Texto publicado por Brenda Stéfani

Papel en blanco. Cuento no apto para menores de 18 años.

¿Y yo qué hago con un papel en blanco? Me pregunto mientras me acuesto a esperar a que me dé sueño. ¡Qué sueño! Últimamente ando soñando raro. Me despierto con el alma en la boca, aveces de miedo, aveces de risa, aveces con unas irrefrenables ganas de abrazar, de rodear su cuerpo ágil mientras me imagino soñando de nuevo que sueño. ¡Que rico, delicioso!
Recuerdo esa noche en que soñé contigo mientras envolvía a mi almohada en una posición inusual, como en diagonal, un poco lejos de la cabecera , A ver si les grafico... Me refiero a estar Con la cabeza muy por debajo de donde debería ir.
Me coloco con las piernas flexionadas como si estuviera en cuclillas, algo así como la posición fetal pero no, no creo que sea eso porque con una pierna rodeo la almohada que es bastante larga y la abrazo, recordando que la otra pierna estaba medio recta, entonces no es.
De pronto vienen a mí esas imágenes borrosas que hasta se me hace agua la boca al recordarlas;
una frase tras otra como un río , era algo como agua en todas partes, agua mojándote. Entonces me imagino ser una fruta, una fruta que quieras Alcansar con locura irremediable pero no la puedas ni imaginar. Una fruta que mires de lejos pero pienses que talvez al probarla estalle en tus labios, en tu lengua, en tus dientes, en tus megillas, en tus encías, en tu garganta, en tu laringe, en tu faringe, en tu esófago y finalmente acabar débil, perdida y derrotada en tu estómago. Oh que delicioso es imaginar que me deboras completamente, que me hago parte de tu cuerpo, como me voy mezclando lentamente con todos los tegidos que forman tus entrañas.
imagino ser el centro mismo de tu ansiedad mientras solamente deseas esa fruta, esa fruta tan lejana e inalcanzable, tan deliciosa, tan distante que quizá, talvez ya no la vuelvas a probar más nunca pero que un día la habías saboreado y retenido con toda la intención de hacer que el jugoso resabio de tus ensueños perdure por más tiempo, la habías disfrutado,
la habías destrozado con la avidez de quien prueba un sabor nuevo por primera vez, la habías engullido con tanta voracidad que de tan solo imaginar esa expresión contrariada en tu rostro me invadieron escalofríos. Esa expresión de inexplicable delirio, de una felicidad infinita que tu piel se estremece de solo presentir el codiciado placer. Imaginar ese gesto en tu rostro, con las gotas de sudor cayendo por tu frente, con la mirada intensa , fija y tu boca humedesida por el imperioso deseo de morder, de lamer, de beber, de zambullirte dentro de su líquido bital, que hermosura, que encantador, que divino, esa expresión de ansiedad hace que mis manos transpiren sin control, que mi respiración se acelere, qe mi corazón palpite más, que mi cuerpo tiemble completamente...
¿ay por Dios que delirio de deidades provoca el hecho misterioso de imaginar que soy el líquido que escurre de esa fruta, o soy el líquido espeso que fluye dentro de ti, que puedo recorrerte sin límites, que me deslizo dentro de todos los embrollos inexplorables de tu ser, que puedo escabullirme entre los lugares irreproducibles e incomprensibles que llenan los espacios
y lugares vacíos que producen tantos sonidos desconocidos.
De pronto me voy introduciendo entre tus benas, en lugares que nunca dimencionaría conocer, dentro tuyo de la forma más insólita que ya puedo sentir que formo parte de ti, de tu cuerpo. Me voy integrando y desintegrando, mezclándome como si fuese de plasma, o como si fuera una masa viscosa que recorre navegando tus fluídos, me disuelvo y me condenso, me desintegro y me reconstituyo nuevamente y sientes que algo dentro tuyo se revuelve y gira recorriéndolo todo, esa sensación te va envolviendo por completo desvaneciendote en total satisfacción.
De nuevo vuelvo lentamente a la realidad, no soy esa fruta, no estoy dentro tuyo ni en tu mente ni en tu cuerpo, soy otro ser que camina de tu mano sobre una vereda desastrosa llena de piedras y desniveles, pero ese deseo sigue en aumento, sigue impulsándome como si fuera el motor de mis pensamientos.
De pronto mi mano se enlaza a tu cintura, con la otra te levanto del suelo para correr de los autos que pasan y nos persiguen, siento tu piel de bajo de tu camiceta, siento la aceleración de tu respiración y la adrenalina que nos produce correr pero en realidad solo yo estoy corriendo con los pasos muy rápidos, furiosos, intensos, con la respiración entrecortada, ese aire que entra y sale de mis pulmones, como puede ser que te tenga entre mis brazos, me pregunto mientras siento deseos de arrancarte esa camiceta y descubrirte más y no me importa nada, ni lo que pienses ni lo que vean. Mis manos se escabuyeron ya bajo tu ropa, sobre tu piel que está húmeda, salada y te siento mover, siento el calor que se combierte en frío, siento desde fuera lo que sentía cuando me imaginaba estar dentro de tu cuerpo de esa forma tan extraña pero tengo que admitir esa emoción que me invade, me sacude completamente, como un volcán al rojo apúnto de estallar.
Freno en seco, mi cuerpo entero se dispone para el último aliento que me queda antes de caer mientras no tienes ni mínima idea de lo que está pasando, te sorprendes y me miras fijamente pero yo no respondo, mi cuerpo está al límite. Coloco rápido tus pies en el suelo mientras me desvanezco entre vibraciones casi celestiales, calor y frío, ardor y humedad, como movilisa cada mínima molécula de mi ser con solo acercarse.
¡Que ingeniosa mezcla de la naturaleza es el poder de sentir!.
BREN.

viernes: 29/01/2016