Texto publicado por Gabo
LAS SOMBRAS
Como cada día, Carla muy contenta se dirigía a su escuela; su mochilita algo desteñida y de grandes proporciones en relación a su pequeña espalda, cubría gran parte de su diminuto cuerpo y descendía como pesada carga hasta sus estrechas caderas, que se tambaleaban al ritmo de sus piernecillas de muñeca tierna.
Después de caminar durante un prolongado tiempo, se encontró de repente en un callejón estrecho, con aceras límpidas y cubierto por piedrecillas blancas y de color azul escueto.
¿Dónde estoy? Se preguntaba Carla con ademán incierto; ¡siempre he tomado este camino desierto, mas nunca he visto este lugar tan bello!, ¿en dónde estoy Santísimo Padre Nuestro?
¿Es que acaso es un hermoso sueño? ¡O me he perdido en tan brillante suelo!
Con la duda latente en cada paso, acudió presta sin pensar siquiera en el posible retroceso; que la llevara por caminos viejos, recorridos en sus andanzas.
¡Mirad al cielo, mirada al cielo y distinguiréis mil direcciones por las que las estrellas andan!, replicó de pronto un vozarrón que entre las piedras parlamentaba.
¿Qué eres tú, profunda voz de sordo trueno que no contemplo tu aparente gran bocaza? ¿Sois el dios de noches, madrugadas, y tardes largas?, ¡o el Dios taita del que la Chandy y el Jacinto un día me hablaran!.
¡O no……. No soy dios noche , ni taita bueno del que escucharas; yo soy la nada; el tiempo mudo en que el agua sucia reparara para dejar de correr por la fría quebrada que tus ojos trémulos no podrán dejar de ver; si te adelantas alcanzarás las tierras medias en que equilibro mi balanza y poder!.
¡Camina pues ahora es temprano para después!, ¡no te detengas niña chica revestida de alas sobre tus pasos será difícil volver!
Dicho esto, y de forma repentina, ante la dulce y sorprendida Carla, ríos de agua cristalina aparecieron ante sí.
Contemplóse sobre el lecho del espejo cristalino, y en pensamiento profirió estas palabras:
¡Serán las sombras figurillas del silencio?, o soy el cuerpo de ese espíritu ya muerto!
¡Aaaaaaaaaaaaaaa!, gritaba con gran estrépito la muchacha. Y al ver su boca que entre las aguas se dibujaba, alzó los brazos un tanto inquieta y asustada.
¡Porqué me imitáis boca muda y me haces chanza? ¡No tienes voz en que se tornen tus palabras!
Calló de pronto la niña, y con ella lo que en el agua se hallaba. Mientras la sombra se obstinaba en mirarla, dio media vuelta y antes de que esta escapara, se dijo sonriente,
¡Vaya del hombre, que solo en su vida estaba, si viera el agua que por este riachuelo pasa, sería feliz mientras con su propio pensamiento hablara!, ¿o que es la sombra, sino el reflejo de esa soledad vana, y el agua sucia lo que antaño pensaba?
Lo cierto es que de regreso a casa, Carla cantaba y por las noches al espejo se miraba, para recordarse a sí misma, aunque los demás de ella se olvidaran.