Texto publicado por Jaime Nelson Arboleda Barrera
Fábula del tío lobo.
FABULA DEL TIO LOBO,
TIA LIEBRE
Y EL ZORRO PREVISOR
Un lobo, medio muerto de hambre, sorprendió a una liebre que roncaba en su cueva. En el momento exacto que se disponía a darle el primer mordisco, la liebre abrió los ojos.
El lobo, enseñándole todos los colmillos, aulló furioso, diciéndole: Esta vez no te me escaparás.
La liebre se puso a temblar de miedo y le dijo: No lo voy a intentar Tío lobo. Pero creo no estoy lo suficientemente bella para tus ojos, ni tan deliciosa para tu paladar, ya que soy sólo un saco de huesos y de pulgas. En cambio, cerca de mi casa vive un zorro gallinero en el que encontrarás un bocado suculento. Está muy gordo y su carne es fresca y suave ya que sólo se alimenta de los pollos del vecindario. Si lo querés yo misma te llevaré hasta su cueva.
El lobo se quedó pensándolo un ratito y halagado ante una posible comida fresca y suculenta le respondió: Magnífica idea. Lleváme vos misma hasta la cueva del zorro. Pero para prevenir alguna treta te quedarás siempre a mi lado.
Y se fueron Tío Lobo y Tía Liebre hasta la cueva del zorro.
Antes de llegar a la cueva, la liebre se detuvo y mandó al lobo a esconderse detrás de unos matorrales. Y se dirigió, muy oronda, a la cueva del zorro. Y allí le dijo: Buenos días, vecino, te traigo buenas noticias. Un peregrino que va para Cartago desea hacerte una visita ya que ha oído de tu experiencia en cazar animales y de cómo te comés los mejores pollos del poblado.
Lleno de admiración ante las palabras de la liebre Tío Zorro se dijo para sí: "Debe de ser muy importante e inteligente este peregrino que manda a la cueva del zorro a una liebre," y le contestó: Un huésped así siempre es bienvenido a mi cueva. Me gustaría mucho recibirlo en mi modesta casa, pero me da vergüencilla el desorden que tengo por todo lado. Decíle, por favor, que hasta que no barra y limpie mi casa no puedo recibirlo.
Tía Liebre regresó muerta de risa, comunicándole los deseos del zorro al lobo, que ya empezaba a sentirse impaciente.
Mientras tanto el zorro, se puso a ordenar todo con gran actividad. Y es que en su cueva tenía listo un gran hueco, cavado por lo que pudiera pasar. Así que cuando la liebre se fue lo tapó con ramas secas y le puso encima un petate. Luego, desde adentro gritó: Adelante peregrino, adelante doña Liebre, están en su casa.
El lobo, impaciente por el festín que le ofrecía, dio un salto y rodó foso adentro, con la liebre que estaba siempre a su lado. Y ya en el fondo, hundido en el foso profundo, le dijo a la liebre: Hasta aquí llegaste! Y antes de que Tía Liebre pudiera decir ni pío, de un solo mordisco la hizo pedazos.
(Alfonso Chase)