Texto publicado por Jaime Nelson Arboleda Barrera
Locura temporal: relato de la red.
Viernes. Viernes por la noche, una fría noche de Agosto en que pareciera nunca dejar de llover. Estoy sola en mi cama. Doy vueltas, y más vueltas, cuento
un par de ovejas, luego rezo un padrenuestro pero… nada.
El sueño no vuelve a mí. Abro los ojos en la oscuridad y allí las veo de nuevo: Un montón de sombras que revolotean incesantes por el techo y las paredes
de la habitación.
- Tengo que dormir, ¡¡¡¡tengo que dormir!!!!!- Me repito como reproche. Las horas pasan despacio y silenciosas y yo no concilio el sueño. Tengo miedo.
Siento un calor frío bajo la piel y un dolor punzante en el pecho. Dos meses atrás, cuando Alfonso llamó para decirme que se iba de vacaciones sentí el
mismo dolor, y también la última vez que lo llamé, cuando me dijo que ya no quería nada conmigo. Ese imbécil me rompió el corazón, el orgullo, el alma.
Desde entonces y a muy pesar mío, las cosas en mi vida marchaban mal, el dolor me había corroído el alma, me había enseñado a odiar, a desear la muerte
de otra persona, a sentir un deseo casi sexual al pensar en las maneras posibles para encontrar a Alfonso y darle muerte de la manera más sádica posible…
pero en mi cabeza esas ideas pronto las esfumaba la razón, y mis pensamientos, nublados de visiones espantosas y crueles se aclaraban de pronto haciéndome
volver a la realidad.
Sigo igual. Los calmantes recetados por el psiquiatra parecen burlarse de mis sentidos, no mejoro, no siento bienestar emocional ni físico, es más, hace
días mi cabello empezó a caerse y a dejar mi huella en los sillones y almohadas de la casa.
- ¿Por qué?- Me pregunto, y sé que pronto empezara mi estúpido ataque de melancolía:
- ¿¿Por qué te fuiste, por qué me dejaste sola?? ¿¿¿Por qué???
Entonces unas lágrimas furiosas brotan de mis ojos, y un grito ahogado nace en mi apretada garganta… luego lloro, profunda y desconsoladamente porque aún
lo extraño, aún me duele y aún estoy acostada sin poder conciliar el sueño.
Han pasado más de cuarenta minutos desde mi penoso espectáculo de amor. Siento vergüenza y nauseas (Quizá por los ansiolíticos) y de pronto un sentimiento
desagradable y frío me recorre todo el cuerpo alertando mis sentidos y haciéndome recuperar las fuerzas perdidas en el llanto. Vuelvo a sentir el implacable
odio llenando de veneno mi corazón y una vez más las macabras ideas de asesinar a quien tanto amaba me estremecen el alma hasta dejarla fría.
Venganza… que hermosa y sensual palabra, dulce como el vino y envolvente como el alcohol. Por fin estoy más tranquila, el odio me calma, logra enfriar
mi mente por un momento, entonces vuelvo a cerrar los ojos y el sueño esta vez parece posarse sobre mis párpados. Lo consigo por fin, estoy entrando en
la inconciencia, cuando de repente veo la cara desfigurada de Alfonso gritándome a la cara que no quiere verme más…
- ¡¡¡Déjame!!! ¡¡¡¡Déjame tranquila!!!!!
Despierto sobresaltada gritando y sollozando otra vez. Estoy sola y confundida, las paredes de mi cuarto parecen ondearse ante mi atónita mirada y unas
sombras macabras danzan sobre los muros bañados de oscuridad, el miedo me hace desviar la vista de aquello y me encuentro de frentón con el enorme espejo
que cuelga en el otro extremo de la habitación en donde una enorme y espantosa figura negra me observa desde su interior.
- Dios mío, ¡¡¡esto no puede ser real!!!- Grito desesperada mientras me cubro con las mantas y una fría voz parece llamarme a lo lejos:
- Hazlo, acaba con tu quebranto, Elena, ¡¡¡¡hazlo!!!!!
-¡¡¡¡ NOOOOOOOOOOOOO!!!! Vuelvo a gritar espantada, intento moverme pero el miedo me petrifica y mis piernas parecen de espuma… las voces se alejan pero
aún están ahí puedo sentirlas aunque no las vea. De pronto, las voces parecen marcharse del todo, el sonido del silencio y mi respiración vuelven a llenar
la oscura habitación… Miro de reojo el espejo y ya no hay nada más que la luz de la ventana en su reflejo.
- Nada de esto ocurrió, sé que no estoy loca, es sólo… es sólo que olvidé mis antidepresivos.
Me levanto de la cama para ir al baño, mi cuerpo está pesado y mis piernas temblorosas, hasta caminar me parece un tormento. Me acerco despacio al pasillo
y llego por fin a la puerta de mi destino, comienzo a sentir como un sudor frío me empapa la espalda y mi corazón se acelera al punto de hacerme doler
el pecho. Tomo lentamente la manilla de la puerta y la abro despacio, mi cara se transforma horrorizada por el espectáculo macabro que acaba de presenciar:
Alfonso está en la tina con el cuello abierto por un cuchillo y sus ojos fijos en el techo parecen desorbitarse, mientras la sangre corre por la blanca
loza de la bañera, de pronto gira su cabeza, me mira con odio y esta cae rodando por el piso hasta llegar a mis pies. Un grito ahogado emerge de mi garganta
y de pronto todo está negro…
He despertado de nuevo. Busco desesperada mis calmantes en la mesita de noche, sólo debo tomar uno al día, sin embargo ya voy en el cuarto y parece que
nada ha cambiado. Ya no puedo dormir, no quiero hacerlo, el miedo a tener otra pesadilla me aterra y prefiero mantener la vigilia un poco más. Esta angustia
infernal parece envolverme en sus brazos y aunque lo intento no puedo escapar.
Por fin la encuentro. Tomo dos pastillas, quizás ahora por fin pueda estar más tranquila.
La lluvia sigue cayendo y las horas siguen pasando. Mi cabeza sigue buscando maneras para saciar el odio que oprime mi alma y llevar a cabo la venganza
contra el imbécil que arruinó mi vida, que transformó mi amor en odio y mi alegría en llanto y tornó mi sentido común en una terrible patología mental
sedienta de voces y sombras malignas que me incitan a odiar, que me convirtieron en un ser frío y lleno de temor. Vuelvo a romper en llanto y busco con
torpeza otro calmante de mi mesa de noche, sólo uno más, para calmar el dolor, otro para conciliar el sueño…me siento extrañamente mareada y feliz. De
pronto los pensamientos se alejan y escucho la voz de mi antigua conciencia, la que tenía antes de vivir todo este infierno. Empiezan a pesarme los parpados
(¡¡Por fin voy a dormir!!) y un hilillo de sangre empieza a brotar de mi nariz, pero no me importa. Me tambaleo sentada sobre la cama y escucho el hermoso
silencio. Ya no hay sombras en la habitación y la lluvia parece haber terminado. Mi mente al fin se rinde para dar paso sueño, y lloro de felicidad por
estar en calma otra vez (El hilillo de sangre ahora es un chorro que baja por mi cuello) lloro, porque ya casi no siento mi cuerpo y me inclino para tomar
un último calmante y mientras lo hago mi cuerpo se apoya en el respaldo de la cama. La sangre ya no brota sólo de mi nariz, ahora baja por mis ojos y mi
boca y siento su sabor metálico y espeso. El sueño me lleva consigo y soy feliz de nuevo, pero en mis sueños la calma se va otra vez, las voces de la habitación
me llaman, la sombra del espejo sale lentamente para acercarse a mi lecho y grito, grito desesperada pero esta vez mis gritos son mudos, y se pierden silenciosos,
la sombra se acerca, sus ojos parecen dos huecos negros fríos como la muerte y el miedo parece paralizarme, apreto mis ojos para dejar de ver todo aquello.
- ¡¡Quiero despertaaar!!
Abro los ojos y todo ha desaparecido, estoy con la mitad del cuerpo en el piso y bajo mi boca un charco de sangre, la sombra sigue viéndome en el espejo,
y yo sigo rogando por otro despertar, aunque esta vez el sueño haya terminado.