LA SOCIEDAD NO PUNITIVA. B. F. Skinner (Conferencia conmemorativa obsequiada por B. F. Skinner luego de recibir un doctorado honorífico en la Universidad Keio de Japón, el 25 de Septiembre de 1979) Traducción de: Ps Jaime E Vargas-Mendoza En mi discurso ante la Asociación Psicológica Japonesa, el domingo, señalé la importancia de las prácticas culturales para extraer lo mejor de lo que un individuo es capaz. Además de la extraordinaria dotación genética de la especie humana, incluida la capacidad para cambiar rápidamente mediante los encuentros con nuestro ambiente, un individuo solo, sin la ayuda de otros, podría en su tiempo de vida adquirir solo una pequeña parte de los repertorios exhibidos por la persona promedio. El contacto con otros miembros de nuestra especie y con las prácticas que han evolucionado durante siglos, que permiten al individuo aprovechar lo que otros ya han aprendido, produce una enorme diferencia. Yo me percato de esas diferencias al exponer hoy mi tema. Los diferentes grupos de personas han desarrollado prácticas diferentes, en la educación, en la religión, en el gobierno, en la psicoterapia, en la economía y en la vida diaria. El resultado algunas veces ha llevado a la noción del carácter nacional, como si fueran las personas las que difirieran en algún aspecto genético y no fuera su cultura. Sin embargo, el científico conductual no puede hacer mucho con la noción de un “carácter”. Son las prácticas lo que nosotros estudiamos. Diferentes prácticas generan diferentes problemas y no estoy del todo seguro que el tema del que estoy hablando ante esta distinguida audiencia el día de hoy, resulte tan importante como en América o si acaso aún resulte interesante. No obstante, creo que representa un paso crucial en la evolución de las especies y en las prácticas de la cultura. Muchas de las cosas que enferman al mundo se califican como displacenteras o castigantes. Si podemos, las evitamos o nos escapamos de ellas. Es parte de nuestra dotación genética que actuemos así ya que son cosas biológicamente dañinas y deben haber jugado un papel importante en la selección natural. Tres ejemplos históricos sobresalientes, a lo que las especies se han expuesto son el hambre, la enfermedad y el trabajo exhaustivo. Las especies han logrado un enorme progreso para enfrentarlos. Mediante el descubrimiento de la agricultura y de las formas de almacenar y transportar la comida, la humanidad ha podido (al menos en parte) escapar de sufrir hambrunas. Con la medicina y la higiene, ha escapado de sufrir enfermedades y muerte prematura. Mediante la tecnología física se ha escapado de trabajar exageradamente. El único sufrimiento que muchos miembros de la especie humana aún padecen, son los que nos infligimos unos a otros. La gente pone en riesgo o destruye la vida, la libertad y la propiedad mediante la guerra, el terrorismo y el crimen organizado. Los científicos políticos a veces definen al gobierno simplemente como el poder para castigar. La religión cristiana amenaza con el infierno y sus evangelios continuamente nos recuerdan éste, el más terrible de todos los castigos. La educación tiene una larga historia de castigo. La vara y el esparadrapo (un atado de tiras de cuero, que, como la cachiporra de los policías, deja pocas marcas permanentes), aún se utilizan en las escuelas Británicas y la pala (o regla) está nuevamente en uso en América. Aún sin el castigo corporal, los maestros son todavía tan castigantes que muchos de los estudiantes estudian simplemente para evitar las consecuencias de no haber estudiado. Los incentivos en la industria son en verdad punitivos. Podríamos pensar que el pago semanal es una forma de recompensa, pero no funciona así. Establece un estándar de vida, del que el trabajador puede ser desprendido cuando se le despide, los trabajadores no laboran los lunes en la mañana por el pago que recibirán al fin de la semana, trabajan porque si no lo hacen su supervisor los hecha fuera. Bajo la mayoría de los sistemas de incentivos, los trabajadores no se esfuerzan por lo que van a recibir sino por evitar lo que podrían perder. La psicoterapia no es la excepción. Hubo un tiempo en que los psicóticos se metían en fosos con serpientes (una técnica aversiva verdadera) y la denominada “terapia conductual” parodiada en la película “La Naranja Mecánica”, emplea la nausea y el choque eléctrico en un condicionamiento pavloviano, lo que es un poco más de la forma científica de castigar. El director de un hospital militar en Viet Nam alguna vez me dijo que estaba usando el condicionamiento operante con pacientes psicóticos y yo me sentí complacido hasta que me di cuenta que él solo decía a sus pacientes que si no iban a trabajar, recibirían terapia de electrochoques. Afortunadamente la mayor parte de la psicoterapia no es punitiva. Pero aún en escenarios cotidianos, tendemos a usar modalidades de castigo ligeras como la crítica, la queja, la necedad, si no es que la agresión física que produce el maltratar a la esposa o a los hijos. Cuando el tratamiento es muy severo, la gente escapa al castigo, del gobierno desertando hacia otros gobiernos, de la religión al convertirse en apóstatas, de las escuelas y universidades haciendo trampas o abandonándolas, de la industria mediante el ausentismo o la renuncia, de la familia con el divorcio o escapando del hogar. Si aquellos que han sido castigados alcanzan el poder, contra atacarán, derrotando al gobierno, reformando la religión, vandalizando las escuelas y atacando a los maestros, atacando o boicoteando las industrias e involucrándose en activismo social violento. Nadie desea cualquiera de estas consecuencias del castigo y ciertamente, nadie desea ser castigado. ¿Por qué entonces el castigo continúa siendo un instrumento importante del control social? ¿Será que genéticamente nos inclinemos a agredirnos unos a otros? Ciertamente es fácil dar razones para ser así. Aquellos miembros de la especie que se inclinen con más fuerza a defenderse y a defender su propiedad con la fuerza física, a actuar agresivamente como predadores y a competir agresivamente en la lucha sexual, debieron haber tenido mayor probabilidad de sobrevivir y transmitir sus tendencias. Pero también hemos aprendido a castigar. Aparte de cualquier inclinación genética, las cosas que hacemos para lastimar a otros, generalmente tienen consecuencias reforzantes para nosotros. Aprendemos a usar medidas aversivas. También aprendemos a aceptar las prácticas aversivas de la cultura en la que estamos inmersos. Y aquí vemos una posible pista para responder nuestro cuestionamiento. Para los que tienen el poder de usarlo, el castigo tiene consecuencias reforzantes. La gente a la que castigamos actúa según dictamos y las cosas que les arrebatamos en nombre del castigo son las cosas que nosotros obtenemos. Las consecuencias no deseadas que he mencionado antes se difieren todas. Desafortunadamente, es más probable que seamos afectados por las cosas que suceden rápido. Las recompensas inmediatas del uso del castigo resultan más poderosas que las desventajas diferidas y las pérdidas. ¿Habrá una tecnología comparable con la agricultura, la medicina y la ingeniería a la que podamos recurrir para encontrar alternativas a esta fuente de enorme sufrimiento humano? Yo creo que si existe. Para mucha gente se le conoce como “modificación de conducta”, pero esta expresión ha sido muy mal comprendida. Yo no me refiero a modificar la conducta con drogas o electrodos implantados o condicionamientos pavlovianos que empleen choques eléctricos o drogas que den nauseas. La expresión se inventó para referirse a la conducta cambiada mediante lo que la gente común designa como “premios” o lo que, en el análisis experimental de la conducta, nosotros designamos como “reforzamiento positivo”. La modificación de conducta, en su significado correcto como aplicación del análisis experimental de la conducta es, yo considero, el primer esfuerzo organizado para contar con alternativas ante las prácticas punitivas. Por supuesto, muchas personas han vislumbrado alternativas al castigo, pero se mantiene el hecho de que los principios que han empleado no perduraron mucho en el mundo. Y de la misma manera que podemos explicar el uso generalizado del castigo señalando que las ganancias son inmediatas y las pérdidas diferidas, así el fracaso en el uso de alternativas positivas puede atribuirse al hecho de que las pérdidas son inmediatas y las ganancias diferidas. Cuando reforzamos a otra persona, debemos dar algo que poseemos o llevar a cabo algún servicio. Queda como una inversión a futuro el que la persona se comporte de manera que nos sea reforzante a nosotros. La modificación de conducta está al menos abriendo camino dentro de las prácticas culturales, como una alternativa al castigo, pues esta diversidad de consecuencias tanto de recompensa como de castigo han sido clarificadas mediante un análisis científico y por el surgimiento de una tecnología que a largo plazo, yo creo, será comparable en sus efectos sobre la vida humana, a la agricultura, la medicina y la tecnología física en la eliminación de esta fuente última de sufrimiento humano. En lugar de entrar en detalles sobre el estudio científico del reforzamiento positivo, voy a describir con sencillez algunos ejemplos. El salón de clases es un buen lugar para empezar. El maestro común, probablemente cansado de tener tantos alumnos y materiales didácticos mal diseñados, caerá en la tentación de usar el castigo, la crítica o el ridículo, si no es que alguna forma de violencia corporal. Es probable que así lo haga debido a que, especialmente cuando está ocupado, como todos, tenderá a manejar solo aquellas cosas que le llamen la atención. Los alumnos siempre están recordándole al maestro que es momento de criticar o de quejarse, pero también que es momento para premiar o hacer reconocimientos. La conducta equívoca es la señal para el castigo. Cuando los alumnos se están comportando bien, el maestro es tentado para “dejarlos solos”. Pero “dejarlos solos” es un principio fatal, a los alumnos hay que prestarles atención cuando se están comportando bien, no cuando están actuando mal. Puede haber un gran cambio en el salón si los maestros aprendieran a utilizar sus oportunidades para usar el reforzamiento positivo. Los maestros también podrían inventar contingencias especiales de reforzamiento. Podrían producir reforzadores a través de créditos o de fichas intercambiables por algunos de los reforzadores naturales en la vida de los alumnos. Una maestra de sexto año en América usa fichas reforzantes y les proporciona una fuerza especial cuando refureza la conducta de sus alumnos con el programa que es responsable del poder que tienen los sistemas de apuestas, como en las loterías o en los casinos. Esta maestra en particular no ha tenido entrenamiento especial como modificador de conducta, pero ha leído de sus posibilidades y decidido efectuar un experimento. La escuela está en un barrio pobre y ha tenido dificultades. Las familias no ven que los niños hagan sus tareas y en la clase los alumnos trabajas ineficientemente. Un lunes por la mañana la maestra puso un pequeño trasmisor de radio sobre su escritorio. Le dijo a la clase que el viernes por la tarde habría una rifa y que el estudiante que sacara el boleto ganador se llevaría el radio. Los estudiantes se intrigaron ¿cómo le harían para conseguir boletos? Sería sencillo, les dijo la maestra. Si alguien traía su tarea completa, escribiría su nombre en una tarjeta y la echaría en una urna. Si en el salón hacían su trabajo completo, harían lo mismo. El viernes se revolvía la urna y se sacaba una tarjeta. La maestra se dio cuenta de un cambio inmediato en la conducta de sus alumnos. Todos hacían su tarea y lo que se les asignaba en el salón. El trabajo de la maestra se facilitó y con gusto gastaba el dinero necesario para el premio semanal. Por supuesto, mientras tanto, los alumnos aprendían bastante al estar haciendo sus tareas. Semejante experimento es a veces criticado. Se dice que los niños son “sobornados” para hacer su trabajo. No es exactamente cierto. Un soborno es algo que se paga para inducir a alguien para que haga algo ilegal o malo. Los que consideran que el reforzamiento positivo es un soborno, tienen una opinión muy devaluada de lo que es el trabajo escolar. Uno podría argumentar que sería mejor que los estudiantes trabajaran por reforzadores positivos de ese tipo, que para escapar del castigo. Por supuesto que no queremos tener estudiantes que continúen estudiando solo cuando ganen boletos de lotería. Los comportamientos que adquieran en la escuela deberían ser aquellos que eventualmente serán reforzados por las contingencias naturales de la vida cotidiana. Las contingencias naturales no pueden meterse en el salón para su uso instruccional. Este fue el gran error de comprensión de la filosofía educativa de John Dewey. Debemos educar para la vida real, pero no podemos usar la vida real efectivamente en la escuela. Las contingencias en el salón de clase deben ser, en cierta medida, artificiales, pero si se diseñan con efectividad, producirán comportamientos que beneficiarán a todos en las contingencias naturales a las que posteriormente se expondrán los alumnos. Aún en la escuela, reforzadores conspicuos como las fichas o los puntos se necesitan solo si el grupo anda fuera de control. Hay un reforzador natural disponible en el salón. Un rasgo genético importante en la especie humana y posiblemente en todas las especies, es que el ser exitoso es un reforzador en sí mismo. Uno empuja y el esfuerzo es reforzado cuando el objeto se mueve. Encontrar la respuesta correcta a la pregunta puede ser un evento altamente reforzante. En los materiales didácticos tradicionales, el estudiante no siempre lo hace bien. Uno de los aspectos esenciales de la instrucción programada está en aumentar las posibilidades de que el estudiante de la respuesta correcta. Esto se consigue fraccionando el material en pasos pequeños para que se pueda dominar cada uno fácil y exitosamente. Otra característica de un buen programa es que el progreso del estudiante resulta obvio. El estudiante avanza hacia material con el que poco antes no hubiera podido manejar apropiadamente. Existen centros de aprendizaje en las escuelas, en América, que enseñan a los niños a leer aún cuando provengan de familias analfabetas o que no hables inglés. Cada estudiante trabaja a su propio paso, escuchando una grabación y respondiendo marcando una hoja de papel tratada químicamente, en la que la respuesta del estudiante se muestra inmediatamente como correcta o incorrecta. A los niños les gustan estos centros: no hay vandalismo, no tratan de escapar de ellos. El éxito y el progreso son muy reforzantes. Siempre están disponibles como una alternativa a las prácticas punitivas del salón de clase. Otro campo en el que la modificación de conducta (o la aplicación del análisis conductual) ha sido efectiva, es la industria. La revolución industrial produjo un gran cambio en los incentivos del trabajador. Destruyó muchas contingencias naturalmente reforzantes. Por mucho tiempo, el viejo artesano quizá trabajaba por dinero o para obtener otros bienes, pero cada paso que daba en lo que hacía era reforzado por cierta consecuencia inmediata. En la revolución industrial, cuando su trabajo se fragmentó en pequeños pasos y estos se asignaron a diferentes trabajadores, no se dejó nada a manera de reforzamiento excepto el dinero. Se habían destruido las consecuencias naturales de la conducta. Esto es lo que Marx denominó como la alienación del trabajador del producto de su trabajo. Además, el sistema se hizo fundamentalmente aversivo. El trabajador no trabajaba, como dije antes, por un pago, sino para evitar ser despedido y perder el nivel de vida mantenido con el salario. Los trabajadores laboran bajo supervisión y los supervisores, como los maestros, tienden a responder solo cuando tienen oportunidades para criticar o quejarse. Cuando se les enseña a buscar oportunidades para alentar en lugar de criticar, la conducta de los trabajadores mejora y estos reportan que están a gusto con sus trabajos. Una buena ingeniería industrial también intenta dejar clara la relación entre el trabajo y el producto último de este. Ciertos problemas de ausentismo y de rotación de puestos se han resuelto en algunos casos, implementando un programa de reforzamiento parecido al que utilizó la maestra que les conté antes. El empleado que asiste a trabajar todos los días, recibe un boleto de lotería, mientras que el que se queda en casa pierde esta oportunidad. En América existen algunas objeciones violentas para dejar usar la modificación de conducta en la industria basándose en afirmar que sirve solamente para hacer trabajar más al trabajador y alcanzar mejores índices administrativos. Esto puede ser frecuentemente cierto y a largo plazo puede resultar un argumento derrotado por sí mismo. Por otro lado, actualmente muchos países en el mundo sufren por una reducción en la productividad de sus trabajadores. Se dice que es una de las principales causas de la inflación. Cualquier método de control necesita estar apropiadamente administrado y es cierto que hay que evitar la explotación del trabajador, pero si al cambiar los incentivos industriales hacemos posible que los trabajadores laboren más productiva y cuidadosamente, al mismo tiempo que disfruten de su trabajo, entonces habrá beneficios para todos y particularmente para los trabajadores. Uno de los primeros escenarios en donde se aplicó el análisis de la conducta fue el del cuidado institucional de enfermos psicóticos y personas con retardo mental. Aquí, nuevamente, el estándar de la práctica eran las medidas punitivas. Los encargados ante cuartos llenos de psicóticos, muchos de ellos sentados por ahí sin hacer nada, es probable que respondieran solo ante la conducta inapropiada. Como resultado, esta conducta inapropiada es reforzada por la atención que recibe y consecuentemente hace que aumenten las medidas de castigo. Cuando a los encargados se les enseña a buscar comportamientos para exaltar, se produce un gran cambio. Los psicóticos y los retardados, debido a su condición, no son sensibles a las contingencias reforzantes normales de la vida cotidiana. Necesitan de un ambiente prostético. Los anteojos, los auxiliares auditivos, las muletas y las sillas de ruedas son dispositivos prostéticos, que permiten a las personas una conducta efectiva a pesar de sus discapacidades. Un ambiente prostético es un ambiente en donde aquellos que son insensibles a las contingencias de reforzamiento estándar pueden, a pesar de todo, actuar en forma digna y productiva. Una economía de fichas es una medida prostética, que puede permitirles a las personas psicóticas o con retardo mental llevar una vida razonablemente digna, a pesar de sus desventajas. Las prisiones y las escuelas para delincuentes juveniles son otros lugares en donde la modificación de conducta ha remplazado las disposiciones punitivas. Estas instituciones en el pasado, no solo fueron diseñadas para castigar la conducta equivocada de las personas, sino que eran así mismo punitivas durante la encarcelación, en el sentido que los prisioneros tendían a recibir atención de las autoridades sobre todo cuando se portaban mal. Hay pocos incentivos en una prisión para portarse bien. No tiene que ser así. En un experimento efectuado en una correccional de delincuentes en América, a los muchachos se les dio la oportunidad. Podían, si querían, no hacer nada durante el día. Podían sentarse en una banca, comer alimentos nutritivos aunque no muy atractivos, dormir en su dormitorio por la noche. Sin embargo, si ganaban puntos, podían obtener alimentos más interesantes, tener acceso a mesas de billar y a televisores, rentar una habitación privada o inclusive, rentar un tiempo para alejarse de la institución. Podían ganar puntos por servicios sanitarios, pero sobre todo por estudiar bajo un sistema de instrucción programada. Muchos de estos muchachos han sido abandonados por el sistema educativo en el que estuvieron alguna vez y ahora descubren que pueden aprender a leer y escribir y hacer cuentas sencillas. Los jóvenes participaron en el experimento por solo algunos meses, pero la tasa de reincidencia cambió mucho. Casi al año de haber sido liberados, 25% de ellos estaban nuevamente en problemas, pero se esperaba que fuera un 85%. Al final del segundo año, 50% estaban en problemas y luego de tres años, no se contó con evidencia de la efectividad del programa. Los muchachos habían regresado a un mundo donde prevalecen una gran cantidad de contingencias equivocadas. Aun así, ese experimento hizo más que pagarse por sí mismo, en lo que al estado concierne. También ha surgido un serio cuestionamiento sobre programas de este tipo y aunque parezca extraño, ha sido en nombre de los derechos civiles. ¿Es que los psicóticos, las personas con retardo o los prisioneros no tienen derecho a la comida, a la ropa, a la privacidad y a una oportunidad razonable de disfrutar de la vida? ¿No podrán estas cosas de las que se les ha privado, emplearse como reforzadores? En algunos estados, se han dictado leyes para restringir el uso de la modificación de conducta con base en eso, pero sus argumentos se fundamentan en una ostensiva equivocación. Por ejemplo ¿qué derechos tiene un prisionero? A la persona que se ha encarcelado y luego se le han proporcionado las cosas que necesita para sobrevivir, se le niega un derecho básico. Se le destruye como persona al desarticular sus contingencias de reforzamiento. Lo mismo les sucede a quienes están en bajo asistencia social. Por supuesto, una sociedad humana ayudaría a quienes necesitaran apoyo y no pudieran salir adelante por sí mismos, pero es un error muy grande el querer ayudar a quienes pueden por ellos mismos salir adelante. Los psicóticos y los retardados que esencialmente se estén ganando la vida con su esfuerzo, estarán más felices y con mayor dignidad que quienes reciban un sustento gratis y sean tratados con desprecio debido a la ausencia de consecuencias reforzantes por portarse mal. Quienes dicen defender los derechos humanos descuidan el mayor derecho de todos: el derecho a obtener reforzamiento. La psicoterapia cara a cara es otro escenario en el que se usa la modificación de conducta y tiene una importancia particular debido a que este tipo de terapia generalmente tiene que ver con los efectos que genera el castigo. El psicoanálisis puede considerarse como la reversión sistemática de los efectos del castigo que uno hubiera recibido estando muy chico, en tanto que el consejo psicoterapéutico consiste sobretodo en delinear una forma de vida, un lugar diferente para vivir, un trabajo nuevo, nuevas amistades, en donde la conducta del cliente sea reforzada positivamente. Me gustaría poder decir que el gobierno fuera otro de los campos donde hubiera el interés por abandonar las prácticas castigantes, pero las propuestas para trabajar mediante reforzadores positivos en el gobierno, generalmente se ven con temor y con sorpresa. Jonathan Swift en su gran libro, Los Viajes de Guliver, describía un estado en donde la conducta correcta era reforzada y la mala conducta no era castigada, sino que se consideraba una sátira. Y mucha gente vio como una amenaza un pequeño experimento en una ciudad en América, en donde los automovilistas empezaban a recibir tarjetas postales que decían “Hemos visto que usted se detiene ante el semáforo en alto. Felicidades” Sin duda esto no afectó a los verdaderos cafres, pero estoy seguro que muchos conductores que recibieron estas postales se detuvieron ante el alto por un tiempo después. El problema del uso del castigo para el manejo de la conducta criminal tiene una larga historia y no se resolverá fácilmente, pues quienes han sido sus víctimas tienden a persistir en el. En América se ha regresado a la pena de muerte y en un programa de televisión reciente llamado “Escarnio”, jóvenes delincuentes en potencia son llevados a las prisiones para oír a los presos decir lo que viven en términos brutales. El programa ha sido bien visto por la crítica. Se ha dicho que hace que los muchachos se “enderecen”, aunque hay controversia. En cualquier caso, intensificar el castigo no es la solución. En Inglaterra, durante el Siglo XVIII había 200 delitos que se castigaban con la muerte. Uno de ellos era el robar pañuelos de seda, pero la multitud que se reunía para ver las ejecuciones se mostraba tan interesada en ello que daba a los ladrones de pañuelos una gran oportunidad para sustraerlos. Obviamente no se detenían por el espectáculo de ver a sus colegas ser colgados. En el largo plazo, la solución al problema del crimen no está en castigarlo, sino en eliminar las condiciones bajo las cuales la gente comete los crímenes. Por ejemplo, habría bastante menos crimen si todo mundo tuviera un empleo. Hay quienes se oponen de una manera más general a la modificación de conducta o a la aplicación del análisis conductual diciendo que no está bien que una persona controle a otra. Hemos tenido tan mala experiencia con el control punitivo, que pensamos que todo control es malo. Esta conclusión posiblemente sea uno de los grandes equívocos generados por el castigo. Todos estamos involucrados en controlar la conducta, en todo momento. Como padres controlamos el comportamiento de nuestros niños y (aunque es menos obvio) como niños, controlamos la conducta de nuestros padres. Como maestros controlamos la conducta de nuestros estudiantes y como estudiantes, la conducta de nuestros maestros. Como patrones controlamos la conducta de nuestros empleados y como empleados, la de nuestros empleadores. Como gobernantes controlamos la conducta de nuestros gobernados y como gobernados, la de nuestros gobernantes. Como conocidos, amigos o amantes, controlamos la conducta mutua de cada uno. Puede ser que no sepamos que eso es lo que hacemos, si acaso, algunos de nosotros nos damos cuenta de todas las formas en que la conducta es controlada. Podemos o no controlarla deliberadamente, esto será, debido a alguna consecuencia particular sobre nosotros. A pesar de todo, ejercemos control. El hecho es que con mucha frecuencia lo hacemos equivocadamente y lo que está mal, frecuentemente, es el uso del castigo. Entre más sepamos sobre el control, más rápido elegiremos otros métodos más aceptables. Cuando vemos el mundo de hoy con su guerra, terrorismo y violencia en tantos lugares, una sociedad no punitiva pareciera una “utopía” en el sentido de algo imposible. Y, ciertamente, es posible que no lleguemos a un mundo pacífico en el futuro inmediato aplicando el análisis experimental de la conducta en la diplomacia internacional. En cualquier caso, la paz como ausencia de violencia no es la solución del problema. Como la permisividad que algunos países recientemente han explorado, no ofrece una alternativa efectiva a las medidas castigantes. Quizá nuestra mejor oportunidad este en empezar por debajo del nivel de los asuntos internacionales. Si, debido solo a las consecuencias positivas, la gente puede adquirir conocimientos y habilidades, trabajar productivamente, tratarse bien entre sí y disfrutar de sus vidas, aquellos a quienes les toca enfrentar las cuestiones internacionales podrían estar dispuestos a emplear medidas no castigantes con mayor eficiencia. Es la infelicidad y el temor lo que hace recurrir a la guerra. Las negociaciones entre naciones felices deben resultar más exitosas. En cierto sentido, la búsqueda de una sociedad no punitiva no es nada más que la búsqueda tradicional de la felicidad. El análisis experimental de la conducta ayuda en esta búsqueda al identificar las condiciones esenciales de la felicidad. Cuando actuamos para evitar o escapar del castigo, decimos que hacemos lo que debemos de hacer, lo que necesitamos hacer y lo que debemos hacer. Rara vez somos felices. Cuando actuamos debido a que las consecuencias son positivamente reforzantes, decimos que hacemos lo que queremos hacer, lo que queremos hacer. Y nos sentimos felices. La felicidad no reside en la posesión de reforzadores positivos, radica en comportarse debido a que luego ocurren los reforzadores positivos. El rico pronto descubre que la abundancia de cosas buenas lo hace feliz solamente si esto lo lleva a comportarse de manera que sea positivamente reforzado por otras buenas cosas. No podemos arribar a un mundo feliz simplemente olvidándonos del castigo. Hay que resolver otros problemas. La sobrepoblación, la extinción de los recursos y la contaminación del ambienta son las consecuencias naturalmente punitivas de nuestro comportamiento necio que ahora exhibimos. Si no los resolvemos, seremos castigados por el más terrible error en la evolución de la especie humana: el holocausto nuclear. No es posible resolver estos problemas con medidas castigantes. Se necesita una solución cooperativa y no una competitiva. Cualquiera que sea la forma final de tal solución, todos nos acercaremos a ella si utilizamos, lo más frecuentemente que podamos, medidas basadas en el reforzamiento positivo, en nuestras escuelas, nuestras industrias, nuestro gobierno, nuestras familias y en nuestra vida cotidiana.