Texto publicado por Belié Beltrán
Hollywood apunta a la cara
"Este es un cuentecito que escribí hace algunos días" ¡ojalá que les guste!
HOLLYWOOD APUNTA A LA CARA LORENZO
Por: Pirata Cojo
Despierto con el ruido de unas pisadas en el pasillo del edificio, deben de ser las dos y pico de la mañana. Los pasos se detienen, oigo que abren y cierran puertas. Por fin tocan en mi habitación.
Las luces están apagadas. Por la ventana entra el brillo de una luna asustada. Un hombre me llama, amenaza con abrir por las malas si no colaboro. Debo pensar rápido; necesito una idea que me mueva las cortinas como lo hace la brisa que acaba de entrar por la ventana.
El policía vuelve a tocar; Lorenzo, si tengo que abrir yo la puerta, te abro un hoyo en el pecho. Estoy seguro de que ese es el teniente Andújar. Ojalá no fuera él, así podría no hacerle caso a su amenaza.
Sigue la brisa moviendo la cortina de mi ventana. Yo sigo sin encontrar una idea que me saque Del lío. Después de hacer todo por la patria, termino convertido en un fugitivo. Pero no sé de qué me quejo, siempre es el pueblo quien ataca a los patriotas. Además, quejarse es cosa de ciegos.
Ahora sí soy reconocido por todos los periodistas. No hay un solo periódico o noticiario que no hable de mis acciones. Lo que no dicen, lo que parece que olvidaron, es la cantidad de veces que les envié notas de prensa contándoles sobre proyectos de labor voluntaria. Parece que en sus archivos no tienen las fotografías de cieguitos sonrientes por iniciativas que yo y nadie más que yo ideé.
Otro policía me pide que abra. Andújar permanece callado. Su silencio es como el de la noche, jadeante, un 38 en espera de la señal para atacar. Preferiría que el teniente siga hablándome, así tengo cierto espacio para pensar.
Ahora me dicen El Segador. Tantos nombres creativos que le ponen a los criminales y a mí me saltan con esa pendejada de apodo. ¿Qué es un segador? Un campesino, alguien que corta uvas o cualquier mierda.
Pero hay que dejarlo pasar. Estoy casi seguro de que fue algún periodista quien me puso el alias. Con tanta precisión, no se les puede pedir ser demasiado imaginativos. Me los imagino pensando en el titular de mañana: “El segador Segado”, “Siegan Al Segador de las 12 ciegas”. Simplemente horribles.
Debo salir de aquí y por lo que veo la ventana es mi única opción. Nunca he saltado a un techo vecino desde un tercer piso. Ya veremos hoy cuál es la base de Hollywood para que sus protagonistas salten de edificio en edificio.
Empecé como voluntario en una ONG para discapacitados visuales. Les propuse hacer actividades recreativas, como dicen ellos, de inclusión. Así aprendí a entender sus bromas, su lenguaje, cómo viven. Y supe que debía hacer algo para solucionar el problema de los ciegos en el país.
Por un asunto de selección natural empecé por las hembras. No soy un tipo prejuicioso, pero empecé por las más feas. Ellas son quienes más rápido lo dan, las más putas y las que pueden salir preñadas más rápido. Si me deshacía primero de ellas, disminuía el riesgo de más ciegos contaminando el ambiente.
Después, también por selección natural, irían las otras hembras. Finalmente serían los machos. Pero nadie quiso entender mis razones.
A nadie se le ha ocurrido pensar que los ciegos se burlan de los que vemos. Empiezan llamándonos videntes, mofándose de nuestras preguntas: ¿cómo tú lees? ¿Tú usas la computadora? ¿Por qué tú andas solo?
También está la cuestión estética. Un tipo que no ve lo que hace, desentona, rompe con el equilibrio de las cosas. Además implica para el estado, y esta es la parte más importante, un esfuerzo demasiado grande. Esfuerzo que ellos no valoran.
Me encolerizaba escucharlos quejarse de la seguridad en el metro. Quejarse de que los cuiden al evitarles trabajos riesgosos, quejarse. Se quejan por todo. Parece que lo único que no les molesta es estar estúpidamente ciegos. Y sólo yo, yo y nadie más, decidí hacer algo.
No sé cómo supieron que era yo El Segador. Llegué a la ONG una mañana para seguir con mis labores benéficas y una de las muchachas, la que pensaba marcar con el número trece, me advirtió de que andaban buscándome. Las nubes de sus ojos empezaban a enrojecer mientras me lo contaba; Loren, todos dicen que eres tú, pero yo te creo, yo sé que tú dices la verdad.
No sé de qué verdad me hablaba. Hasta ese momento yo no había dicho nada respecto al tema, me había mantenido en silencio, escuchándola. Pero las ciegas son así. A veces pienso que tienen un mundo de realidades paralelas y que por andar en ese mundo es que en ocasiones las caras se les idiotizan dándoles un tono de marmotas con hidrocefalia.
La mente empieza a jugar conmigo. Acabo de ver movimientos en la ventana. La brisa me susurra algo en el rostro. ¿Por qué Andújar sigue callado?
De Andújar hay tantas leyendas que uno preferiría no conocerlo siendo fugitivo. Mientras vivía en Haina, los vecinos contaban que el teniente apresaba a los delincuentes más jodones, pero que no los esposaba. Luego les decía que caminen adelante, exhortándoles a no intentar escaparse, después les disparaba diciendo que habían tratado de huir. Los mismos tecatos de la zona le tenían miedo; Andújar es el diablo sin pantaloncillo. Decían; yo con ese no invento ni de relajo.
Si ese teniente me coge, sé que no voy a llegar vivo al destacamento. Menos después de que han corrido tanto para atraparme. Imagino que a ningún policía le agrada buscar a alguien por más de tres meses, mientras los periodistas lanzan titulares “segador Siega La capacidad de Los Policías”. “Familiares de Víctimas Ciegas Piden Justicia”.
No tengo de otra. Hollywood, protege a tu héroe. Saltemos la ventana. Después de todo, desnucarse puede convenir más que encontrarse con Andújar.
Las ciegas tienen tanta creatividad. Sobre el escritorio tengo todavía la toalla sanitaria que perfumó una para dármela como muestra de afecto. Ese gesto le salvó la vida. Pero dejémonos las reflexiones para luego.
Coño, que alto está esto. Aquí la brisa me mueve. Si hubiese sido flaco quizá esta brisa podría ayudarme con la caída, pero no pienses tonterías Lorenzo, a tus treinta y pocos aún eres joven.
El policía que esperaba tras la puerta parece que se cansó de esperarme. Escucho el escándalo de madera que hizo al patear. El espíritu de Hollywood cubre esta noche. La luna sigue huyendo, apenas temblequea su sombra entre las nubes. Salto.
Imagino lo que pasó arriba. El compañero de Andújar atravesó corriendo la habitación. Gritó mi nombre, eso creo haberlo escuchado. Disparó en mi dirección o al aire, también el disparo lo escuché.
Yo caí sobre unas cajas, al más vivo estilo de película gringa. Me parece que tengo roto un par de dedos. Un perro me mira, gruñe amenazador, escapa de alguien que le apedrea. No tengo que volver la mirada, Andújar está delante de mí; Lorenzo, Lorenzo, Lorenzo y pensar que no tuve que decirte que no trataras de zafarte.