Texto publicado por TifloFernando
Ignac Semmelweis; en contra de lo de "Siempre se ha hecho asi"...
Muy buenas amigos y amigas lectores y lectoras habituales de mis Publicaciones en BlindWorlds:
Me voy a permitir compartir con todos vosotros, una Publicación (Post) extraída de un Blog que siempre ofrece una amplia Información médica y que os he recomendado en otras Publicaciones mías anteriores:
"Curar a veces, aliviar a menudo, consolar siempre...Blog personal de ana deph; Médico Especialista en Medicina Intensiva y Master en Bioética".
Pero no es un Blog solamente de Medicina, si no relacionado con otros Temas, Humanidades,Temas Sociales, etc.; Hacen que sea un Blog muy atractivo; Que conocéis porque:
En su Blog, nos ofrece en ocasiones,un Espacio dedicado a la Historia de la Medicina e Historia de las UCI, que ha llamado:
"A hombros de gigantes"...Dedicado a resaltar la figura de un Médico, de cualquier Especialidad, a quien la autora del Blog considera que debió ganar el Premio Nobel de Medicina en su Epoca.
En esta ocasión la Dra. Ana Debh, nos ofrece un apasionante Tema:
"Ignác Semmelweis: la batalla contra el “siempre se ha hecho así”."
Me parece que hace algún tiempo compartí con tod@s vosotr@s un Texto que hablaba acerca del "Pero si siempre se ha echo así...
Pero no aplicado como en este Post en la Medicina...
No es de extrañar que en numerosas ocasiones, personas ajenas a la Clase Sanitaria (Médicos, ATS, Auxiliares de Clínica, etc.) hagan unas observaciones de gran importancia en relación con el MODO DE HACER en Medicina.
Es el caso de Ignác Semmelweis; Un gran ¡OBSERVADOR! a quien la conocida "Prepotencia Médica" no hizo caso alguno.
Bueno, os dejo con este maravilloso Post, y deseo que lo disfrutéis tanto como yo.
Con gran cariño, TifloFernando.
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Curar a veces, aliviar a menudo, consolar siempre
(http://curaraveces.wordpress.com)
Blog personal de ana deph; Médico Especialista en Medicina Intensiva y Master en Bioética.
Medicina, cuidados intensivos, bioética y más...
Ignác Semmelweis: la batalla contra el “siempre se ha hecho así”
ana deph
Publicado el 20 de abril de 2015
Hace tiempo, alguien me propuso incluir entre mis gigantes a Ignác Semmelweis. Ayer leí que la UNESCO ha decidido dedicar el año 2015 a la memoria de este médico, que debería tener un monumento en todos los antequirófanos del mundo. Hagámosle hueco entre los gigantes de Curar a veces.
Ignác Fülöp Semmelweis nació en Buda (la mitad derecha del actual Budapest) el 1 de julio de 1818. Hijo de un modesto comerciante, inició la carrera de Derecho en las universidades de Pest y Viena. Por suerte para la Medicina, tuvo la oportunidad de presenciar una autopsia, lo que cambió para siempre sus intereses: en 1844, obtendrá en Viena su título de médico.
Desde sus primeros años de ejercicio, Semmelweis se obsesiona con la mortalidad quirúrgica. Pero su mayor preocupación no es tanto la enfermedad, sino la indiferencia de los cirujanos, que siguen operando sin pararse a pensar el motivo por el que fallecen tantos de sus pacientes. No debemos olvidar que estamos en la época premicrobiana, y que por aquella época Luis Pasteur no era más que un estudiante que se formaba como profesor, mientras luchaba con sus malas calificaciones en química.
Semmelweis quiso ser internista, pero al ver rechazada su solicitud, opta por la Obstetricia. En 1846, Semmelweis obtiene el doctorado en Obstetricia y es nombrado asistente del profesor Klein en la Maternidad del Hospicio General de Viena. Allí se topará con el mismo problema: la tasa de infección obstétrica es desmesurada, llegando a superar el 40% en algunos momentos. La enfermedad que deja huérfanos a un altísimo número de recién nacidos se caracteriza por fiebre, dolor, y secreciones fétidas.
Obviamente Semmelweis no sabe microbiología, pero desarrolla un ingenioso método de estudio epidemiológico: en la maternidad de Viena hay dos salas de partos, dirigidas respectivamente por los profesores Klein y Bracht. La sala de Klein es la más frecuentada por los estudiantes de medicina, mientras que son las matronas las que se encargan de la sala de Bracht. Y, por algún motivo, la mortalidad es mucho menor en esta última. Semmelweis da un paso más en sus observaciones: cuando los estudiantes visitan la sala de Bracht, la mortalidad en ésta también aumenta. Aún más, la mortalidad de las mujeres que dan a luz en su domicilio es también menor.
De hecho, aunque las mujeres ingresaban en una u otra sala según un sistema alternante, Semmelweis recuerda cómo las mujeres suplicaban ir a la del doctor Bracht, conocedoras de la diferente mortalidad. Incluso algunas preferían dar a luz en la calle y acudir después a la clínica para que atendieran a su recién nacido. Es algo que aquel joven ayudante no puede soportar.
Semmelweis se rompe la cabeza. ¿Qué especie de efecto protector tienen los partos extrahospitalarios? ¿Qué ocurre con los estudiantes, que aumentan la mortalidad allá donde van? La teoría de Klein, según la cual el problema es la brusquedad de los alumnos en las exploraciones, o incluso el que estos sean extranjeros, no le convence. Tampoco otras explicaciones más peregrinas, como que la muerte se deba a la ansiedad de las mujeres cuando la campanilla que anuncia al sacerdote que trae el Viático a las moribundas. Semmelweis está convencido de que tiene que haber otra explicación. Y se le ocurre una brillante hipótesis: los estudiantes vienen de la sala de autopsias, por lo que quizá sea algo de los cadáveres lo que transportan en sus manos y produce la infección. Para probar su teoría, instala un lavabo en la puerta de la sala de partos. Esto es demasiado para el orgullo de Klein, que despide fulminantemente a su ayudante.
Mientras Semmelweis espera un nuevo destino, conoce la muerte de uno de los profesores de anatomía: un corte durante una disección le había hecho desarrollar los mismos síntomas que tantas veces había observado en las parturientas. Desde entonces, la teoría se convierte en certeza… y en una obsesión.
Readmitido en la sala de partos del profesor Bracht, Semmelweis obliga a todos los estudiantes a lavarse las manos con cloruro cálcico antes de explorar a las parturientas, y la mortalidad disminuye del 27 al 12%. Más tarde caerá en la cuenta de que no son solo los estudiantes los que transmiten lo que quiera que sea que causa la enfermedad, y obligará a lavarse las manos a todos los que vayan a explorar a las embarazadas, hayan pasado o no por la sala de disección. La mortalidad cae entonces por debajo del 1%.
Semmelweis comunica su descubrimiento en un brillante trabajo, lleno de tablas en las que cruza datos de infección, lavado de manos, defunciones y partos. Pero se topa con el rechazo de los más brillantes cirujanos de la época, que no quieren admitir algo tan simple. Le echan en cara que no sigue ningún método científico, que sus estudios no son reproducibles y que se ha inventado los datos del trabajo. El propio Klein, herido en su orgullo, consigue que vuelva a ser expulsado de la maternidad.
de la etiología, el concepto y la profilaxis de la fiebre puerperal 1860
Semmenweis publicó un solo trabajo, en 1861: De la etiología, concepto y profilaxis de las fiebres puerperales
Expulsado de la Maternidad de Viena, y tras unos años trabajando en la de Pest, en la que hace prácticamente desaparecer la sepsis puerperal, Semmelweis escribe una dura carta a todos los profesores de obstetricia, y comienza una campaña para advertir a las mujeres embarazadas del riesgo de acudir a la maternidad. En su afán por hacerse escuchar, llegó a colgar pasquines en las paredes, desaconsejando a las parturientas acudir al médico.
En su carta abierta a los profesores de obstetricia, Semmenweis llega a tildarles de asesinos. Obviamente, no suscitó simpatías.
El rechazo de los grandes cirujanos y obstetras de la época, y la impotencia ante la mortandad puerperal que no puede controlar le pasan factura: a partir de 1860, empieza a sufrir episodios depresivos, alteraciones conductuales y alucinaciones, por lo que es ingresado en un psiquiátrico.
La leyenda según la cual, aprovechando el alta, entra en la facultad de Medicina de Budapest y, tras abrir un cadáver, se provoca una herida con el mismo bisturí, parece ser falsa. En realidad, parece más probable que Semmelweis muriera recluido en aquel psiquiátrico poco higiénico, y las únicas heridas que se observaban en el cadáver eran las producidas por las contenciones mecánicas que emplearon con él. Solo contaba 47 años.
Aunque no dejó ningún epónimo en el campo médico, se conoce como “efecto Semmelweis” a la tendencia a rechazar las nuevas evidencias porque contradicen el “siempre se ha hecho así”. Y es que tal vez sea el primer precursor de la Medicina Basada en la Evidencia.
Una vez conocidos los trabajos de Pasteur y Líster, la historia le devolvió a Semmelweis lo que sus contemporáneos le negaron: el honor de ser contado entre los gigantes de la Medicina, y el título de “salvador de las madres”.
Esta entrada fue publicada en A hombros de gigantes.
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