Texto publicado por Jaime Nelson Arboleda Barrera
Tía garcita y tío sapo.
Tía Garcita Morena y tío Sapo
A tío sapo se le ocurrió que debía casarse con tía Garcita Morena, por lo cual fue a pedirla en matrimonio. Los papás de la novia le contestaron que les diera tiempo de pensarlo y que le enviarían por escrito la respuesta.
Mientras tanto, él no perdía ocasión de verla para conversar. Un día la encontró de paseo por el camino real. En ese momento venía en sentido opuesto una carreta y para dársela de muy forzudo, dijo:
- Ahora le voy a dar un susto a ese boyero.
Y se acostó atravesado en el camino. La carreta se fue acercando, tran, tran, cararán… y pasó por sobre tío Sapo, quien cuando pensó moverse para asustar al boyero volcándose la carreta, que tal era la intención, ya estaba hecho una tortilla, chorreando sangre por la boca y la nariz.
A tía Garcita Morena se le rodaron dos lágrimas que secó con su patita rosada, porque, al fin – decía, es mi prójimo. Luego extendió las alas y se elevó hasta las nubes. Allá en lo alto parecía un pedacito de nube de esas que tiene el sol en las tardes.
Quiso la suerte de tío Sapo que mejorara, no sin gran trabajo; pero nada era lo sufrido si ya estaba bueno y podía continuar en su propósito de casarse con tía Garcita.
Una tarde la encontró parada junto a una laguna, en atisbo de los pececillos; ella, al verlo, pensó:
- ¡Ya viene el pegoste y yo lo hacía en el otro mundo!
Lo saludó un poco indiferente; pero él, sin reparar en ello, entabló larga conversación:
- Va a perdonar, tío Sapo – dijo tía Garcita, pero me despido de usted porque tengo que irme a la luna a unas bodas que se celebran allá esta noche y me esperan temprano porque soy la madrina.
Tío Sapo se la compró y le rogó que lo llevara en su compañía. Ella se excusó lo más que pudo, pero no fue posible hacerlo desistir. Extendió, pues, tía Garcita las alas y sobre una de ellas se sentó tío Sapo, que parecía mosca en leche.
Le recomendó, sí, que cuidado miraba hacia abajo y se elevaron hacia el cielo en donde empezaban a brillar algunas estrellas, las que imaginó tío Sapo eran lamparitas en el salón destinado a la fiesta. ¡Ya se soñaba llevando del brazo a tía Garcita por un amplio salón iluminado como el día…! En esto se le ocurrió ver qué tan lejos estaba la tierra, pero quiso la desgracia que se inclinara tanto que resbaló y cayó en media plaza sin conocimiento… Cuando despertó estaba en su cama rodeado de la familia, quienes lloraban porque creían imposible su salvación. Al recobrar por completo el conocimiento, sus primeras palabras fueron las siguientes:
- Si de esta espaco y no muero, jamás bodas en el cielo.