Texto publicado por Miguel de Portugalete
la tecnología más avanzada viene de los insectos
Pietro Laureano, arquitecto y urbanista, consultor de la Unesco.
Tengo 62 años. Nací en el sur de Italia y vivo en Florencia. Casado, mi
mujer es de Eritrea. Tengo dos hijos. El modelo de desarrollo debe cambiar
porque estamos destruyendo los recursos del planeta. La crisis financiera es
sólo una de sus consecuencias. Creo en el universo.
Del pasado al futuro.
Experto en regiones áridas y técnicas tradicionales de urbanismo, este
arquitecto no es ningún teórico, ha restaurado oasis en Argelia: "Los oasis
son el resultado del ingenio humano, un patrimonio de conocimientos técnicos
para combatir la aridez y un modelo de gestión sostenible para el planeta";
y ha coordinado y ha gestionado proyectos basados en la recuperación de las
antiguas técnicas de captación de agua en Yemen, Mauritana y Etiopía. Ha
fundado Ipogea, Centro de Estudios Sobre Conocimientos Tradicionales sin
ánimo de lucro, y ha impulsado el Banco Mundial de Conocimientos
Tradicionales. Pasó por Barcelona a inaugurar el ciclo Foros Esarq-UIC 2014.
Aprendemos de las arañas?
Mucho. Se están desarrollando nuevas formas de locomoción copiando sus
movimientos y los de reptiles, peces o las alas de las mariposas.
Biomímesis.
Sí, esa ciencia moderna que consiste en aprender de las plantas y de los
insectos para crear nueva tecnología muy avanzada. La evolución ha
seleccionado las soluciones más adecuadas y funcionales. Y yo de ahí di el
salto a la ecomímesis.
Aprender del ecosistema.
De cómo las sociedades han transformado el espacio en respuesta a los
cambios climáticos, ambientales y sociales. Técnicas que son el resultado de
una larga experiencia.
Arrinconada por la modernidad.
Absurdamente, porque su legado nos enseña a utilizar la energía solar,
controlar la fuerza de los vientos, el aislamiento térmico, la creación de
tierra de cultivo, la hidrodinámica para la recolección y captación de
agua... Yo aprendí mucho de los tuaregs.
Vivió usted con ellos ocho años.
En el Sáhara argelino, aprendiendo cómo se podían crear oasis en el
desierto, donde sus antiguos pobladores lograron tierra fértil para
cultivar. Todo empezó con la domesticación de las palmeras hace 4.000 años.
¿Cómo se domestica una palmera?
A base de cortarles las hojas se convirtieron en árboles. La palmera
permitió la sombra y con ella llegaron los insectos y el humus. Cavaban
túneles subterráneos horizontales combinados con ejes verticales que captan
la humedad de la atmósfera. El túnel condensa el agua y la conduce hacia el
oasis, que combinado con el ciclo de la vegetación permite tener agua que
nunca se acaba.
Increíble.
La opción moderna es hacer un pozo muy profundo y poner una bomba. Tendrás
agua hasta que se acabe.
Entonces los sumerios lo hacían mejor.
Sin duda. Hoy el modelo de urbanismo es horizontal, hemos olvidado la
integración vertical: aire, suelo, subsuelo; lo que nos está llevando a la
destrucción del suelo en todo el mundo. En las ciudades la lluvia se ha
convertido en un problema.
¿A causa del cemento?
Sí, que impide que el suelo absorba el agua. Todos los nutrientes van a
parar al mar: el mar es hipertrófico, y en la tierra tenemos que añadir
nutrientes químicos que acaban produciendo alimentos peligrosos.
¿En qué momento nos equivocamos?
En la era industrial, con sus técnicas invasivas. Cambiar el curso de los
ríos y construir grandes presas está cambiando el ecosistema del planeta.
Nuestra tecnología actual va contra la naturaleza y eso nos lleva a las
catástrofes, cada vez más frecuentes.
Necesitamos un cambio.
Urgente. Con la tecnología actual cada casa podría producir su propia
energía, agua, reutilizar los residuos... Pero dependemos de la red
eléctrica para todo, un sistema muy frágil que se puede desmoronar.
Un modelo que se ha instaurado en todo el mundo.
Sí, un modelo indiferenciado, esa es la idea de la arquitectura
internacional. Pero estamos obligados a cambiarlo porque todas nuestras
ciudades están en peligro: hemos transformado los ríos en tuberías. La
amenaza de una gran inundación y una explosión pende sobre todos nosotros.
No exagero.
¿Cómo reformular las ciudades?
Las ciudades han de tener un cinturón verde, las calles han de poder drenar
el agua para que pase al subsuelo, los edificios han de ser como árboles,
con jardines en los terrados que sirvan de climatización para el edificio,
que capturen el agua de la lluvia, que produzcan su propia energía.
...
Ciudades autónomas. Los ayuntamientos deberían dar tierra a la gente para
que se construya su propia casa y ofrecer talleres en los que se aúne
tradición constructiva de la zona con innovación. Hay que dar autonomía a la
población.
Estamos en el camino contrario.
Necesitamos que la gente vuelva a la montaña para que preserve el suelo, que
es el que nos protege de las inundaciones.
¿Dónde se ha aplicado con éxito?
En la recuperación de los Sassi de Matera, en el sur de Italia, cuevas
trogloditas excavadas en la roca, con sus patios soleados, jardines
elevados..., un ecosistema extraordinario. Lo único que ha hecho falta ha
sido adaptarlas a las nuevas necesidades. La ciudad vuelve a estar habitada.
Hoy es patrimonio de la humanidad.
En Tucson (Arizona), con muchos problemas de agua, estamos construyendo un
oasis para que la ciudad sea autosostenible, y lo hacemos con los materiales
y las técnicas tradicionales del lugar.
¿Qué hay después de la tecnología industrial?
La espacial, que utiliza energías alternativas, lo recicla todo y aprende
del pasado. La tecnología del oasis tradicional nos permitirá vivir en
Marte. Hay que comprender que tenemos una relación de fusión con la
naturaleza, y eso es lo que nos permite existir.
Ima Sanchís.
LaVanguardia
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