Texto publicado por Jaime Nelson Arboleda Barrera
Leyenda del cerro de caballito de Nicoya.
LEYENDA DEL CERRO DE CABALLITO DE NICOYA Ulises Delgado Aguilera.
Conversando con uno de los patriarcas y fundadores del lugar, el señor muy honorable Francisco Obando Villareal, de unos noventa anos, hijo de Pedro
Obando Gutiérrez y Criteria Villareal Cubillo, me decía allá en el año 1953 que Caballito tenía un historial digno de conocerse en su fundación como
pueblo de Nicoya.
Caballito, como suele llamarse el lugar, esta ubicado entre los cerros de su nombre, Santo Domingo y Rosario. Cada cerro de estos tiene datos dignos
de conocerse, dos de ellos son vírgenes, es decir sin mayor explotación.
El cerro de Caballito tiene un cráter que despide gases imperceptibles, a veces son fríos y otras veces muy calientes. Es un cerro pelón que da indicios
de que otrora fuese un volcán o respiradero de origen volcánico. En una de las paredes del cerro aparece un monolito de un metro que representa a un hombre
de facciones completas mirando señalando al Este con su índice, el punto cardinal por donde entraron los conquistadores españoles, ¿o será también que
señala el advenimiento del dios Sol? Guapeado al cerro descrito, se encuentra el de La Yegua, que segúm cuentan los moradores, era una yegua que desaparecía
como por encanto y la buscaban y la buscaban y no la hallaban; venían al cerro del Caballito y en forma sorpresiva aparecía. Según cuentan los que conocen
la historia de la yegua y la del caballito, vecinos de Pozo de Agua eran los dueños de la famosa yegua que hacía pensar mucho por la forma en que desaparecía
de sus corrales; no valían las buenas manilas de los sabaneros, ni los dicharachos ni las argucias de que son conocedores los domadores de bestias. Venían
al lugar denominado Caballito y allí encontraban la famosa yegua en unión del caballito en un idilio eterno. Muchas veces se repitió la pérdida de la yegua;
se la llevaban y se la llevaban y no la podían detener porque ella sólo pensaba en su amor al caballito del Cerro del Caballito. La fisonomía de esta montaña
del Caballito es como la de dos gigantescos equinos ya petrificados por la acción del tiempo y como que la misma naturaleza se ha asociado a la leyenda
que labios centenarios cuentan como algo especial de la región, recordando con esto la yegua que desaparecía de los llanos y algunas del pintoresco valle
de Pozo de Agua.
En el mismo Cerro del Caballito en el lugar denominado La Cueva del Norte, existe una construcción arquitectónica que según la historia de la región, contada
por patriarcas como don Francisco, fuera residencia de uno de los famosos caciques chorotegas. Hay una gruta espaciosa, amplia, cuya entrada da la sensación
del pórtico de un templo. Tiene aproximadamente treinta metros de largo la mencionada cueva, pulido el cielo raso, cincelada al fondo hay una piedra que,
dándole la vuelta, se llega a otro aposento angosto que da la impresión de un presbiterio. Todo por dentro es oscuro y llama al recogimiento espiritual.
En la cima del cerro se observan grandes árboles, entre los que se encuentran el mamey y el cacao, que nos brinda la idea de que hubo en esa región más
plantaciones que posiblemente hicieron nuestros aborígenes ya extinguidos. Cuando se camina sobre la cima recibe uno la impresión de que camina sobre cajones,
lo que indica que es como hueco. El cerro tiene vitalidad en sus magníficos ojos de agua que tiene, entre ellos el gran surtidor de agua cristalina de
donde se puede extraer el agua potable para los poblados de Corralillo y Caballito; a ese ojo de agua le denominan El Brujo. Gran interés viví en el nomento
en que recibía de una persona de avanzada edad, con magnífica precisión, en forma amena, la expresión que anima estas cuatro frases saturadas de grandes
detalles de la historia patria. Bien vale la pena recoger todas estas anécdotas de aquellas personas, que aún nos las pueden contar, y escribirlas en letras
de oro para el historial costarricense. Muchos de estos rincones guanacastecos tienen hermosas leyendas y cuentos.