Texto publicado por Toten Dos punto Cero

19ª edición - ¡Abrime que me estoy cahahahahahahaa...!

Toten publicaciones presenta:

TOTEN Y LA REVANCHA VIRULENTA DE LOS ESPASMÓDICOS PITUFOS EXCESIVAMENTE MALDITOS DE LAS GALAXIAS RECIENTEMENTE IMPLOSIVAS DEL INFIERNO ESPANTOSO

19ª edición - ¡Abrime que me estoy cahahahahha ...!

Holaaaaaa!!!!!!!!

Muy buenísimas a todos. ¿Alguna vez se pusieron a pensar cómo transcurre nuestra vida con respecto al cuarto de baño? Obvio que no, ¡pero sino para que mierda estoy yo! Y justamente por este motivo, inequívocamente certero, desplegaré mi sabiduría toiletera, para llenar de verdades, esas “zonas oscuras”, creadas por la incertidumbre que provoca no saber de que carajo está hablando este boludo de los Pitufos Malditos.
Tal como Piaget habla de niveles de construcciones del conocimiento, pasando por estados de menor a mayor aproximación a la realidad, me referiré a nuestra “evacuable” vida al respecto del cuarto de baño, en niveles que discerniré con variables cronológicas.
Nivel 1: “¿Qué es el baño?”: Esta etapa que compartimos en este dualismo con nuestro cuarto de baño, es el que se haya entre las edades de 0 a 3 años. Y como bien dice el nombre de este nivel, ¿Qué es el baño?, demostramos, cagándonos encima, y meando a nuestros papis, que no tenemos la más puta idea para que sirven esos asientos con agujeros con agua, que se hallan al lado de donde mami nos baña. Ni la taza que tira agua para arriba, ni la taza que tira agua para abajo nos merece la más mínima atención, ¡sino para qué mierda usamos pañales! ¡arriba el pañal! ¡abajo el inodoro!
Nivel 2: “Mirá como maduré”. Este inestable nivel, donde nos hacemos los re-guachos y las re-guachas, entre nuestros 3 y 9 años, refleja como le canchereamos a nuestro hermanito menor, y nos queremos levantar a nuestras madres, mostrando que podemos ir solos a hacer pipí en la taza que tira agua para abajo. ¿Y por qué inestable? Bueno, pasa que a veces, nos olvidamos donde queda el baño, sufrimos un breve instante de añoranza hacia el pañal, y nos meamos en la cama como los buenos giles que somos, y nos ponemos a llorar, para safar de la trompada de nuestro progenitor. De a poco, le vamos adquiriendo respeto al “señor Inodoro”, saludándolo con reverencia cada vez que pasamos por al lado, y miramos con recelo a la taza que tira agua para arriba y que nunca nos acordamos como se llama.
Nivel 3: “¡Cómo pude haber vivido tanto tiempo sin esto!”: Este complejo período que abarca entre los 10 y 25 años, remarca todo ese descrédito que le habíamos cagado, no perdón, cargado durante el nivel 1, enalteciendo ahora, sus virtudes intrínsecas. Surge aquí la primera bifurcación entre los varones y las chicas. En resumen: los varones se la pasan ahí adentro masturbándose a más no poder, y las chicas se la pasan maquillándose, depilándose, afeitándose, tiñéndose, mirándose, y vaya uno a saber cuantas cosas más. Si expresé en un principio que este nivel era complejo, apunta a que es complejo para las otras personas que conviven con el adolescente en potencia. Porque, suele suceder, que uno tiene la necesidad de ir a sentarse a la taza que tira agua de arriba hacia abajo, y cuando llega al baño, está ocupado: “¡Che! ¿te falta mucho?” “¡Sí! Recién me teñí una ceja!”. Otra opción puede ser esta: “¡Dale Toten! ¡que me hago encima!” “Bue…no ya…voy…un se…gun…di…AAAAAAAHHHHAHAHAHAHAHAHAHAHAHAHAHAHA!!!….UUUUUHUHUHUHUHUHUHUHUHHHHUUHUH!!!!” “¿Estás bien Toten?” “¡¡Seeeeeee…”.
Nivel 4: “El burocrático”. Este nivel, que tiene una varianza importante, oscilante entre los 25 y 60 años, muestra como de a poco, se va volviendo a las raíces, de nuevo a ignorar esas hermosas tazas, justo cuando ya nos habíamos aprendido que el lugar donde se sentaba Silvita se llama Videt, aunque nunca supimos por qué ella se mataba de risa cuando salía el chorrito de agua. A estas alturas, a menos que no hayamos dejado de lado el onanismo salvaje, usamos el cuarto de baño, para lo justo y necesario. Entramos, nos bajamos los pantalones, meamos, sacudimos lo que hay que sacudir, apretamos el botón, y salimos como si nunca hubiésemos entrado. Las mujeres, con menos tiempo que antes, por sus laburos y sus niños del nivel 1, entran, se maquillan así nomás, se tiñen así nomás, se depilan así nomás, se miran así nomás, mean en la taza que tira agua para arriba, se sientan en el inodoro y al sentir que no sale agua, piensan en llamar pronto al plomero para que les arregle el maldito videt.
Nivel 5: “Trámites estatales”: el anteúltimo nivel, que va entre los 60 y 70 años, es aquel, donde por cuestiones de mal funcionamiento urinario y “del otro”, cada vez que vamos al baño a hacer alguna de las necesidades, tardamos 45 minutos, y sentimos los reclamos de los guachitos que se hacen los maduros, de los adolescentes que se quieren hacer una buena paja, de las adolescentes que quieren depilarse los pelitos de “por allá”, y de los que no saben bien para que van. Suele existir este tipo de conversación a la hora del almuerzo: “Querida, te aviso que dentro de media hora voy a ir al baño.” “Menos mal querido, yo tenía pensado hacer rápido ahora.”
Nivel 6: “¿Para qué era el baño?”: ultimando ya, este nivel final, que va desde los 70 años en adelante, encuadra una firme relación con el nivel 1. En síntesis: estamos tan gagá, que nos cagamos encima, meamos a nuestros hijos o nietos, y no recordamos donde era que quedaba el baño. Es más divertido que nos pongan un pañal gigante y que no estemos pensando en tener que ir a ningún lado para eliminar lo que nos anda sobrando. Apenas rememoramos esas tazas con agua que sale para arriba o sale para abajo, donde en invierno la tabla está más fría que Silvita dando una conferencia acerca de las posturas epistemológicas sobre la forma y el contenido.

Así finaliza mi exhaustivo y excluyente análisis, referido al dualismo “el baño y yo”, deseando que todos estén muy bien, y que no les agarre descompostura muy seguido si viven con gente del nivel 2.

¡¡¡¡¡adiós!!!!!!