Texto publicado por Brenda Stéfani
Nota: esta publicación fue revisada por su autor hace 9 años.
El quiebre.
Pretendíamos cambiar el mundo, ni eso, pretendíamos cambiar una vida por otra, una imagen por palabras, palabras por gestos y lo intamgible por lo real, hemos dicho mucho y hecho más de lo que se podía, hemos dado la vuelta al mundo, más que menos, menos que más, lo hiciste tú.
La perfección no era lo que buscábamos, ni si quiera la cercanía de ella, ni la calidés de su paso ni si quiera un mínimo movimiento de su mano, solo quisimos un momento de felicidad, un segundo en el que nos olvidemos de todas las injusticias que en la calle pasan, que en los lugares más frecuentados y en los mismos salones donde nos criammos vemos amenudo, pensamos que la realidad podía ser mejor, pero solo lo pensamos. Jamás tuvimos en cuenta la crueldad de el mundo exterior, surgimos como aves de un huevo en el que nos manteníamos libres de todo mal para sentir el crudo frío y el choque contra la pared.
Trizas, solo trizas, nos hicimos trizas y fue más duro el golpe frontal que las desepciones triviales que llegamos a sufrir, esto que digo es más fuerte de lo que se puede decir, esto que escribo es más fuerte de lo que jamás escribí, no es un lamento de crisis existencial, no es un juego de sentimientos exajerados por la mente, esto es el vivo reflejo de una realidad que nos tocó vivir, es poco el tiempo pero mucho lo vivido, lo aprendido, es poco el tiempo pero mucha más la desconfianza, la desesperación y la incertidumbre de no saber ni de tener los medios necesarios para seguir.Un corte cruel, doloroso, una voz que se quiebra y cae al vacío, un par de almas que no estuvieron iluminadas, solo perdidas, perdidas como la visión de la mañana, perdidas como la música que sonó hace un par de años y ya no suena más, perdida y rota como nunca más que nunca y sobre todo, sentir que no se puede llegar más lejos del suelo y hasta ahí llegamos y parece más.
La felicidad es tan relativa, tan subjetiva, tan inalcansable y tan difícil de ver que nos morimos por ella y ella no nos quiere.
Arrancar de lo más profundo de lo más profundo de lo más profundo de quien sabe qué nos mueva el deseo de felicidad, fue lo más insensato que se pudo hacer pero de los errores se aprende y sé que todo cicatriza y sana, todo se supera y se gana alguna vez, no todo se acaba para siempre, no todo se termina como todos esperan.
Nada fue como todos esperaban, no somos como todos esperaban, nunca fuimos como el resto y quizá no nos dimos a entender.
Solo nosotros supimos qué significaban las palabras que decíamos, supimos solamente nosotros el valor de lo indecible, ahora ya qué queda, solo quebrados.
Sin ganas ya ni de hablar, ni de cantar, ni de explicar, ni de si quiera seguir despierta.
en fin, nada más que decir.