Texto publicado por Puri Aguila González

Nota: esta publicación fue revisada por su autor hace 9 años. Antes se titulaba Os envío un breve relato, escrito por mí, que trata de una pareja de ancianos,etc..

Amor sin sexo

AMOR SIN SEXO.

En la residencia de mayores, se estaba celebrando la noche de fin de año; pero, el grupo de ancianos, hombres i mujeres, aunque sonreían, al ver y escuchar los improvisados espectáculos que algunos aficionados les ofrecían,estaban pensando en su antiguo hogar, y sus familias, que según alegaban,por motivos de trabajo, no podían atenderles...

La cena se anticipaba a las 12 de la noche, pues a esa hora,ya estaban todos en la cama.
Aquella mañana, su hijo había llamado por teléfono, a una mujer, de casi 80 años, que estaba muy triste, y un poco apartada del
bullicioso grupo, que aplaudía las actuaciones, y comía la suculenta cena de noche vieja, y degustaba las golosinas navideñas, que las empleadas de la residencia, les presentaban...
Ella, pensaba en su difunto marido, y en sus hijos...
Uno, también fallecido, y el otro, lejos de allí, por su trabajo, y con su esposa e hijos, que le absorbían, hasta olvidarse de su pobre madre, que se iba apagando lentamehnte, como una lamparilla, y mustiándose, como una flor marchita, esperando la muerte.

Él le había dicho que todos estaban muy bien; pero le era imposible ir a verla... Ella, aparentó conformidad y paciencia, y le dijo, que no se preocupase, que ella estaba bien; pero la procesión, iba por dentro; pues allí, todos eran residuos de una vida pasada, próxima a estinguirse...
no había amigos ni nadie, en quien confiar, ya que, algunas mentes, estaban perturbadas por el Alceimer, y no podían seguir una conversación estable...
otros, arrastraban en su vejez, las manías y rarezas de toda su vida,
aumentadas por la amargura y la depresión.
Ella, había cuidado a sus nietos, hasta que su hijo, se trasladó a otra ciudad, y prefirió quedarse en su casa, con sus recuerdos, hasta que las enfermedades, la fueron minando, y debido a su situación, tuvo que trasladarse a una residencia, donde la trataban bien, de un modo profesional, pero frío y distante.
Hacía unos días, había ingresado un hombre, también mayor, pero apuesto y distinguido, a pesar de su edad, que demostraba tener una gran cultura, sensibilidad y y buen gusto.
Habían charlado varias veces de su vida pasada, de su trabajo, sus aficiones, y se entendían muy bien, pues les unía su amor por la lectura, la poesía, el arte y la Naturaleza.
Congeniaban a las mil maravillas, y en mútua compañía, hasta la residencia, les parecía un paraíso.
Paseaban por el jardín, cojidos de la mano, y al despedirse se daban un beso puro y casto en la mejilla; pero juntos eran muy felices y dichosos.
Aquella noche, él le entregó una nota, que era un poema dedicado a ella, y tras ponerse las gafas, con mano temblorosa,pudo leerlo, y decía así:

En este fin de año, yo quisiera,
decirte lo que mi corazón siente,
Ya cercano el final de nuestra vida,
Cual bello atardecer de primavera,
permaneces en mi alma y en mi mente;
con tenue luz tus ojos me cautivan,
cual resplandor de radiantes estrellas.
Aunque no exista la pasión de antaño,
ni el fuego de mis labios en los tuyos,
sin los vaivenes y los desengaños,
que causan los amores inmaduros,
nos abrasamos en la misma lumbre,
cuyo rescoldo, nunca va a estinguirse,
hasta llegar a la más alta cumbre,
donde el sol,jamás conoce eclipses...
yo te amaré, el resto de mis días,
con un cariño, tan puro y sincero,
aunque mis manos ya no te acaricien,
tu cuerpo tan hermoso en otro tiempo,
nuestras dos almas estarán unidas,
remplazando la unión de nuestros cuerpos,
en un ocaso,tan bello y sublime,
como puesta de sol, en mar adentro.

Después de leerlo, con los ojos llenos de lágrimas, ambos se fundieron en un abrazo sin fin.

Puri Aguila.