Texto publicado por TifloFernando

La Carta Magna de la Ecologia Integral...(Ultima Publicacion semanal y de Curso 2014-2015)(UnadespedidacordialymisBuenosDeseos)

Muy buenas amigos y amigas lectores y lectoras habituales de mis Publicaciones en BlindWorlds:

¡tac, -tac, tac; - ¿se puede?!.

¡Bienvenid@s a mi ULTIMA Publicacion SEMANAL!

-entrad, sentáos y disfrutad de la lectura...

- ¿Os apetece un cafecito virtual MIENTRAS Leéis?...

- Os invito.

Deseo que disfrutéis con la lectura de estas mal hilvanadas palabras...¡¡¡Pero escritas con gran cariño!!!.

Como se trata de mi última Publicación Semanal...Y la última si Dios me lo permite, hasta mi regreso en Septiembre, tras unas "Merecidas" vacaciones veraniegas, a cansar a mis Lectores de Blind Worlds...

Me van a permitir que en esta ocasión hable un poco dela Ecología Integral; De la Encíclica "Laudato sí"; Del Papa Francisco; De la Teología de la Liberación y de mi admirado Leonardo Boff.

Comienzo con una pregunta:

¿El mundo es un lugar bueno o malo?...

Eso depende de lo dispuestos que estemos a encontrar el verdadero sabor de las cosas; Lo que nos ofrece la Madre Tierra, también considerada la Casa Común.

? Experimentamos la naturaleza diariamente, pero la damos por sentado: "La ecología es más que un mero administrar los bienes y servicios escasos de la naturaleza".

La verdad es compleja, multi-facética, y a veces muy difícil de entender...

Pero no es relativa. Hay una verdad ahí afuera; y nosotros debemos darnos cuenta que pieza del rompecabezas estamos cogiendo:

- la huella ecológica de la Tierra ha sido ya sobrepasada en más del 30%.

- La Tierra necesita de un año y medio para reponer lo que nosotros con nuestro consumo le sustraemos durante un año.

«Leonardo Boff es hoy el profeta de la teología de la ecología, una ampliación –según explica- de la teología de la liberación.
Y la elección es ésta: o se promueve una alianza global para cuidar a los otros y la Tierra o arriesgamos nuestra destrucción y la devastación de la diversidad de la vida”.
El geocidio que viene todavía puede ser evitado, confía el brasileño.
El cambio radical de rumbo pasa por los cuatro ejes que explicó durante su conferencia en la Cúpula dos Povos:
el respeto a todos los seres, la ética del cuidado (“esa relación amorosa, generosa y amigable con la realidad”), la responsabilidad universal (“debemos tener siempre presentes las consecuencias de nuestras acciones”) y el binomio cooperación-solidaridad (“porque el problema es hoy global”).
Cuatro ejes para cuatro virtudes:
hospitalidad (“pues todos somos hijos de la Tierra”), convivencia (“para superar los conflictos éticos e ideológicos”), tolerancia (“que busca converger en la diversidad para no ser presa de los fundamentalismos de todos los órdenes”) y la comensalidad (“el sentarse a comer y beber juntos alrededor de la misma mesa es una de las referencias más ancestrales de la familiaridad humana y está ligada a la propia esencia del ser humano en cuanto que humano”).
“Los cuatro principios y las cuatro virtudes nos son tan próximos, están tan ligados a procesos de vida, que no es necesario enseñarlos, basta con concienciarlos.
Están ligados al proceso de vida”, nos dijo en Río, no sin antes aclarar el rol vital de las religiones, en plural, en este proceso:
“Su papel pedagógico es fundamental porque enseñan el respeto.
Desgraciadamente, la mayoría, incluida la iglesia católica, padecen una enfermedad llamada fundamentalismo”.
(María Angeles Fernández y J. Marcos; 12 de Julio de 2012
REVISTA DIGITAL "Fronterad".). ».

Francisco el Papa actual, fue a buscar inspiración en un ejemplo vivo y no teórico, en Francisco de Asís.

Explícitamente dice:

”creo que Francisco es el ejemplo por excelencia del cuidado por todo lo que es débil y de una ecología integral vivida con alegría y autenticidad”...

«La ecología es más que un mero administrar los bienes y servicios escasos de la naturaleza.

Representa un nuevo estilo de vivir, un arte nuevo de habitar diferentemente la Casa Común de tal forma que todos puedan caber en ella.

No solamente los humanos, lo que configuraría el antropocentrismo duramente criticado por la encíclica (nn.115-121), sino todos los seres vivos e inertes, especialmente la gran comunidad de vida que sufre dura erosión de la biodiversidad por causa del predominio de la tecnocracia.

Este es otro nombre para identificar al principal causante de la crisis ecológica globalizada:

la furia productivista y consumista, digamos nosotros con una palabra que el Papa no usa, del capitalismo salvaje que busca acumular de forma ilimitada a costa de la devastación de la naturaleza, del empobrecimiento de las personas y del riesgo de una mega catástrofe ecológicosocial.

Este sistema impone a todos un comportamiento, como enfatiza el Papa, que “parece “suicida” (n. 55).

Esta vinculación entre el Gran Pobre (la Tierra) y los pobres, como lo vieron muy pronto los teólogos de la liberación, se justifica porque vivimos tiempos de extrema urgencia:

la huella ecológica de la Tierra ha sido ya sobrepasada en más del 30%.

La Tierra necesita de un año y medio para reponer lo que nosotros con nuestro consumo le sustraemos durante un año.

Este dato nos plantea la cuestión de nuestra supervivencia colectiva.

Tenemos que cambiar si queremos evitar el abismo.

Por eso la pregunta central que la encíclica plantea es:

¿cómo debemos relacionarnos con la naturaleza y con la Madre Tierra?...

La respuesta es con el cuidado, la fraternidad universal, el respeto a cada ser pues posee valor intrínseco y con la aceptación de la interrelación de todos con todos. (Leonardo Boff)».

Y claro está, que mi pregunta de Hombre Viejo (Como ya he sostenido en anteriores Publicaciones mías) sigue siendo la misma:

¿Por qué no nos asombramos más de las cosas que ya hemos visto?

Porque la novedad del ayer es el "ya fue" del hoy.

No nos cuesta mucho tiempo acostumbrarnos a las cosas, la gente, los lugares, las ideas, la vida en general.

Frecuentemente dejamos de apreciar el valor de aquellas cosas a las cuales tenemos un acceso directo:

La Naturaleza que nos envuelve o llamada la Casa Común...La ¡MADRE TIERRA!.

? La ciencia nos ha enseñado a no dar por sentado eventos simples y pequeños de la creación: protones, neutrones, electrones, ADN...Debiendo por contra estar alertas a:

La nueva cosmología: La física cuántica, la nueva biología, en una palabra...

¡¡¡El nuevo paradigma contemporáneo que implica la Teoría de la complejidad y del caos (destructivo y generativo)!!!

Lo repetía uno de los Fundadores de la Física Cuántica; Werner Heisenberg:

¡¡¡“todo tiene que ver con todo en todos los puntos y en todos los momentos; todo es relación y nada existe fuera de la relación”!!!

¿Os habéis dado cuenta de la cantidad de actividades coordinadas y diversas, que tienen que suceder a la vez para que vuestro corazón palpite una vez?...

Al suceder de forma AUTOMATICA no os fijáis; Lo mismo pasa con lo que sucede en la Naturaleza circundante.

No tenemos que crear situaciones que nos estimulen el asombro y la inspiración, ¡ya existen!

Si sólo abriéramos nuestros ojos nos impactaríamos...BASTA CON Los ¡OJOS DEL CORAZON!

Y es evidente que ignoramos una cantidad muy importante de cosas; Ya lo decía un hombre brillante y muy admirado personalmente por mí:

Todos somos muy ignorantes.
Lo que ocurre es que no todos ignoramos las mismas cosas.-Albert Einstein-

Y claro está...¡¡¡Que así nos va...!!!

«Hoy sabemos que la Tierra es un sistema vivo autorregulador en el cual se entrelazan todos los factores (teoría de Gaia) para mantener su integridad.

Pero está fallando en su autorregulación.

De ahí el cambio climático, los eventos extremos (vendavales, tornados, desregulación de los climas) y el calentamiento global que nos puede sorprender con graves catástrofes.

La Tierra está intentando buscar un equilibrio nuevo subiendo su temperatura entre 1,4 y 5,8 grados centígrados.

Comenzaría entonces la era de las grandes devastaciones (el antropoceno) con la subida del nivel de los océanos, afectando a más de la mitad de la humanidad que vive en sus costas.

Millares de organismos vivos no tendrían tiempo suficiente para adaptarse o mitigar los efectos perjudiciales y desaparecerían.

Gran parte de la propia humanidad, hasta el 80% según algunos, podría no poder subsistir más sobre un planeta profundamente alterado en su base físico-química.(Leonardo Boff). ».

Con acierto afirma el ambientalista Washington Novaes:

«ahora no se trata ya de cuidar el medio ambiente sino de no sobrepasar los límites que podrán poner en peligro la vida».

Hay científicos que sostienen que nos estamos acercando al punto de no retorno. Es posible disminuir la velocidad de la crisis pero no detenerla.

Antes de llegar a constatar este Geocidio, debo por supuesto reafirmar mi admiración por un Líder Universal, Su Santidad el Papa Francisco...

El Papa Francisco en la magnífica Encíclica "Laudato sí"; Llama la atención acerca de nuestra ¡MADRE TIERRA!, recordando la idea de Leonardo Boff.

Y que en el Texto que os brindo de Leonardo Boff, analiza su parecer sobre:

"La Carta Magna de la ecología integral: grito de la Tierra / grito de los pobres"

Leonardo Boff, escrito en su habitual Columna Semanal en el Portal Koinonia (Del que dejo constancia más abajo)...

Hace una muy interesante revisión y analiza en profundidad:

No tiene desperdicio y es un Texto instructivo e interesante, desde el principio al fin...

Y no me sigo enrollando más...Pero os "obsequio" con unas hermosas Palabras:

“Todo está relacionado, y todos los seres humanos estamos juntos como hermanos y hermanas en una maravillosa peregrinación, entrelazados por el amor que Dios tiene a cada una de sus criaturas y que nos une también, con tierno cariño, al hermano sol, a la hermana luna, al hermano río y a la madre Tierra”.-Papa Francisco-

¡¡¡Os deseo unas muy Felices, divertidas, Descansadas y Fructíferas Vacaciones de Verano del 2015!!!

Os llevo y os llevaré en mi corazón; Pero no debéis olvidar dos cosas:

¡Y no olviden Vitaminarse y Supermineralizarse!

Y termino diciendo lo que suelo poner en mi última Publicación semanal: Para meditar un Ratejo...

Cuando vuelva en Septiembre, Dios mediante; ¡PIENSO PASAR LISTA!...¡DESEARIA CONTAR CON TODOS Y TODAS; ¿VALE?.

Con un inmenso cariño, TifloFernando.

..

La verdad es que desde hace muchos años, cuando era uno de los Hombres de la Iglesia ¡PENSANTES!...Ya me conquistó para siempre.

Fué uno de los defensores y miembro de la llamada "Teología de la Liberación"; Nunca tolerada por la rancia y caduca Iglesia de Italia entre algunos Cardenales y personas de la Curia...Así como entre ciertas "Sectas" con Prelatura personal, laicos Conservadores.

Me refiero al Teólogo brasileño. Fraile franciscano Leonardo Boff (Concordia, Brasil, 1938).

Boff es considerado uno de los mayores renovadores de la teología de la liberación latinoamericana, cuyo referente principal es la figura de Cristo como defensor de los pobres...

Sus problemas con la ortodoxia de la Iglesia católica fueron constantes y en 1991 abandonó la cátedra de teología de Petrópolis por discrepancias con el entonces cardenal Joseph Ratzinger (designado Papa en 2005 con el nombre de Benedicto XVI).

Renunció al sacerdocio en Junio de 1992, para luchar libremente por sus ideas; convirtiéndose en el representante de la llamada "teología de la ecología", una ampliación, a su juicio, de la "teología de la liberación".

Leonardo Boff recibió el "Premio Correcto Modo de Vida" en el año 2001. (Nobel Alternativo instituido en 1980 para premiar las tareas en beneficio de la humanidad)
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He deseado hacer esta brevísima semblanza del Autor del siguiente Artículo, Leonardo Boff...Pensando sobre todo en mucha Gente Jóven, que quizás no conozca bien a este insigne Personaje.

Y les invito a visitar la Columna Semanal de Leonardo Boff en el Portal Koinonia; ¡NO SE ARREPENTIRAN MAS QUE DE NO HABERLA LEIDO ANTES!
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La Columna semanal de Leonardo Boff
Koinonía
(http://www.servicioskoinonia.org/boff)

La Carta Magna de la ecología integral: grito de la Tierra / grito de los pobres

19 de Junio de 2015

Antes de hacer cualquier comentario vale la pena resaltar algunas singularidades de la encíclica Laudato sí' del Papa Francisco.

Es la primera vez que un Papa aborda el tema de la ecología en el sentido de una ecología integral (por lo tanto que va más allá de la ambiental) de forma tan completa. Gran sorpresa: elabora el tema dentro del nuevo paradigma ecológico, cosa que ningún documento oficial de la ONU ha hecho hasta hoy. Fundamenta su discurso con los datos más seguros de las ciencias de la vida y de la Tierra. Lee los datos afectivamente (con inteligencia sensible o cordial), pues discierne que detrás de ellos se esconden dramas humanos y mucho sufrimiento también por parte de la madre Tierra. La situación actual es grave, pero el Papa Francisco siempre encuentra razones para la esperanza y para confiar en que el ser humano puede encontrar soluciones viables. Enlaza con los Papas que le precedieron, Juan Pablo II y Benedicto XVI, citándolos con frecuencia. Y algo absolutamente nuevo: su texto se inscribe dentro de la colegialidad, pues valora las contribuciones de decenas de conferencias episcopales del mundo entero, desde la de Estados Unidos a la de Alemania, la de Brasil, la de la Patagonia-Comahue, la del Paraguay. Acoge las contribuciones de otros pensadores, como los católicos Pierre Teilhard de Chardin, Romano Guardini, Dante Alighieri, su maestro argentino Juan Carlos Scannone, el protestante Paul Ricoeur y el musulmán sufí Ali Al-Khawwas. Los destinatarios somos todos los seres humanos, pues todos somos habitantes de la misma casa común (palabra muy usada por el Papa) y sufrimos las mismas amenazas.

El Papa Francisco no escribe en calidad de Maestro y Doctor de la fe sino como un Pastor celoso que cuida de la casa común y de todos los seres, no sólo de los humanos, que habitan en ella.

Un elemento merece ser destacado, pues revela la forma mentis (la manera de organizar su pensamiento) del Papa Francisco. Este es tributario de la experiencia pastoral y teológica de las iglesias latinoamericanas que a la luz de los documentos del episcopado latinoamericano (CELAM) de Medellín (1968), de Puebla (1979) y de Aparecida (2007) hicieron una opción por los pobres contra la pobreza y a favor de la liberación.

El texto y el tono de la encíclica son típicos del Papa Francisco y de la cultura ecológica que ha acumulado, pero me doy cuenta de que también muchas expresiones y modos de hablar remiten a lo que viene siendo pensado y escrito principalmente en América Latina. Los temas de la «casa común», de la «madre Tierra», del «grito de la Tierra y del grito de los pobres», del «cuidado», de la «interdependencia entre todos los seres», de los «pobres y vulnerables», del «cambio de paradigma», del «ser humano como Tierra» que siente, piensa, ama y venera, de la «ecología integral» entre otros, son recurrentes entre nosotros.

La estructura de la encíclica obedece al ritual metodológico usado por nuestras iglesias y por la reflexión teológica ligada a la práctica de liberación, ahora asumida y consagrada por el Papa: ver, juzgar, actuar y celebrar.

Comienza revelando su principal fuente de inspiración: San Francisco de Asís, al que llama «ejemplo por excelencia de cuidado y de una ecología integral, y que mostró una atención especial por los más pobres y abandonados» (nº 10 y 66).

Y entonces empieza con el ver: «Lo que le está pasando a nuestra casa» (17-61). Afirma el Papa: «basta mirar la realidad con sinceridad para ver que hay un gran deterioro de nuestra casa común» (61). En esta parte incorpora los datos más consistentes referentes a los cambios climáticos (20-22), la cuestión del agua (27-31), la erosión de la biodiversidad (32-42), el deterioro de la calidad de la vida humana y la degradación de la vida social (43-47), denuncia la alta tasa de iniquidad planetaria, que afecta a todos los ámbitos de la vida (48-52), siendo los pobres las principales víctimas (48).

En esta parte hay una frase que nos remite a la reflexión hecha en América Latina: «Pero hoy no podemos dejar de reconocer que un verdadero planteo ecológico se convierte siempre en un planteo social, que debe integrar la justicia en las discusiones sobre el ambiente, para escuchar tanto el grito de la Tierra como el grito de los pobres» (49). Después añade: «el gemido de la hermana Tierra se une al gemido de los abandonados del mundo» (53). Esto es absolutamente coherente, pues al principio ha dicho que «nosotros somos Tierra» (2; cf. Gn 2,7), muy en la línea del gran cantor y poeta indígena argentino Atahualpa Yupanqui: «el ser humano es Tierra que camina, que siente, que piensa y que ama».

Condena la propuesta de internacionalización de la Amazonia que «solamente serviría a los intereses económicos de las multinacionales» (38). Hace una afirmación de gran vigor ético: «es gravísima iniquidad obtener importantes beneficios haciendo pagar al resto de la humanidad, presente y futura, los altísimos costos de la degradación ambiental» (36).

Con tristeza reconoce: «nunca habíamos maltratado y lastimado a nuestra casa común como en los dos últimos siglos» (53). Frente a esta ofensiva humana contra la madre Tierra que muchos científicos han denunciado como la inauguración de una nueva era geológica –el antropoceno– lamenta la debilidad de los poderes de este mundo que, engañados, «piensan que todo puede continuar como está» como coartada para «mantener sus hábitos autodestructivos» (59) con «un comportamiento que parece suicida» (55).

Prudente, reconoce la diversidad de opiniones (nn.60-61) y que «no hay una única vía de solución» (60). Así y todo «es cierto que el sistema mundial es insostenible desde diversos puntos de vista porque hemos dejado de pensar en los fines de la acción humana» (61) y nos perdemos en la construcción de medios destinados a la acumulación ilimitada a costa de la injusticia ecológica (degradación de los ecosistemas) y de la injusticia social (empobrecimiento de las poblaciones). La humanidad simplemente «ha defraudado las expectativas divinas» (61).

El desafío urgente, entonces, consiste en «proteger nuestra casa común» (13); y para eso necesitamos, citando al Papa Juan Pablo II: «una conversión ecológica global» (5); «una cultura del cuidado que impregne toda la sociedad» (231).

Realizada la dimensión del ver, se impone ahora la dimensión del juzgar. Juzgar que es planteado en dos vertientes, una científica y otra teológica.

Veamos la científica. La encíclica dedica todo el tercer capítulo al análisis «de la raíz humana de la crisis ecológica» (101-136). Aquí el Papa se propone analizar la tecnociencia sin prejuicios, acogiendo lo que ha traído de «cosas realmente valiosas para mejorar la calidad de vida del ser humano» (103). Pero este no es el problema, sino que se independizó, sometió a la economía, a la política y a la naturaleza en vista de la acumulación de bienes materiales (cf. 109). La tecnociencia parte de una suposición equivocada que es la «disponibilidad infinita de los bienes del planeta» (106), cuando sabemos que ya hemos tocado los límites físicos de la Tierra y que gran parte de los bienes y servicios no son renovables. La tecnociencia se ha vuelto tecnocracia, una verdadera dictadura con su lógica férrea de dominio sobre todo y sobre todos (108).

La gran ilusión, hoy dominante, reside en creer que con la tecnociencia se pueden resolver todos los problemas ecológicos. Esta es una idea engañosa porque «implica aislar las cosas que están siempre conectadas» (111). En realidad, «todo está relacionado» (117) «todo está en relación» (120), una afirmación que recorre todo el texto de la encíclica como un ritornelo, pues es un concepto-clave del nuevo paradigma contemporáneo. El gran límite de la tecnocracia está en el hecho de «fragmentar los saberes y perder el sentido de totalidad» (110). Lo peor es «no reconocer el valor propio de cada ser e incluso negar un valor peculiar al ser humano» (n.118).

El valor intrínseco de cada ser, por minúsculo que sea, está destacado de manera permanente en la encíclica (69), como lo hace la Carta de la Tierra. Negando ese valor intrínseco estamos impidiendo que «cada ser comunique su mensaje y dé gloria a Dios» (33).

La mayor desviación producida por la tecnocracia es el antropocentrismo. Este supone ilusoriamente que las cosas solo tienen valor en la medida en que se ordenan al uso humano, olvidando que su existencia vale por sí misma (33). Si es verdad que todo está en relación, entonces «nosotros los seres humanos estamos juntos como hermanos y hermanas y nos unimos con tierno cariño al hermano sol, a la hermana luna, al hermano río y a la madre Tierra» (92). ¿Cómo podemos pretender dominarlos y verlos bajo la óptica estrecha de la dominación?

Todas las «virtudes ecológicas» (88) se pierden por la voluntad de poder como dominación de los otros y de la naturaleza. Vivimos una angustiante «pérdida del sentido de la vida y del deseo de vivir juntos» (110). Cita algunas veces al teólogo ítalo-alemán Romano Guardini (1885-1968), uno de los más leídos a mediados del siglo pasado, que escribió un libro crítico contra las pretensiones de la modernidad (105 nota 83: Das Ende der Neuzeit, El ocaso de la Edad Moderna, 1958).

La otra vertiente del juzgar es de corte teológico. La encíclica reserva un buen espacio al «Evangelio de la Creación» (62-100). Parte justificando el aporte de las religiones y del cristianismo, pues siendo la crisis global, cada instancia debe, con su capital religioso, contribuir al cuidado de la Tierra (62). No insiste en las doctrinas sino en la sabiduría presente en los distintos caminos espirituales. El cristianismo prefiere hablar de creación en vez de naturaleza, pues la «creación tiene que ver con un proyecto de amor de Dios» (76). Cita, más de una vez, un bello texto del libro de la Sabiduría (11,24) donde aparece claro que «la creación pertenece al orden del amor» (77) y que Dios es “el Señor amante de la vida” (Sab 11,26).

El texto se abre a una visión evolucionista del universo sin usar esa palabra, hace un circunloquio al referirse al universo «compuesto por sistemas abiertos que entran en comunión unos con otros» (79). Utiliza los principales textos que ligan a Cristo encarnado y resucitado con el mundo y con todo el universo, haciendo sagrada la materia y toda la Tierra (83). Y en este contexto cita a Pierre Teilhard de Chardin (1881-1955; nº 83 nota 53) como precursor de esta visión cósmica.

El hecho de que Dios-Trinidad sea relación de divinas Personas tiene como consecuencia que todas las cosas en relación sean resonancias de la Trinidad divina (240).

Citando al Patriarca Ecuménico de la Iglesia ortodoxa, Bartolomeo «reconoce que los pecados contra la creación son pecados contra Dios» (7). De aquí la urgencia de una conversión ecológica colectiva que rehaga la armonía perdida.

La encíclica concluye esta parte acertadamente: «el análisis mostró la necesidad de un cambio de rumbo… debemos salir de la espiral de autodestrucción en la que nos estamos hundiendo» (163). No se trata de una reforma, sino, citando la Carta de la Tierra, de buscar «un nuevo comienzo» (207). La interdependencia de todos con todos nos lleva a pensar «en un solo mundo con un proyecto común» (164).

Ya que la realidad presenta múltiples aspectos, todos íntimamente relacionados, el Papa Francisco propone una ecología integral que va más allá de la ecología ambiental a la que estamos acostumbrados (137). Ella cubre todos los campos, el ambiental, el económico, el social, el cultural y también la vida cotidiana (147-148). Nunca olvida a los pobres que testimonian también su forma de ecología humana y social viviendo lazos de pertenencia y de solidaridad de los unos con los otros (149).

El tercer paso metodológico es el actuar. En esta parte, la encíclica se atiene a los grandes temas de la política internacional, nacional y local (164-181). Subraya la interdependencia de lo social y de lo educacional con lo ecológico y constata lamentablemente las dificultades que trae el predominio de la tecnocracia, dificultando los cambios que refrenen la voracidad de acumulación y de consumo, y que puedan inaugurar lo nuevo (141). Retoma el tema de la economía y de la política que deben servir al bien común y a crear condiciones para una plenitud humana posible (189-198). Vuelve a insistir en el diálogo entre la ciencia y la religión, como viene siendo sugerido por el gran biólogo Edward O. Wilson (cf. el libro La creación: cómo salvar la vida en la Tierra, 2008). Todas las religiones «deben buscar el cuidado de la naturaleza y la defensa de los pobres» (201).

Todavía en el aspecto del actuar desafía a la educación en el sentido de crear una «ciudadanía ecológica» (211) y un nuevo estilo de vida, asentado sobre el cuidado, la compasión, la sobriedad compartida, la alianza entre la humanidad y el ambiente, pues ambos están umbilicalmente ligados, la corresponsabilidad por todo lo que existe y vive y por nuestro destino común (203-208).

Finalmente, el momento de celebrar. La celebración se realiza en un contexto de «conversión ecológica» (216) que implica una «espiritualidad ecológica» (216). Esta se deriva no tanto de las doctrinas teológicas sino de las motivaciones que la fe suscita para cuidar de la casa común y «alimentar una pasión por el cuidado del mundo» (216). Tal vivencia es antes una mística que moviliza a las personas a vivir el equilibrio ecológico, «el interior consigo mismo, el solidario con los otros, el natural con todos los seres vivos y el espiritual con Dios» (210). Ahí aparece como verdadero que «lo menos es más» y que podemos ser felices con poco.

En el sentido de la celebración «el mundo es algo más que un problema a resolver, es un misterio gozoso que contemplamos con jubilosa alabanza» (12).

El espíritu tierno y fraterno de San Francisco de Asís atraviesa todo el texto de la encíclica Laudato sí'. La situación actual no significa una tragedia anunciada, sino un desafío para que cuidemos de la casa común y unos de otros. Hay en el texto levedad, poesía y alegría en el Espíritu e indestructible esperanza en que si grande es la amenaza, mayor aún es la oportunidad de solución de nuestros problemas ecológicos.

Termina poéticamente “Más allá del sol”, con estas palabras: «Caminemos cantando. Que nuestras luchas y nuestra preocupación por este planeta no nos quiten la alegría de la esperanza» (244).

Me gustaría acabar con las palabras finales de la Carta de la Tierra que el mismo Papa cita (207): «Que nuestro tiempo se recuerde por despertar a una nueva reverencia ante la vida, por la firme resolución de alcanzar la sostenibilidad, por acelerar la lucha por la justicia y la paz, y por la alegre celebración de la vida».

Leonardo Boff

Portal Koinonia.