Texto publicado por Rodolfo Ernesto Bustillos Espinoza

el amigo imaginario

hola!
aqui tengo un texto interesante.
el amigo imaginario.

Casandra era una tímida niña de seis años que prefería la compañía de sus muñecas a relacionarse con otros niños. Por este motivo no le resultó muy duro
cambiar de casa y dejar atrás su antiguo barrio y colegio cuando sus padres decidieron mudarse.

Sus padres estaban preocupados por el cambio, pero sabían que con el tiempo acabaría disfrutando de su nuevo hogar. Una vieja mansión que tenía un gran
jardín, con un columpio, un tobogán e incluso una pequeña casita de madera en el árbol.

La niña se acostumbró enseguida a su nuevo hogar. Pero tener tanto espacio para jugar la volvió incluso más retraída y solitaria. Casandra solía subir
con sus muñecas a la casa del árbol y pasaba allí varias horas hablando sola, según ella con su amiga Ana. Los padres no le dieron mucha importancia pues
sabían que a esa edad eran comunes los amigos imaginarios. Las vacaciones de verano pronto acabarían y con el nuevo curso escolar haría nuevos amigos en
clase.

Los días pasaban y el comportamiento de la niña cada día era más extraño, casi no hablaba con sus padres y aprovechaba cualquier momento para “refugiarse”
en su casita del árbol. Los padres podían escucharla hablar durante horas con su amiga Ana. Pero lo que más les preocupaba era que cada vez conciliaba
peor el sueño, hablaba dormida y parecía sufrir pesadillas pues era habitual que entonara frases como “tengo frío”, “no puedo ver” o “ayúdame”. Una noche
la madre sintió pasos en el pasillo, asustada avisó a su marido, quien salió a ver y se encontró a Casandra caminando sin rumbo, la niña parecía sonámbula
y, cuando su padre la llamó, se despertó totalmente aturdida y sin saber qué hacía de pie fuera de su habitación.

Cada vez las incursiones nocturnas de Casandra eran más atrevidas y se alejaba más de su cuarto. Sus padres tenían miedo de que la niña saliera a la calle,
sola y por la noche. Así que decidieron llevarla a una clínica del sueño en la que podrían “monitorear” sus hábitos de sueño para tratar su sonambulismo.
Pero tras pasar dos noches no se detectó nada extraño, de hecho en ambas ocasiones Casandra durmió plácidamente toda la noche. El psicólogo tampoco ayudó
mucho, únicamente les confirmó lo que ellos ya sabían, que tenía una amiga imaginaria que se llamaba Ana y que tenía su misma edad. El psicólogo le restó
importancia al hecho y les dijo que era relativamente frecuente , y más teniendo en cuenta que la niña prácticamente no tenía amistades. Les recomendó
que pasaran más tiempo con ella y que trataran de relacionarla con más niños de su edad para que Casandra fuera, poco a poco, olvidando a Ana y centrándose
en sus amistades reales.

Los padres siguieron al pie de la letra las indicaciones del psicólogo, pasaban cada vez más tiempo con ella y la dejaban poco tiempo libre para que fuera
a “charlar” con Ana en su casa del árbol. Pero eso no hizo más que empeorar su ataque de sonambulismo, parecía como si el tiempo que ya no pasaba con su
amiga imaginaria por el día lo compensara por la noche. Sus sueños parecían cada vez más vívidos y en un par de ocasiones el padre la encontró a punto
de salir al jardín. La niña cada vez parecía más agotada y con el cansancio acumulado era como si cada noche perdiera más el control y pasara más tiempo
sonámbula.

Una noche el padre sintió como alguien bajaba la escalera, al ver a su hija en la puerta de casa un frío le recorrió la espalda. Al contrario que en otras
ocasiones, cuando llamó a Casandra la niña pareció ignorarle y solamente le dedicó una mirada fugaz antes de abrir la puerta y salir al jardín. Los ojos
de su hija parecían otros, era como si no la reconociera. Asustado, bajó las escaleras y salió corriendo detrás de ella mientras la niña avanzaba en dirección
a la casita del árbol; cuando estaba a pocos metros del lugar, la niña se agachó mientras balbuceaba algo que su padre no podía entender.

Casandra comenzó a escavar el suelo con sus manos, su padre al llegar a su lado la escuchó decir “tengo que salir”, “aquí hace mucho frío”. Su padre la
abrazó y sintió que su hija estaba congelada, era como si no respondiera y luchaba por seguir cavando, sus pequeños dedos estaban ensangrentados por arañar
la tierra y golpearse con las piedras que había en el suelo. Se había roto un par de uñas y aún así parecía no despertarse. El padre no sabía qué hacer
mientras la niña pataleaba y le pedía que la soltara y la dejara continuar.

De repente, como si se le encendiera una luz en la cabeza, el padre dejó de llamarla por su nombre y la llamó “Ana”, en ese momento la niña se giró y dejó
de luchar mientras se le quedó mirando.

- Ana, ¿eres tú?. – dijo el padre.

La niña le miró fijamente con unos ojitos que imploraban que la ayudasen, un par de segundos después se desmayó, al instante abrió nuevamente los ojos
y esta vez Casandra con su propio cuerpo miró asustada en todas direcciones como intentando comprender dónde estaba y por qué le dolían tanto las manos.
Su padre la llevó dentro de casa, donde su madre se quedó limpiando sus heridas, el daño no era tanto como parecía en la oscuridad de la noche, pero el
padre sabía que tenía un asunto pendiente en el jardín, así que mientras su hija se reponía con su mujer, bajó con una linterna y una pala.

Al llegar al mismo lugar donde Casandra había escavado, volvió a sentir un escalofrío. Pero no era momento de tener miedo, empezaba a intuir el motivo
por el que su hija no podía descansar por las noches y quería acabar de una vez por todas con el problema. Clavó una y otras vez la pala, hasta que pudo
ver algo que le llamó la atención. Una pequeña manita huesuda apareció bajo la tierra. Era tan pequeña como la de su hija y al verla sintió una tristeza
tan profunda que se puso a llorar. El padre entre llantos entró a su casa y le pidió a su mujer que no saliera al jardín bajo ningún concepto mientras
él realizaba una llamada.

Menos de veinte minutos después un coche de policía y un forense llegaron para levantar el cadáver de una niña de unos seis años. Investigaciones posteriores
demostraron que se trataba de Ana, una niña que había desaparecido hace un par de años en uno de los pueblos cercanos. La niña al parecer había sido asesinada,
pues su cadáver mostraba signos de violencia. El anterior propietario de la casa la había enterrado en su jardín, sabiendo que nadie podría investigar
en una propiedad privada sin una orden judicial.

Ana nunca más se comunicó con Casandra; parece que, al desvelarse su asesinato y detenerse a su asesino, por fin pudo descansar. Pero Casandra siempre
guardaría el escalofriante recuerdo de cuando hablaba con un espíritu que no podía descansar.

Cita
NOTA: Siempre se ha creído que los niños tienen un don especial para ver los entes del más allá. Muchas personas identifican los amigos imaginarios, que
muchos niños tienen a determinada edad, con la presencia de espíritus que podrían relacionarse y comunicarse con ellos. ¿Será verdad la leyenda? ¿Pueden
los niños ver fantasmas? y lo qué es más escalofriante… ¿pueden comunicarse con ellos? Por si acaso la próxima vez que tu hijo, tu sobrino o tu hermanito
hable sólo y sientas un frío recorrer tu espalda ponte a temblar porque un fantasma podría estar muy cerca.