Texto publicado por Isabel Blanco
El poder de las palabras
Sin darnos cuenta usamos palabras, duras e hirientes. Palabras que pueden afectar o herir susceptibilidades y que muchas veces no es realmente lo que quisiéramos decir.
Debemos pensar antes de soltar la lengua para evitar que salga toda la agresividad y la acidez que hay en nuestro interior y hagamos daño a las personas que nos rodean.Seguramente se puede decir lo mismo de manera que no dañe y así nos evitaremos muchos problemas, como ocurrió en este relato:
Todo depende…Un Sultán soñó que había perdido todos los dientes. Al despertar, después de comprobar que el sueño no se había cumplido, mandó llamar a un sabio para que interpretase su sueño.
–¡Qué desgracia mi Señor! Cada diente caído representa la pérdida de un pariente de Vuestra Majestad. Exclamó el sabio. –¡Qué insolencia! ¿Cómo te atreves a decirme semejante cosa? ¡Fuera de aquí! Gritó el Sultán enfurecido y a continuación llamó a la guardia y ordenó que le dieran cien latigazos al sabio.
Más tarde ordenó que llamaran a otro sabio y le contó lo que había soñado.Este, después de escuchar al Sultán con atención, le dijo: –¡Oh, gran Señor! Una gran felicidad os ha sido reservada. El sueño significa que sobrevivirás a todos tus parientes. Se iluminó el semblante del Sultán y con una gran sonrisa, ordenó que le dieran cien monedas de oro.
Cuando éste salía del palacio, uno de los cortesanos le dijo admirado:–¡No es posible! La interpretación que habéis hecho de los sueños es la misma que el primer sabio. No entiendo por qué al primero le pagó con cien latigazos y a ti con cien monedas de oro.–Amigo mío, todo depende de la forma en que transmitimos las cosas.
Uno de los grandes problemas de la humanidad es que no sabemos comunicarnos. De la comunicación depende muchas veces, si disfrutamos la vida o caemos en desgracia, incluso la paz o la guerra, dependen de la habilidad como transmitimos las palabras.Ante cualquier situación la verdad debe anteponerse a otras opciones. Dios mismo nos dice que, la verdad nos hará libres. Pero la verdad debe expresarse de una manera sabia y apropiada.La comunicación puede compararse con una piedra preciosa. Si la lanzamos contra el rostro de alguien, puede herir, pero si la envolvemos en un delicado embalaje y la entregamos será aceptada con agrado.
Las palabras pueden alterar la paz y el ánimo de quien las recibe y es posible que desencadenen toda una serie de acontecimientos negativos marcados por palabras que generan odios resentimientos, agresiones, intolerancia, crispación… En esta reflexión, podemos ver el círculo destructivo que crean las palabras negativas y la posibilidad de romperlo.
El dueño de una empresa le gritó a su administrador, porque en ese momento estaba muy nervioso.El administrador llegó a su casa y le gritó a su esposa, acusándola de gastar demasiado, al verla con un vestido nuevo.La esposa le gritó a la empleada porque había roto un plato. La empleada le dio un puntapié al perro porque la hizo tropezar. El perro salió corriendo y mordió a una señora que pasaba por la calle, porque le molestaba su presencia.
Esa señora fue al hospital para que le curaran las heridas y le gritó al médico porque al curarla le hizo daño.
El médico llegó a su casa y le gritó a su madre, porque la comida no estaba en su punto. La madre le acarició los cabellos y le dijo: Hijo, mañana te haré tu comida favorita. Tú trabajas mucho, estás cansado y necesitas de una buena noche de sueño. Voy a cambiar las sábanas de tu cama por otras bien limpias y perfumadas, para que descanses profundamente y mañana te sentirás mejor. Luego lo bendijo y salió de la habitación, dejándolo descansar.En ese momento, se interrumpió el Círculo del odio, porque chocó con la Paciencia, el Perdón y el Amor.
No sé si te ha ocurrido, pero hay palabras que vienen de parte de Dios. Pueden ser en forma de pensamientos, de ideas, incluso de las circunstancias en las que nos encontramos y también a través de los consejos de personas que nos rodean. Debemos estar atentos y aprender a escucharlas ya que en ellas podemos encontrar la sabiduría que necesitamos vivir y así poder enfrentar distintas situaciones.
Cierto hombre susurró, Dios, háblame…Y el árbol cantó.Pero el hombre no oía.
Habló más fuerte, ¡Dios, háblame! y un rayo cruzó el cielo…Pero el hombre no escuchó.
Miró a su alrededor y dijo: ¡Dios, permite que te vea!Y una estrella se iluminó con gran resplandor…Pero el hombre no la vio.
Entonces gritó más fuerte: ¡Dios, muéstrame un milagro!Y en ese momento nació un niño… Pero el hombre no se dio cuenta.
Luego pidió a gritos, con desesperación: ¡Dios haz algo, hazme saber que estás aquí!En ese instante, Dios hizo que una mariposa se posase sobre su hombro…Pero el hombre la espantó y continuó su camino.
Habitualmente solemos darnos cuenta de cosas en la vida y en la conducta de los demás, que no somos capaces de identificar en nuestra propia vida.Eso nos ocurre con las actitudes, defectos, fallos y reacciones; pero también nos ocurre con las palabras.
Le damos demasiada importancia a las palabras que otros dicen, lo que opinan, del tono que emplean al hablar, de la carga emocional que acompaña a sus palabras, especialmente si esta carga es negativa y desde luego somos muy sensibles a las cosas que otros nos dicen.
Sin embargo nos pasa por alto que cuando nosotros hablamos seguramente nuestras palabras, tono, actitud y carga emotiva... también pueden resultar molestas o hirientes hacia los que nos rodean.
Las palabras son muy importantes porque expresan sentimientos, pensamientos y conceptos que anidan en lo más profundo de cada uno de nosotros.A veces una palabra se valora por su significado, por su etimología; otras veces decimos palabras que realmente no expresan lo que queremos transmitir, pero que en el contexto en el que son dichas, son claramente entendibles y en otras ocasiones nuestras palabras son las «correctas y apropiadas» es decir las políticamente correctas, pero con la actitud, el tono y los sentimientos con que las acompañamos, pueden resultar totalmente destructivas y dañinas.