Texto publicado por Urria Gorria
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Premio tardío para una ONCE devaluada
RICARDO GAYOL GARCIA | 10/09/2013 | 0
Ricardo Gayol García es presidente de la Asociación PUEDO de la ONCE.
La concurrencia de la ONCE al Premio Príncipe de Asturias de la Concordia, que finalmente le fue concedido el pasado día 4 de septiembre, viene ya desde 1988. Era aquel un momento óptimo, no sólo porque la Institución cumplía su Cincuentenario, sino por hallarse en un tiempo de eclosión máxima de su proyecto social, de su éxito comercial y de su modernización estructural. Hubo más intentos, pero la competencia dentro de esos premios y la evolución de la ONCE hacia terrenos más especulativos y, por ende, polémicos, así como el estancamiento de su propio desarrollo social, no hicieron posible lograrlo.
Al celebrarse el 75º Aniversario en este 2013, la Entidad ha echado la casa por la ventana para conseguir el viejo objetivo. ¿Por qué lo ha obtenido ahora?
Sin descartar la volubilidad de estos galardones y la coincidencia con candidaturas menos potentes, creo que la dirección de la ONCE ha utilizado un márketing muy poderoso, probablemente con altos costes, y ha logrado encajar bien los distintos elementos que podrían favorecer su triunfo en esta oportunidad: las dos movilizaciones multitudinarias y a la vez asépticas políticamente, de los pasados 2 de diciembre y 2 de junio (la primera más dedicada al sector de la discapacidad y la segunda a los eventos de los aniversarios de la ONCE y su Fundación, -esta última celebraba también sus bodas de plata-), las reuniones en Asturias en junio de la Unión Mundial de Ciegos y de la FOAL (Fundación ONCE para América Latina), que a su vez cumplía 20 años de existencia, la entrega de los Premios Solidarios ONCE Asturias 2013 con la Princesa Letizia al frente, y una semana cultural en la región para concluir los eventos. Todo este esfuerzo y derroche crearon un clima muy favorable a la candidatura, aunque la presencia de la Princesa de Asturias resultara un tanto anómala, al romper con su participación la lógica neutralidad de la Casa Real respecto a los diferentes candidatos a un Premio pendiente de concesión. Da la impresión de que la presencia de la ONCE justifica cualquier apoyo por irregular que sea. Este es un dato más que incide en el éxito final.
Si el Premio otorgado se circunscribe a los 75 años de historia institucional y si además ello puede contribuir a una mejora de las ventas de sus juegos, ¡bienvenido sea el Príncipe de Asturias de la Concordia! Pero nos tememos que ese no sea el resultado, sino el blindaje definitivo del ‘statu quo’ de la Entidad y de su Dirección. La mediocridad de nuestros responsables políticos y también el nivel acrítico de esta sociedad no permiten esperar los cambios que serían indispensables para la mejora de la Organización.
Cuesta creer que, siendo este momento el de mayor devaluación de la ONCE, tanto como entidad prestadora de servicios sociales especializados (véase como ejemplo el cierre a partir de septiembre del centro educativo específico de Sevilla, con repercusiones negativas tanto en el orden laboral, como para la calidad educativa del alumnado con discapacidad visual afectado), como en su faceta empresarial (con la firma del XV Convenio Colectivo, donde se produce una pérdida grave de derechos socio-laborales), sea ahora cuando se la premie por su labor social.
Por ello, apuntamos que ante la concesión y entrega de este Premio, lo importante sería que los movimientos más críticos exijan sin reservas a la ONCE un nuevo enfoque y una praxis consecuente con sus auténticos fines sociales, manteniendo su atención social con solvencia y eficacia, creando empleo estable y de calidad para personas con discapacidad. Sin negar la venta a los ciegos, sin contratos júnior alargados irregularmente, sin un Canal Físico Complementario que interfiera la actividad de sus propios vendedores e incluso incorpore el cupón entre sus productos, de forma lesiva. Recuperando la democracia interna y la transparencia económica (muy especialmente sobre las retribuciones de sus cargos directivos), con un control público eficiente y objetivo que impida los abusos y las desviaciones de sus dirigentes.
Solo así podríamos utilizar la estela del Premio para abrir horizontes de futuro al colectivo social de la ONCE.