Texto publicado por Rincón
relato corto que presenté al concurso de la once en Andalucía, de ángel a demonio.
Aaquí os pongo el relato corto titulado , de ángel a demonio, que presenté en Octubre a un concurso de la once Andalucía y que, por lo visto no ha sido premiado,jajajj, aunque tengo que deciros que la ganadora del evento se llama Esperanza Rincón, ( que casualidad verdad?), una compañera de Sevilla de 50 años de edad.
Bueno solo me queda felicitar a Esperanza rincón,y decir que ¡me quedé sin esperanzas en mi rincón,este es el cuarto concurso que me presento y no quedo ni finalista,jajajj, creo que lo mío no es la escritura,jajajaaj, bueno pero seguiré intentándolo, total ya ha ganado una persona llamada rincón, haber si el siguiente rincón soy yo,jajajajaj.
Ahora biene lo más importante para mi , buestra opinión, os pego aquí el relato de menos de mil palabras, espero que os guste y sobre todo que nadie se ofenda, está basado en echos reales.
DE ÁNGEL A DEMONIO
Nada más coger las llaves para abrir la puerta principal de su casa cuando tenía que salir, empezaba a sentirse invadida por sus temores. Cuando abría la puerta comenzaban los temblores y el miedo se apoderaba de cada centímetro de su cuerpo.
Seguidamente, mientras la puerta del portal se abría, el miedo se transformaba en angustia, la angustia en desesperación y la desesperación en pánico. Antes de salir, Ana miraba varias veces a un lado y al otro de la calle, no pisaba el último escalón hasta que dejaba de sentirse observada.
Pasito a pasito sus pequeños pies tiraban de su débil y tembloroso cuerpo. Ella avanzaba por la estrecha calle, una callejuela poco transitada, con el miedo reflejado en su rostro, hasta que poco a poco iba recobrando su estabilidad emocional. Las manos, enrojecidas por la fuerza con que tenía cerrados sus puños, iba dejando de temblar a medida que llegaba al final de la calle, hasta el cruce con la avenida principal, destino diario de su corto pero intenso paseo hasta llegar al mercado de abastos, donde se sentía más segura gracias a la multitud de personas allí concentradas; vecinas realizando sus compras; comerciantes exponiendo sus productos ; gentes de diferentes razas y extractos sociales ocupados en sus rutinarios quehaceres diarios y, lo más alentador para Ana; algún que otro agente de la autoridad velando por la seguridad.
Los pocos minutos que la joven pasaba allí se olvidaba de sus miedos y convivía con sus vecinos en perfecta armonía, mostrándo su lado más sociable y amable.
Al salir del concurrido mercado sus temores volvían a resurgir, el temblor reaparecía nuevamente y esperaba con manifiesta ansiedad recorrer lo antes posible el pequeño tramo hasta llegar a la seguridad que le daba el portal de su casa.
Ahora es cuando se sentía totalmente a salvo, bien cerrada la puerta principal del domicilio y con las ventanas enrejadas nadie podría hacerle daño, estaba en su refugio y allí ella era dueña y señora de su destino.
En las largas jornadas que pasaba encerrada, meditando e intentando ver la razón de su problema, no conseguía descubrir el porqué de esta delicada situación.
Ana se había dedicado a prepararse para un futuro prometedor, pese a los sacrificios que ello le costó, pudo avanzar, primero en sus estúdios, luego en sus proyectos, aunque lo más doloroso fue el tener que separarse de su familia, especialmente de su madre. Cuando Ana eligió emanciparse, decidió que sería para lo bueno y para lo malo, d ahí que no quería involucrar a su familia en el problema; además no se podía permitir que ellos se involucraran en esta pesadilla, si su familia supiera el calvario que estaba pasando, de seguro tomarían cartas en el asunto y posiblemente, algunos de ellos saldrían mal parados de semejante locura y ellos no se lo merecían.
Su padre no aceptaba la vida y la forma de actuar que había elegido su pequeña, Ana siempre se había mostrado muy independiente y fiel a sus principios, aunque a sus familiares no les gustaran sus decisiones, ella continuaba adelante sin dejarse aconsejar. Por consiguiente cuando la joven les informó de su relación con Mohamed y su conversión al Islam, su familia, especialmente su padre, no lo aceptaba, pero Ana había elegido ese estilo de vida, había elegido a ese hombre y con él estaba dispuesta a ser feliz para toda la vida, el amor movía montañas y en su caso todo comenzó como en el cuento de las mil y una noches.
Pero, ese bonito cuento terminó un día tras seis años de paz y amor. A la joven no le importaba si tenía que cambiar de creencias religiosas, no le importaba cambiar de costumbres, no le importaba cambiar incluso su aspecto exterior, pero, cuando la intentaron obligar a compartir el amor de su marido, ahí fue donde comenzaron los problemas. Mohamed insistía en que tenía que obedecerle, la poligamia estaba permitida en su cultura y ella formaba ahora parte de unas reglas que llevaban practicándose durante miles de años, además ya que ella era incapaz de darle un hijo, su marido se sentía con el derecho a que otra mujer lo hiciera.
La negativa a aceptar esa condición se transformó en rencor, el rencor se convirtió en odio y el odio derivó en malos tratos, el amor que un día fue perfecto finalizó con una situación insostenible, no se podían inculcar unos valores a fuerza de palizas, el que un día fue un ángel ahora se había transformado en un demonio cruel y malvado.
Dura fue la decisión de abandonarlo, duro fue esperar el momento adecuado para escapar, pero, más duro era el saber que su amenaza se podía cumplir cualquier día, el juró y perjuró por sus ancestros que la humillación que ella le había hecho lo pagaría con su vida, solo era cuestión de tiempo que la amenaza de muerte se cumpliera, de ahí que viviera prácticamente recluida en su pequeño refugio, esperando quizás que el tiempo borrara esos absurdos perjuicios y su verdugo desistiera en su incoherente aptitud.
Unas semanas más tarde llegó el destino marcado para la joven mujer, sin darle tiempo a reaccionar, al final de la callejuela, a pocos centímetros de la esquina, apareció su verdugo que sin piedad, sin remordimiento y con extrema violencia la atacó. La hoja de un cuchillo de grandes dimensiones se le clavó una y otra vez en su pecho, sin poder reaccionar y suplicar por su vida Ana murió desangrada mientras oía a su verdugo maldecirla.
Tristemente Ana pasó a engrosar la larga lista de mujeres víctimas de la sinrazón de la violencia de género.
FIN