Texto publicado por Belié Beltrán
II capítulo de mi novela infantil: el rey de Las adivinanzas
Nata caminó junto a Pañuelo durante varios días. A todo el que le preguntaba donde iba, le decía que iría al lugar en donde le podían dar el secreto de las historias y las adivinanzas.
Comía de lo que había en los árboles; en esa era temporada de mangos y él sabía cómo treparse en las matas más altas. Hasta el momento se divertía, pero Pañuelo empezó a sospechar que se acercaban momentos difíciles; a veces la sabiduría de los perros llega más allá del hocico.
El niño descubrió que fuera de Pardabel los muchachos no se reunían a decir cuentos en las noches, ni siquiera jugaban “Quieto Camán”. Los pocos niños que vio estaban en un lugar en el que por dar algunas monedas podían usar un juguete de plástico y pararse frente a una televisión con dibujos a color. Todos se divertían mucho en ese lugar. Se enfadaron cuando él entró con Pañuelo al lado y preguntó por el lugar de los secretos de las adivinanzas. Nadie sabía nada:
‘Hey chamaquito, quítate del medio, me hiciste perder diez puntos.
Nata se apartó de frente del televisor. Decidió irse, no lo ayudarían:
‘Vámonos Pañuelo, estos de aquí son tontos; no saben nada de adivinanzas, ni cuentos.
Salió del pequeño pueblo. Al llegar a la margen del río bebió un poco de agua y decidió bañarse. Oscurecía a prisa, pero tenía mucho calor. El perro al principio estaba contento, movía la cola blanca y nadaba junto a Nata. Tras un rato salió a la orilla, se sacudió con fuerza, caminó un poco hacia el sendero del otro lado y empezó a gruñir amenazante.
Retrocedió algunos pasos, ladró varias veces. Su ladrido resonó varias veces por el eco. Después huyó hacia donde Nata que se calzaba las botas. El muchacho levantó su sombrero de los ojos, preguntó:
‘Pañuelo ¿qué te pasa? ¿tienes alguna pulga en la cola?.
Miró a su frente, lo que vio hizo que le temblara el sombrero; Un muchacho con la frente llena de ojos de pájaros y cubierto por pieles de moscas, grillos, cucarachas e insectos del sur, le ordenaba irse.Tenía la voz baja, como si estuviera muy enfadado, o no le gustara hablar.
Pañuelo ladró con más fuerza una vez que estuvo cerca de Nata. El pelo del lomo estaba erizado; gruñía después de cada ladrido. Pero el extraño muchacho no hacía nada; parecía una de esas criaturas de las que hablaba senso en los cuentos.
Nata poco a poco superó la impresión, no le tenía demasiado miedo a alguien que se vestía con piel de insecto. Su abuela solía decir que él era un muchacho muy pica pleitos y a este tipo le demostraría por qué ella pensaba eso:
‘¿Por qué tu quieres que me vaya de aquí?. Mejor quítate tu y déjame pasar.
El extraño muchacho le miró con sus ojos como huevos de gallina, igualmente blancos, igualmente abiertos. Avanzó hacia Nata produciendo un sonido como el crugido de hojas secas al caminar. Arrastraba los pies con cada paso, sus huellas eran surcos de arena que rápido se llenaban de agua turbia y de millares de moscas. Conforme se acercaba, la grama a su alrededor mudaba a amarillento elverde.
En todo momento Nata mantuvo la mirada fija; dispuesto a pelear con quien sea por llegar a su destino. Pero el olor asqueroso que venía del cuerpo del sujeto le hizo sentir ganas de vomitar. Pañuelo ladró más fuerte, después gimió atemorizado al ver que sus ladridos no atemorizaban al enemigo.
‘¿No te enseñaron que es con agua que uno se baña, no con vómitos?. Hiedes muchísimo.
Le dijo al sujeto, que seguía su camino sin pronunciar palabra. Nata corrió hacia donde su nuevo enemigo, le dio un empujón en el pecho.El perro corrió detrás de su amigo; gimió cuando el extraño arrojó a su amo con un manotazo.
El niño cayó sobre unos matorrales. Cogió el sombrero antes de volver a atacar.
‘No creas que porque me empujes más fuerte, me vas a impedir pasar. ¿Quién eres tu? ¿Quién te crees para atravesarte en un camino que es libre?.
Pañuelo miraba como si preguntara lo mismo. El sujeto lo miró, asintió, de inmediato un crugido en su cara indicóque hablaba.
‘SoyTacri. Antes de hacerlos devolver a los tres, puedo contestar una pregunta.
Extrañado, Nata miró a su alrededor, a los potreros a lo lejos. Despuésdijo:
‘No hables tonterías, aquí estoy yo sólo, con Pañuelo. No hay nadie más conmigo.
‘Contesto una pregunta, luego deben irse los tres.
A pesar de que no entendía la insistencia del extraño con lo de los tres, Nata pensó que necesitaba saber quién era este tipo y por qué quería impedirle el paso. El problema es que esas eran dos preguntas. La buena para hacer que una pregunta tenga varias respuestas era Lili; le gustaría que ella estuviese ahí con él.
‘Está bien, dime por qué quieres impedirme seguir.
Cayó un momento para pensar, luego continuó.
‘aunque, si me dices también quién eres, te cuento algo sobre Pardabel.
esperó la respuesta un rato. Empezaba a impacientarse cuando:
‘Ya les dije, soy Tacri. Estoy aquí para impedirles el paso. Me lo ordena Mora. Ella controla a los galipotes, Sánganos,Jachos y vacá. Ella es la dueña de las botijuelas. Sus tierras comienzan aquí y nadie sabe donde terminan.
Nata, sonrió, tacri no parecía muy vivo; más bien era tonto.
‘Pero no me has dicho quién eres. Y esa era mi pregunta.
Tacri se enfadó. El crugido de su cara se hizo más rápido y audible. Los ojillos queadornaban su frente temblaron un momento. LasUna hola de hedor verdoso lo envolvió e hizo que Pañuelo sumergiera la cabeza en el río unos segundos, que Nata escupiera y se apretara la nariz.
‘soy Tacri, me llaman así porque todo en mi cuerpo cruge. Y ya no quiero hablar.
Entonces avanzó hacia donde Nata y el perro. El chico se puso en pie dispuesto a pelear; nadie evitaría que llegara hasta donde se encontraban los misterios de los cuentos y las adivinanzas. Se agachó, tomó dos piedras, las lanzó con fuerza a tacri y corrió en dirección a la parte del río que quedaba a su derecha. Tacri lo siguió hacia la curva que dibujaba el caudal.Pañuelo lo atacó por las rodillas, hizo que trastabillara.
Nata lanzó otras dos piedras grandes; una de ellas golpeó en la mandíbula. El rostro de Tacri crugió como la madera seca con el impacto. El niño arrojó la otra piedra y con un tronco que estaba cercano a la orilla se avalanzó contra el enemigo.
El extraño se reponía de la última pedrada, pero al sentir el golpe del garrote tomó a Nata por los brazos, giró varias veces sujetando al niño, luego lo arrojó contra los matorrales. Después se limitó a estar quieto en medio del camino.
El perro olisqueaba a su amo, intentaba descubrir que tanto daño le había hecho Tacri. Pero Nata se puso en pie sacudiéndose las hojas y yerbajos. Iba a atacar otra vez cuando descubrió que no podía afincar con el pie izquierdo.
Le enfadó mucho no poder continuar su camino como tenía planeado. Si de él dependía no iba a volverse atraz. Decidió que pelearía con todo y dolor en el tobillo. Pañuelo le miró con la mirada que ponen los animales cuando están preocupados por sus amos; sabía que las cosas no estaban tan bien.
‘Pañuelo, necesito que me ayudes. Yo sé que tu me entiendes. Este sujeto es muy fuerte, así que lo atacaremos a la vez. Debes colgarte de su espalda para que yo pueda golpearlo de frente, y que podamos continuar nuestro camino. ¿Estás de acuerdo?.
Tacri continuaba en la misma posición, de pie ante los caminantes. Parecía que su ropaje de insectos era más gruesa y sus ojos de huevos, más duros.
Nata empezó a tirar piedras, cada vez con mas velocidad. Tacri debía correr para evitarlas. El muchacho tenía bastante puntería. Lanzó una y otra vez hasta tenerlo cerca de un barranco que daba al río en una caída de varios metros. En ese momento Pañuelo saltó por la espalda colgándose con los dientes, del cuello de su enemigo. Nata aprovechó para lanzar otros dos pedruscos, tomar un palo y descargarlo varias veces en el rostro del sujeto.
El perro soltó el cuello de Tacri en el momento que este, con una maroma empezó a caer al río. Los vencedores quedaron atónitos con lo que sucedió acontinuación.
Toda el agua alrededor de tacri cobró un color ocre. Los girones de costras de insectos empezaron a despegarse del cuerpo y a rodar corriente abajo. Entonces un grito estruendoso, amplificado por el eco se escuchó.
Tacri emitía ahora, una voz juvenil. Suplicaba ayuda, que no le dejaran morir ahogado.
Era noche cerrada. La oscuridad agudizaba sus matices con los gritos de auxilio. Nata sintió el miedo recorrerle las venas; tembló hasta caer sentado sobre los arbustos que daban al barranco.
El reflejo de la luna sobre la piel del río los hipnotizaba a ambos; perro y niño. La luz era pálida y brillante, iluminaba las hondas, los yerbajos sobre el agua e iluminó el rostro de un jovencito con la piel amoratada. El jovencito pedía ayuda casi sin fuerzas; Nata giró el rostro para no ver. Al levantar la vista, el rostro de su enemigo se undía por última vez bajo el caudal.
Nata quiso llorar, deseó que le salieran las lágrimas; sin embargo, fue Pañuelo quien las derramó. Decían en las casas de Pardavel, que quien veía morir a un ahogado sin ayudarlo, no podría derramar una lágrima hasta que algo verdaderamente fuerte se las desate, o hasta que muera ahogado por el llanto contenido. Nata conocía la historia y la creía, como creía todo lo que repetían los viejos pardavelinos.