Texto publicado por starchild

(relato propio) Traspasando barreras físicas, capítulo 5. Momentos de sangre y tensión.

Traspasando barreras físicas, capítulo 5
Momentos de sangre y tensión.

--¿Te gustó la película?
--No ha estado mal.
--Son las 10 de la noche ya. Deberíamos cenar algo y acostarnos. ¿No creés?
--Tu mandas.
La pareja se levantó del sofá y se dirigió a la cocina mientras comentaban la película.
--Es increíble lo que es el sentido de la familia, aún tratándose en el ámbito que se trata. –Comentó Luna.
--La familia siempre es la familia. –Dijo Roberto mientras sacaba una pizza de la nevera y la introducía en el microondas.- ¿A qué hora hay que despertarse mañana?
--A las 9. –Dijo Camila mientras giraba la rueda del minutero y se ponía el electrodoméstico en marcha.
--no se si te lo he dicho alguna vez, pero tienes un trabajo de lujo. Entras a las 10 de la mañana, sales a las 2, incluso a veces un poco antes, y por lo que veo, tu sueldo es más o menos estable.
--He tenido suerte, digámoslo así.
--Sí, quien pillara un trabajo así.
--¿Y vos? Has pensado ya en qué te gustaría trabajar aquí? No te lo digo por presionarte. Ahora mismo con la plata que yo gano podemos sostenernos los dos sin ningún tipo de problema. Pero imagino que querrás ocupar tu tiempo en algo.
--Todavía no lo sé. Acabo de llegar a este país hace tan solo unos días. Tendría que dejar pasar un poco el tiempo y adaptarme a la vida de aquí.
--No hay problema, tomate el tiempo que necesites. –Dijo esto mientras el timbre del microondas saltaba.- Ah, ya está lista. Vamos a comer.

Aquel joven corría frenéticamente por la nocturna ciudad de Madrid, solamente percibida esta faceta de la misma por trabajadores casuales y subculturas callejeras no muy recomendables, yonkis, camellos, prostitutas y otro tipo de fauna que podríamos seguir nombrando. Eran ya más de las 2 de la madrugada y debido a diversos percances, José no había llegado a casa a la hora prevista, las 12 de la noche. Maldita la hora en la cual paró en aquel callejón a curiosear. El sonido de un disparo lo sacó de su ensimismamiento. O lo habían visto o estaban tratando de hacerlo reaccionar, como cuando se intenta cazar a un ratón mediante algún tipo de estímulo. Empezaba a cansarse, llevaba más de dos horas evitando a esos dos matones. Había escuchado algo que no debía y no iban a parar hasta que estuviese bajo su control, o muerto, o no sabía qué. El problema esque hasta la más profunda gota de su ser estaba impregnada en miedo y terror. Lo cual le hacía tener los nervios a flor de piel y por ello, provocar que su respiración fuese demasiado agitada, además, que era la única persona que se encontraba corriendo en aquel momento. Le empezaba a faltar el aliento y las piernas le pinchaban, pero no podía detenerse, no debía detenerse. ¿Dónde diablos estaban las malditas autoridades en estas situaciones? Por un momento se le pasó por la cabeza parar y acudir a su teléfono móvil. ¿Pero de cuanto tiempo disponía? ¿A cuanta distancia estaba de ellos? No muy lejos, fue la respuesta que dedujo al escuchar otros dos tiros cerca. Estaba en zona residencial, alguien tendría que oír eso, todo estará bien. Pero cuando nada puede ir peor, la mala suerte se personifica en forma de tapa de alcantarilla algo levantada, la cual hizo tropezar a José y caer de bruces.
--Mierda, -Murmuró mientras se levantaba y continuaba caminando, pasando por delante de algunas farolas. Reconoció la calle. Era su calle. Su casa se encontraba al final. “Vamos”, pensó. “Son solo dos minutos corriendo”. Y se lanzó a través de la acera precipitadamente hacia delante, impulsado solo por encontrar la seguridad del hogar.
--¡Allí!
--¿Dónde?
--¿Ahí coño esque no lo ves?
Las voces de aquellos tipos era lo único que se oía sobre el silencio de la noche, excepto algún que otro coche casual, cuyos rugidos normalmente suelen despertar al vecindario cercano. José divisó el portal a lo lejos y emprendió rápidamente la marcha hacia allí. Poco a poco la negra puerta de hierro se iba haciendo más grande en su campo de visión, al mismo tiempo que su desesperación por estar a salvo. O por lo menos, por estar a cubierto. Oyó otro disparo y el silbido de una bala que había ido a parar cerca de el, estrellándose en la pared de la izquierda. “Joder, por poco”, pensó, mientras cruzaba el umbral y se dirigía rápidamente a la escalera. A la mierda el ascensor.
Cuando llegó a la primera planta, torció hacia la izquierda y rápidamente sacó el manojo de llaves. Tras localizar la suya, abrió con nerviosismo y corrió al interior de la casa. Su madre se encontraba justo en la puerta.
--José –Dijo gritando.- ¿Qué horas son estas de llegar?
--Cierra la puerta mamá. –Dijo este susurrando.
--Niño, a mí no me hables así.
--¡Te digo que cierres la puerta, joder! –Dijo José mientras el hacía lo propio. La puerta se estrelló contra el marco con un sonido sordo.
--Cariño, ¿Qué te pasa?
--Mamá –Dijo con nerviosismo.- NO sé por qué pero hay unos matones que me están siguiendo con pistolas. Necesito llamar a la policía.
--¿Estás seguro? –Dijo la madre con cara de preocupación.
--Mamá, te digo que llevo dos horas tratando de evitar a esos tíos. Me han disparado varias veces.
--Entonces ese sonido no era de petardos.
La conversación quedó interrumpida cuando unos fuertes golpes a la puerta hicieron correr a ambas personas al interior de la casa. El padre de José apareció en el salón con el pijama puesto.
--¿Me decís que coño está pasando?
--Al cuarto y no armes ruido. José, tu al tuyo, es mejor estar separados.
Todos corrieron hacia las respectivas habitaciones, mientras los golpes en la puerta no dejaban de sonar. El chico entró en su cuarto y localizó un teléfono de mesa el cual descolgó inmediatamente. La línea permanecía muerta, sin tono.
“Mierda mierda y mierda.”
Los golpes en la puerta dejaron de sonar. Se habían cansado. José respiró. Volvió a intentarlo. El teléfono dio algo de tono y marcó el 191 sin dudar. Dio el primer tono y la línea chisporroteó y se volvió a cortar. Colgó el teléfono y metió la mano en el bolsillo para buscar su móvil cuando de repente un disparo y el grito histérico de su madre lo sacó de su ensimismamiento. Otro disparo atronador hizo callar el grito de la mujer. Atemorizado, José intuyó justo lo que había sucedido. Sin poder remediarlo, y oponiéndose a toda costa en lo que le dictaba la razón, salió corriendo de la habitación entre llantos, ya no le importaba nada.
--¡Mamá! ¡Papá!
Al cruzar la puerta, se encontró frente a frente con los matones, los cuales tenían encañonada a una mujer de pelo moreno, la cual también empuñaba un arma hacia ellos y vestía una curiosa boina. Esta señaló con un dedo a José.
--Detrás de mí, ¡Ya!
José no dudó ni un instante e inmediatamente se cubrió detrás de aquella chica. Ambos bandos se miraban fijamente, la tensión en el aire era inminente.
--Dispárales, ¡Joder!
--Aún no –Dijo la chica.
Uno de ellos disparó contra el pecho de la mujer. La bala inmediatamente rebotó contra lo que sería seguramente, un chaleco anti balas.
--Ahora sí. –Dijo esta, apuntando al pecho de los otros y disparando simultáneamente. Ambos cayeron desplomados al suelo, mientras la sangre comenzaba a inundar el suelo de la habitación.
La chica enfundó la pistola y miró a José.
--Tienes que acompañarme.
--Pero y mis padres…
--Tus padres están muertos, siento decírtelo así. Y si te quedas aquí tu serás el siguiente porque no son los únicos que han venido a buscarte. Vámonos, rápido.
La chica emprendió rápidamente la marcha hacia la puerta derribada y este la siguió de cerca. Bajaron rápidamente la escalera del portal y volvieron a salir a la calle. La mujer se detuvo delante de un coche de policía y abrió la puerta trasera. Entró e hizo señas para que José hiciese lo mismo.
Tras hubo cerrado la puerta, el coche inmediatamente aceleró sin dar tiempo a los pasajeros de atrás a abrocharse el cinturón. Observó que la conductora era otra chica más o menos de la misma edad, con una complexión también igual de musculosa y el pelo rubio. También llevaba en la cabeza la misma boina. Esta miró hacia la policía de atrás.
--¿Cómo ha ido, Elena?
--No muy bien. Solo ha sobrevivido él. Me han atacado y he tenido que actuar en defensa propia. Han muerto también.
--¿Cuántos cadáveres son entonces?
--Cuatro en total. Ve informando de la operación, yo me encargo del muchacho.
--¡Aquí la agente Martínez, el resultado de la operación son cuatro muertos y una persona a salvo. Necesito que manden el equipo forense para que den levantamiento de los cadáveres y limpien el piso. –Dijo la agente Martínez por el radiotransmisor.
--Recibido. ¿Dónde os dirigís?
--Nos dirigimos a la comisaría para que el superviviente testifique.
--Nada de testificar ahora. Diríjanse al piso franco que tenemos instalado en las afueras de Madrid que acordamos y que una de vosotras se quede vigilando al sujeto.
--Recibido.
Elena introdujo la mano debajo del asiento y extrajo una lata de coca-cola, la cual le tendió a José.
--¿Te gusta la cola? –Dijo.
--Sí.
--Toma –Dijo mientras José cogía con manos temblorosas la lata y la abría despacio.
--Perdona que no me halla presentado. Bueno, la situación tampoco lo ha permitido de otra forma. Mi nombre es Elena y ella es Susana Martínez. Somos del Grupo especial de Operaciones del cuerpo nacional de Policía. Ahora quiero que trates por un momento de dejar de dirigir tu atención a lo que ha pasado hace unos minutos, ¿De acuerdo? Dime, ¿Cómo te llamas?
--José… José Almeida.
--Anda, como mi primo. ¿Cuántos años tienes, José?
--19 recién cumplidos hace unos meses.
--Y dime. ¿A qué te dedicas ahora mismo?
--Trabajo de repartidor en una empresa de bollería industrial. Repartimos normalmente a establecimientos de restauración.
--¿Y que tal el curro?
--Es lo que hay, no me puedo quejar. Salario mínimo.
--Bueno así está todo el mundo ahora. Los que pueden estarlo, así que supongo que puedes considerarte afortunado. –Dijo Elena.
--¿A dónde nos dirigimos?
--A un piso franco en las afueras de Madrid. Tenemos que protegerte a toda costa.
José dio un gran sorbo a la Coca-Cola.
--¿Por qué me buscan?
--Es mejor que te lo explique mañana, ¿De acuerdo? Has tenido demasiada actividad hoy y necesitas descansar. De todas formas estamos cerca.
El coche frenó bruscamente en una calle aparentemente desierta y Elena miró a Susana.
--¿Yo me quedo con él, de acuerdo?
--Vale. Vuelvo al punto principal por si me necesitan de apoyo. Ya nos vemos.
Elena abrió la puerta de la izquierda y salió del vehículo. José la siguió. Cuando hubo salido, este cerró la puerta y el coche inmediatamente se perdió en la lejanía con los faros encendidos.
--Detrás de mí, siempre detrás de mí.
José andaba detrás de la chica, siempre muy pegado a ella. Entraron en otro portal más o menos amplio y se dirigieron a un elevador. Elena pulsó el botón de llamada y este se abrió. Acto seguido entraron. Ella apretó el botón del piso 2 y comenzó a subir.
--¿Cansado?
--No lo sé.
--Bueno. Ahora te acuestas y ya verás como por lo menos duermes algo. ¿Has cenado?
--Sí, en una pizzería de atocha, no me acuerdo como se llamaba.
--Bueno. –Dijo mientras el ascensor pitaba y se abrían las puertas hacia un único descansillo con una única puerta. Ambos salieron y Elena sacó un manojo de llaves con el cual abrió la casa. Entraron. Era un pequeño piso, bastante acogedor, con un pequeño pasillo que daba a una cocina y a un salón. Se dirigieron al salón y lo atravesaron hacia una única puerta que daba a un dormitorio con dos camas y una mesilla de noche.
--Espero que no te importe pero deberemos dormir los dos en la misma habitación. Es por seguridad.
--No, no pasa nada, no se preocupe.

Laura se encontraba en su cuarto, tendida en la cama, haciendo ejercicios mentales para distraer su mente. Ya que no podía dormir, debía buscar alguna manera original de tener entretenida la conciencia y no pensar en el trabajo. En dos horas tendría que estar otra vez allí, así que tendría que prepararse en breve. Tenía un ligero dolor de cabeza. Por más que lo intentaba no se podía quitar de la cabeza líneas y líneas de código. Necesitaba desconectar de alguna manera de aquella rutina. Pero no es fácil cuando entre jornada y jornada tan solo hay 4 horas de descanso. Algo que en su antigua vida habría sido imposible de lograr, en este momento, seguramente estaría agobiada, o incluso llorando de desesperación. Pero sus implantes no se lo permitían. Anulaban cualquier emoción extremadamente negativa y extremadamente positiva, cualquier emoción que pudiese desestabilizar de alguna manera una rutina general de una persona humana normal y corriente. Seguramente, en su anterior vida, hubiese deseado que esto acabase, en esta, simplemente no lo puede desear. Laura sabía todo esto. Era consciente de su manipulación interna. Pero, ¿Habría alguna forma de determinar si le gustaba o no le gustaba aquello? Su cerebro solo le indicaba que era lo que era y punto y que no había otro remedio.
Se dirigió al ordenador y buscó entre sus carpetas alguna película para ver, sabía que se tenía que concentrar en el CRM, pero si continuaba la cabeza le estallaría, así que necesitaba de alguna forma enfocar su atención en otra cosa. Buscó entre sus archivos, pero al no poder determinar cual de ellas le gustaba o no, abrió la primera que se encontró. ‘minority Report’. Por lo menos es una que siempre quiso ver en su anterior vida, actualmente, era algo que no tenía ningún tipo de relevancia, pero era necesario. Mientras se cargaba la película pensó que el jefe la volvería a regañar. “¿De qué le sirve? Sus palabras no provocan emoción alguna en mí. No sé con qué objetivo lo hace. Probablemente para desahogar su frustración. Pero lo que es inhumanamente posible es inhumanamente posible, por mucho que se quiera avanzar en la materia. Los humanos con los humanos, y las máquinas con las máquinas.”
La película cargó y comenzó la sintonía con el fondo de créditos iniciales. Acto seguido se centró completamente en la película, para evitar pensar de forma obligatoria en el trabajo y en las líneas de código.

El despertador sonó con un estridente ruido, y Luna se levantó inmediatamente para apagarlo. Roberto remoloneó un poco y finalmente, también se levantó.
--Tenemos que prepararnos corazón.
Este se desperezó y tras vestirse, se dirigió al baño para asearse junto a luna.
--¿Seguro que no nos van a poner pegas?
--¡No! Está todo hablado. Te lo prometo.
--Perfecto pues. ¿Y que voy a hacer las 4 horas?
--Mirá te digo una cosa. Últimamente llegan muy pocas noticias a la redacción, con lo cual la mayoría del tiempo nos la pasamos sin hacer nada. O muy poco. Ya verás que entretenido que está.
Una vez aseados y preparados, ambos jóvenes salieron a la calle. Todo se encontraba ya repleto de coches que iban y venían de un lado a otro.
--No está muy lejos de aquí, iremos caminando.
Comenzaron a caminar, y Luna entre la multitud consiguió divisar a un hombre con el rostro semicubierto. Este le miró y la sonrió. “Maldita sea” pensó. “Es un mercenario de Exporsan. Tengo que hacer algo, pero ante todo no perder la calma para que Robertito no sospeche”
--Bueno. –Dijo ella de una forma tranquila.- ¿Te apetece ir a desayunar a algún lado? Cerca de aquí hay una cafetería que ponen muy buenas tostadas.
--Vamos pues, que tengo el estómago que me ruge como un león.
Se dirigieron calle arriba mientras Luna observaba como aquella persona los seguía a una distancia prudencial. Volvió a mirar a la chica y sonrió echando su mano hacia su pantalón por debajo de su larga chaqueta negra.
“Qué boludo” pensó luna. “Yo también tengo un arma”. Y acto seguido hizo lo mismo, sin mirar atrás para no distraer a robertito.
--Oh mierda. –Dijo ella.- Se me olvidó ir al baño.
--A mí también. Bueno, en esa cafetería hay baño ¿No?
--Sí.
--Entonces no hay problema.
Se dirigieron al interior de la cafetería, la cual estaba hasta el tope de gente. “Cogeme aquí si podés, voludito”. Pensó ella Mientras buscaban algún asiento.
--¿Te importa si voy yo primero al baño?
--Para nada, lo prefiero así, de esa forma voy pidiendo. Te vas a impresionar con lo que te voy a pedir.
--Sorpréndeme.
Luna dejó caer una tierna risita y acto seguido Roberto se dirigió al baño y desapareció entre la multitud. Luna observó que un grupo de aproximadamente 10 personas se dirigían hacia la puerta e inmediatamente salió detrás de ellos. El mercenario no se atrevería a disparar con gente visible, no iba a arriesgarse. Lo vio a unos 20 metros de su posición una vez estuvo fuera. Siguió muy de cerca de la multitud. Por suerte, era un grupo consistente y nadie se separó. El mercenario tubo un pequeño despiste y ella corrió a esconderse tras unos contenedores de basura. Esperó a que la multitud se disipase y quedasen en la calle solos ellos dos. El hombre miraba frenéticamente a todos lados. Luna, desde su escondite, aprovechó para sacar una pequeña arma y apuntó a la barriga del sujeto. Asomó la cabeza de detrás del cubo de basura y disparó una sola vez. El sonido amortiguado, y solo perceptible por ella gracias al silenciador de su pistola, hizo que un proyectil saliese despedido del cañón de su arma y fuese a impactar justo entre el pecho y el estómago del mercenario, el cual sin remediarlo, calló hacia atrás, llevándose las manos al lugar de la herida y convulsionándose de dolor. Luna se acercó rápidamente hacia él, y lomiró fijamente.
--Recordá. –Dijo esta con una voz calmada cargada de malicia.- Omicron siempre gana.
--Perra. –Logró articular el entre espasmos, mientras ella, le alojaba una segunda bala en el centro del pecho y el cuerpo dejaba de moverse. Luna se guardó el arma y volvió a correr hacia la cafetería. Por suerte, Roberto aún no había llegado del baño y se dirigió lentamente al mostrador, calmándose para no levantar sospechas.

Una vez hubieron terminado de desayunar, se dirigieron de nuevo hacia el puesto de trabajo de Luna.
--Está solo a dos cuadras de aquí. Ya casi estamos.

José despertó lentamente y observó a aquella mujer, impasible, depié al lado de su cama.
--Joder si duermes campeón. Es la una de la tarde ya.
--¿Cuánto tiempo llevas despierta? –Dijo él desperezándose.
--Solo he dormido cuatro horas. El resto he estado vigilando.
--¿Pero tendrás que hacer otras cosas, no?
--no, mi deber es vigilarte y protegerte a toda costa. SI me distraigo, la hemos cagado. Pero si me gustaría comer algo así que si no te importa, ¿Te levantas?
--Si claro, ¿No has desayunado tampoco?
--Te he dicho que no puedo distraerme. Imagina que en el lapso de tiempo en el que me despego de aquí algún asesino entra trepando por la ventana y acaba contigo.
--Eso es demasiada paranoia.
--Eso es protección a la ciudadanía. Bueno, ¿Vamos?

Roberto y luna llegaron a la recepción de aquel edificio, y una chica tras el mostrador los saludó.
--Andá, ¿Este es tu llogurín? Es muy guapo.
--Hola, encantado.
--Tenemos algo de prisa, después. –Dijo luna guiñando el ojo a la secretaria.- Pasamos de nuevo por acá.
Se dirigieron rápidamente hacia el elevador y ambos subieron al mismo. Luna pulsó una planta y comenzó a descender.
--Anda. ¿Esto también tiene sótanos?
--Sí. Es grandísimo el edificio. Ya verás que bien te lo vas a pasar. –Dijo esta última frase con una inquietante sonrisa.
La puerta del elevador se abrió.
--Ah se me olvidaba. Tengo que volver a subir por unas cosas que me dejé arriba. Tengo la cabeza regular. Mirá te explico. Seguí el pasillo al final hay una puerta, allí ya vas a encontrar a mi compañero, ¿Vale?
--Muy bien.
Roberto extrañado abandonó el ascensor y se dispuso a recorrer aquel curioso pasillo con suelo metálico y paredes blancas. “Qué coño es esto”, pensó.
Divisó al final una puerta roja, la cual se dispuso a abrir pero ella sola automáticamente se deslizó. Se encontró en una enorme sala con una mesa circular en la cual había un hombre de aspecto mayor y con una gran barba de aspecto canoso.
--Ah. Vos debés ser Roberto.
--Sí.
El hombre le chocó la mano.
--Encantado. ¿Y Luna?
--Dijo que iba a subir a por unas cosas. Por cierto ese pasillo da mucho mal rollo.
--Los pasillos se dispusieron así por cuestiones científicas que no tengo ni idea.
--¿Pero esto es una redacción de noticias supuestamente, no?
--Sí, es una redacción de noticias, pero aquí en el sótano tenemos otras empresas que nos ayudan a colaborar con diversas investigaciones científicas. Nuestras revistas son de carácter privado. Se escriben para gente de alta clase que quiere recibir información clasificada la cual no se puede mostrar al público general porque sería escandalosa.
El hombre se expresaba con una voz grave y pausada.
--Se me olvidaba. Hay una amiga de Luna que quiere verte. Tenés que coger el pasillo que hay al fondo, y la primera puerta a la izquierda. Sy querés, después podés volver a venir y seguimos charlando.
Roberto se alejó hacia la puerta, la cual se abrió e inmediatamente dejó pasar al muchacho, acto seguido se cerró dejando a aquel hombre mayor en la sala.
--Eduardo, el prisionero se dirige a su destino.
--Perfecto señor. –Se oyó una voz con acento mexicano por unos altavoces ocultos en el techo.

Roberto se dirigió a la primera puerta, la cual igualmente se abrió y lo dejó pasar. Tras cerrarse esta tras él, observó que se encontraba en una sala tenuemente iluminada y pequeña, equipada con dos camas y una luz fluorescente en el techo. EN una de las camas, una chica de aspecto joven se encontraba envuelta en lágrimas. La chica habló con acento mexicano.
--Por favor, no me hagas daño, te lo pido.
--Como que no te haga daño. ¿Alguien me puede explicar que coño está pasando?

--Deberías comer un poco más. –Dijo Elena a José.
--No tengo mucha hambre.
--Mira –Dijo ella de una forma tranquilizadora.- Siento mucho lo que ha sucedido. Debe ser un momento muy complicado para ti, además de que las escenas están todavía muy recientes en tu cabeza. Si de verdad no quieres comer más, no comas. Pero tenemos que hablar de varias cosas y necesito que estés completamente espabilado.
--Estoy espabilado, solo que no tengo ganas de comer más.
--Bien. Vamos al grano entonces –Dijo ella apartándole el plato de delante.- Verás, ni yo ni mi compañera formamos parte de los GEO. Este asunto es demasiado delicado incluso para ellos. Formamos parte de una corporación clandestina sustentada por diversos estados alrededor del mundo y tu has tenido la mala suerte de escuchar una conversación privada de otra corporación enemiga. Necesito que me digas qué escuchaste en aquel callejón y en base a eso, te daré más información o no.
--Estaban hablando de una chica. Una tal Camila, decían algo de que no se encontraba preparada todavía para cometer un supuesto crimen. Me paré allí y no lo tenía que haber hecho, lo sé. Era solo curiosidad. Después que los chicos de otra corporación habían llegado a España. Dijeron algo como omicón…
--Omicron –Le interrumpió la chica.
--Sí, Omicron. Que los chicos de la corporación Omicron iban a entrometerse y fastidiar los planes. Entonces es cuando me vieron y corrieron hacia mí con las armas en la mano.
--Y a partir de entonces, lo que ya sabemos. ¿No?
--Sí.
--Bien, te explico pues, ya que has llegado tan lejos es obligatorio que lo sepas. Omicron, o como podríamos llamarle, Opciones Microinformáticas Neurológicas, es la empresa para la cual nosotros estamos trabajando. Tiene varias sedes por Latinoamérica cada una se encarga de realizar una acción diferente. Nuestra corporación se encarga principalmente de investigar el campo de la neurociencia para desarrollar lo que nosotros llamamos, defensa neurológica artificial. Se sabe ya, aunque todavía no está a disposición del público, que ya existen ordenadores que trabajan con fibra neurológica. Esta fibra, como si de un cerebro humano se tratase, es muchísimo más rápida a la hora de transmitir información que el propio silicio, material con el cual se realizan los ordenadores actualmente. Es tan rápida que ni si quiera hemos podido calcular ni comparar resultados. Nuestro objetivo es desarrollar máquinas de batalla, máquinas que sean capaces de tener su propia autonomía y su propia inteligencia. De esta forma las guerras se realizarían sin sacrificar vidas humanas. Nosotros, nos encargaríamos de negociar con los ejércitos mundiales y comercializar este tipo de soldados artificiales. Pero claro, esto no se puede lograr sin ver los efectos que primero provoca en un cerebro real. Para ello, se está experimentando con personas humanas, las cuales se someten voluntariamente y con su propio consentimiento a experimentos de implante para que puedan saber como es la experiencia y ayudarnos con la investigación.
--¿Y qué pasa con la empresa enemiga?
--Exporsan. O lo que es lo mismo, Exportaciones la sana. Es una empresa ilegal clandestina que usa una red de empresas de exportación. Plagiaron la idea pero para utilizarla con fines terroristas. Desde entonces se ha establecido una lucha entre las dos corporaciones. Siento mucho que hallas tenido que venir a parar a una guerra la cual no tiene que ver nada contigo.
--¿Qué opción tengo yo?
--¿Opciones? NO hay muchas. Si sales ahí fuera acabarán encontrándote y te matarán porque no tienes nuestra protección. Exporsan te encontrará y acabará liquidándote. Por el contrario si te quedas con nosotros te daremos la máxima protección bajo un programa de protección de testigos avalado por el estado español. Tendremos que modificar tu identidad, imagino que ya sabes como funciona eso.
--Si tiene que ser así, que así sea, de todas formas, no tengo nada más que perder. –Dijo el chico con una lágrima escurrida. La chica lo abrazó lentamente.
--Todo va a salir bien, ¿Vale? De veras que lo siento mucho.