Texto publicado por starchild

(relato propio) Klanan, capítulo 5. Una decisión importante.

Aquí os dejo la quinta entrega recién sacada del horo de la saga Klanan. Nos vemos en Tarik, supongo.

Capítulo 5.
Una decisión importante.

Los soldados avanzaban por las calles de Tarktarus con una pose imponente y firme. Solo se oía el acompasado sonido de sus botas, ya que eran los únicos que transitaban ese día por la calle. Todos los civiles se encontraban resguardados en su propia casa. Habían levantado toque de diana, y cualquiera que fuese visto por la calle tenían órdenes claras de asesinarlo. Nineva esto lo sabía y no tardó en explicárselo a Kénaton. Las tropas estaban pasando muy cerca de ellos, y los sonidos de sus voces llegaban amortiguadas pero claramente desde aquel callejón paralelo.
--¿Todavía no habéis visto nada?
--No hijo, -Dijo una voz entre suspiros- nada de nada. Tengo ganas ya de parar y tomar una buena cerveza en el establecimiento más cercano.
--Bueno, hagamos una ronda más y nos iremos a descansar un rato. ¿Qué os parece?
Nineva miró a su alrededor y observó horrorizada que estaban completamente acorralados. Los soldados dentro de poco comenzarían a introducirse en aquel callejón desde los dos extremos, y salir de ahí sería ponerse a la vista de todo el mundo. Un blanco perfecto. El pequeño lo notó y comenzó a temblar de nerviosismo.
--Kénaton –Dijo Nineva de una forma consoladora.- Kénaton, no debemos perder la calma ahora, ¿Vale? Es una situación complicada… Vale sí, tienes razón, estamos atrapados, pero por favor, no pierdas la calma.
--Vamos chicos, no hay tiempo que perder –Se oyó la voz de un jadeante Rein mientras su figura poco a poco se hacía visible en el callejón.- Agarraos a mí, vamos a viajar.
Uno de los hombres echó una mirada fugaz al lugar donde creyó ver antes algunas figuras, las cuales ya no estaban. Se lo comentó a sus compañeros los cuales automáticamente miraron hacia el callejón.
--Despliéguense. Sea cierto o no vamos a rodear y asegurar esta zona.

Aparecieron en un lugar abarrotado de árboles altos por los cuales se filtraba el sol de una manera atenuada por la gran cantidad de vegetación que había en ese lugar. El canto excesivo de pájaros otorgaban al sitio un ambiente relajado y de sosiego.
--Lo recuerdas, ¿Nineva? –Dijo Rein.
--Por la noche parece un poco más siniestro. Pero aún así, no parece peligroso.
--Los bosques de Tarik son bastante transitables tanto por el día como en horas nocturnas. Solo hay que tener cuidado con los Srugs.
--¿Srugs? –Dijo Kénaton.
--Ratas que se alimentan de sangre humana. Si te muerden su veneno es mortal y puede acabar contigo en cuestión de minutos. Pero siempre pensé que eran leyendas que nos contaban para asustarnos de pequeños.
--¿Como los hombres de roca, no? –Dijo Rein dejando entre ver una risa.- Bien. Desde este punto llegareis fácilmente a la aldea de Tarik, usad el camino que tenéis a vuestra derecha, dirección sur. Las ropas que lleváis puestas os identificarán fácilmente como habitantes de la zona, aunque no debéis tener preocupación por eso ya que son bastante hospitalarios. Buscad la posada llamada ‘El paso del viajero’ y alojaos. No os preocupéis por pagar el alojamiento. Volveréis a saber de mí, hasta luego.
Antes que pudiese articular palabra, el hombre desapareció en un destello blanco.
--Maldito sea, siempre igual. Bueno, pongámonos en marcha.

--¿No hay nada? –Preguntó uno de los soldados que regresaban al punto de partida junto al callejón.
--No, no hay nada. Así que por favor, la próxima vez estad seguros de lo que veis porque si no solo estaremos perdiendo el tiempo, ¿entendido?
--Qué ganas tengo de terminar por hoy –Dijo un desanimado soldado, el cual se encontraba atrás de toda la comitiva. Mientras tanto, en una lúgubre celda de uno de los sótanos del palacio del gobernador, un pobre hombre convertido en un despojo de lágrimas sollozaba y temblaba entre ropas sucias y mojadas. Unas fuertes cadenas lo mantenían sujeto contra una de las paredes y un incesante goteo continuo de agua fría no dejaba de golpearle en la frente. Se oyó el chirriar de una puerta al fondo y los pasos amortiguados por el eco de un hombre fornido, con bastantes canas en el pelo y una gran barba que le ocupaba buena parte del rostro.
--Nos volvemos a encontrar, señor Franchesco.
Los sollozos del pobre hombre se acentuaron acompañados de nerviosismo y desesperación.
--Vamos. A que tienes miedo. ¿A esto?
El viejo hombre mostró una varilla de hierro que sujetaba por el mango, y en la cual todo el resto de superficie estaba al rojo vivo. La acercó Levemente a la piel y el calor inmediatamente se propagó hacia el cuerpo del otro hombre.
--Tranquilo, hasta que no entre en contacto con tu piel, la candencia del metal no hará su trabajo. De todas formas, pronto perderás la razón si ese agua sigue goteando en tu frente. No solo eso. El goteo constante de agua acabará perforándote la zona afectada con el tiempo y bueno… Para entonces no se que habrá sido de ti. Créeme. Estás en una situación privilegiada con respecto a otros congéneres que están residiendo en estas mazmorras. Y si alguna vez sales de aquí… Cosa que veo poco probable, me preocuparé que vuelvas a ser un recto y derecho ciudadano del imperio de Tarnis.
Retiró la varilla levemente del hombre y las tensiones de su cuerpo comenzaron a relajarse.
--¿Sabes? Realmente está bien que te sientas así con este tipo de cosas. Es bueno que tengas miedo a las fuerzas imperiales. Solo a través del miedo, se obtiene el respeto, y solo a través del respeto, una persona merece ser tratada como se debe.
Acercó nuevamente la varilla, y esta vez si la pegó completamente a la barriga del señor el cual estaba de espaldas a la pared. Se contrajo en un grito de dolor y trató desesperadamente, aunque sin éxito, llevar hacia su vientre las manos las cuales estaban firmemente sujetas a las cadenas.
--Tranquilo. No es para tanto. –Dijo mientras más lágrimas escurrían por el rostro del torturado.- Es peor la amputación de brazos o la calcinación de los meñiques. ¿Y creo que tú no quieres llegar a ese nivel de sufrimiento, verdad? ¡Pues habla! –Dijo esta última frase con un bramido el cual retumbó en toda la mazmorra.
--Señor… Yo… señor…. Señor… he dicho todo lo que sé, lo juro… Juro por Tarnis y todo su imperio que no se nada más… Solo vi a una chica de pelo rubio con un joven atravesando una calle mientras yo me resguardaba…
--Bien bien bien… ¿No vas a decir nada más, no? Seré blando por hoy. Que pases buen día.
El hombre mayor abandonó la sala y cerró la puerta tras de sí. Se encontraba en un pasillo iluminado por tenues antorchas y abarrotado de celdas cerradas de las cuales en muchas de ellas emanaban gritos de dolor y suspiros. Otro señor, aproximadamente de su misma edad, se aproximaba hacia el desde la derecha de aquel pasillo y comenzó a hablarle.
--¿Y bien?
--Creo que el chico dice la verdad. A estas alturas ya habría soltado algo que no nos quisiese ocultar. Todo el mundo cede ante el dolor. Así que espero órdenes.
--Acaba con él inmediatamente. Ya no nos sirve para nada. Volveremos a vernos esta tarde.

Nineva y Kénaton continuaban avanzando por la senda que Rein les indicó. El paisaje era tranquilo y se sentía suave al pisar la alfombra de ramas y hojas que lo cubrían todo.
--Falta poco, ¿Verdad? –Dijo el pequeño.
--¡Debe ser! Ahí a lo lejos se ve algo.
Las formas lejanas de ladrillos y alguna que otra señal de humo de alguna chimenea indicaba que estaban muy cerca de su destino. Inmediatamente ambos comenzaron a correr como críos por el lugar para llegar lo antes posible. Desde algún lugar del mismo bosque, ocultos entre árboles fuera del alcance de los rallos de sol, un grupo de personas observaban la escena de aquellas dos personas correteando alegremente por la zona. Un muchacho joven junto con otra chica de la misma edad y una mujer de edad algo más avanzada eran los que permanecían agazapados tras esos gruesos troncos. La chica más joven habló.
--Ahora, Kelvin. Dibuja la señal tal y como te ha enseñado Sherina.
Tras asentir con la cabeza inmediatamente se despegó de ambas hacia una zona abierta y alzó la mano derecha al cielo. Se concentró para sentir como la energía multidimensional fluía por todo su cuerpo e inmediatamente identificó todo lo que le rodeaba. EL bosque, los árboles, la brisa, e incluso la composición material de cada cosa. El ahora formaba parte de todo lo que le rodeaba. Manifestó el deseo de manipular la realidad a su antojo y lo logró. Inmediatamente un enorme círculo brillante se formó en el cielo y comenzó a surcarlo lentamente. Tras esto, el chico abandonó el tercer plano y regresó junto a sus compañeras.
--¡Lo lograste! –Dijo Doyna visiblemente emocionada.
--Simplemente sabía que podía hacerlo. –Respondió el tranquilamente.
--Vas captando la esencia del tercer plano. –Dijo Sherina.- Aprendes rápido y es una ventaja con respecto a los demás alumnos. Ahora debemos ponernos en marcha, regresaremos a la torre, andando. Está muy cerca, no tiene sentido utilizar transporte espaciotemporal. A parte que hoy no me encuentro lo suficientemente concentrada para manipular el espacio-tiempo.

Los soldados imperiales entraron de una forma desorganizada en aquel establecimiento. Las mesas se encontraban totalmente vacías, debido a que todos los ciudadanos se encontraban en una situación aparentemente de asalvo dentro de sus casas. Solo los empleados de posadas y establecimientos dedicados al consumo tenían permiso para ejercer su profesión, obviamente para satisfacer las necesidades de la guardia imperial. Uno a uno fueron tomando asiento en las sillas y mesas, repartidas equitativamente por la sala, e inmediatamente un varón de aproximadamente 40 años comenzó a tomarles nota a cada uno de ellos. Cuando hubo terminado, todos comenzaron a charlar sobre el día.
--Entonces no habéis visto nada, ¿No? –Dijo un tipo alto y musculoso.
--Nada de nada. Pensábamos que en algún lado de ese callejón podría estár alguien. –Contestó su compañero.
--Es imposible que se los halla tragado la tierra. –Respondió uno de los más veteranos de aquel lugar.- Además, la ciudad es muy grande como para que puedan haberse fugado. Eso si no tenemos en cuenta la cantidad de vigilancia que hay en las 4 puertas de la misma.
El posadero regresó con las bebidas que se habían solicitado y fue poco a poco repartiéndolas en la mesa. Mientras tanto, aquel grupo de soldados continuaba hablando a voces sobre la búsqueda. Fue el primer hombre fortachón el cual continuó la conversación.
--Bueno. Todavía tenemos que esperar los resultados de nuestros compañeros en la otra parte de la ciudad, igualmente, daros por seguro que de aquí no han podido salir. Si tras peinar las calles no encontramos nada, habrá que seguir con el plan establecido y comenzar a registrar las casas de los ciudadanos. El sistema no quiera que esos traidores estén bajo custodia de alguno de nuestros ciudadanos.
--El sistema es caprichoso y lo sabes –Dijo el veterano de una forma cansada.- Y traidores siempre los va a haber por doquier, escoria. –Escupió mientras hablaba.- Solo se merecen la muerte. Nadie debería tener el valor de desafiar a Tarnis de esta forma. Por su culpa todo un pueblo ha desaparecido.
--¿Qué opina Franklin, ¿Alguien lo sabe?
--No, nadie. Está demasiado ocupado en torturarse por haber perdido a Groin. No lo entiendo. Todo el mundo sabe que la amistad no es para tanto.
--Bueno. Imagino que sus razones tendrá.
--Eso espero. Bueno, se me calienta la cerveza. Ahora en un rato volvemos a salir y terminamos la ronda por hoy y listo.

Mientras tanto, otro grupo de soldados se encaminaba por un callejón en penumbra.
--Creo que oigo algo.- Dijo uno de los chicos más jóvenes.
--Sí. Es como una especie de…
El mauyido de un gato hizo sobresaltar al soldado más joven, y acto seguido el resto prorrumpió en carcajadas.

--Por fin hemos llegado. -Dijo Nineva
--Esto es más pequeño, o más grande que…
Nineva le tapó la boca al crío antes de que pudiese pronunciar la palabra Lowmas.
--Shhh –Le dijo en susurros.- Nadie puede saber de donde venimos, acuérdate.
Ante ellos llegaba el sonido de música y el murmullo de la gente que hablaba apaciguadamente en las calles, yendo y viniendo de un lado a otro. Se acercaron a una chica joven y nineva le hizo una seña para que les atendiera.
--No tenéis pinta de ser de por aquí, pero decidme.
--Tan solo venimos de unos kilómetros al norte –Dijo nineva sonriendo.- Solo necesitamos saber donde se encuentra la posada ‘El paso del viajero’.
--Ah, sí. No está muy lejos de aquí así que os acompañaré, total, ahora no tengo mucho que hacer. Vamos.
Inmediatamente se pusieron en marcha. La chica andaba de una forma apresurada por lo cual Kénaton debía ir casi a la carrera.
--¿Cuáles son vuestros nombres?
--Nosotros… Bueno, yo me llamo irilina. El es konko.
--¿Es tu hermano?
--Sí, es mi hermano pequeño. Hemos venido a buscar trabajo. Mis padres… En fin, es una historia muy larga la cual no deseo compartir ahora con nadie.
--no te preocupes, mujer. Yo me llamo Claudina. Vivo cerca de la posada así que si vais a estár mucho tiempo por aquí nos veremos más a menudo.
--¿Qué estáis celebrando ahora?
--Pensé que sabías. Es la celebración del burro tuerto.
--¿La celebración del burro tuerto? Disculpe esque es la primera vez que escucho algo tan insólito.
--Se dice que hace muchos años era capricho del sistema que las gentes de esta población debían escoger al burro que estuviese más sano y sacrificar uno de sus ojos, de esta forma se decía que siempre nos iría bien en las cosechas. El ojo se enterraba profundamente en uno de los campos de cultivo rotando de tierras cada año. Y durante la celebración al burro tuerto había que exhibirlo al principio y al final de la misma paseándolo por las calles de la aldea. La celebración siempre ha durado una semana y hay actos musicales, juglares que cuentan historias, además de que es una oportunidad perfecta para que comerciantes vengan de otros lados a ofrecernos sus productos. Pero parece ser que con el tiempo nos hemos refinado un poco, bueno, suele pasar en todos lados, ¿No? Ahora al burro solo se le venda el ojo, no se lo sacamos como antes.
--¿No es una crueldad sacárselo?
--Más que una crueldad lo veo un desperdicio, si es el burro más sano sirve para trabajar. Mira ahí está vuestra posada.
--Hey, muchas gracias. Si hay algo que podamos hacer por ti…
--Por ahora dejadme marchar. No lo interpretes como una descortesía, pero creo que necesitaré ocupar el tiempo con algo. Si por la noche no tienen nada que hacer, podríamos seguir charlando.
Se despidieron de la chica y entraron en la sala principal del edificio. No se encontraba muy abarrotado para sorpresa de ellos. Tampoco estaba muy vacío, pero no había aglomeración y el trayecto hacia el mostrador fue relativamente fácil.
Un joven posadero les saludó nada más acercarse.
--Anda, ya estáis aquí… Os estaba esperando. Tu debes ser la señorita… Señorita…
--Irilina.
--Eso, Irilina. Espero que no se me vuelva a olvidar. –Dijo picarón y medio riéndose.- ¿Quieren tomar algo?
--Me gustaría hablar en algún lugar privado con usted.
--Así que quiere hablar a solas con migo, ¿Eh?
--He dicho en privado, no se confunda.
--Bueno, bueno. Tranquila. ¿Podríais esperarme en la sala común? No os preocupéis. A estas horas no dejo pasar a nadie. Y en el momento que esté con ustedes, date por segura que la conversación será a puerta cerrada.
El posadero hizo señas a Nineva y Kénaton para que se desplazaran a una puerta que se encontraba en un espacio lateral. Al dirigirse hacia allí, todo el mundo los miró. Nineva sin detenerse a averiguar que ocurría atravesó la puerta y se encontró en una sala un poco más aislada del ruido, con mesitas bajas y sillas acolchadas con cojines. Ella y Kénaton tomaron asiento. Una vieja estantería se encontraba al fondo, en la cual varios volúmenes estaban apilados uno encima del otro.
--no me termina de gustar este tipo. –Dijo ella.
--Tampoco me gustó como te miró. Si quieres ahora cuando venga le salto los dientes. Para que sepa lo que es meterse con mi hermana.
--Tranquilo pequeño –Dijo ella.- La violencia injustificada no llega a absolutamente a ningún lado.
El tipo apareció y la puerta se cerró tras él. Inmediatamente corrió el cerrojo para que nadie pudiese interrumpirlos.
--Bien. –Dijo mientras tomaba asiento.- Entonces, habíamos quedado en que os acabáis de presentar en mi posada y necesitáis hablar en privado con migo. Ningún lugar mejor que una habitación cerrada, donde estáis indefensos, y totalmente a mi merced. ¿Verdad?
Nineva se puso tensa e hizo ademán de levantarse, pero inmediatamente el chico comenzó a hablar otra vez.
--¿Crees que Rein me dejaría que te hiciese algo? Os costará un tiempo adaptaros al humor de aquí. Sobre todo a mi humor. Además, andar con caminaplanos es lo que conlleva. Uno solo está serio cuando tiene que estarlo. Bueno, ¿Y qué es eso que me tenéis que decir? Supongo, que podré llamarte Nineva. ¿No?
--Llámame como quieras. Verás, necesitamos trabajo, de lo que sea. No pedimos redondos. Solo un sitio donde quedarnos, temporalmente, o quizá definitivamente, depende como lo veamos. Por mi parte, prometo que seré eficiente en mi tarea y que cumpliré con lo que establezcamos.
--Un trabajo. ¿Eh? Veamos. Soy un chico que conoce bien el mercado de consumo, en cuanto a parroquianos se refiere. Tengo la vida resuelta, unos buenos ingresos y en fin… Vivo como cualquier persona desearía vivir. Ahora dime. ¿Por qué razón, tendría yo que emplear a una persona, de la cual no conozco nada y a penas tengo referencias? ¿Por qué razón gastar más energía de la necesaria?
--Solo me he ofrecido a trabajar. Valore usted lo que tiene y lo que le gustaría o no tener. En cuanto a mi favor, podría decir que 4 manos trabajan siempre mejor que dos. Ya depende de usted si quiere reducir su… energía como usted dice y duplicar los ingresos, o mantenerse en la zona de confort en la que se encuentra. Todo es cuestión de ganar un mejor seguro de vida o no.
--Veo que es cierto que la nobleza de Tarnis es diplomáticamente hablando, convincente. Bien, bien. Hablemos un poco de ti. Una persona como no, maltratada por el imperio de Tarnis y de su propio padre. Que triste. Un buen día su pueblo natal estalla por los aires y ni corta ni perezosa, aprovechas para dejar a tu padre morir entre las llamas. Confieso que bueno, eso probablemente debe doler algo. No se lo que es morir quemado pero, tampoco voy a experimentar voluntariamente lo que es eso. –El posadero soltó una risita disimulada.- Prefiero morir dormido, o por lo menos que no duela ni agobie. Morir ahogado también debe ser angustioso. Y bueno, hay algo en lo que me halla equivocado por ahora, ¿Señorita Nineva?
--no. Aunque no entiendo a que viene todo esto.
--Es esencial conocer a mis futuros trabajadores… Bueno, en este caso candidatos… En fin. ¿Qué tal si hablamos de tu pasado?
--Preferiría no hablar de ello –Dijo nineva visiblemente enfadada.
--Tranquila, no es necesario que hables. Te voy a ayudar. Pasado turbio presenciando matanzas sin poder hacer nada al respecto, represión en celdas no tan agradables… Ah, y por supuesto, tener que obligar a exhibir tu cuerpo a altos cargos. Un excelente instrumento de manipulación como dios manda. Pero creo que por suerte, no te han obligado a satisfacer placeres mayores que el de que te vean tal y como eres. Hubo gente en peores condiciones que tu. Y es un punto a tu favor, porque nadie diría que una persona tan linda como tú, y ojo, es tan solo un elogio, nadie diría que ha pasado por todo lo que has tenido que pasar.
--Creo que está llegando demasiado lejos, Señor.
--Karkan. Señor Karkan. Y sí, he llegado quizá un poco lejos. Perdone por mi descortesía y mi brusquedad, y mi forma de incursionar en tu vida de esta forma. Creo que es hora de que apartes de una vez por todas, esos miedos, ¿No es así?
--¿A qué te refieres?
--Me refiero que actualmente solo puedo darte un trabajo, el cual no te gustará mucho. ¿Qué tal se te da bailar?
--Siempre se me a dado bien.
--¿Pero delante de mucha gente, la cual esté constantemente mirándote, diciéndote cosas en ocasiones no tan agradables, tratando de llegar a ti… En fin, todo eso de lo que huyes, no se si me entiendes. Mira, necesitamos una maestra de espectáculos. Alguien que sepa capaz de encender el ánimo de esos parroquianos, alguien que los invite a quedarse y consumir, ¿lo vas captando, amiga?
--Sí, pero… pero necesitaría unos minutos para pensarlo.
--Tómate el tiempo que quieras. Tendrías alimentación, alojamiento cómodo, y unos 4 o 5 redondos al día para gastarlos en lo que te plazca. Cuando te hallas decidido, ya sabes donde estoy. Y recuerda, cuando el comerciante llega, solo hay una oportunidad. Si esperas, el carruaje se va.
Acto seguido descorrió el cerrojo y salió, dejando a Nineva y a Kénaton solos, con sus pensamientos.

Fuera, la gente se encontraba divirtiéndose en un jolgorio eterno, mientras los rayos de sol ya habían cruzado el cénit y comenzaban a descender lentamente. El sonido de una gaita acompañada por tambores hacía que la gente se moviese en un ánimo rítmico mientras numerosos vendedores ambulantes ofrecían bebidas y comida. Claudina se dirigía a uno de los puestos donde una mujer de edad avanzada ofrecía carne a todos los que pasaban.
--Cuantos trozos quieres, muchacha.
--2, por ahora. Aún no he bailado mucho y no tengo el estómago tan vacío.
--No me parece mal. Esta noche estaremos en las afueras organizando un concurso para ver quien come más. ¿Te quieres apuntar?
--La verdad que no. Prefiero ver que hay en la posada, además, he quedado con gente.
--Entiendo. Pues que aproveche entonces y que el sistema te cuide.
--Gracias, señora. –Dijo Claudina cogiendo los dos pedazos de jugosa carne y alejándose un poco de allí para evitar el ruido.

Nineva lo había estado pensando. Desde que el posadero se había marchado ella y Kénaton no habían intercambiado palabra alguna. Pero estaba decidida a lo que iba a hacer. Lo había pensado durante poco tiempo pero no había mucho que perder. Se levantó e indicó a Kénaton que la siguiese y salieron de la sala común. Se dirigieron al mostrador donde estaba aquel hombre con voz burlona.
--¿Y bien? –Dijo el.
--Cuando podemos empezar.
--Sabia decisión la tuya, amiga. Créeme que no te arrepentirás. Esta noche vendrá mucha gente, y será un honor y una sorpresa para ellos, ver tan agradable compañía al ritmo de la música. ¿Te parece bien?
--Me parece perfecto.
--Eres libre por ahora, amiga. Nos vemos esta noche tras el atardecer. Descansa y prepárate, será una noche dura.
Acto seguido, pidió las llaves de su habitación y ambos, chica y niño subieron a la misma para estár un rato despejados. Soltaron los equipajes y cada uno se acostó en su respectiva cama. Ya habría tiempo de acomodarlo todo. Ahora, necesitaban descansar ambos. Una enorme paz se apoderó de Nineva. Estaba en un lugar aparentemente seguro, rehaciendo su vida, y lo mejor, fuera del control de Tarnis. Nunca sabría como devolver a Rein el favor que estaba haciendo por ellos. Poco a poco el sueño la fue venciendo y se sumió en un placentero descanso.