Texto publicado por Toten Dos punto Cero

El Ominocida (cuento corto)

Había una vez, un hombrecito muy raro y extravagante, que odiaba todo lo que le resultaba ominoso. Al cabo de muchos años de reprimir sus impulsos, decidió deshacerse de todo aquello que le producía ese sentimiento tan ambivalente e incómodo. Comenzó a salir a la calle todas las madrugadas, vestido con una gabardina enorme de color marrón oscuro, un sombrero muy antiguo con olor a viejo, y unos zapatos muy bien lustrados. Paseaba errante por las veredas de su ciudad, por los rincones menos iluminados, buscando eso que detestaba encontrarse.
Las primeras noches, eran infructuosas a su pesquizaje; pero no perdía los ánimos, pues esa angustia que le perseguía durante el día, esa angustia que no lograba explicar, tenía una fuerza descomunal que no podía soportar más. De día, se mantenía alejado de la gente, pensando que el azar lo llevaría a toparse con alguien que le hiciera sentir un pánico terrible, del cuál, jamás volvería. Entonces, dedicaba sus mañanas y tardes, a leer sobre lo ominoso, sobre todo eso que nos atrae y nos espanta al mismo tiempo, esas situaciones que nos asustan y excitan en sincronía, esas personas que aborrecemos y anhelamos sin pizca de contradicción, para así, por la noche, juntar valor y buscarlo y encararlo.
Este hombrecito, halló la fortuna la quinta noche de su búsqueda. Mientras paseaba tranquilo y atento por una calle ensombrecida por la falta de luz, con unas veredas carentes de sanas baldozas, donde ojillos verdosos espiaban desde los rincones, y donde el silencio había destronado implacablemente al sonido, tuvo frente a sí lo que tanto tiempo lo atormentó. Frenó de golpe al observarlo, el sudor frío del que había leído tanto en las novelas policiales, le advertía que no era de ficción, y su cerebro le gritaba órdenes que apenas alcanzaba a disernir.
—Hola -, la voz de otro hombrecito le saludaba amistosamente.
—Hola -, apenas llegó a balbucir.
—Supongo que estuviste tras mi huella por largo tiempo... —.El hombrecito nuevo, sacó un cigarrillo de su gabardina marrón oscura, y lo encendió con una "carusita", —, y al final me has encontrado, ¿no?
El primer hombrecito se quedó helado al ver a escasos metros, el reflejo que veía de sí mismo cada mañana en su espejo.
—No te preocupes —, quien encendiera el cigarrillo se acomodó su sombrero antiguo con olor a viejo —, siempre sucede lo mismo. No estamos preparados emocionalmente para enfrentar lo que tanto tiempo deseamos aniquilar.
¿Cuántos años me has buscado?, ¿20?, ¿30? Y ahora estás a unos pasos de mí, blanco como el algodón sin saber que hacer. ¿Sabés cuál es el problema aquí?
El problema es que me querés aniquilar, y a la vez, no me querés perder —. Este hombrecito patea una latita con sus zapatos bien lustrados —, y le sonríe al primero.
—Yo...
—No es necesario que me expliques nada —, expulsa el humo de su cigarrillo —, sé perfectamente como funciona esto. ¿Quién querría matar lo que más quiere mantener vivo? Y ahora, te estarás preguntando por qué, eso que te dá miedo, que te paraliza, que te angustia, que tanto rencor le cargaste durante tu vida, en este momento, es lo más preciado y adorado. Al encontrarme, no hiciste otra cosa que quitarle el velo a esa parte íntima tuya, que intentaste ocultarte a vos mismo, y en estos instantes, tenés que elegir.
—¿Q-qué es l-lo q-q-que tengo q-que elegir? —, el primer hombrecito sentía un temblor irreflenable en sus piernas, y su mano derecha, se movía espasmódicamente hacia un bolsillo de su gabardina.
—¿Cómo que no sabés lo que tenés que elegir? -, se ríe estruendosamente, a la vez que tira el cigarrillo al suelo y lo pisa con la punta de su zapato izquierdo. -Lo que tenés que elegir es si me vas a matar o no.
¿No lo entendés? -. Yo soy lo que no querés conocer de vos mismo, soy lo feo, lo ominoso, lo repugnante de tu propio ser, lo que jamás aceptarías de un otro, lo imperdonable, lo indiscutiblemente reprochable; lo más íntimo, lo más familiar, lo más personal de tu ser, tu ello y tu yo, tu empuje, tu satisfacción, tu poder, tu encuentro con lo perdido primordialmente. Tu placer negado, el encuentro con lo salvaje, el infierno y paraíso en un mismo sitio.
Subitamentte, el primer hombrecito sacó un revólver plateado de su gabardina, y disparó tres balas sobre el cuerpo del otro, destrozándole los ojos, el corazón y el estómago. Este último, cayó bruscamente sobre las baldozas rotas, mientras se oía un maullido de dolor a lo lejos. El dueño del arma, dejó caer sus brazos a sus costados, luego soltó el arma, y se quedó observando el cuerpo que yacía inerte a unos metros de su persona.
Horas mas tarde, cuentan que encontraron el cadáver de un pequeño hombrecito, vestido con una gabardina enorme de color marrón oscuro, un sombrero muy antiguo con olor a viejo, y unos zapatos muy bien lustrados. A su costado, había una pistola plateada que hubo sido disparada 3 veces, pero sin rastros de las balas. Su cuerpo se hallaba intacto, y su rostro, reflejaba una sonrisa espeluznante. el forense de turno, cerca del mediodía, escribiría en un acta, que ese hombre, había fallecido por un fallo cardíaco, provocado tal vez por un gran susto, pero debido a la inflexión de su sonrisa, ese susto, también encubriría algún tipo de placer.

toten 2.0 08/02/14