Texto publicado por Fátima Osores
MARÍA TERESA ANDRUETTO EN LA BIBLIOTECA TIFLOLIBROS
Hola! estamos muuuy contentos con la novedad! La escritora María Teresa Andruetto colabora con sus obras en Tiflolibros!
Andruetto es cordobesa, ganadora del premio Hans Christian Andersen, y sus libros ya se están incorporando a Tiflolibros para nuestros lectores.
A continuación va una nota publicada en Página 12sobre el libro Cacería.
Código: 46141
Autor: María Teresa Andruetto
Título del libro: Cacería
Formato: TFL
nota de Página12
Domingo, 3 de junio de 2012
Como la vida
Escritos a lo largo de veinte años, los cuentos de Cacería, el último libro de María Teresa
Andruetto –ganadora del premio Hans Christian Andersen 2012– presentan personajes que, según
Liliana Heker en su texto de contratapa, “avanzan hacia la crueldad, el desaliento, el fracaso o la
muerte”.
Por Laura Galarza
“A veces es necesario que alguien muera para que otros vivan como quieren”, dice un personaje de
Cacería, de María Teresa Andruetto (Arroyo Cabral, Córdoba, 1954). Una escritora que se hizo, como
a ella misma le gusta definir, “de abajo hacia arriba”. “He tenido un cuerpo de lectores antes de
tener prensa. Cuando muchas veces el camino es a la inversa.” Andruetto empezó a escribir a los 20,
publicó a los 40 y ahora, a los 58, disfruta del Hans Christian Andersen, “el pequeño Premio Nobel”
como lo llaman, que la legitima a nivel mundial. Y que, como efecto rebote, hace que por fin todos
sus libros tengan el lugar que merecen en las mesas de nuestras librerías. Porque Andruetto es
nuestra. Porque dice “tualé” en vez de toilette. Mucho le preguntan si escribe para chicos o para
grandes. “Me muevo por los márgenes –responde–, finalmente es la literatura y el lenguaje lo que me
importa y no tanto los casilleros.”
En el último cuento de Cacería, la protagonista, que va de picnic a las sierras junto a su marido,
intenta definir la felicidad. Intenta, encontrar las palabras justas. Su marido descorcha el
Malbec, aunque advierte –y se lo dice– que la nota distraída. Ella, ensimismada, repasa la vida que
llevan juntos: sabe que esta felicidad que ha alcanzado es consecuencia de haber obrado como obró,
de haber ciertamente tolerado algunas cosas, pequeñas corrosiones atravesadas como si de una
aventura se tratara. Así de cruda y eficaz es la escritura de Andruetto, que se da el gusto de
abrir cada uno de los cuentos con un epígrafe de grandes escritores: Alice Munro, Reina Roffé, Paul
Celan, Carson McCullers, Natalia Ginzburg, J. M. Coetzee, J. D. Salinger, Truman Capote, que además
de funcionar como una guía maestra dan cuenta de los lugares que transitó la autora antes de llegar
al Andersen. En el prólogo del libro, Andruetto advierte que los cuentos fueron escritos a lo largo
de veinte años, y también que todos (menos uno protagonizado por un hombre) son historias de
mujeres que resumen “una manera de estar en el mundo”. Sin embargo, Cacería trasciende el género.
La clave está en que la escritura de Andruetto es una escritura de hechos y consecuencias. Donde no
se salva nadie, donde todos son interpelados. “Le preguntó al muchacho cómo estaban las cosas,
porque a veces se hacía la ilusión de que en algún lugar del mundo eran diferentes, pero él le
contestó que como en todas partes.” Cada uno de nosotros podríamos ser ese hombre que está casado
con una mujer que sólo come pomelo y queso senda y hace seis horas diarias de bicicleta (“Todo
movimiento es cacería”). O el que levanta a un viejo en la ruta y con desprecio ve cómo se desliza
en su VW Tuareg (“Un hombre viejo a la orilla del camino”). O Rosa, que moribunda no puede borrarse
el recuerdo de esos tipos con los que se acostó por plata y que eructaban con olor a cebolla
(“Cuervos sobre una chiva”). O Luisa, que después de criar a su hijo lucha por volver al ruedo y
zafarse del sometimiento a una vida que no le va. “Tendrías que capacitarte, Luisa”, le dice su
marido antes de pegar media vuelta y salir a encontrarse con su amante (“Sola por algunas horas”).
O esa mujer próxima a los cuarenta que está con sus amigos de juventud en una quinta y los mira
desde afuera, mientras escucha: “Para el fracaso de estar vivo, no hay como navegar. Navegar es
bueno para irse a la mierda” (“Pasado perfecto”). Porque cada uno en mayor o menor medida, con
barco o sin barco, con plata o sin plata, han construido una vida de la que quieren huir. Andruetto
escribe de aquello que todos sabemos pero de lo que no se habla. De esa infelicidad cotidiana pero
bien instalada. Y frente a ese paredón, acorrala, caza. Pero también sabe poner a tiempo un manto
de piedad. “No siempre ella ve las cosas malas, algunos días los recuerdos se le acomodan y ve
también las cosas buenas.” Sin perder nunca la agudeza, Andruetto deja al descubierto el alma de
los personajes, y les da un último momento para estar a solas. Para demostrar que vivir, al menos,
sirve para saber cómo se debería vivir. No para resignarse, sino para hacerse responsable. Como esa
joven que frente al cajón de su amiga muerta sabe que estuvo siempre en el medio de ella y su
marido, pero también sabe que la cuidó como si fuera una hermana (“Happy Birthday”). Un doble juego
magistral. Crudo, pero nunca deshonesto. Entonces, leyendo se puede ser como esa mujer que nunca va
a la peluquería porque no cree en frivolidades y, sin embargo, envidia el culo de la manicura,
hasta que descubre que una es tan vulnerable como la otra (“Lavado, depilación, limpieza de
cutis”).
“Los seres humanos nos conocemos poco”, dice Iris, aquel personaje del cuento “Los rastros de lo
que era”, que mantiene un vínculo perverso con su torturador y que sirvió de base para la obra
teatral Enero, estrenada en Córdoba en el marco del ciclo Teatro por la Identidad. “Matar es una
tarea que requiere de cierto orden”, dice alguien frente al cogote de una gallina, en el cuento “La
muerte y las aves”, que funciona también como una alegoría de la dictadura. “Al fin y al cabo, uno
no es más que un simple brazo ejecutor, un brazo armado de la comunidad.” El orden en que Andruetto
va ganando la pulseada al lector es impecable. El libro abre con unas mujeres gordas y complotadas
que matan tipos para comérselos. Y cierra con una mujer muerta. Nadie la mata. Ella misma decide
morir. Cuando ya lo sabe todo: “Cuando tiene algo que hacer, alguien a quien amar, alguna cosa que
esperar”. ¿Por qué la gente se va o se queda de la vida que lleva? Ese parece ser el enigma que
agita, en lo profundo, las aguas aparentemente calmas de esta gente común que compone Cacería.
Cacería. María Teresa Andruetto Mondadori 235 páginas
http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/libros/10-690-2012-06-03.html
Marta Traina
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