Texto publicado por Rody Armando Mora
VERDADES AMARGAS..
Yo no quiero mirar lo que he mirado
a través del cristal de la experiencia,
el mundo es un mercado en que se compra
el amor, la voluntad y la conciencia.
¿Amigos?... ¡Es mentira, no hay amigos!,
la verdadera amistad es ilusión,
ella cambia, se aleja, desaparece,
con los giros que da la situación.
Amigos complacientes sólo tienen
los que disfrutan de ventura y calma,
pero aquellos que a bate el infortunio,
sólo llevan tristezas en el alma.
Si estamos bien, nos tratan con cariño,
nos buscan, nos invitan, nos adulan:
más si acaso caemos, francamente
sólo por cumplimiento nos saludan.
En éste laberinto de la vida,
donde tanto domina la maldad,
todo tiene su precio estipulado,
amores , parentesco y amistad.
El que nada atesora, nada vale,
en toda reunión pasa por necio,
y por más nobles que sus hechos sean,
lo que alcanza es la burla y el desprecio.
Lo que brille nomás tiene cabida,
aunque brille por oro lo que es cobre,
lo que nunca perdonamos en la vida
es el delito de haber nacido pobre.
La corrupción, el vicio y hasta el crimen
pueden tener su puesto señalado,
las llagas del defecto no se miran,
si las cubre un diamante bien tallado.
La sociedad que adora su deshonra,
persigue con saña al criminal,
mas si el acero relumbra como el oro,
enmudece el juez.. y besa el puñal.
Nada hermano es perfecto, nada afable,
todo está con lo impuro entremezclado,
el mismo corazón, con ser tan noble,
cuántas veces se encuentra enmascarado.
Que existe la virtud, yo no lo niego,
pero siempre en conjunto defectuoso,
hay rasgos de virtud en el malvado
y hay rasgos de maldad en el virtuoso.
Cuando veo a mi paso tanta infamia
y que mancha mi planta tanto lodo,
ganas me dan de maldecir la vida,
ganas me dan de maldecirlo todo.
A nadie habrá de herir lo que aquí digo,
porque ceñido a la verdad estoy,
me dieron a libar hiel y veneno,
hiel y veneno en recompensa doy.
Y si tengo la palabra tosca,
en estas líneas oscuras y sin nombres,
doblando las rodillas en el polvo,
pido perdón a Dios, pero no al hombre.
Ramón Ortega.