Texto publicado por Jose Antonio
El valor de los grandes árboles.
Los árboles más viejos son los que más crecen y más dióxido de carbono consiguen fijar.
Una manera de fijar el dióxido de carbono es usar los árboles. Estos secuestrarán el carbono en sus tejidos retirándolo de la atmósfera gracias a la fotosíntesis. Es muy importante tener en cuenta este efecto a la hora de tratar de remediar los efectos de calentamiento climático.
Una posibilidad sería plantar bosques que realizaran esta labor como una política de remediación. Otra sería conservar los bosques que ya hay.
Si sólo tenemos en cuenta este aspecto del fijado de CO2, hasta ahora se creía que los árboles jóvenes son los que más contribuyen al fijado de este gas, por lo que plantar nuevos bosques sería más efectivo que conservar los antiguos. Sin embargo, la destrucción de un bosque primario devuelve a la atmósfera grandes cantidades de dióxido de carbono que los árboles jóvenes tardarán mucho tiempo en fijar. Lo mismo ocurre si se talan grandes árboles selectivamente. Encima, los árboles más grandes y viejos son los que mayor valor ecológico tienen en los ecosistemas.
Pero además una nueva investigación afirma que los grandes árboles fijan mayores cantidades de carbono cada año porque crecen mucho más que los jóvenes.
Nathan Stephenson (US Geological Survey, Three Rivers, California) afirma que los árboles que más biomasa añaden al ecosistema son los más grandes y esto se da en cualquier parte del globo en donde se ha mirado. Simplemente los árboles no paran de crecer. En grandes individuos la norma es una acumulación de 600 kg de biomasa anual.
En la literatura científica sobre el tema se decía que en un bosque la biomasa total aumenta hasta que se alcanzar un límite en la madurez y a partir de ahí se mantiene estable en ese límite. Además se decía que se da una reducción en el crecimiento a nivel individual en los árboles más viejos.
Stephenson y sus colaboradores (un gran grupo internacional de investigadores) analizaron datos de 673.046 de 403 especies distintas, tanto de clima tropical como templado de todo el mundo. Algunos ejemplares estudiados tenían hasta 80 años de edad.
Encontraron que los árboles más grandes ganaban más masa cada año en el 97% de las especies estudiadas. Esto se debía a que un árbol grande tiene más hojas y ramas cada año.
En términos humanos es como si nosotros siguiéramos acelerando nuestro crecimiento después de la adolescencia en lugar de reducirlo. Si fuéramos como los árboles, un humano llegaría a pesar media tonelada en su edad adulta y una tonelada en su jubilación.
La diferencia de este estudio con los anteriores es que se centra en los árboles individuales, mientras que en estudios previos se tenía en cuenta sólo el carbono almacenado en el conjunto de todo el bosque.
Pero calcular el crecimiento al nivel individual no es fácil porque los investigadores toman los datos generalmente a la altura de una persona (ellos mismos) y luego extrapolan el crecimiento para las partes que están por encima. Pero resulta que los árboles más grandes añaden más biomasa precisamente por arriba, de un modo que la relación no es tan proporcional como la que se asumía en los cálculos. Pero si se tiene en cuenta este efecto el resultado es sorprendente. Así por ejemplo, en los bosques templados de EEUU los grandes árboles mayores de 100 cm de diámetro suponen sólo el 3% de los individuos, pero dan cuenta del 33% del crecimiento.
Este estudio es una extensión de otro estudio anterior de 2010 en el que se analizaron los casos de Sequoia sempervirens y Eucalyptus regnans. Ambos pueden medir más de 100 m de altura. Los investigadores en ese caso escalaron varios árboles de estas especies para tomar medidas del dosel a gran altura del suelo. Este nuevo estudio confirma que lo hallado para estos dos casos también se da en los demás árboles.
Aunque las hojas de los árboles viejos y grandes son menos eficientes que las de árboles jóvenes, lo compensan teniendo muchas más. Un árbol grande puede ser menos eficiente a nivel individual, pero fija más carbono. En los bosques maduros los árboles viejos dominan el crecimiento hasta que, al final, estos son derribados por culpa del viento, los hongos los descomponen o el fuego lo quema. La idea de que un bosque viejo es decadente es sólo un mito absurdo.
El nuevo resultado permite resolver las aparentes contradicciones que había respecto a este asunto. Los árboles jóvenes crecen rápido en una escala relativa y les cuesta menos tiempo doblar su tamaño que un árbol viejo, pero este último crece mucho más en la escala absoluta.
El estudio también tiene implicaciones en la administración de los bosques, así como en la maximización de la explotación maderera de los mismos. Además permite mejorar los modelos climáticos que tienen en cuenta el fijado biológico del dióxido de carbono. Fuente:Neofronteras.