Texto publicado por Brenda Stéfani
Nota: esta publicación fue revisada por su autor hace 8 años.
Un sueño.
Anoche tuve un sueño de lo más delirante, empieza cuando estaba en una de las piezas de la casa de mi abuela, parecía que estaba ahí quedándome a dormir como cuando era niña. El cuarto estaba oscuro y el piso estaba hecho de tierra aplastada, algunas tablas como pared por causa de mi abuelo que experimentaba armando y desarmando cosas , entonces digamos que el cuarto era una cocina. Mi prima estaba ahí con una remera celeste, el cabello corto hasta los hombros, sus lentes de aumento porque no veía bien, su cara morena y redonda reflejaba cierta sonrisa pícara.
Ella es algo rellena y de estatura mediana a baja, veía su cuerpo y me producía cierta inquietud, no podía ver sus ojos detrás de los lentes pero estaba cocinando, decía hacer el desayuno pero más bien parecía la cena, no podía determinar la hora que era pero se veía como de tarde. Solíamos cenar temprano en casa de abuela y más si hacía algo de frío, ella seguía con lo suyo y pensaba que en cualquier momento vendrían a buscarme. De repente se hizo de día con lo que puedo asegurar ahora que mi prima estaba haciendo el desayuno. En el cuarto había una cama, la cocina donde estaba mi prima y una heladera. Por una de las puertas veo entrar a mi hermano menor que es mucho más alto y fornido que yo, piel morena, ojos marrones, cejas anchas y el cabello liso, corto y negro. Me enojé por una razón que no puedo detallar ahora mismo y comencé a acercarme a él con rabia. Le grité por lo que había hecho, le tomé el rostro con fuerza y comencé a arañarlo, le grité cosas muy fuertes, le dije que había tratado muy mal a mi mamá y que nunca lo perdonaría. Él miraba a todos lados sin reaccionar, dejaba que le golpee, que le pellizque, le muerda y él seguía sin defenderse, con la expresión inocente de alguien que se despierta y no entiende aún lo que está pasando. Sus ojos se llenaban de lágrimas mientras seguía atacándolo y solo atinó a decirme que no sabía nada y que lo deje por favor, lo hice así y seguía llorando. Mi rabia estalló , entonces lo aparté de mi lado y salí.
A fuera estaban mis hermanos sentados bajo unos árboles que hacían sombra y vi a otra de mis primas, la que tiene mi edad, cabello castaño tirando a rubio oscuro, ojos miel y piel más clara que la mía, también usaba el cabello hasta los hombros o más largo quizá pero no podía verla bien, casi siempre miraba cualquier cosa menos a las personas, así que mejor fui al corredor, ahí estaba él, delgado, ojos de color marrón oscuro y pequeños, piel trigueña, cabello negro, corto y crespo. Al verme se levantó e hizo que me sentara a su lado, a mi izquierda estaba su mamá, parecía estar hablando de algo importante y sentí que molestaba pero él no me dejó ir.
Ella le decía que piense y decida bien lo que va a ser de su vida, le pedía que no descuide su futuro, le decía que lo quería mucho y que siempre iba a estar ahí para él cuando lo necesite, era una escena emotiva y extraña, Mi rostro enrojeció y no pude dejar de sentir cierta ansiedad, moría de vergüenza y en un momento tan familiar como ese mucho peor. Ella seguía hablándole mientras yo me sentí más conmovida cuanta más emoción fluía en sus palabras, mis ojos se empañaron y no supe si era por la vergüenza que crecía más, por lo que ella decía o por
esa tristeza que me producía al pensar en la idea de que ella quizá se estaba refiriendo a mí. Él tomó mi mano derecha, su mano estaba cálida y tranquila como casi siempre y sentí sus ojos clavarse en mí. Quería correr, quería desaparecer, ella no me quiere pensé mientras intentaba calmarme para no llorar. -No puedo estar aquí, es mejor que me... Sus labios frenaron cualquier excusa, no sentí beso más firme y seguro, más puro que ese en toda mi vida, su boca selló toda
preocupación y su abrazo devolvió a mi cuerpo la calma, ella sonrió y nos fuimos, una camioneta vino a buscarnos, volveríamos por fin a casa.
Mis hermanos subieron ocupando todos los asientos, y eso que era grande de doble cabina pero igual a nosotros nos toco ir en la carrocería, nos sosteníamos por los hierros de la parte de atrás de la cabina que no se como se llaman que por cierto estaban flojos, ¿Y pasó? Saltó la camioneta y nos caímos.
La tierra del camino era roja, tanto que nos bañó de polvo, como no sabíamos donde estábamos, caminamos hasta un campo donde vimos dos caballos, uno era de pelaje claro como rubio, muy suave y se dejaba tocar como si fuera un poni acostumbrado a los niños, el otro era de color marrón castaño, su pelaje era como rizado, los dos se dejaban acariciar, apareció una niña corriendo y nos dijo sus nombres, la morena se llamaba Cinta y su razón se la daba el mismo nombre, la rubia, creo que tenía un nombre similar a Violeta. Los dos nos quedamos algo perplejos mirándolos, nos sentíamos perdidos sin saber bien que hacer o a donde ir.
Giré la cara para verlo mejor, sus ojos tenían cierto brillo como de malicia, esa chispa que se ilumina cuando se te ocurre una idea picarona, me tomó de la mano y corrimos por el pasto. De golpe todo se torno borroso no sabía si haríamos algo inesperado o si iba a despertar. Ya se me hacía raro que soñara contigo tanto tiempo sin que nada lo interrumpiera. Me hubiera gustado que ocurriese algo más, esa idea traviesa que podía ver reflejada en tus ojos pero así son los sueños, te dejan picando en la mejor parte y con todas las ganas de más.
miércoles 9 de marzo de 2016
Brenda Stéfani.