Texto publicado por Isabel Blanco

LA MOLESTIA, LA INTOLERANCIA Y EL ENOJO.

La molestia, la intolerancia y el enojo, son sentimientos que a todo ser humano nos domina en cualquier edad. Estos sentimientos son el reflejo de algo que no nos gusta, pero las buenas costumbres han bloqueado la razón real de este sentimiento. Por mucho tiempo nos han enseñado que debemos ser tolerantes, amorosos, no molestarnos por cosas sin importancia, y no enojarnos. Nos dicen “qué” debemos hacer, pero no nos dicen “cómo” hacerlo. Es más, cuando éramos niños mostramos estos sentimientos y los grandes adultos se molestaban con nosotros y nos regañaban, nos decían que no debíamos enojarnos, y algunos hasta se burlaban de nosotros para enojarnos más.
Siempre, de niño, me enseñaron a no enojarme, y cuando lo hacía, me decían que me encerrara en mi cuarto. Cuando mi enojo iba más allá de mi control y lo reflejaba con lágrimas, berrinches, y gritos, me calmaban con un golpe. ¡Qué manera de sanar un sentimiento negativo! Ahora, que ya soy mayor, entendí que los adultos cometieron un grave error al callar mis enojos, en lugar de escucharme y darme razones de porqué estaba actuando mal. Es posible que en ocasiones me pude merecer un golpe para regresar a la realidad, pero no siempre, muchas veces fue sólo porque a los grandes no les gustaba oír el ruido de los niños.
Hoy, que ya hemos crecido, y ya somos grandes, nos hemos acostumbrado a callar los enojos. Cada vez que alguien nos provoca un enojo, lo callamos, no decimos que estamos enojados, nos lo guardamos, aunque nuestras manos se endurezcan y algunas veces hasta nos salga lágrimas en los ojos:
- ¿Estás enojado?
- ¡Claro que no!
- ¿Entonces por qué me gritas?
- ¡Ya te dije que no estoy enojado!
¿Verdad que aprendimos algo muy bien? ¿Verdad que nos enseñaron a no enojarnos y cuando lo hacíamos recibíamos un regaño o un golpe?
Si analizamos nuestro comportamiento cuando nos enojamos, qué raros somos. No decimos que estamos enojados, si nos preguntan lo negamos, pero gritamos, contestamos mal a quien esté en nuestro lado, le decimos palabras para hacerlo sentir mal, le agredimos, y finalmente decimos: “pero yo nunca me enojo”.
El enojo, es el reflejo de que algo no nos gusta, pero como nos enseñaron a no enojarnos, entonces no decimos nada, nos aguantamos y terminamos molestos por la situación. Se cumple el pensamiento: “Queremos que sucedan cosas, pero no hacemos nada para lograrlo”. Ahora que lo hemos entendido, cada vez que nos enojemos, hay que manifestarlo, pero no gritando, agrediendo o buscando hacer sentir mal a la otra persona, sino buscando la solución a la incomodidad.
El enojo, es como una respuesta de nuestro organismo de que algo no está bien, de que queremos que suceda un cambio, entonces hay que comentarlo con las personas involucradas, estos pueden ser los jefes, la pareja, los amigos, familiares o cualquier persona, pero sin agredir, sólo buscando arreglar la situación.
Como vimos, el enojo es como una respuesta de nuestro organismo de que quiere un cambio, pero no siempre busca un cambio externo, sino muchas veces busca un cambio interno. Son estos casos cuando sentimos que algo no está bien en nuestro interior y se ve reflejado con enojos.
- Rocío vivía con sus padres, quienes le pedían que hiciera todo rápido, sus padres se desesperaban y hasta la regañaban cuando se tardaba. Esto se aplicaba cuando iban a comer, cuando tenía que arreglar la cocina, cuando iba a la tienda, etc.. Actualmente Rocío tiene 26 años, y desea hacer todo muy rápido. Cuando va a la tienda con sus amigos, compra las cosas muy rápido porque no los quiere hacer esperar, se estresa demasiado. Cuando se tarda en hacer algún documento para su jefe se estresa tanto, que en ocasiones ya no puede continuar y hasta le da dolor de cabeza. Hay algo que Rocío está detectando, que cuando tiene una cita con algún amigo, quiere llegar muy rápido, pero factores externos como el tráfico, el exceso de trabajo u otras razones no la dejan, se desespera y durante todo el trayecto se enoja y es capaz de gritar a quien se le acerque.
En este ejemplo, Rocío tiene una fuerte dependencia por la ansiedad, se preocupa por hacer las cosas rápido. Se le dificulta controlarse y cuando otros factores no le permiten hacer lo que desea, es cuando se enoja y grita manifestando de ésta manera su enojo. Todos los que se le acerquen no tienen la culpa, sería infantil que ella les dijera a todos: “por favor, no te me acerques porque no quiero que me estorbes, ya que necesito llegar a un lugar y se me hace tarde”. Podría ser válido, pero la raíz de su enojo, es el sentimiento de culpa.
Cada vez que te enojes busca cuál es el origen de tu enojo, podría ser que el problema sea tu interior. Así, en lugar de afectar a otras personas, mejor sana primero.