Texto publicado por Camilo Ortiz
Nota: esta publicación fue revisada por su autor hace 9 años.
Noche diaria 4: no hay bien que por mal no venga.
En una ciudad septentrional imperialista, solía cuestionarme su y mi vida.
- No hay mal que por bien no venga.
- Qué bueno…
- Ya sabes que todo encuentra su razón de ser, pero hay que estar más avanzado en el tiempo para hallarla.
- Mí no entender…
Luego de 40 días lo pude entender: las cosas malas en la vida son malas en la medida que no le saque su aprendizaje, y a su vez el aprendizaje es bueno porque permite evitar los errores anteriores. ¿Sencillo, no?
Pero si me encuentro un billete de 100 dólares, ¿es bueno o malo? Sería bueno para mí, pero malo al que se le perdió. ¿Sencillo, no? No es tan así… puede ser malo para mí, puesto que me acusarían de receptación, y puede ser bueno para el que lo perdió, ya que lo robó.
¡Paradoja paradójica! Yo prefiero decir “no hay bien que por mal no venga”, ya que todo lo bueno tiene su componente de “maldad”: como gané la lotería la semana pasada, le quité la oportunidad de ganar a Mariano, pero si Mariano la hubiera ganado significaría que yo y 50 millones de jugadores dejaríamos de ganar.
Como me dijo una vez una niña de 3 años cuando le ordené que se portara bien: “¿por qué?”. Desde ese entonces, el porqué es parte de mi vida. De todas formas, al minuto después le dije a un niño de similar edad lo mismo y me respondió “¿por qué”; ya está confirmado, y cada vez que lo experimento me responden lo mismo aunque diga distintas preguntas… si no fuera así, olvidaría el porqué la luz se va al llegar la noche.
Bueno, hora de dormir, mi viaje onírico se apronta, aunque Angie Chan despierta en un nuevo día que para mí aún no llega.
Hasta noche.