Texto publicado por Belié Beltrán
¡doble celebración!
¡hola gente blindworld!
como estamos de cumple nos felicito gustosísimo. y para mostrar mi alegría, les comparto además el cuento que acaba de ganar primera mención en el concurso de cuento profesor juan Bosch, organizado en mi país -república dominicana- por FUNGLODE. ¡espero que les guste! ¿con todo cariño para todos! ¡y a morder sonrisas y otras cositas! jaja
MORDER LA SONRISA, BORIS
Por: Lobo Hombre
A Boris Vian, por las borracheras brindadas con el pianóctel.
El ciego que ahora hay ante mi portal lleva un pañuelo en los ojos. No tiene mucho tiempo sin vista. Su boca aún se extravía al mirarme desde el escalón. Él es la primera persona que cada día veo y saludo, primero incluso que alhombre con el que ahora duermo.
El que estuvo antes no usaba venda. Igual que a este, era la primera persona que cada mañana veía o saludaba. Sus pupilas se fijaban en mí, sin brillo, como el rostro de un muerto. De no ser por la vivacidad de los labios, podría haberlo confundido con una estatua sin gesto.
Su boca se levantaba como para verme, cada vez que los pasos me anunciaban. Cuando mi perfume venía a pasarle la mano por el rostro, ya él me esperaba con la sonrisa descalza. El gesto de su sonrisa me atrajo, en principio como una curiosidad cualquiera, luego con cierta inquietud entre las piernas.
Noté que las noches en las que entraba al edificio, acompañada de mi novio, la sonrisa de Boris me esperaba de pie, pero no se descalzaba. Me dio curiosidad.
Le conté a Colin, mi pareja, que el ciego que esperaba abajo era muy atractivo. No tiene que ver con la ropa polvorienta, ni con el sudor reseco, le dije. Es sobre todo la boca, la sonrisa.
Me volví monotemática. A Colin le hacía gracia mi atracción. Pienso que se excitaba imaginándome con el ciego. Aproveché su curiosidad para coquetear con la sonrisa de Boris.
Me sentaba junto a él a conversar. De ahí pasé a leer el periódico para su sonrisa. Boris era muy callado, a diferencia de sus carcajadas: medio descaradas, chismosas sí, como todas.
Cierto día, le contaba una historia que salió en un comic sobre vampiros bulímicos. Boris se sintió tan divertido que los piececitos de su sonrisa le salieron más que nunca de los labios; sentí ganas de besarlos. Acabé con su lengua en mi boca, y aunque había sido otra la intensión, también eso me gustó.
Como esperaba a Colin para dentro de una hora, invité a Boris a subir a mi cuarto. Fue la primera vez, desde que los ciegos empezaron a apostarse ante mi portal, que dejé que alguno entrara en mi habitación. Iba con ganas de sentir tan rico, y sobre todo, de mordisquear los piececitos en su sonrisa. Hasta el momento no lo había conseguido.
Lo senté en una silla frente a mi cama. Me subí sobre sus piernas. Le dejé quitarme la blusa. Cuando él chispeaba y en lugar de su sonrisa había una ranita arrugada de ansiedad, lo amarré al asiento. Coincidió el momento, con la llegada de Colin.
Paré al verle para alcanzarlo. Antes de que dijera nada, lo besé con Francia en la lengua y algunas mordidas. Mi recibimiento le gustó, aunque no tanto como ver a Boris sujeto en la habitación, con su ranita a punto de morirle en el rostro. La rana de Colin saltó hasta mi boca y antes de darme cuenta estaba desnuda sobre la cama, con las pupilas de Boris buscándome entre los gemidos y mi entrepierna a medio llenar. Mi último alarido, supongo que fusiló o desquició la ranita de Boris, porque empezó a dar saltos en la silla, intuyo que en un intento de zafarse.
Al finalizar, Colin se puso en pie, soltó a Boris, lo acompañó a la puerta y le pidió que cerrara al bajar. Él pareció desconcertado. Vi en su rostro nacer una lagartija desilusión. Sentí pena, luego volví la mirada a la desnudez de mi novio y le pedí que regresara a la cama, que me hiciera compañía.
A la mañana siguiente saludé a Boris antes que a Colin, como siempre. Su sonrisa parecía desnutrida. Para consolarla un poco, le hice algunos halagos y le di un beso. Prometí una sorpresa para la tarde.
A que no me dices lo que te traje hoy, dije a Boris. Él no adivinó, jugueteaba con las partes de su bastón y no quería pensar demasiado. Le di un beso en la barbilla. Otro ejemplar de Los Vampiros Bulímicos. Su sonrisa engordó por lo menos medio gramo. Al terminar de leer estaba rolliza y lista para recibir mordiditas en los pies. También lo estaba yo para bailar con mi lengua en su boca.
Como la noche anterior, le invité a mi apartamento. Él no quiso. Pero tanto insistí y tan anhelante estaba su sonrisa que a los dos minutos me tenía sobre sus piernas, desnuda. Él me acariciaba. Su rana parecía morir de colesterol ansioso. La humedad había inundado el cuarto. Estábamos a punto de flotar entre mis flujos. Hacía años que no chorreaba tanto. Metía las manos entre los pantalones del ciego cuando Colin abrió la puerta. Con su entrada salió, entre el río de flujos, el panti que usé esa noche, los zapatos y la esperanza de Boris. Salté sobre mi novio. Chapoteando se acercó a mi. Metió un dedo para taponarme un poco. Me besó.
Hice tanto ruido, que a la rana de Boris casi le da un infarto. Tuve ganas de llorar al verle nacer la lagartija en el rostro mientras mi novio lo acompañaba a la salida y le pedía que cierre el portón del edificio al salir. Con Boris se fue la riada. Se lo agradecí, porque ya tenía ganas de andar sobre el piso sin tener que chapotear.
Durante todo el fin de semana no salí, tampoco le permití a Colin que me visitara. Pero el lunes bajé a saludar a Boris. Fui a comprar varios ejemplares de Los Vampiros Bulímicos y pasé todo el día leyendo. Entre ejemplar y ejemplar intercalaba besos a la lengua de Boris con mordidas a los piececitos de su sonrisa. Al anochecer le pedí que me acompañara. Tenía las pupilas casi tan vivaces como su boca.
Arrodillada engullía cuanto Boris llevaba entre las piernas. Cuando Colin entró, apenas bajó el nivel de mis flujos, de inmediato volvió a subir. Le hice señas a mi novio para que se acercara, mientras continuaba engullendo.
Una vez Colin estuvo a mi lado, me puse en pie y besé la ranita de Boris. Amor ¿quieres desatar por favor a nuestro ciego? Colin, supongo que sin comprender, le soltó las manos y los pies. Cielo, siéntate ahora tú.
El ciego, junto a la rana y su sonrisa, se sentó sobre mi cama a esperar noticias. Amarré a mi novio. Me senté sobre él. Le coloqué una venda en los ojos. Después de besarle, puse sobre sus piernas el bastón de Boris. Me fui chorreando a la cama, a gemir y destrozar con mis uñas la espalda del invitado.
Casi no podía ver a Colin, de lo gorda que estaba su rana. No le hice mucho caso. La pelvis de Boris aceleró el bombeo entre mis piernas. Lo último que vi fue al ciego masticar su sonrisa para escupírmela en la cara. Goteó algo en mis intestinos. Perdí casi todos los gemidos. Antes de apagarme por completo tragué la sonrisa de Boris y di un alarido.
Espatarrada en la cama, vi que Boris nadaba hacia Colin. Lo desató y le colocó el bastón en la mano. Indiferente observé los oleajes que hacían mis flujos en la habitación mientras mi novio salía del cuarto con el encargo de cerrar el portón al salir. Boris volvió a la cama; de no ser porque me taponó durante toda la noche, nos habríamos ahogado.