Texto publicado por Andymar Atkinsons

Otro mundo es posible

Otro mundo es posible.

Es frecuente oír con amargura que nos machacan. Que es inútil denunciar

injusticias y fútil desvelar el saqueo que nos empobrece. Que es

infructuoso manifestarse
porque al gobierno y a las instituciones de esta democracia vacía les

da igual. Que no nos temen. Pero ese quejío solo demuestra que hay

pesimismo, desistimiento.
No significa que no haya nada que hacer y menos aún que nada se haga.

¿Por qué no estamos en la calle con lo que pasa? es lamento frecuente.

Porque, a pesar de todo, aún hay mucha gente que tiene algo que perder.

Y, mientras
así sea, no se vence el miedo. Y, sin vencer el miedo, no hay cambio

social que valga.

Sin miedo se sale a la calle, se ocupa pacífica y masivamente, se

planta la ciudadanía, desobedece y cambia las cosas. Olga Rodríguez ha

escrito un excelente
libro sobre las revueltas árabes titulado Yo muero hoy. Tremendo

título. Porque fue lo que decía mucha gente concentrada en la plaza de

Tahir, en El Cairo,
los últimos días de la batalla contra la dictadura de Mubarak: Yo muero

hoy. Pero aquí aún queda mucho trecho para que mucha gente tenga esa

actitud. No
morir, sino arriesgar, jugársela.

No salen masas a la calle porque mucha gente parece tener aún los

mismos valores y principios del sistema que nos explota, engaña y

reprime. Ganar dinero
y poseer muchas cosas materiales es fundamental; la competitividad es

buena, imprescindible; la clave es el crecimiento, hemos de crecer para

crear empleo;
ha de aumentar el consumo… Y así hasta completar casi todo el dogma

neolibral. Creencias, nunca verdades.

No se pone en cuestión este sistema capitalista ni la injusta y

desigual sociedad que ha engendrado. Incluso hay quien cree que la

solución sería volver
a 2007, antes de que empezara este tormento de crisis. En nuestro país,

además, tampoco se cuestiona el régimen monárquico neoliberal,

bipartidista, corrompido
y cada vez más autoritario que mangonea España.

Que la intención de voto según un sondeo reciente sea 33,5% para el

PSOE y 32% para el PP (más allá de las trampas que “cocinan” las

cifras), indica con
claridad meridiana cuanta gente equivoca la diana. El camino para

cambiar esta sociedad, pues, es largo y difícil.

Por eso no sale la gente a la calle. Que solo la mitad de la población

cuestione la monarquía a estas alturas indica el aún reducido nivel de

conciencia
crítica que hay. Y la conciencia crítica no se improvisa. Pero, a pesar

de todo, se avanza y la situación es mejor que antes del 15 M, por

ejemplo. Porque
transformar la sociedad y el país no es una carrera de velocidad, sino

una maratón.

Porque los cambios necesitan tiempo, Marzouki (que ha vivido luchando

por la democracia en Túnez) nos cuenta lo que aprendió de su abuelo que

sembraba
en el desierto. “Se siembra en tierra árida y esperas. Si llueve, hay

cosecha, porque el desierto, tras la lluvia, es como Asturias. Caminas

sobre tierra
quemada, pero, cuando llueve, uno se pregunta cómo ha sido posible:

flores, vegetación, verdor… Porque las semillas estaban ahí.” Sembrar

es aumentar la
conciencia crítica, organizarse, construir la unidad, trabajar la vía

electoral de abajo a arriba… para transformar esta sociedad a otro

mundo posible,
más justo y decente.

Se avanza. No es la victoria total, pero se ganan batallas. En Burgos,

el ayuntamiento ha renunciado a construir un bulevar y parking

subterráneo, tal
como reivindicaban los vecinos y vecinas del barrio de Gamonal. Y en

Madrid, el gobierno de la región da marcha atrás en la privatización de

seis hospitales
públicos, tras largo tiempo de lucha intensa y sin desfallecer. La PAH

ha logrado numerosas victorias, evitado desahucios, alojando a

desahuciados en viviendas
ocupadas… y ahora,  Joaquín Colubi Mier, titular del Juzgado de 1ª

Instancia 7 de Avilés, ha suspendido en su jurisdicción todos los

desahucios hasta que
el Tribunal Constitucional resuelva si son o no constitucionales.

Se avanza. Pero hay que quebrar el desistimiento que surge en

ocasiones. Como escribe Monedero, “para el régimen es esencial impedir

que el pueblo salga
del sopor conformista y también que crea que no hay nada que hacer.

Porque el poder sabe la potencia de la ciudadanía indignada. Y nos

tiene más miedo
del que imaginamos. ¿De no ser así, por qué aprueban ahora una ley de

seguridad ciudadana que convierte en delito casi cualquier protesta en

el país con
menos delincuencia de Europa? Porque el régimen borbónico bipartidista

del 78 sabe que su situación en España está sujeta con pinzas. Y si

empezamos a
decir que sí se puede…”

Claro que se puede. Como cuenta El Roto en una de sus agudas

ilustraciones: No dejéis que salgan a la calle, no sea que se den

cuenta de los muchos que
son. Y Gandhi nos enseñó que “siempre ha habido tiranos y, por un

tiempo, parecían invencibles. Pero siempre caen. Siempre”.

Todo cambio parece imposible hasta que se logra, decía Mandela. Pasó 27

años en la cárcel, pero logró una Sudáfrica libre de apartheid.

Cuestión de esperanza.

Claro que podemos.

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