Texto publicado por María Auxiliadora Rojas Morínigo
¿Cómo educar a los niños en el amor? (breve pero hermoso artículo que me llegó al alma!)
Qué diferente sería el mundo si todos los padres (absolutamente tooodos) educaran a sus hijos con amor, hasta me parece que seríamos más felices aún teniendo problemas!
Por eso, habiendo encontrado este sencillo artículo en un grupo de Facebook, quise compartirlo con ustedes, porque refleja exactamente mi forma de pensar, aún sin ser madre (pero les juro que si lo fuera, este sería mi modo de crianza de mis hijos sin ninguna duda!)
Espero sea de su agrado y, aprovecho para decirles a los padres o futuros padres ¡A educar con amor! No es imposible.
Con cariño e instinto maternal (aunque no precisamente sea madre), su amiga Auxi.
¿Cómo educar a los niños en el amor?
Los niños nacen y crecen en una familia, comunidad social básica que se establece con nexos y lazos emocionales. Si se prepara una cuna de amor, igual que el vientre prepara la cuna biológica, el niño crecerá en un contexto armonioso (Cómo educar a los niños en el amor, 1993).
Los padres aprenden a amar a los hijos desde la más tierna edad, cuando hay que prodigar cuidados y atenciones constantes. Esta relación permite a los niños desarrollar apego a la figura del cuidador y favorece la reciprocidad de sentimientos. En la medida que el niño crece, la expresión física del amor quizás decrece, pero aumenta la expresión verbal. Es importante hacerle sentir que es querido, amado y deseado, aunque haya que disciplinarlo de forma amorosa para favorecer su crecimiento armónico.
Es importante que los padres enseñen a comunicar el amor, que se lo hagan sentir y se lo digan; que compartan alegrías y tristezas, juegos, deportes y diversiones; que dediquen un tiempo del día a los hijos, así como lo emplean en ver televisión o en leer el periódico; que crezcan con sus hijos hasta la interdependencia y la separación. Una adecuada relación es formadora de hombres y mujeres saludables y crea una base sólida para el desarrollo de la familia y sociedad.
Los niños de hogares democráticos son activos, competitivos y extrovertidos. Los de hogares controladores exhiben poco espíritu de pelea, negativismo, desobediencia, agresión, tenacidad e intrepidez. Al parecer, el conformismo se obtiene a expensas de la libertad de expresión. Se ha demostrado que la democracia en el hogar se asocia al afecto, es decir, que las familias más democráticas proporcionan a sus hijos un sólido apoyo emocional. Este ambiente parece fomentar la inteligencia, curiosidad, originalidad y constructividad. Así pues, un hogar democrático estimula al niño de manera que participa intensamente en las actividades de sus compañeros, tiene más éxito y es capaz de aportar ideas creadoras y originales a los grupos con los que se relaciona. En el marco de un hogar en el que se le prestan atenciones y cuidados a los niños, la firmeza de los padres, junto con demandas de elevado discernimiento, fomenta la madurez y competencia. Los principales determinantes de estas características tempranas se encuentran en el hogar, especialmente en las relaciones afectuosas de los niños con sus progenitores.