Enlace publicado por Jose Ignacio BW
Aferrado a los valores de la vida (Vivir para contarlo - Germán Marconi)
Hola amigos, hoy han compartido conmigo que uno de nuestros amigos Germán Marconi había salido en un reportaje realizado por el diario digital "La mañana de Neuquén" y en seguida me dispuse a leer el artículo. Es curioso como que mucho de lo que se dice ya lo sabemos pues el propio Germán nos ha contado muchas de sus experiencias, bien mediante comentarios, publicaciones o mensajes privados.
La verdad, es cierto que sus ganas de vivir y trabajar han podido con todas las trabas que le ha puesto la vida por delante, ya que la diabetes le quitó la vista, un riñón y el páncreas. Todo ello no le ha impedido ejercer en la actualidad su trabajo como docente en Neuquén. (Qué suerte deben tener sus alumnos, pues ya tienen el ejemplo de que si se quiere, se puede)...
Bien, la publicación realizada por Georgina Gonzales, la transcribimos a continuación, insertando al final el enlace al diario digital.
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"Neuquén es hoy mi lugar en el mundo", asegura.
A Germán Marconi la diabetes le llevó la vista, un riñón y el páncreas, pero no pudo con sus ganas de trabajar. Desde pequeño conoció el valor del esfuerzo y después de distintas incursiones laborales encontró su profesión: la educación. Y fue en Neuquén donde pudo ejercerla.
Es el mayor de cuatro hermanos, con quienes compartió su infancia en un pueblo cercano a Tandil, Juan N. Fernández. Allí vivió hasta sus 12 años, cuando terminó la primaria y decidió que la secundaria quería hacerla en Tandil. Dos años antes, Germán había descubierto que era diabético, enfermedad a la que nunca le prestó mucha atención.
Cuando terminó la secundaria se entusiasmó con estudiar enología y hasta había dado con el director del por entonces Instituto Nacional de Vitivinicultura, que en épocas del presidente Carlos Menem se cerró. Y fue entonces cuando postergó el estudio para en 1988 empezar a trabajar en ENTEL, como contratado.
Año más tarde, la empresa fue privatizada y él siguió con un puesto de encargado. “Mis compañeros tenían la prioridad pero nadie quiso agarrar y yo me dije ¿por qué no?”, se preguntó Germán, quien por ese entonces ya había trabajado como albañil, cafetero en un bar y mozo en una hamburguesería.
“Me desempeñé en Telefónica hasta que me di cuenta de que no tenía posibilidades de progreso, porque parecía no interesarle la gente con ideas, así que me fui”, aseguró y rápidamente recordó que un cliente de aquella época le ofreció trabajar en una empresa mayorista de celulares que abriría en Mar del Plata. Y hacia allá partió.
“Al igual que cuando había agarrado la jefatura en Telefónica me dije hay que intentarlo, y me fui”, contó. Ese nuevo desafío fue en 1994, año en el que descuidó mucho su salud.
Germán hace una pausa en su relato, agarra el mate, le toca su interior para poder cebarlo y dice: “Insisto con esto, porque no hay casualidades, no existen, y en muchas cuestiones de salud, como la mía, no hay ninguna, sino causas, y yo soy responsable. No quise ser diabético, me tocó, pero yo podría no haber perdido la vista, los riñones”.
Antes de quedarse ciego empezó a sentir mucho dolor de cabeza, y especialmente en un ojo. “Cuando me hago la consulta médica, el médico me mira y me dice: ‘Tenés los ojos prendidos fuego’. Y me explica por primera vez –yo tenía 26 años– que un diabético podía quedarse ciego”, recuerda aún con molestia.
“Es muy común que uno no sepa que la diabetes te puede dejar ciego; la gente no lo sabe, yo no lo sabía. El primer ojo que se me estropeó fue el derecho, que es el que hoy se ve más feo. Y se hizo lo que se pudo, mis viejos hicieron lo que pudieron, me llevaron a Buenos Aires, mi obra social nunca me asesoró de que yo tenía derecho a pedir una interconsulta, ni que la operación era de cobertura obligatoria”, relató.
Hasta quedarse completamente ciego siguió trabajando. La enfermedad que lo atacó es la retinopatía diabética, que tuvo como una explosión al principio, luego se paró con un poco de medicamento y, finalmente, terminó totalmente con su vista.
“Todo lo que hace la diabetes lo hace calladita, y cuando lo hizo ya hizo desastres. Me quedé totalmente ciego en 1996. Ese mismo año estaba viviendo en pareja, y el mismo día que me dicen que no tiene sentido operarme, que no la voy a recuperar, mi pareja se muere. Fue un 12 de noviembre”, lamentó.
Más tarde volvió a Mar del Plata y siguió trabajando. Ya no era el jefe de administración, sino que era el telefonista. “Agradecí enormemente seguir trabajando. Lo hice desde los 6 años porque en mi casa el valor del trabajo se aprendió de chiquito. El trabajo tiene valor en sí mismo, independientemente de lo que uno gane”, expresó.
Su época de estudio
Por aquella época la radio le trajo a Marconi su nuevo camino. Un locutor dijo que leería una carta de la Fundación Atlántida y ofrecían la posibilidad de registrase para postularse para una beca de la Unión Europea. Y la ganó. Estudiar fue un nuevo desafío que pudo atravesar con la ayuda de mucha gente. “Asistía a clases y estudiaba en equipo. No me pusieron ningún límite”, dijo.
Luego, una vez más, Tandil se interpuso en el camino de Germán. En esta ocasión fue para iniciar su amor por la docencia. Estudió profesorado de Economía (carrera que terminó en cuatro años, con un trasplante de riñón en el medio) y el apoyo de sus compañeros, especialmente el de Andrés Lotúmolo, fue fundamental para hacer real este nuevo desafío.
“Todos mis trabajos prácticos y exámenes pasaban por sus ojos; yo escribía y Andrés corregía, me leía, y así estudiamos”, trajo a la memoria a esta persona que más tarde lo convocó a Neuquén.
El último año de su carrera lo hizo mientras se realizaba diálisis. Y ya con el título bajo el brazo, conseguir trabajo no le fue fácil. Es que en provincia de Buenos Aires daba más puntaje ser economista que profesor, y eso no le permitió acceder a un cargo en una escuela.
“Me trasplanté y en cinco días salí de la clínica con el riñón nuevo sin hacer diálisis. Uno de los dos riñones de ese señor todavía vive conmigo”, comentó y acotó que luego se tuvo que realizar un trasplante de páncreas.
“Antes de cumplir 40 estaba en una situación económica pésima. Ese año no le pude hacer ni un regalo a ninguno de mis sobrinos. Ya se había venido Andrés a Neuquén y me vine en busca de trabajo”, expresó Germán, quien hoy con 44 años puede ejercer su profesión en varios colegios secundarios de esta ciudad.
“Me encanta Neuquén, es hoy mi lugar en el mundo y espero que lo sea por muchos años más”, expresó.
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