Texto publicado por Belié Beltrán
Primer capítulo de mi novela infantil, El Rey De Las adivinanzas
EN TIERRA DE LOS CUENTOS DE SENSO
A Senso, que me contó las historias que luego visitaría Nata.
Todavía se usaba “había una vez” para empezar los cuentos, cuando sucedió esta historia. En las casas de Pardavel se contaban adivinanzas y refranes al caer la noche. El mejor contador ocupaba siempre el centro del grupo y tenía derecho a ser quien primero bebiera del chocolate de Mamá Nella.
El ritual siempre era el mismo, los muchachos llegaban, se sentaban sobre el tronco que estaba debajo de la mata de flamboyán y desde que la luna abría los ojos empezaban las adivinanzas, refranes y al final los cuentos. Más o menos dos horas después venía Mamá Nella con una jarra grande y muchos vasos a servirnos chocolate, siempre decía lo mismo:
‘Miren mis hijos, para que no les dé un quebranto en el sereno.
De una vez dejaban lo que estuvieran haciendo, le quitaban los vasos y esperaban su turno para ser servidos. Una de esas noches, Nata tocó sólo medio vasito del chocolate; estuvo a punto de llorar, pero se quedó callado. Después, luego de que Mamá Nella se fuera, suspiró:
‘Un día yo seré el Rey de Las adivinanzas y tendrán que darme de primero el chocolate.
El Rey de las adivinanzas lo oyó y exclamó para que todos le presten atención:
‘¿qué es chiquito, tiene cabello de pimienta, nariz de frononó y quiere más chocolate?
Miró a Nata y todos se rieron. Él se puso en pie y gritó que un día sería de él de quien se rieran en la noche y que ya sus adivinanzas no iban a ser tan interesantes como sus historias. Todos se rieron, menos Lili, ella nunca se reía de él.
La mañana siguiente Nata se fue. Una vez escuchó que en un lugar muy lejos, podía encontrar a alguien que le enseñaría todos los secretos de las adivinanzas y los cuentos. Lo encontraría y le haría contarle todos esos secretos.
Cogió un sombrero de ala ancha que había sido de su abuelo, unas botas de goma y un cuchillo de mesa. Se fue de la casa seguido por su perro Pañuelo. Al pasar frente a la casa de Lili la saludó con las manos, ella estaba barriendo con una escoba de ramo el patio del frente:
‘¿Dónde vas Nata?
Le dijo la niña intentando no reírse del sombrero del niño.
‘voy a buscar los secretos de las adivinanzas y los cuentos para que me sirvan primero el chocolate.
‘¿Y eso está muy lejos?
Nata dijo que sí, que mucho después de la casa en la que vivió la bruja Mifuifo. Lili lo miró extrañada y preguntó:
‘Pero, ¿esa no era la bruja de un cuento que te contó Senso? Si es esa misma bruja, entonces ese lugar no existe; todo el mundo sabe que los lugares de los cuentos no son de verdad.
‘No me importa, yo lo voy a encontrar aunque sea metiéndome en el cuento. Si no existe, yo lo hago.
Dijo nata un poco molesto por la lógica de su amiga. Lili calló un momento y luego dijo:
‘Déjame que te haga un regalo para que estés cuidado en el camino.
Tiró la escoba al suelo, entró en la casa y volvió con una tamborita en la mano.
‘Mira, esto es un conguito, si un día estás en peligro él podrá ayudarte.
Después le dio un abrazo que los sonrojó a los dos. Nata tomó el conguito, le dio las gracias a la niña y se fue:
‘Vámonos Pañuelo. Ya verás como serás el compañero del rey de las adivinanzas.
Pañuelo dejó de perseguir las moscas y trotó moviendo la cola al lado de su amigo. A veces lo adelantaba para beber de algún charco del camino, entonces se paraba a esperarlo.