Texto publicado por TifloFernando
Cuando al Medico se le saltan las lagrimas...
Muy buenas amigos y amigas lectores y lectoras habituales de mis Publicaciones en BlindWorlds:
Me voy a permitir compartir con todos vosotros, una Publicación (Post) extraída de un Blog que siempre ofrece una amplia Información médica y que os he recomendado en otras Publicaciones mías anteriores:
"Curar a veces, aliviar a menudo, consolar siempre...Blog personal de Ana de Pablo; Médico Especialista en Medicina Intensiva y Master en Bioética".
Pero no es un Blog solamente de Medicina, si no relacionado con otros Temas, Humanidades,Temas Sociales, etc.; Hacen que sea un Blog muy atractivo; Que conocéis porque:
En su Blog, nos ofrece en ocasiones,un Espacio dedicado a la Historia de la Medicina e Historia de las UCI, que ha llamado:
"A hombros de gigantes"...Dedicado a resaltar la figura de un Médico, de cualquier Especialidad, a quien la autora del Blog considera que debió ganar el Premio Nobel de Medicina en su Epoca.
Pero en esta ocasión la Dra. De Pablo nos expone algo diferente y lleno de Humanismo:
"Cuando al médico se le saltan las lágrimas"
Y es que muchos de nosotros, hablo de España, estamos ¡HARTOS Y CANSADOS! de acudir a tu Médico de Cabecera, del Ambulatorio del Servicio Nacional de Salud, para obtener un GRUÑIDO MALHUMORADO, negarse a hacernos una Receta de algún otro Médico Especialista al que hemos visitado, etc.
En mi largo caminar por Médicos y Especialistas, desde la pérdida lenta, progresiva e inexorable de la visión, gracias a un Glaucoma diagnosticado cuando el Nervio óptico ya presentaba lesiones graves...
Me he encontrado una extensa variedad de CARACTERES, más o menos empáticos, intolerantemente necios, mal educados, engreídos y PROFESIONALES GIGANTES.
Por lo que cuando leí el Post que os ofrezco en mi Publicación, pude añadir al escrito de la Doctora de Pablo, a más de un Especialista, al que se le "saltaron las lágrimas" al confirmarle a mi Esposa lo terrible de mi Enfermedad Ocular.
A esos Médicos tan HUMANOS a los que sentí cerca, va emocionada mi Publicación...
Deseo que os guste tanto como a mí...
He añadido al final del Post inicial, el que al parecer dió orígen al primero, siguiendo instrucciones de la Doctora de Pablo.
Con gran cariño, TifloFernando.
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Curar a veces, aliviar a menudo, consolar siempre
(http://curaraveces.wordpress.com)
Blog personal de Ana de Pablo; Médico Especialista en Medicina Intensiva y Master en Bioética.
Medicina, cuidados intensivos, bioética y más...
Cuando al médico se le saltan las lágrimas
Ana de Pablo
Publicado el 25 de marzo de 2015
Hace tiempo escribí una entrada sobre la relación del médico con sus pacientes en situación terminal. Alguien me pidió que escribiera una segunda parte con la visión del médico: ¿qué hacer cuando al médico se le saltan las lágrimas?. Estaba poco inspirada y la entrada durmió largo tiempo el sueño de los justos en la carpeta de borradores.
(Al final de este Post, "Copio y Pego" el Artículo al que se refiere la Dra. De Pablo...(TifloFernando))
En estos días se ha hecho viral una foto en la que un médico llora la muerte de su paciente. Parece que a muchos les ha sorprendido (para bien, supongo) que los médicos puedan llorar. Es momento de retomar aquel post…
Si hiciéramos una encuesta entre los que empiezan primero de Medicina, quizá algún iluso nos diría que la eligió por el dinero o el prestigio. Otros pocos, por seguir la carrera de sus padres, o porque les gustaba la investigación. Pero la mayoría nos dirá que quieren ayudar a otros y salvar vidas.
Durante los años de formación, más de uno se encargará de quitarles esa idea de la cabeza, de decirles que la Medicina no es eso, que no hay que implicarse, que es importante mantener la distancia y la neutralidad emocional, que hay que ser frío para ser profesional. Algunos incautos se lo creerán, o lo aprenderán así de sus mayores.
Podríamos quizá preguntar a los pacientes qué es lo que prefieren, un médico super-profesional-pero-frío-y-calculador-modelo-House o un médico al que, en ocasiones, se le saltan las lágrimas.
Conozco médicos de ambos tipos y me quedo con los segundos. Yo no quiero ser House a pesar de sus brillantes diagnósticos. Ni quiero que me atienda alguien como él cuando me sienta enferma y vulnerable.
De hecho, confieso que no seguí las recomendaciones de aquellos profesores tan superprofesionales…
- Confieso que alguna vez se me han saltado las lágrimas cuando he tenido que dar malas noticias. Por algún motivo especial se me hace especialmente difícil informar a los abuelitos. Se les ve tan frágiles…
- Confieso que, más de una vez, he reanimado casi con rabia, negándome a dar un caso por perdido a pesar de todos los signos en contra, sin querer asumir la muerte de aquel joven, de aquella madre, de aquel simpático ancianito…
- Confieso que muchas veces, ante una noticia inesperada, he tenido que retrasar la información unos minutos para hacer acopio de fuerzas, para aclararme la voz y asegurarme de que no lloraría. Y me he preguntado por qué me había tocado a mí precisamente esa guardia, la de las malas noticias.
- Confieso que mi rotación en la UCI pediátrica fue una experiencia preciosa y, a la vez, emocionalmente devastadora. Que lloré con cada niño que perdimos, y también cuando aquel chiquitín, que apenas conservaba un soplo de vida, consiguió un nuevo corazón y, con él, un nuevo futuro.
- Confieso que a veces me “llevo a casa” a los pacientes, que repaso una y mil veces mi actuación y, cuando las cosas se tuercen, me pregunto si podía haber hecho algo más.
- Confieso que me duele el dolor de mis pacientes, que me cuesta mantenerme serena ante las desgracias de algunas familias, que me implico (unas veces más que otras) en la situación social y familiar de mis enfermos.
Pero no soy un caso excepcional ni mucho menos. Hay tantos médicos así… Y nunca me ha supuesto un motivo de queja por parte de los pacientes o las familias, más bien al contrario. Porque, al fin y al cabo, el verdadero médico tiene el corazón en carne viva y el alma llena de cicatrices. Pero, como los grandes guerreros, enseña con orgullo cada cicatriz. Porque constituyen la señal de su buen hacer, porque cada una de ellas recuerda aquel momento en que aprendió a aliviar y consolar cuando no podía curar. Porque son las marcas de las escaramuzas que le hicieron, no solo mejor médico, sino sobre todo mejor persona.
Esta entrada fue publicada en Medicina.
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="Copio y Pego" el Artículo al que se refiere la Dra. De Pablo al inicio del presente Post (TifloFernando)=
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Doctor, hable con su paciente (sobre todo al final)
Ana de Pablo.
Publicado el 26 de marzo de 2014
Al hilo de noticias recientes, me he visto implicada en varias conversaciones sobre sedación paliativa en Twitter. Prometí un post, aunque me ha salido muy distinto de lo que pensé inicialmente…
La sedación paliativa es una práctica éticamente correcta, que se encuadra dentro de las acciones de doble efecto. Por tanto, debe cumplir sus tres requisitos clásicos: que no exista otra alternativa, que la acción no sea en sí misma mala (éticamente hablando) y que el efecto malo no sea causa ni medio para alcanzar el bueno.
Cuando se utiliza bien, la sedación paliativa cumple los tres requisitos: no hay alternativa (es un síntoma refractario), la acción es buena (administrar un fármaco indicado a la dosis indicada), y el efecto malo (posible acortamiento de la vida) no es la causa del bueno (aliviar el sufrimiento), sino más bien al contrario.
Además hay unas garantías éticas que generalmente deben estar presentes: la presencia de síntoma refractario (refractario no es lo mismo que “difícil de controlar”) que causa importante sufrimiento, la proporcionalidad del tratamiento (y de la dosis) respecto al síntoma a tratar, la situación irreversible, la inminencia del desenlace y el consentimiento informado. Y ahí quería yo llegar: al consentimiento. Me explico:
En Twitter, @cgtorrijos me sugería cambiar el término “sedación paliativa” por el de “control de síntomas en la agonía”, que sería más fácilmente comprendido por la familia. Me gusta el concepto, pero también me ha hecho pensar. ¿Por qué no se entiende algo tan sencillo de explicar como es la sedación paliativa? ¿Será que los médicos no nos paramos a explicarlo?
Y mi conclusión es que no, no lo explicamos. O al menos no a quien deberíamos. Me refiero a que muchas veces, especialmente en casos de urgencia (en Cuidados Paliativos es un poco distinto) tendemos a hablar SOLO con la familia. Nadie nos ha enseñado a dar malas noticias, y dárselas al propio interesado es muy difícil. Y da miedo. Pero el consentimiento para la sedación de un paciente capaz debe darlo el propio paciente. Él es el protagonista de su propia muerte.
Hay enfermos crónicos, o ancianos, o previsores, que llegan a este momento con la historia de su vida escrita y rubricada. Pero muchos otros querrían tener la oportunidad de añadir un último párrafo a esa historia antes de poner el punto y final. Necesitan reconciliarse con aquel hijo díscolo o besar por última vez a sus nietos. O cambiar el testamento o el documento de instrucciones previas. O confesarse. O esperar a que lleguen sus primos de Cuenca, que vienen de camino. O simplemente quieren despedirse, o tal vez afrontar la muerte sin perder la consciencia en la medida de lo posible. O hacer preguntas y compartir su miedo con sus seres queridos. Y tantas veces no se les da esa oportunidad: se informa a la familia, se les oculta el pronóstico inmediato, se les seda casi sin avisar… con el único propósito de ahorrarles sufrimiento. Pero es experiencia común que la mayoría de los pacientes saben lo que les está pasando,
y se ven atrapados en una conspiración de silencio que alimenta sus miedos y su angustia. Y que el médico está muchas veces atrapado también, entre su obligación de informar y la negativa de la familia a que el paciente se entere de lo que pasa.
Para mi Trabajo Fin de Máster he preguntado a profesionales sanitarios si en caso de enfermedad grave les gustaría conocer su pronóstico, aunque éste fuera malo. La respuesta mayoritaria es sí, a pesar de que muchos reconocen que no lo hacen así con sus pacientes.
Supongo que las voluntades anticipadas vertidas en un blog no tienen ningún valor legal, pero a mí contadme lo que me hacéis. No me neguéis la posibilidad de escribir el final de mi propia historia. No me sedéis por la espalda. No me hagáis temer la idea de poder perder la consciencia antes de tiempo. No me privéis de una explicación, médica pero también humana, de lo que me está pasando. No me robéis la última despedida. No me esquivéis cuando necesite una información que probablemente sea también un último consuelo. En la medida de lo posible, no medicalicéis mi muerte. Controlad mis síntomas, sí. Sedadme si es necesario. Dejadme una puerta abierta a la esperanza, si la necesito. Pero no me engañéis ni hagáis ver que no pasa nada… Y sobre todo, demostradme que vais a estar de mi lado hasta el final.
Nadie nos enseña a los médicos a dar malas noticias, ni a gestionar las emociones cuando tratamos de cerca con la muerte. Pocos nos hablaron de empatía durante la carrera. Casi nunca nos dijeron que escuchar a un paciente asustado, o sostener su mano, consituye la parte más importante del tratamiento. Nos hablaron de curación, y se dejaron en el tintero el alivio y el consuelo. Nos toca aprender solos, pero no podemos renunciar a ello. Quizá el truco esté en reservar un espacio para pensar cómo nos gustaría ser tratados en ese momento, para poder ponerlo después en práctica.
La sedación paliativa es estupenda. Pero a veces se convierte en un medio para deshumanizar la muerte. De nosotros depende.
Vaya, me va a tocar escribir otra entrada más, porque al final no he hablado de Bioética. ¿O sí?
Esta entrada fue publicada en Bioética, Medicina.
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