Texto publicado por TifloFernando

"El castrador de Emociones"...El Mito de la SEROTONINA...(UltimaPublicacionahoraQuincenal)(ParaReflexionarunratejo)

Muy buenas amigos y amigas lectores y lectoras habituales de mis Publicaciones en BlindWorlds:

Han pasado ya dos semanas desde mis últimas Publicaciones en BlindWorlds, pues como escribí en su momento al WebMaster José Ignacio Corral,

me permitía abrir más espacio entre unas y otras...Así como disponer de más tiempo en mis otras Ocupaciones.

Pero como decía entonces a José Ignacio, mis amig@s de la inmensa Familia de la Red Social Blind Worlds, eran de una extraordinaria importancia para mí...Y me contestaba, que Publicara utilizando el tiempo a mi antojo y eso es lo que he tratado de hacer.

Y en mi última Publicación de esta Quincena, me he sentido muy atraído por un Tema que me rondaba desde hace mucho tiempo por las canas...

Intentar dilucidar la trascendencia de un Mito (Cada vez más frecuente, tal cual como se utiliza hoy en día) y los Profesionales Sanitarios, que se encargan de anular cualquier forma de EMOCION.

1- Respecto al Mito de la Serotonina.

Me ha convencido, lo que explica la Publicación de un Médico Psiquiatra:

Medicina basada en mitos: el caso de la serotonina en la depresión

por David Healy

(Psiquiatra, profesor universitario, historiador de la psiquiatría y crítico contumaz de la farmacologización de su especialidad).

2- Respecto al Profesional Sanitario, El Médico "Castrador de Emociones".

Excelente Post de un Blog que me parece ¡SENCILLAMENTE GENIAL!

"Medicina en la cabecera...Blog personal de Raul Calvo Rico; Médico de Familia"

No os preocupéis, ambos Textos los he "Copiado y Pegado" para vosotros al final de esta introducción...

Y todo ello es consecuencia de algo que me remachaba a diario mi abuelita paterna, con la que me crié:

Nunca Dejes de Estudiar

Tu educación académica puede haber acabado, pero el estudio de la vida debe seguir por siempre.

Cada idea y entendimiento nuevo es otro nivel de crecimiento. Puede ser que llegue el momento en el que seas igual de bueno que un "Profesional Cualificado".

Pero en la vida nunca llegarás a ser "bueno" - porque una vez que lo eres, puedes hacerte "buenísimo".

Cada vez estoy más convencido de la "AMARGURA" de las personas que pueblan nuestra Sociedad más cercana; nuestro Trabajo, Lugar de Vacaciones, de Actividades Lúdicas y no hablemos de la familia y la BBC (Bodas-Bautizos-Comuniones).

Estos "Seres" siempre se manifiestan con una medio sonrisita en sus amargadas facciones; Unas envenenadas palabras (¡Que suelen elegir muy bien para hacer daño!); Una forma de expresar sus opiniones de forma desafortunada...

Pero esos mismos sujetos, se autodiluyen ante procesos importantes y dejan de ¡INCORDIAR! cuando:

«Tener una enfermedad grave, tumoral o no, y sentir ansiedad es una obviedad indiscutible. Todos tenemos miedo a enfermar y perder la vida o la autonomía prematuramente.

Todos tenemos miedo a sufrir, a sentirnos solos sin compañía ni afecto.

El proceso emocional que acompaña a la enfermedad es resuelto por cada individuo según su cultura, formación y personalidad.

Tomado de:

Vicente Baos Vicente
Blog "El Supositorio. ". »

Hoy en día hay dos extremos que me confunden:

1- Por una parte, aquellas personas, que siempre tienen una SONRISA PUESTA en cualquier situación de su vida.

2- Las que por el contrario, siempre ESTAN AMARGADAS y dispuestas a lanzar sus púas como un Puercoespín, en cualquier situación de la vida.

Para mí son las dos caras del Teatro Griego; La Comedia (Sonriente) y el Drama (Con cara de dolor)...

Y he llegado a la conclusión que las dos MASCARAS son lo mismo y que por supuesto son susceptibles de que se crean a pies juntillas la:

"Medicina basada en mitos: el caso de la serotonina en la depresión"

Y se encuentren ¡"ATAPUZADAS"!) de pastillas de muchos colores y sean víctimas subsidiarias de un:

"¡¡¡Castrador de emociones!!!"

Tenga el orígen que tenga su "Problema"; necesitan seguir "Funcionando" como estoy cansado de escuchar a mi alrededor...

Y ¡FUNCIONAN!, vaya si ¡FUNCIONAN!...Por supuestocon la premisa de: ¡Caiga quien Caiga!

Pero en el fondo, no se encuentran del todo bien: ESTAN O SON PERSONAS TRISTES.

Y recurren a cualquier cosa que cambie su "tristísimo" Mundo, especialmente con substancias que supuestamente activan la substancia mágica; La Serotonina.

Imagino un mundo a mi alrededor, en donde los amiguetes inquieran:

Y tú: ¿Cómo tienes la Serotonina hoy?...Y tu pareja: ¿Tienes bastante Serotonina para hacerme "feliz"?...JA JA JA JA JA JA JA JA

Y todo ello es debido a que se nos olvida algo muy importante para poder vivir en el Mundo que nos ha tocado:

¡¡¡EL SENTIDO DEL HUMOR!!!

Hace un año, leí un maravilloso Artículo en un Blog de Fisioterapia, que se llamaba:

"La importancia del humor en la salud"

Del que me he permitido extraer esta muestra, sobre la Evolución Histórica del Humor:

«EVOLUCIÓN HISTÓRICA DE LA RISA EN LA SALUD

Hace más de 4000 años había en el antiguo imperio chino templos donde las personas se reunían para reírse con la finalidad de equilibrar la salud. En la India existen templos sagrados donde se practica la risa. En otras culturas antiguas existía la figura del "payaso sagrado" o "doctor payaso", un hechicero vestido y maquillado que ejecutaba el poder terapéutico de la risa para curar a los guerreros enfermos.

La Biblia en el Antiguo Testamento dice "cuando el corazón está alegre, la vida es más larga... pues un corazón lleno de alegría cura como una medicina, por contra un espíritu triste seca los huesos"

En el siglo XV, el filósofo Luis Vives señala la buena incidencia de la risa en la salud.

En la Edad Media el cirujano H. de Mondeville mencionaba que la alegría era indispensable para recuperar a los pacientes cuyas vidas debían dirigirse a conseguir la felicidad.

Mas tarde en el siglo XVI François Rabelais, pionero de la risoterapia, aconsejaba a muchos de sus pacientes la risa como método de curación y alivio de los sufrimientos.

En años sucesivos abundan textos de psiquiatría (William Battie, Robert Burton...) que apoyan la risa como medida terapéutica.

Immanuel Kant (1724 -1804) pensaba que la risa es un fenómeno psicosomático; algunas ideas mentales producen una respuesta corporal (la risa) que tiene un efecto fisiológico benéfico.

Sigmund Freud atribuyó a las carcajadas el poder de liberar al organismo de energía negativa.

En la primera mitad del siglo XX, James Sully publicó un libro sobre la risa ensalzando los beneficios fisiológicos de la misma.

En 1928 el médico estadounidense James J. Walsh sugiere que el efecto saludable de la risa derivaría primariamente de un efecto mecánico y estimulante sobre los órganos internos del cuerpo, aunque también concede importancia a factores psicológicos y de actitud.

En los últimos 30 años se ha avanzado mucho en la aplicación de la risa como terapia. Las investigaciones más recientes se están llevando a cabo en Suiza aunque los pioneros en crear centros dedicados a la risa han sido los estadounidenses y canadienses, con Patch Adams a la cabeza quien obtuvo beneficiosos resultados, a partir de los cuales comenzó a utilizarse la técnica de la terapia de la risa en hospitales de todo el mundo.

Actualmente existen grupos de Clown, payasos profesionales, que hacen de la risoterapia una forma de vida en países como España, Holanda, Colombia, Brasil, México, Canadá, EEUU, Suiza....

En nuestro país es, desde el año 2000, la Fundación Theodora la encargada de desarrollar esta tarea. El objetivo es aliviar el sufrimiento de los niños hospitalizados, formando a los Doctores Sonrisa, artistas profesionales, para que visiten a los pequeños hospitalizados y rompan así su rutina. Pero los destinatarios no son sólo los niños, sino que también a los familiares y al personal sanitario, les ayudan en su labor. Los artistas reciben una formación adecuada impartida por la propia fundación y en colaboración con la Escuela de Enfermería del Hospital de La Paz.

Tomado del excelente Trabajo de:

Cristina Sánchez Sánchez (Fisioterapeuta)
22 de Mayo de 2014
eFisioterapia: Web de fisioterapia. ».

Y es que para todo, hemos de ¡¡¡TOMAR ALGUN TIPO DE COMPRIMIDOS o Pastillas!!!

Yo pienso que la Canción: "Con un poco de azúcar" de la Película de Walt Disney, "Mary Poppins"...Nos volvió a todos los de mi Generación un tanto "Pastilleros".

No existe definición completamente satisfactoria de lo que es "salud mental", y no la hay siquiera de lo que es simplemente "salud".

De forma intuitiva decimos que salud mental tiene que ver con la forma en que vivimos, nuestro estilo de vida y la escala de valores respecto a lo que consideramos prioritario o de segundo orden en nuestra conducta y nuestro diario quehacer.

Y nos hemos olvidado de reirnos a carcajadas de nosotros y del SENTIDO DEL HUMOR.

Os dejo con los dos Posts citados, con la URL y cualquier duda se aclaran muy bien en uno y en otro.

Pero antes de terminar, una Anécdota protagonizada por Adolfo Bioy Casares charlando con Jorge Luis Borges:

- Bioy: ¿Sabías que hay gente que en vez de depresión dice "depre"?...

- Borges: Está bien. Parecería que están tan deprimidos que no tienen fuerza para terminar la palabra. Además, he notado que la gente se enorgullece de estar deprimida. Lo mismo podría enorgullecerse de tener dolor de muelas.

Y es muy cierto amig@s de BlindWorlds...

Y termino diciendo lo que suelo poner en mi última Publicación ahora Quincenal: ¡Para meditar un Ratejo!

Con mucho cariño, TifloFernando.

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Medicina en la cabecera
(http://medicinaenlacabecera.blogspot.com.es)

Blog personal de Raul Calvo Rico; Médico de Familia.

Pensamientos de un médico de pueblo, sobre la Medicina, sobre la vida y sobre la creación literaria.

El castrador de emociones

domingo, 26 de abril de 2015

Ella sufrió un ictus una noche de invierno. Fue hace años. Yo estaba de guardia y recuerdo el viento silbando en mitad de la noche, bamboleando nuestro cochecillo mientras buscábamos su casa. Hacia un frío del carajo y los chaquetones comunitarios cubriendo nuestros pijamas apenas nos resguardaban de la bofetada térmica. A mi no me sonaba de nada el nombre, a pesar de vivir en mi pueblo, así que pensé en una desplazada madrileña de las que huyen de las aglomeraciones pero prefieren mantener sus espaldas cubiertas por los despampanantes hospitales capitalinos.

Conducía como un autómata mientras mi compañera se desperezaba a golpes de bostezo. Sin embargo, y a medida que nos acercábamos, reconocía en el estómago la molesta culebrilla que ronronea en mi interior antes de llegar a un domicilio, la intranquilidad de lo inesperado, la certeza de lo incierto que puede volverse lo más nimio.

No conocía de nada a aquel pobre hombre alarmado de mediana edad, asustado detrás de unas gafas redondas y un pijama revelador de la fragilidad del ser humano. Nos apresuramos tras él hasta el dormitorio, echando una rápida mirada al entorno, costumbre que mantengo de mis siete vidas como hacedor de domicilios nocturnos en la noche de los tiempos. Sobre la cama permanecía ella, con el rictus torcido y el medio cuerpo inerte abandonado e inútil. Había un temblor líquido en sus ojos y algo aterrador en sus esfuerzos por balbucear pidiendo ayuda. El resto fue el hacer profesional de mi compañera, súbitamente vuelta al mundo de la vigilia, y mi pobre papel de testaferro de la desgracia ajena, unas palabras tranquilizadoras, un interrogatorio detectivesco y la llegada aliviadora de los chicos de la UVI móvil aquella noche despeinados pero más amables de lo habitual.

Unas semanas después él reapareció en mi vida. Se sentó frente a mi (aún mantenía mis barreras mobiliarias) y me enseñó el largo informe de alta. Me confirmó que hacia varios años que eran pacientes míos, pero que no habían acudido nunca a mi consulta por una negación infantil por parte de su mujer de su enfermedad, una diabetes diagnosticada hace años y que permaneció relegada en el mismo cajón donde guardaba los paquetes de tabaco.

-"Las facturas pendientes se cobran, ¿verdad? - Me dijo, con un apesadumbramiento en la voz al que no supe responder más que con una sonrisa torpe, mientras mis dedos tecleaban a toda velocidad rescatandome de la pausa que hubiera debido tomarme para consolarle.

Sus vidas se habían convertido en un sinfín de pastillas y en una silla de ruedas en la que apareció por fin ella un mes más tarde. Había terminado la rehabilitación; en el hospital completaron un buen trabajo y decidieron dejarla volar confiando en la abnegación de su marido, que había decidido dedicarse a ella en cuerpo y alma. A partir de ese momento se sucedieron las visitas y la fuimos acompañando en su regreso al mundo de las sonrisas y de la conversación. Y así, a ritmo caribeño, establecimos una empatía de mesa camilla que nos permitía pequeñas bromas y grandes confianzas, y disfrutar de cada uno de sus pasitos como de los de un hijo que decide por fin echar a andar.

Pasado el tiempo, la normalización le llevó a reconocerme el hastío por la cantidad de mejunjes que debía ingerir cada día, y el deseo explícito de reducirlo a lo estrictamente imprescindible, entregándose fervorosamente a mis esfuerzos de relojero suizo de ajustarle la medicación. Y poco a poco, como si nos hubiéramos lanzado al cuidado de un bonsai, planeábamos estrategias con tijeritas de manicura, que celebrábamos alborozados cuando el tiempo y los "analises" nos daban la razón. Y así llegamos al talón de Aquiles que ambos temíamos afrontar: una perra fluoxetina que llevaba con ella casi tantos años como los kilos de más que se había echado un verano. Armados de valor y con un reloj de arena fuimos a por ella como el que se enfrenta a Satanás, con más miedo que vergüenza, pero la acorralamos y la vencimos. No nos dimos una palmada de baloncesto porque la silla de ruedas aún incomodaba que si no...

Un mes después de dejar a la fluoxetina en su perrera, me contó que se sentía muy feliz porque había recuperado una característica muy de ella que creía perdida: la capacidad de estremecerse sentimentalmente, y el deseo ahora irrefrenable de llorar si le apetecía. Me lo contó en una consulta sonriendo mientras se secaba las lágrimas y a mi me pareció de una ternura sin límites. Sin embargo, noté preocupado a su marido, inquieto mientras le ofrecía un kleenex para empapar tanta dulzura.

Y la vida siguió goteando por los canalones del tiempo hasta hace unos días, en que la vi sentada en su silla de ruedas, con un gorro juvenil de lana y su marido al lado, amable y solicito, como siempre. Cuando entraron intercambiamos saludos y preguntas corteses, sentados unos junto a otros, la superación de las barreras en mi consulta me pone las cosas más fáciles para preparar la entrada de las angustias personales.

- No quiero estar tan sensible, quiere sentir lo normal -. Me soltó por fin cuando bajé lo bastante la muleta. No se sentía capaz de seguir soportando ese torrente salvaje de emociones que parecía haberle regresado después de tantos años para inundarla sin remedio. Sus ojos habían abierto todas las compuertas y cualquier cosa la emocionaba hasta correrle el rímel. Me puso ejemplos, noticias de ahogamientos en la televisión, bebés que se caen en el parque y llaman desconsolados a sus madres, recuerdos de un amigo desaparecido hace años. Mil y una cosas que le exprimían el corazón y le hacían esconderse avergonzada para que no la vieran llorar y la tomaran por loca. Hasta evitaba hablar por teléfono por miedo a que se le quebrara la voz si la dichosa fibra sensible se empeñaba en dejarse rascar como un gatito peludo.

Yo le pregunté qué era lo normal, si existía una normalidad para los sentimientos, y ella, con un gesto de reconocimiento triste de la derrota, me pidió que la castrara químicamente para poder soportar la terrible y dolorosa vida por la que transitamos.

Y me di cuenta de qué fácilmente hemos renunciado a sentir ciertas emociones, cómo asistimos impasibles a historias dramáticas por las que pasamos a lo sumo con un mínimo deje de pena, cuando deberíamos llorar a mares desatados y tormentosos. Y entre ambos buscamos una castración que no nos hiciera daño en el alma a ninguno de los dos, una dosis pequeña de la perra sacada de su perrera entre risas triunfales, mientras yo me tengo que tragar toda la hiel y escupirla aquí con ustedes.

No he vuelto a verla desde aquel día, aunque espero hacerlo pronto. Hablaremos de nuevo en torno a la imaginaria mesa camilla de mi consulta y sabré sin necesidad de que me lo diga, si soporta la vida castrada que nos toca vivir. Yo, cada vez menos.

Por azares azarosos, los temas se concatenan en nuestras vidas formando estalagmitas de enormes proporciones. La lectura del genial artículo de Emilio Pol Yanguas, recogido en el blog Postpsiquiatria sobre los fármacos en Psquiatría, en concreto los antipsicóticos, dejó mi mente en barbecho químico, rematado por las noticias escandalosas y sensacionalistas repletas de opiniones de súper expertos con las que nos han hastiado a raíz de los tristes sucesos del asesinato aéreo y del horror adolescente en el instituto. Una noche de guardia devorando el impresionante documental emitido por La 2 en su noche temática, Prescripción y adicción, me puso el último clavo en el ataúd.

En el interín ocurrió el suceso narrado, entremezclado en mis neuronas con la brillantísima exposición de Adrastea Quiesce en Médico crítico sobre la estigmatización y la complacencia en el diagnóstico psiquiátrico a todos los niveles, cuánto más en la adolescencia. Y el editorial en BMJ del psiquiatra David Healy sobre el mito de la serotonina, traducido por los fieras de No Gracias.

Tanto en qué pensar y tanta sofismas que derrumbar.

Perdonad el mogollón de referencias, pero todos ellas son fundamentales para posicionarse y sobre todo, para sobrevivir en medio de la vorágine.

**Nota de TifloFernando.-

A continuación, "Copio y Pego" el Artículo citado del Profesor David Healy, por su inmensa importancia y supongo interés:

«nogracias.eu

Medicina basada en mitos: el caso de la serotonina en la depresión

David Healy, psiquiatra, profesor universitario, historiador de la psiquiatría y crítico contumaz de la farmacologización de su especialidad y la medicina.

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nogracias.eu
(http://www.nogracias.eu/2015/04/25/medicina-basada-en-mitos)

nogracias.eu

(Medicina Basada en Mitos)

Organización civil independiente por la transparencia, la integridad y la equidad en las políticas de salud, la asistencia sanitaria y la investigación biomédica.

Independent civil organization for transparency, integrity and equity in health policy, health care and biomedical research.

Medicina basada en mitos: el caso de la serotonina en la depresión

25 de abril de 2015

by nmurcia

David Healy, psiquiatra, profesor universitario, historiador de la psiquiatría y crítico contumaz de la farmacologización de su especialidad y la medicina en general (impagable su demoledor Pharmageddon) acaba de publicar un editorial en el BMJ titulado “Serotonina y depresión: El marketing de un mito”. No dice nada que no sepamos, pero una Editorial del BMJ marca tendencias.

Por su interés docente y para mejorar su difusión lo hemos traducido.

“El grupo de fármacos llamados Inhibidores de la Recaptación de la Serotonina (IRSS) surgió a finales de los 80, casi dos décadas después de que fueran conocidos.

El retraso se se debió a la búsqueda de una indicación. Hasta entonces, no habían demostrado ningún posible perfil lucrativo como la obesidad o la hipertensión. Ya en 1960, la idea de que la concentración de serotonina estaba reducida en la depresión [1] había sido rechazada [2] y, en los ensayos clínicos, los IRSS habían perdido su pulso contra los antiguos antidepresivos tricíclicos como tratamiento para la depresión severa (melancolía) [3-5].

Cuando comenzaron a surgir las preocupaciones acerca de la dependencia que generaban los tranquilizantes en los primeros 80, se intentaron suplantar las benzodiazepinas por un fármaco serotoninérgico, la buspirona, etiquetado como ansiolítico no-productor de dependencia. Ésto fracasó [6]. Las lecciones a aprender fueron que los pacientes esperaban que los tranquilizantes tuvieran un efecto inmediato y que los doctores esperaban que produjeran dependencia. No fue posible desintoxicar la marca “tranquilizante”.

En vez de eso, las compañías farmacéuticas vendieron los IRSS para tratar la depresión, aún a expensas de que eran menos efectivos que los antiguos tricíclicos, publicitando la idea de que la depresión era la enfermedad de base que estaba detrás de las manifestaciones superficiales de la ansiedad. La estrategia fue un éxito extraordinario al centrarse en la idea de que los ISRR devolvían los niveles de serotonina a la normalidad, una noción que más tarde transmutó en la idea de que corregían un disbalance neuroquímico. Los antidepresivos tricíclicos no tenían una narrativa comparable.

El mito de la serotonina

En los 90, ningún académico podía vender el mensaje de la disminución de serotonina. Estaba claro que no había correlación entre la potencia de la inhibición de la recaptación de serotonina y la eficacia de los antidepresivos con ese efecto. Nadie sabía si los ISRR aumentaban o reducían los niveles de serotonina; aún no se sabe. No había ninguna evidencia de que el tratamiento corrigiese nada [7].

Sin embargo, la idea de que era necesario recuperar los niveles de serotonina se instauró entre los pacientes y las asociaciones de enfermos. La historia de la disminución de la serotonina se enraizó, de hecho, en el dominio público más que en el ámbito psicofarmacológico. La concepción serotoninérgica era parecida a la noción freudiana de líbido – difusa, amorfa, e incapaz de explorarse – una pieza prototípica de chatarra intelectual [8]. Si los investigadores usaban este lenguaje era porque hacía referencia casi simbólica a ciertas anormalidades fisiológicas que casi todos pensaban serían encontradas, tarde o temprano, en la fisiopatología de la melancolía, aunque no necesariamente en la “depresión” leve.

El mito atrapó hasta el mercado de las medicinas alternativas. Los materiales y consejos provenientes de estas medicinas alentaban a la población a comer alimentos o participar en actividades que aumentaban sus niveles de serotonina, lo que, a su vez, reforzaba la validez de usar antidepresivos [9]. El mito también capturó a psicólogos y otros profesionales, quienes aprovecharon la ocasión para intentar explicar la importancia evolutiva de la depresión en términos de función del sistema serotonínico [10].

Las revistas y los editores asumían esta idea equivocada y la ensalzaban y reproducían en libros y artículos como si fuera un hecho robusto y bien establecido científicamente, y, mientras, se vendían antidepresivos.

Por encima de todo, el mito capturó a doctores y pacientes. Para los doctores, fue un recurso que permitió una explicación fácil y rápida de la enfermedad y facilitó la comunicación con sus pacientes. Para los pacientes, la idea de corregir una anormalidad tenía una fuerza moral que superaba los recelos que algunos podían tener sobre tomar tranquilizantes, especialmente al trasmitir de forma atractiva que la aflicción no era una debilidad.

Distracción costosa

Mientras tanto se marginalizaban tratamientos menos costosos y más efectivos. El éxito de los ISRR expulsó fuera del mercado a los antiguos antidepresivos tricíclicos.

Esto es un problema porque los ISRR nunca han sido capaces de demostrar eficacia en las depresiones asociadas a un alto riesgo de suicidio (melancolía). Los estados de nerviosismo que los ISRR tratan no se asocian a un mayor riesgo de suicidio [11].

La focalización en los ISRR supuso también el abandono de la búsqueda de verdaderas alteraciones biológicas relacionadas con la melancolía (como las teorías del cortisol aumentado) [12].

Dos décadas después, el número de antidepresivos prescritos por año es ligeramente superior al número de personas del mundo occidental. La mayoría de las prescripciones (nueve de cada 10) son para pacientes que se encuentran con dificultades para dejar el tratamiento; más o menos, una décima parte de la población [13,14]. A estos pacientes comúnmente se les aconseja que continúen el tratamiento precisamente porque sus dificultades para dejarlo indican que lo necesitan, igual que un paciente diabético necesita insulina.

Mientras, ciertos estudios sugieren que la ketamina, una sustancia que actúa en el sistema glutámico, es un antidepresivo más efectivo que los ISRR para la melancolía arrojando así aun más dudas a la relación entre serotonina y depresión [15-17].

La serotonina no es irrelevante. Como la noradrenalina, la dopamina y otros neurotransmisores, podemos esperar que sus niveles varíen entre individuos, y encontrar ciertas correlaciones con el temperamento y la personalidad [18].

Había indicios de un rol dimensional para la serotonina en los 70, con investigaciones que correlacionaban niveles reducidos de metabólitos de la serotonina con impulsividad, lo que predisponía a actos de suicidio, agresión y alcoholismo [19]. Tal como pasó con el eclipse de la teoría del cortisol, este hilo de investigación también fue enterrado; los IRSS reducen los niveles de los metabólitos de la serotonina en algunas personas y son particularmente ineficaces en grupos de pacientes caracterizados por su impulsividad (con rasgos de personalidad límite, “borderline“) [20].

Esta historia nos obliga a reflexionar acerca de cómo la opinión de médicos y otros profesionales puede otorgar plausibilidad epidemiológica y biológica a las teorías.

¿Puede una explicación biológica y terapéutica, plausible (pero mítica), conseguir que todo el mundo margine los datos de los ensayos clínicos que muestran nula evidencia de vidas salvadas o de funciones restablecidas?...

¿Pueden los datos de ensayos clínicos publicitados como efectivos permitir más fácilmente la adopción de una explicación biológica mítica?...

No hay estudios publicados sobre este tema.

Estas cuestiones son importantes.

En otras áreas de la vida los productos que usamos, desde ordenadores hasta microondas, mejoran año a año, pero este no es el caso de las medicinas; este mismo año cualquier tratamiento podrá lograr ser un éxito en ventas a pesar de ser menos efectivo y menos seguro que los medicamentos anteriores.

Las ciencias emergentes del cerebro ofrecen enormes ámbitos para desplegar cualquier cantidad de chatarra intelectual o científica [21].

Tenemos la necesidad de entender el lenguaje que usamos.

Hasta entonces, chao, y gracias por toda la serotonina.

Conflicto de intereses:

He leído y entendido la política del BMJ respecto a la declaración de intereses y declaro que soy miembro fundador de RxISK, el cual trabaja para alzar la voz sobre el perfil de seguridad de los medicamentos y estoy en el comité consultivo de la Fundation of Excellence in Mental Health Care. He participado como testigo experto en casos vinculados a suicidio y violencia relacionados con los IRSS.

1 Ashcroft GW, Sharman DF. 5-Hydroxyindoles in human cerebrospinal fluids. Nature 1960;186:1050-1.

2 Ashcroft GW. The receptor enters psychiatry. In: Healy D, ed. The psychopharmacologists. Vol 3. Arnold, 2000:189-200.

3 Danish University Antidepressant Group. Citalopram: clinical effect profile in comparison with clomipramine. A controlled multicentre study. Psychopharmacology 1986;90:131-8.

4 Danish University Antidepressant Group. Paroxetine. A selective serotonin reuptake inhibitor showing better tolerance but weaker antidepressant effect than clomipramine ina controlled multicenter study. J Affective Disorders 1990;18:289-99.

5 Healy D. The antidepressant era. Harvard University Press, 1997.

6 Lader M. Psychopharmacology: clinical and social. In: Healy D, ed. The psychopharmacologists. Vol 1. Chapman and Hall, 1996:463-82.

7 Healy D. Let them eat Prozac. New York University Press, 2004.

8 Healy D. Unauthorized Freud. BMJ 1999;318:949.

9 Ross J. The mood cure. Penguin, 2002.

10 Andrews PW, Bharwani A, Lee KR, Fox M, Thomson JA. Is serotonin an upper or adowner? The evolution of the serotonergic system and its role in depression and the antidepressant response. Neurosci Biobehav Rev 2015;51:164-88.

11 Boardman A, Healy D. Modeling suicide risk in affective disorders. Eur Psychiatry 2001;16:400-5.

12 Shorter E, Fink M. Endocrine psychiatry. Oxford University Press, 2010.

13 Healy D, Aldred G. Antidepressant drug use and the risk of suicide. Int Rev Psychiatry 2005;17:163-72.

14 Spence R, Roberts A, Ariti C, Bardsley M. Focus on: antidepressant prescribing. Trends in the prescribing of antidepressants in primary care. Health Foundation, Nuffield Trust, 2014.

15 Berman RM, Capiello A, Anand A. Antidepressant effects of ketamine in depressed patients. Biol Psychiatry 2000;47:351-4.

16 Murrough JW. Ketamine as a novel antidepressant: from synapse to behavior. Clin Pharmacol Ther 2012;91:303-9.

17 Atigari OV, Healy D. Sustained antidepressant response to ketamine. BMJ Case Rep 2013. doi:10.1136/bcr-2013-200370.

18 Cloninger CR. A systematic method for clinical description and classification of personality variants: a proposal. Arch Gen Psychiatry 1987;44:573-88.

19 Linnoila M, Virkkunen M. Aggression, suicidality and serotonin. J Clin Psychiatry1992;53(suppl):46-51.

20 Montgomery DB, Roberts A, Green M, Bullock T, Baldwin D, Montgomery S. Lack of efficacy of fluoxetine in recurrent brief depression and suicide attempts. Eur Arch PsychClin Neurosci 1994;244:211-5.

21 Delamothe T. Very like a fish. BMJ 2011;343:d4918.

Citar ésto como: BMJ 2015;350:h1771

© BMJ Publishing Group Ltd 2015?

Traducido por Marc Casañas; (En murcia).

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Publicado por Raul Calvo Rico; en 3:15.

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