Texto publicado por Andrea Rivera

UNA CARTA DE DIOS PARA TI

Mi querida hija:

Lo primero que quiero hacerte saber el día de hoy es con cuánto amor te amo. Un amor tan inmenso, infinito y profundo con el cual nadie jamás podrá amarte. Fui yo quien te iba dando forma en el vientre de tu madre mientras ibas creciendo y desarrollándote dentro de ella.

Soy quien ha estado ahí, bajo cualquier circunstancia durante toda la trayectoria de tu vida. En días claros como grises; bajo sol y bajo lluvia. Cuando ha habido sombra y neblina o cuando ha salido el arco iris. He estado a través de tus victorias y en aquellos episodios donde has experimentado la derrota. Cuando todo ha sido exitoso, pero también cuando han llegado tragedias personales a tu vida. Y esas tragedias te han hecho pensar que mi mirada se ha apartado de ti.

He sido tan fiel con mis sentimientos hacia ti que aún cuando en medio de los procesos, muchos queriéndote ayudar te han confundido y hecho pensar que no debo estar contigo o que no es parte de mi plan… He ido infundiéndote aliento calladamente y de tal modo que has sabido que yo soy el único que puedo estar ahí siempre para ti, porque de otro modo no hubieras podido.

Mi amor hacia ti no está limitado ni sujeto a tus pensamientos o propias emociones y sentimientos. Yo soy superior a todo lo que te rodea llámese como se llame. Mi incondicionalidad es parte de mi naturaleza. Y muy a pesar de que existan cosas que ahora no entiendes, yo soy y seguiré siendo real en tu vida y en la de todo aquel que me recibe.

Deseo que en este momento no pierdas la paz, la serenidad y mucho menos tu confianza en mí. Deja de hacerte daño torturándote, pensando que es tu culpa, que no eres lo suficientemente buena o que ha sido un castigo lo que estás recibiendo. ¡No, no es nada de eso! Eso es lo que quieres que piense el enemigo para alejarte de mi propósito y de mis brazos. Que sientas que estás tan lejos y distanciada de mí que no habrá nada que pueda volver a acercarte. Pero mi amor, mi niña preciosa, soy Soberano, nada nunca podrá alejarte de mí a menos que tú lo decidas y aún así siempre estaré presto escuchando y aguardando tu llegada.

¿Puedes seguir confiando en mí con los ojos cerrados? Con tu mente concentrada y segura de que te llevaré siempre a un lugar cerca de mi corazón en que aunque azoten las tempestades puedas estar a salvo y protegida. ¿Puedes entonar una canción que solo puede cantar un alma que a pesar de las circunstancias puede alabarme? ¿Puedes ofrecerme una sonrisa serena aún cuando ahora mismo hay tanto dolor en tu corazón? Prometo que he de bendecirte y premiar tu constanza y confianza en mí.

Hija, sigo siendo el que ve más allá del camino y de la pared que no puedes ver ni atravesar ahora mismo. El que vigila tus sueños en la noche, considera tu ansiedad en el desvelo y la frustración y quien por la mañana hace que tu corazón lata para que puedas enfrentar el día, aún cuando sientes muchas veces que no podrás. ¿Puedes ver que aunque has pensado que no vas a poder más, aquí estás, dándole frente a esta prueba? Sigues viva, tu corazón se ha mantenido latiendo aún cuando muchas veces lo crees a punto de explotar e inerte.

Soy tu Padre, no te dejaré ni te desampararé. Soy tu guardaespaldas, protector, abrigo y la roca alta donde te refugias. Todos mis hijos son mis favoritos para mí, porque a cada uno los conozco y los he amado con amor especial. Permite que la brisa de hoy te susurre suavemente que te quiero y que eres parte de mi corazón, pero que yo también soy parte de tu corazón. ¡Calma, tranquilidad, paz, que no se turbe tu corazón, no tengas temor! Sigues estando en mis manos y en mis manos siempre estás segura porque no te dejaré caer.

De tu Padre que te ama más que nadie en este mundo
Dios