Texto publicado por Belié Beltrán

A VER QUÉ OPINAN ¿ESTÁN O NO DE ACUERDO?

UN OJO DE VENADO EN LA NIEVE III

Hemos venido conociendo un poco el modo en el que perciben la realidad algunos ciegos y ciegas en particular. Hablamos de modo superficial sobre las asociaciones perceptuales en el caso de personas que o bien nacieron sin vista o que dejaron de ver a muy temprana edad. Ahora, y siguiendo la línea de no generalizar los escenarios, tocaré mi propia experiencia sensorial; antes, hablaremos un poco sobre equilibrio o propiocepción.
La “propiocepción” es la concepción que el cuerpo tiene de la postura que ocupa en el espacio. Esta concepción parte de las informaciones de orientación que recibe el cerebro desde puntos específicos del cuerpo: cuello, articulaciones, oído.
En el caso del oído, este tiene alrededor de la cóclea unos bellos que funcionan como transmisores de información que facilita la estabilidad del cuerpo cuando hacemos giros bruscos. Con esta información previa, podemos deducir cuál es el modo de orientación de una persona con ceguera.
Cuando salgo a la calle, de modo mecánico intento permanecer atento a los mensajes acústicos que recibo de mi entorno. Los sonidos me hacen contar con una especie de mapa tridimensional del lugar en el que me encuentro. Pongámoslo de este modo:
A la derecha hay todo un escenario de carros, murmullo de gente y a la izquierda colmados, motoristas estacionados, chiringuitos. Ambas direcciones acústicas me facilitan un modo eficiente para conocer qué tan amplio o angosto es el espacio por el que me muevo. Es decir, de acuerdo a cómo reciba los sonidos del entorno, deduzco el tipo de lugar en el que estoy situado: amplio, abierto, cerrado, angosto, bajo techo a cielo abierto.
La concepción del mundo por el que camino no queda aquí; entran además lo que llamaré archivos perceptuales; o sea, sensaciones asociadas a momentos de determinada experiencia sensorial archivada desde la primera infancia hasta el presente. Así, determinado sonido, vinculado a cierta sensación táctil, indefectiblemente me retrotrae a puntos en los que hube de vivir sonidos similares, experiencias táctiles parecidas, unirlas y mediante la recreación de ambas situaciones puedo armar una imagen nueva que las una a ambas y con la cual adquiera mi propia interpretación de lo que observo. Es en este punto del reconocimiento del espacio cuando entra el lapso temporal en el que tuve la visión.
La asociación de la que recién he hablado, llamándole “archivos perceptuales” en mi caso tiene que ver también con el sentido de la vista. De manera que una vez me encuentro ubicado en el espacio físico mediante la acústica, a mí cerebro le llegan imágenes. Por decirlo de un modo simple, los sonidos hacen que imagine un retrato de mi entorno. Este retrato posee elementos estáticos y elementos en movimiento; sus contornos poseen colores similares a los que deberían tener en caso de que les viera, pero con una cierta brumosidad o difuminado, producto de la información cromática que permite obtener el ojo. Groso modo, es un sistema perceptivo similar al utilizado por los murciélagos, aunque en un modo rudimentario y muchísimo menos eficaz.