundimiento tipo ártico. H. Lee Scout, presidente
del imperio-de bajos-salarios Wal-Mart, “admitió” con admirable sensibilidad que “no es un secreto que muchos clientes se quedan sin dinero a fin de mes.”

Desearía poder informar que este ataque actual contra el capitalismo representa una estrategia deliberada de los pobres, que han estado celebrando reuniones
secretas en los comedores de personal y en estacionamientos por todo el país, en donde responsables de célula emitían instrucciones del tipo: “tú, Vinny,
no pagues la hipoteca este mes. Carolina, olvídate de hacer las compras del nuevo año escolar, ¿de acuerdo?” Pero todo sugiere que la crisis actual es
algo que los derrochadores han traído por sí propios.

Cuando, por ejemplo, el más grande empleador privado de Estados Unidos, Wal-Mart, empieza a notar la escasez de clientes, necesita mirarse bien en el espejo.
Hace cerca de un siglo, Henry Ford cayó en la cuenta de que su compañía solamente podría prosperar si sus propios trabajadores ganasen lo suficiente para
adquirir sus coches. Wal-Mart, en cambio, nunca pareció entender que sus salarios cruelmente bajos acabarían restringiendo su propio crecimiento, aun a
pesar de los famosos descuentos en los precios de la compañía.

La triste verdad es que la gente que gana salarios del nivel Wal-Mart tiende a favorecer las modas que pueden comprarse en la tienda del Ejército de Salvación
[El Ejército de Salvación es una ONG de beneficencia privada fundada en 1865 por William Booth, un religioso metodista; NdT]. Tampoco puede comprar en
otras secciones de Wal-Mart, como electrónica, jardín, floristería y farmacia.

Y la cosa va a peor. Mientras con una mano los derrochadores, H. Lee Scout entre ellos, exprimen los salarios de los trabajadores estadounidenses, con
la otra proporcionan atractivas ofertas de crédito. De hecho, el crédito fácil se volvió el substituto de los salarios decentes. En otros tiempos, usted,
para ganar dinero, trabajaba; ahora lo que tiene que hacer es pagar. En tiempos, usted ganaba suficiente para comprar una casa; ahora nunca ganará lo bastante,
pero, como decían los prestamistas—ja, ja— ¡tenemos una hipoteca para usted!

Préstamos que se devuelven el día de paga, el alquiler del mobiliario y el excesivo interés de las tarjetas de crédito para los pobres fueron sólo el principio.
En el texto de su portada del 21 de mayo, dedicada al “negocio de la pobreza”, Business Week documentó la voraz estampida emprendida en los últimos años
por los deseosos de prestar dinero a la gente que podía al menos permitirse pagar el interés: ¡Compra la casa de tus sueños! ¡Refinancia tu casa! ¡Accede
a un préstamo para adquirir un automóvil aunque tus reservas de crédito estén en las últimas! ¡Financiamos a todos! [en castellano en el original]. Nadie
se molestó en calcular de dónde sacarían los pobres fondos para pagar todo el dinero que se les estaba ofreciendo.

En lo que a mí hace, preferiría que mis revoluciones fueran un poco más proactivas. Debería haber manifestaciones y concentraciones, pancartas y sentadas;
posiblemente un emblema de color atractivo, como rojo o naranja. Debería desde luego disponerse de una visión sobre el nuevo sistema con que reemplazar
al viejo: ¿democracia social de estilo europeo? ¿Socialismo de impronta latinoamericana? ¿O acaso capitalismo de estilo norteamericano, pero con algunas
regulaciones?

El capitalismo global sobrevivirá a la actual crisis crediticia; ya el gobierno se ha apresurado a calmar los mercados febriles. Pero a largo plazo, un
sistema que depende de la extracción hasta el último céntimo de los pobres no puede esperar un pronóstico saludable. ¿Quién hubiera dicho que las hipotecas
impagadas en Stockton y Cleveland iban a agitar los mercados de Londres y Shangai? Los pobres se han levantado y han hablado; solo que suena menos a grito
de protesta que a sordo, ahogado, gemido de dolor.

Barbara Ehrenreich es una periodista norteamericana que goza de gran reputación como investigadora de las clases sociales en EEUU. Esta actividad investigadora
le ha ocupado toda su vida desde que se infiltró disfrazada de sí misma en la clase obrera que recibe salarios de miseria en su ya clásico Nickel and Dimed
[Por cuatro chavos], un informe exhaustivo de las enormes dificultades por las que pasan muchos estadounidenses que tienen que trabajar muy duro para salir
adelante. Luego, años más tarde, repitió la operación centrándose en la clase media, pero esta vez, para su sorpresa, no acabó trabajando de incógnito
entre trabajadores, sino que básicamente tuvo que tratar con desempleados sumidos en la desesperación de haberse visto apeados del mundo empresarial. El
resultado de esta reciente incursión es otro libro, más reciente, Bait and Switch. The (Futile) Pursuit of the American Dream. [Gato por liebre. La (fútil)
búsqueda del sueño americano]. Actualmente dedica mucho tiempo a viajar por todo el país con el propósito de contar sus experiencias a distintos públicos
que comparten sus mismas vivencias. Escribe a menudo en su blog (http://Ehrenreich.blogs.com/barbaras_blog/), está muy implicada en poner en marcha una
nueva organización dedicada a articular a los desempleados de clase media.