Texto publicado por starchild

(Relato propio) Traspasando barreras físicas, capítulo 4: La drogadicta, la pareja y la incansable.

Os dejo el capítulo 4 de la saga traspasando barreras físicas, donde introducimos nuevo personaje. Bueno a disfrutarlo y a comentarlo. Un saludito.

Traspasando barreras físicas, capítulo 4.
La drogadicta, la pareja y la incansable.

Julián aparcó el coche cerca de aquella casa y tras abrir la puerta, salió al fresco de la noche. Se dirigió a la parte trasera y retirando la otra puerta, se cargó a la inconsciente Camila a los hombros mientras entraba en el portal. La depositó cuidadosamente en el suelo mientras buscaba las llaves para abrir la puerta y tras volver a recogerla, ambos entraron en la casa. Cerrando la puerta tras de sí, se encaminó al dormitorio y la volvió a colocar lentamente sobre la cama.
Acto seguido salió de la habitación para volver a reaparecer con un maletín del cual comenzó a desprenderse de diversas herramientas médicas. Extrajo una jeringuilla cargada y pinchó a Camila en el brazo. De esa forma se aseguraba que no despertaría al realizar lo que pretendía hacer. Camila respiraba lentamente. Su pecho subía y bajaba rítmicamente, como si estuviese mecido en un mar en calma. Estaba profundamente dormida.
Julián sacó un bisturí del maletín y se dirigió a la cabecera de la cama. Acto seguido, le retiró el largo y sucio pelo a la convaleciente, e hizo una pequeña incisión en la parte derecha del cráneo, de la cual cogió un pequeño dispositivo metálico, poco más grande que un grano de arroz. Se volvió a dirigir al maletín y rápidamente extrajo un pequeño dispositivo, en apariencia a una tableta electrónica. Pulsó un botón redondo y la pantalla se iluminó, indicando simplemente un mensaje el cual rezaba ‘Esperando dispositivo de nanorobots. Por favor, inserte dispositivo válido.’
Acto seguido, insertó el diminuto objeto metálico por un orificio lateral del aparato y toda la pantalla se llenó de un diagrama completamente gráfico. Tras observarlo poco a poco, volvió a pulsar sobre la pantalla y esta anunció ‘Análisis completado. Puede retirar el dispositivo. E inmediatamente se apagó. Julián cogió el pequeño metal y volvió a dirigirse hacia Camila, donde volvió a colocar el chip en su sitio y cosió su herida cuidadosamente. Tras esto, dejó las llaves en la mesita de noche y se retiró del cuarto, dejando a Camila dormir y dirigiéndose al salón. Sacó su teléfono móvil del bolsillo, y comenzó a marcar un número.
Tras pulsar el botón de llamada, este dio tres tonos y se oyó a alguien descolgar.
--¿Sí? –Dijo la voz ronca de un hombre.
--Al habla Julián.
--Ah hola Julián. Cuéntame.
--Acabo de realizar el chequeo mensual a Camila. El nanorobot alojado en su hemisferio derecho indica que sigue constante y estable. Creo que hemos sobrepasado la barrera de los efectos secundarios.
--¿Qué hay de las drogas que ingiere?
--Mejor que sea así. Mientras siga en un estado alterado de conciencia será mucho más vulnerable a que pueda someterse a un control más exhaustivo.
--Perfecto.
--Solo hay una cosa que debo comentarte. Socialmente su vida es probable que de un giro de 90 grados y nos dificulte el trabajo. Roberto la ha dejado y se ha ido a argentina.
--Maldita sea Julián, ¿Qué me estás diciendo?
--Los chicos de Omicron se han adelantado supongo. Lo han captado en su organización.
--Entonces, estamos hablando que el chico de Camila en cuestión se nos ha pasado al bando enemigo.
--El concepto de pasarse al bando enemigo creo que aquí está fuera de propiedad. El bando enemigo lo ha captado sería más correcto, ¿No crees?
--Y qué va a hacer Camila…
--Hay que impedir que Camila vuelva a su casa. Creo que tengo un plan de actuación. Soy el único de su pandilla que no consume alcohol ni toma drogas. Quizá si convenzo a los padres que pueda venirse una temporada a mi piso mientras supuestamente le hago intentar comprender que debe volver con ellos sería el plan perfecto, podría tenerla a mi entera disposición.
--Intenta actuar por esa vía. Julián, no podemos perderla por lo que más quieras. SI esto sale a la luz no me quiero imaginar lo que puede llegar a ocurrir.
--Tranquilo, nada saldrá a la luz. Confía en mí.
--Eso espero. Bueno, continuamos conversando en otro momento. Hasta otra.
--Hasta otra.
Julián colgó el teléfono y tras recoger sus cosas, salió precipitadamente de aquel lugar. Mañana tendría que volver para asegurarse que Camila estaba bien, y a ser posible, hablar con sus padres.

Roberto y Luna pasean tranquilamente por la playa, en una tarde soleada en la cual, la brisa marina se mezcla con el sonido que producen las olas al mecerse. Los dos, con un cucurucho de helado en la mano, se miran mientras sonríen.
--En esta zona de argentina, es muy habitual el surf. Pero me temo que hoy no hay mucha mar levantada para hacerlo.
--No pasa nada. Qué tal fue hoy el trabajo?
--Seguimos detrás de la noticia de la que te hablé. Pero hoy no he estado mucho en la redacción de la revista. Estuve más ocupada archivando antiguas noticias.
--¿Y sabes como se resolverá eso?
--lo más seguro que fue un ajuste de cuentas. Estos cantantes siempre están igual.
--La droga produce muchos estragos.
--Sí. Y tú lo tenés que saber mejor que nadie.
--Por suerte todo eso ha terminado.
--Eso espero robertito –Dice Luna suspirando.- Eso espero. Deberíamos volver a casa. Se está poniendo el tiempo re feo.
--Creo que va a ser lo más conveniente.
La pareja se da un largo y apasionado beso, y acto seguido se alejan de la orilla, playa a dentro. Tan solo se oyen los pasos en la arena en aquella playa solitaria, junto con el incesar de las olas. Los jóvenes se alejan, aparentemente felices, y totalmente seguros, sin percatarse, de que no muy lejos de aquel lugar, entre la marea en calma, una figura con el rostro cubierto los estaba observando cuidadosamente.

El teléfono volvió a sonar una vez más mientras los teclados seguían siendo golpeados por manos frenéticas, las cuales introducían códigos en la pantalla de todos los terminales alineados en aquel puesto de trabajo. Laura dejó de teclear y fue rápidamente a coger el teléfono.
--Exportaciones la sana, dígame.
--Laura. Pase por mi despacho inmediatamente.
--Enseguida señor.
Colgó el aparato e inmediatamente se puso en pie.
--¿Qué, el jefe quiere verte? –Dijo la rubia que estaba sentada a la derecha con un tono burlón. Laura sin mediar una sola palabra, salió precipitadamente de aquel despacho. Recorrió el pasillo, tenuemente iluminado por lámparas de muy bajo consumo y llegó corriendo hasta la puerta del ascensor. Rápidamente pulsó el botón y esperó.
Si el jefe la llamaba debía de ser por algo importante. De todas formas aquel trabajo requería mucha presión así que no le venía mal un estímulo fuera del
despacho por muy extraño que pareciese. El elevador llegó y las puertas se abrieron. Laura se introdujo en el y pulsó el botón del piso 8. El habitáculo comenzó a ascender lentamente.
Había supervisado tan solo 50 de las 100 operaciones que tenía que supervisar, y además tenía que desarrollar un nuevo software de control más fácil de manejar para los empleados en menos de un mes. ‘Mierda, me tendré que llevar trabajo a casa otra vez.’ Pensó casi en voz alta.
El ascensor llegó a la planta deseada y laura salió al exterior del mismo. Un grupo de despachos intercomunicados se encontraban a la vista de ella, mientras más gente seguía haciendo su trabajo. Laura enfiló hacia la puerta blanca que había al fondo y dio tres golpecitos en la misma.
--Adelante. –Dijo una voz seria al otro lado.
Laura abrió lentamente la puerta y pasó a otro despacho un poco más amplio, en el cual su único ocupante se encontraba sentado en un gran sillón, delante de otra terminal de ordenador.
--Siéntese.
Laura se colocó en el asiento opuesto al suyo y lo miró.
--¿Ha terminado el diagrama de flujo de los datos que le pedí?
--Si señor, me disponía a mandárselo a la bandeja de entrada cuando me llamó.
--¿Cómo lleva las otras tareas?
Laura suspira levemente.
--Bien, dentro de lo que cabe. Hay todavía muchas cuentas que revisar y se me hecha un poco el tiempo en cima. Con respecto al CRM, me gustaría solicitar un poco más de tiempo para ello.
--¿Un poco más de tiempo? Tu capacidad neuronal debería permitirte desarrollar el código en ese tiempo establecido.
--En ese caso necesitaría priorizarlo sobre otras actividades señor. Estoy capacitada para desempeñar la tarea en el tiempo establecido, pero debido a que la acumulación de tareas es mucho mayor, esto interfiere en el transcurso de la misma, además de algunos sentimientos que no se me han suprimido.
--¿Qué haces cuando no estás en tu puesto de trabajo?
--Descansar la mente como puedo para volver a rehabituarme cuando vuelvo. No es fácil cuando no se puede dormir. La mente también se agota, señor.
--No no y no, laura. Esto no debería ser así. Supuestamente eres inagotable.
--Señor, incluso los servidores necesitan reiniciarse cada cierto tiempo para estimular la memoria RAM.
--Si, pero lamentablemente tú no puedes ser reiniciada. ¿Verdad?
--No señor.
--En ese caso déjate de chorradas de si mi mente se agota o mi cuerpo lo nota. No puedes agotarte laura, que te entre en la cabeza ya de una puñetera vez. Quiero ese CRM para el mes que viene, si no, tendré que tomar medidas.
--De acuerdo señor. Tendrá su CRM para el mes que viene. ¿Algo más?
--No. Puede retirarse.
Laura se levantó y volvió a dirigirse precipitadamente hacia el ascensor, llamándolo de nuevo. Su mente imperturbable pensaba a toda velocidad. Tenía que haber alguna manera de poder realizar el Sistema de control integrado de una forma más rápida. Barajó una opción pero la dejó como última posibilidad. Su cerebro comenzó a analizar posibilidades de optimización de código rápidamente mientras el ascensor llegaba. Laura entró en él y pulsó la tecla de su planta y este, comenzó a descender lentamente.
Al ver que no cabía dentro de sus posibilidades ninguna optimización para hacer la programación mucho más eficiente con menos líneas de código. Acudió a su último recurso. Carlos, el jefe, no había hablado nada acerca de las prioridades cuando esta le comentó, con lo cual sobreentendió e interpretó para sí misma que podía priorizar el software por encima de sus otras tareas. Aun así era lo mismo, Carlos le volvería a exigir más i más. Comenzó a sentirse agobiada, sensación la cual no duró absolutamente nada, ya que inmediatamente su cerebro le advirtió que no debía preocuparse. La preocupación era un sentimiento que le habían suprimido, junto con otros los cuales por lo general, desestabilizaban a una persona humana y les impedía hacer el trabajo bien.
El ascensor llegó a su planta y salió de nuevo a la carrera, hasta llegar al despacho.
--Para un poco nena, siempre vas corriendo y alterada a todos lados. –Le dijo una de las mujeres mayores que se encontraba en la hilera de enfrente a su mesa de trabajo.
--No puedo perder el tiempo en ningún momento. Los segundos son vitales. –Dijo mientras se sentaba frente a su terminal y retomaba el trabajo que estaba haciendo.

Roberto y luna entraron en la casa y se pusieron cómodos en el sofá.
--Bueno –dijo él.- Pues ya estamos aquí.
--Sí, uy pero qué mal se está poniendo hoy. Y yo que quería salir luego a la noche.
--Pues nada, habrá más días para hacerlo.
--¿Querés que veamos una película? Como tengo televisión digital la podemos alquilar.
--Me gustaría ver la de 22 balas que me han dicho que está muy bien y todavía no he tenido oportunidad.
--¡Ah yo tampoco la vi y si tengo ganas!
--Vale pues alquílala entonces.
--Por cierto. Me dieron permiso en el trabajo para que mañana vallamos juntos y así lo conoces. Te voy a presentar a unos amigos que son re piola. Para que por lo menos tengas con quien salir de vez en cuando de pachanga por las noches.
--Bueno, ¿Y no puedo salir con tigo?
--AH, acaso ya estabas pensando en no invitarme.
--Bueno, eso depende como te portes conmigo.
--Ay, ¡Pero yo siempre soy muy buena!
--¿Sabes –Dijo el besándola en los labios.- Lo que más me gusta de ti, esque incluso después de haberte conocido, tu forma de ser, tanto en la red como aquí, no ha cambiado.
--Vah no digas eso, todavía no me conocés del todo.
--Pero sí lo suficiente.
--vos creés?
--Bueno, el tiempo lo dirá.
--Sí… Supongo que el tiempo lo dirá –Dijo luna de una forma pausada mientras buscaba el mando de la tele y se disponía a alquilar la película.