Texto publicado por Fátima Osores

LILIA LARDONE. ¡OTRA ESCRITORA EN TIFLOLIBROS!

Hola, queremos contarles que la autora argentina Lilia Lardone está colaborando con sus obras en Tiflolibros.
Ya están disponibles los títulos:
20.25 Quince mujeres hablan de Eva Perón -
Caballero Negro (Premio Norma Fundalectura) -
La fábrica de cristal.

Van a continuación datos biográficos que tomamos de su propio sitio web.
Lilia Lardone

Noticias de vida
Nací en Córdoba el 24 de octubre del '41, pero hasta los catorce años viví en Hernando, un pueblo de la pampa gringa cordobesa donde descubrí la lectura, y donde sentí que andar en bicicleta me acercaba al horizonte. Cuando tenía cinco años murió papá, y esa ausencia es una marca que todavía duele.
En el secundario pensé que quería ser maestra, por eso al terminar el ciclo básico viajé a Córdoba y me instalé en una pensión, para hacer los dos años de magisterio en el Carbó. El cambio del pueblo a la ciudad fue un desgarro: en Hernando quedaron mis amigos y mis mejores recuerdos. De compartir el curso con nueve compañeros pasé a ser una más de los cientos de alumnos que iban al turno tarde. Me costó adaptarme a esa realidad.
Tal vez las apasionadas lecturas del Mío Cid que hacía el profesor Ferrer en cuarto, o la interesante señora de Yofre, en literatura de quinto, terminaron de definirme. Así que empecé Letras en la Universidad Nacional de Córdoba en 1958, sobre todo porque me gustaba mucho leer, y me recibí de Licenciada en 1961. Fue una época única en la Facultad, con profesores como Luis Mario Schneider, Íber Verdugo, Enrique Luis Revol y, en el último año, Noé Jitrik. En ese momento trabajaba ya en Radio Municipal como encargada de Programación, una verdadera audacia que compensaba con jornadas eternas sobre la Lexington 80.
En el '63 empecé Arquitectura, carrera que me apasionó: aprendí a dibujar "a mano alzada", sentada en la vereda frente a la Compañía de Jesús….Y en esos increíbles años sesenta, me di cuenta de que Córdoba era la ciudad en donde quería pasar el resto de mi vida. Suspendí estudio y trabajo en el '64 para viajar a Europa, gracias a que mi amiga Monique Filloy estaba becada en Bruselas y me alojó en su departamento. Me quedé un año trabajando en oficios dispares, "haciendo dedo" para conocer países, y también porque conseguí una beca. Al volver a Córdoba, encontré varias novedades: en mi casa habían comprado el primer televisor y ¡por fin teníamos teléfono! Por otra parte, cuando intenté seguir el ritmo de la facultad me resultó difícil conjugar el horario de trabajo con las horas indispensables sobre el tablero, y al fin desistí. Me gustaba arquitectura, pero tenía más ganas de paladear la infinidad de propuestas culturales que por ese entonces definían la ciudad: mesas redondas, ciclos de cine, antibienales y bienales de arte, teatro experimental…
En 1966, conseguí el pase a la Dirección de Cultura de la Municipalidad, en donde me dediqué a organizar funciones teatrales en barrios, concursos literarios, bibliotecas circulantes, y hasta una Feria del Libro inaugurada nada menos que por Borges, que se hizo en 1971, en la recién estrenada peatonal. Esa fue la primera Feria del Libro de Córdoba.
Me casé, tuve dos hijos varones, me divorcié, y seguí trabajando para sostener a mi familia. Tenía que moverme con todo el cuidado posible: eran los años tenebrosos del proceso militar, con los amigos dispersos, exiliados, desaparecidos, y la presión de depender del empleo en el ámbito oficial, nada menos que en el área de Letras. También di clases de Lengua y Literatura en el secundario y renuncié en 1979, cuando me designaron para ofrecer un discurso en el acto "celebratorio" de la Campaña del Desierto.
Siempre me atrajo la literatura infantil y juvenil, y con la llegada de la democracia, me reencontré con Lucía Robledo, una compañera perfecta con quien compartir el tema. A partir de 1985 ya habíamos profundizado nuestra capacitación, y desarrollamos variados cursos para maestros y profesores en la provincia de Córdoba. Era nuestra "vida de fantasía", así la llamábamos, opuesta a la vida de verdad donde ambas trabajábamos en la administración pública.
Por esa época me inicié en lo que se convertiría en una de mis pasiones: coordinar talleres de escritura. Todavía me maravilla escuchar cómo surgen textos conmovedores, divertidos, entretenidos, después de armar un clima propicio a la creación...
Los talleres trajeron una consecuencia impensada, que cambiaría mi vida y mis búsquedas. Un día, me pregunté si yo misma podría animarme a la ficción, y lo intenté, remontando paso a paso el aprendizaje del oficio. Eso sucedió a principios de los 90', y coincidió con mi jubilación en el ámbito de la Editorial Municipal. Libre de horarios, se abrió para mí una etapa distinta, estimulante, provocadora: la escritura.
El libro inicial fue, en realidad, un trabajo de investigación. Recopilé coplas anónimas de Córdoba bajo el título de Nunca Escupas para arriba. Para el segundo avancé en el terreno de la narrativa, dando forma a un conjunto de cuentos populares de Córdoba, El Cabeza Colorada.
Bien adentro, sin embargo, corrían las historias propias, y finalmente cuajaron en la novela Puertas Adentro, y en mi primer libro para niños, Caballero Negro, que mandé a un concurso lejano... Justo el día en que cumplía 58 años, recibí un sorprendente llamado desde Bogotá, comunicándome que había ganado el Premio Latinoamericano de Literatura Norma/Fundalectura, Colombia.
Por esos años empecé a escribir poesía. El enorme dolor por la muerte de mamá quedó encerrado en Pequeña Ofelia. Y diario del río reflejó las caminatas al lado del Suquía. Después se sucedieron El nombre de José, Papiros, Vidas de mentira, Esa chica, Los Picucos, Los asesinos de la calle Lafinur, La niña y la gata, El día de las cosas perdidas, textos para grandes y para chicos que surgieron de a poco y maduraron, hasta encontrar su espacio en distintas editoriales de Córdoba, el país y el extranjero.
Simultáneamente a la obra de ficción, escribí y publiqué Poesía&Infancia, La construcción del taller de escritura y La escritura en el taller (estos dos en colaboración con mi amiga María Teresa Andruetto), más las antologías Es lo que hay, narrativa joven de Córdoba, y Córdoba Cuenta, veinte autores de literatura para niños.
Siento la escritura como un regalo de mis años maduros. Igual que mis nietos, y creo que por eso disfruto imaginando historias y poemas para chicos. Julia, Benjamín, Matías, Pilar y Andrés, con su frescura y su alegría, me permiten espiar distintas maneras de ver y nombrar las cosas. Eso, y la lectura. Los libros me han acompañado siempre, y me permitieron ir más lejos cuando la bicicleta dejó de ser el sostén de mis recorridos… Los libros y sus autores, a quienes agradezco por alertar los sentidos y las emociones, por desafiar, estimular y enriquecer las horas cotidianas. Porque las palabras sostienen la sospecha de que, como decía Paul Éluard, "hay otros mundos, pero están en este".
El futuro es un gato silencioso con ojos prometedores, un gato que se mueve libre, lejos de normas y de precauciones. Dice Conrado Nalé Roxlo, en unas líneas que recuerdo a menudo aunque no soy creyente, "Señor, nunca me des lo que te pida/me encanta lo imprevisto/lo que baja de las rubias estrellas...". Eso, me encanta lo imprevisto, así sea la hora final.
En estas líneas está apretujado lo vivido. Para espiar lo imaginado, tendrían que ir a mis libros...

Lilia Lardone
Córdoba, 20 de julio de 2011
http://www.lilialardone.com.ar/

Marta Traina
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