El arte de enseñar el tenis para ciegos. Tenis para Ciegos, ¿cómo es? Inclusión, solidaridad y clases gratuitas. Con estas tres características existe un programa para personas no videntes basado en la integración a través del deporte. ¿Cómo se  juega, cómo llegó a nuestro país y dónde encontrarlo? POR: GRUPO CRÓNICA 13/02/2014 13:41:41 Por Marcelo Peralta Martínez Declarado de interés social y deportivo en noviembre de 2013 por la Legislatura de Buenos Aires, el programa Tenis para Ciegos Argentina es el primero en su especie, no solo en nuestro país sino en todo el continente. Es decir que en América no existía algo semejante y fue traído a estas tierras por Eduardo Raffetto. Desde hace 30 años es profesor matriculado de la Asociación Argentina de Tenis y hoy es director y profesor del Centro de Desarrollo del Tenis. Uno de los lemas del Programa Tenis para Ciegos y Disminuidos Visuales Argentina es “Trabajamos para que mucha más gente con discapacidad visual sepa que puede jugar”. “Democracia” entrevistó a Eduardo Raffetto para saber qué lo llevó a desarrollar esta práctica, y cómo fue el proceso de crecimiento que posibilitó la expansión nacional e internacional de esta forma de combinar la solidaridad con la pasión por el tenis. A partir de la intención original de ayudar, Raffetto poco a poco se fue instruyendo y hasta debió aprender a hablar de otra manera y cambiar modismos para comunicarse con personas no videntes, que hoy son alumnos de este proyecto que parte del corazón y busca acercar a la gente al deporte, teniendo como pilar la inclusión. “Siempre me gustó mucho dar clases y ayudar a personas con capacidades diferentes”, dice Eduardo Raffetto, quien hace 3 años y medio está al frente del proyecto. “Saliendo de mi centro de desarrollo –ubicado en la avenida Rivadavia 5764, de Capital Federal–, una mamá con sus dos hijitas ciegas, de no más de 8 años, ambas nenitas con bastoncito, me preguntó si ellas pueden hacer tenis. Quedé mudo, me mató, juro que me mató. No podía decirle que no, y le dije la verdad: no sé, déjeme averiguar, déjeme ver qué puedo hacer”. Ese mismo día Eduardo se sentó en la computadora y “googleando” encontró una sola cosa que hacia referencia al tenis para ciegos. “No había nada, excepto en Japón” cuenta. “Inmediatamente, usando el traductor de la PC, puse en inglés lo que estaba volcado en la página japonesa”. El siguiente paso fue mandar un e-mail a Japón para interiorizarse. “Uno acostumbrado a cómo es acá, y pensaba que no me iban a contestar; bueno, a las dos semanas me contestaron”. Y la respuesta fue un rotundo aval de la Federación Japonesa de Tenis para Ciegos. Esa aprobación “fue para poder desarrollarlo acá, en nuestro país, o llevarlo a otros”. Luego le enviaron un manual específico de tenis para ciegos. “Ese manual vendría a ser como un mini tenis para nosotros”, cuenta Raffetto, que tuvo que adaptarlo no solo a lo que él sabe de tenis, sino también a lo que ellos (los japoneses) saben sobre el tema; “a partir de ahí diseñé el programa nuestro, con ejercicios y movilidades adaptadas”. “Antes de largarlo en forma masiva o hacer publicidad con la gente, junto con mi esposa (Mónica Poratto, encargada de la parte de inclusión social del programa) tuvimos que capacitarnos”. Debían aprender a tratar con personas no videntes. “No sabíamos nada de ciegos, nada, ni siquiera cómo guiarlos. Es la típica, ponele en la calle: ¿qué hago? Cuando te piden ayuda para cruzar, atinás a decirles ‘vamos por acá’ o cosas así, que a ellos no los ayudan en nada”. Entonces comenzaron a tomar cursos con profesores de educación física que trabajan durante años con no videntes, con docentes, “y por supuesto toda la parte vivencial, que es la parte de la verdad, estar ‘en el mundo’ de ellos. Aquí justamente aclara: “Recuerdo siempre que permanecíamos con las vendas en los ojos durante veinte minutos y nos llevábamos todo puesto. Te desesperás por sacártela, y ellos (los no videntes) no se la ‘sacan’ nunca. Aprender eso es muy importante”. “Después empezamos a implementarlo y luego a tener los primeros alumnos, chiquitos”. Comenzaron con menores, que abarcaban de los 7 a los 14 años, como actualmente. Pero “después de un tiempo empezamos con los adultos. Ahí logramos completar un buen rango de edad, y es un proceso de escuela, desde los más chiquitos hasta los más grandes”. Este año cumplen 3 años y medio, trabajando con un grupo de voluntarios y profesores que se encuentra en etapa de armado para el ciclo que comienza en marzo. A la hora de hablar sobre el trabajo que realiza y cómo lo hace, comentó que “lo divido en dos partes”. La primera parte es la pregunta de toda la gente: ¿cómo le pegan a la pelota?, y la segunda cómo se ubican dentro de la cancha. “La medida de la cancha es como una de bádminton”. De 3,10 m de largo y 6,40 de ancho, tiene líneas de saque como la de tenis o bádminton, que son muy parecidas, y la red en el medio, a 80 cm de altura; lo que varía es que “cada línea de la cancha está marcada por una soga de 3 mm de espesor, que va adherida al piso por medio de una cinta pegada”. Entonces “ahí ya hay un relieve que utilizan para guiarse”. Se ubican “por medio del tacto, por tres vías: con las manos y la raqueta van tanteando (como hacen en la calle con el bastón), y con los pies”. Pero con lo que mejor se ubican, dice Eduardo, es con la raqueta, que no es convencional. “Se trabaja con raquetas juniors, que son las que usamos para el mini tenis o las que usan los más chicos. Son raquetas profesionales para menores. Ellos no utilizan distintas empuñaduras como nosotros –la continental, la de drive y la de revés–, utilizan solo una empuñadura; el juego es muy por arriba, imaginate que no existe un drob, un smash o un top”. Tienen un solo golpe, “por eso la idea siempre es que vaya para arriba, lo cual les despierta una emoción al saber que están jugando al tenis”, haciendo un ida y vuelta. Pelota La pelota es de goma espuma, de 9 mm de espesor. Dentro de ella hay una pelota de ping pong con “cinco municiones o perdigones”. ¿Por qué cinco? “Porque se busca que la pelota haga ruido, pero si ponés más de cinco para que haga más ruido todavía, por ejemplo ocho, es mucho peso y no pica la pelota. Y si son menos, no hay ruido”, dice el director del Centro, y asegura que “esos aspectos están todos testeados”. Eso fue parte de los arreglos con él confeccionó, porque “los japoneses nos pusieron reglas, cinta y soga de 3 mm, nada más. Pero yo fui a un supermercado de herramientas y materiales y compré elementos de distinto espesor para vivirlos, para que los chicos los probaran y me dijeran qué preferían”. De todas formas las pelotas “son todas japonesas, y muy caras. Hasta hace poco estaban a más de 20 dólares, ahora no quiero preguntar (risas)”. Es por esto que fabricó una pelota nacional. Compró “una pelota de goma espuma por unos 60 o 70 pesos, fui a un herrero y le pedí un tubo que entrara en una pelota de ping pong. Allí irían las municiones de plomo. Así logramos algo parecido, al costo de 80 pesos final. Hoy en día tengo de los dos, las japoneses y las que yo armo, las nacionales”. Las de país asiático fueron donadas por la Asociación de Tenis de ese país. La confección de las pelotas se fue perfeccionando “a través de los mismos adultos, que me decían ‘Edu, no me gusta el sonido’, y me aconsejaban: ‘¿por qué no les ponés lo que tienen las maracas?’. Me fui a una casa de cotillón en Once y me llevé cinco maracas diferentes, las desarmé y se las llevé a los chicos. Ellos me decían cuál era mejor o peor. Lo mismo hice con sonajeros; tengo una bolsa gigante de material didáctico”. Y asegura que “cuando uno lo hace desde abajo, lo tiene que hacer así”. Límites de la cancha La experiencia fue probar y comprobar “que con las de sogas de 1 y 2 mm vas al piso y no hay nada, no lo sentís; con las de 4 o 5 mm te tropezás, porque son muy gruesas”. Por eso usamos las de 3mm, como aconsejaron desde Japón. En los 9 meses que pasaron desde la respuesta del Centro japonés hasta la puesta en marcha del proyecto, se capacitaron e hicieron todo tipo de pruebas. Cuando empezaron los primeros alumnos “ya tenía una base de trabajo preparada y fundamentalmente testeada” para darle ventajas con el uso y a la hora de “moverse en la cancha”. El proceso de enseñanza Años tras año, el alumnado del Centro se mantiene e incluso se expande. “En el último año terminamos con 32 alumnos, desde chiquitos hasta adultos; este año calculamos que serán varios más. Muchos nos preguntan si pueden traer gente”. Las clases son grupales, de no más de 4 a 6 alumnos, “sin distinción del nivel”. Esto es porque “tenemos dos canchas, y pueden jugar dos en cada mitad de cancha; si incluimos más gente, habría más pelotitas en juego y el ruido sería otro”. Incluso “ellos mismos te hacen notar cuando hay ruidos que les dificultan el juego”. El lugar ideal debe ser cerrado para disminuir ruidos del ambiente. “Hacemos el trabajo por tandas. Cuando los de una mitad hacen parte física, es decir cómo moverse, cómo empezar a pegarle a la pelota y los desplazamientos, los de la otra mitad hacen ejercicios con pelota”. No son clases convencionales. “Es todo más en cámara lenta. Hay que enseñarles por ejemplo cómo llegar a la red, qué cantidad de pasos tienen y demás”, lo que sería el estudio de la zona de juego. “Estamos en la cancha y yo te voy llevando, vamos contando los pasos y después te pido que camines diez pasos, luego que vayas para atrás, y ellos van sumando y restando”. En cuanto al tiempo de entrenamiento y duración de las clases, Eduardo aclaró: “Con los chicos hacemos un día a la semana, dos horas y media, y con los adultos, dos días de una hora y media cada uno”. La actividad, que es totalmente recreativa, apunta a brindar un servicio gratuito. “Es mi tiempo para dar una mano al que lo necesita”. Pide aclarar esto porque “muchos creen que cobramos, o incluso porque se trata de tenis creen que ganamos o pedimos mucha plata”. La clases buscan desde un comienzo, por experiencias de los alumnos, apuntar muchísimo al plano social, o sea a la integración. “La base de nuestro programa es la inclusión”. Finalizando el 2013 tuvieron una consulta de parte de un alumno: ‘¿Puedo traer a mi hija vidente?’. La respuesta fue sí, e hicimos una prueba espectacular jugando padre e hija contra profesor y alumno”. O sea que de arranque fueron por un doble, y la experiencia “salió muy buena”. Desde este Centro “lo que queremos es darles a ellos la posibilidad de jugar al tenis, motivarlos e incluirlos”. Y sube la apuesta: “Este año nos vamos a inclinar aún más fuertemente a esta materia. Es todo muy sencillo, es acercarse y participar”. A la hora de armar los grupos de trabajo deben saber con exactitud qué nivel de disminución visual presenta cada alumno. “Acá sucede como en toda escuela, en este caso separada por tres niveles; esas tres categorías son B1, B2 y B3”, que significa ciegos totales, disminuidos visuales y disminuidos visuales con visión en retroceso, respectivamente. “Otros casos son las personas que hace 20 o 30 años han perdido la vista”, como el alumno que jugó junto a su hija. “Esta persona tiene una memoria residual, porque fue jugador de tenis amateur”, es decir que conoce de vista el terreno, “y ahora se encuentra con que puede volver a jugar al tenis”. El modo de relacionarse de las personas no videntes varía mucho según la edad. “Generalmente los más chicos me piden conocer mi rostro mediante sus manos”. Todos los deportes para no videntes se juegan por abajo, en cambio este no, va por arriba. ¿Cómo le pega un ciego a una pelota que viaja por el aire y le llega picando? Ese es el tema. De las tres categorías mencionadas por Raffetto hay que saber que la B1, para ciegos totales, juega con tres piques; “en el cuarto le pueden pegar”. B2 “tiene dos piques” y B3 “un solo pique”, exactamente como el tenis profesional. Ahora imaginemos un ciego total en su primera clase. “Nuestra misión es entrenarle el oído, cuando enseñamos tenemos que hacerlo desde el sonido, en cambio en el tenis normal es desde la vista”. Lo interesante es que ellos tienen que saber, “si picó allá –señala un punto–, qué cantidad de pasos dar para llegar a la pelota y pegarle”, incluso medir el tiempo de impacto. “Picó, se movió hacia adelante o a los costados y para abajo”. Es por esto que juegan muy agachados, ya que “el segundo pique pierde fuerza de sonido y por eso ellos tienden a ir para abajo, como el sonido mismo”. Incursionando en las prácticas y buscando siempre una nueva tarea o ejercitación para lograr mejoras, Eduardo desarrolló la práctica contra el paredón. “Los japoneses no tienen frontón, y en Argentina, en las escuelas de tenis lo primero que te enseñan es a hacer frontón. En nuestro club hay doce frontones, yo ubico a los alumnos a dos o tres metros y ellos así le pegan constantemente a la pelota”. Este no es el único ejercicio. “Otro consiste en desarrollar la capacidad auditiva mediante mínimos movimientos con la pelota en la mano, para saber cómo es la audición desarrollada." Aunque cueste creerlo, también utilizan mucho el olfato. Sucede con los adultos y pasa con algunos menores también. “Esto me sucedió en México y en Estados Unidos. Aunque en mis capacitaciones me lo habían informado, fue la primera experiencia personal, ver cómo algunos buscan oler el objeto en cuestión”. Además te identifican “por el olor de tu cuerpo, y también por tu perfume”. Recuerda que en México “un chico agarraba la pelota, la olía, la tiraba, volvía y la olía, entonces le cambiamos la pelota, y no tardó en decir ‘esta no es la pelota que yo tiré, profe’.” Anécdota con alumnos Jugando en una cancha rodeada de paredes “me encuentraba peloteando con Martín; le tiré la pelota. Martín no le pegó, perdió el sonido y se fue directo hacia la pared; si lo veías decías ‘uy, este se mata’. No, frenó un metro antes”. Cabe la aclaración: “Jugamos con pautas, sí o sí hay señales de alto para todos. Podés estar cerca de un alambre, una pared, una red, o podés tener un compañero al lado con una raqueta y quedar en situación de peligro”. Retoma el relato: “Bueno, Martín se frenó solo. Lo llamé y le pregunté qué había pasado, y me dijo: ‘Edu, exactamente no sé. La única sensación que tuve fue ver negro –el mundo de ellos es gris–; como vi más oscuro, supe que había algo’.” Eso es algo que impacta fuerte. “Él me dice ‘mi mundo es gris’, y eso me mata”. Aunque en realidad no vio nada, percibió en su mundo gris un negro. Este chico, Martincito, “sube y baja la enorme tribuna de Chicago con un bombo”. Otro recuerdo de Eduardo es con los más chiquitos. Sucede que ya en la cancha, cinco o seis chicos comienzan a correrse entre ellos. “Con los menores hay que tomar otras precauciones ya que son más lanzados. Yo veía que se perseguían entre todos, y también veía que tenían una pelota. Me acerqué a la coordinadora del grupo y le pregunté qué estaban haciendo. ‘Están jugando a la mancha’, me contestó. ¿Cómo? Por los pasos, por la respiración y por las risas. Es otro mundo, a medida que ingresás te das cuenta lo que podés aprender”. Pasando al plano de las subvenciones, el proyecto se maneja con fondos propios y autogenerados. Aunque cuentan con el apoyo de la marca de raquetas Babolat, no tienen ningún sponsor ni tampoco piden plata para mejorar o crecer. Pero se entiende que seguramente serían bien recibidas donaciones de materiales didácticos, que son de uso exclusivo de los alumnos. Por suerte, algunos deportistas están más cerca de estas cuestiones y saben reconocer semejante trabajo. Al menos así lo demuestran en las redes sociales, en las que el Centro de Desarrollo participa a través de Twitter (@tenisparaciegos) y Facebook (Tenis Para Ciegos Argentina). Eduardo cuenta que fue felicitado y contactado por Berlocq, que le escribió; Pico Mónaco, que siempre retuitea, e incluso gente de la música como Axel. El propio Eduardo Schwank, reconocido tenista profesional, lo ubico por Twitter y luego asistió al centro para vivir la experiencia en carne propia (ver recuadro). La fundación de Schwank los invitó a Rosario “para mostrar nuestros proyectos y trabajarlos allí”. Será el 16 de mayo en la Universidad  Nacional de Rosario para un Congreso de deporte inclusivo. Nuevas técnicas y posibles torneos En todo este trabajo social hay chicos que no solo quieren jugar, sino también competir. “Estamos trabajando el saque de arriba, algo que yo veía que los japoneses hacían y ahora empezamos a aplicarlo”. Desde Japón recibió las pautas de “cómo llegan ellos a sacar de arriba”. Por supuesto que se puede sacar de abajo, “pero los más osados sacan de arriba”. Demostrando que a la hora de aprender todo es posible, “hoy es sacar de arriba, mañana es intentar darle con efecto”, asegura. De todo esto resulta que “por la competencia decidimos empezar a hacer unos partiditos entre los chicos, incluso ya sacando de arriba; si pica mal se cuenta ‘no’, si pica bien siguen jugando, mientras se ubican en la cancha”. Las aspiraciones no son pocas. Raffetto cuenta que su deseo sería “llevarlo a nivel nacional. Hoy vamos a Rosario y hay dos chicos que juegan, en Capital tenemos otras dos personas”, ejemplifica, “y así en Córdoba y el resto de las provincias” podría haber un número de participantes para una buena competición local. “Estas son cosas que están en el tintero todavía, pero que ya vamos a armar”. En materia de deportes para ciegos hay dos oficializados únicamente, y uno solo es un deporte profesional y masivo. Lógicamente hablamos del fútbol y, por qué no, mencionar las destacadas actuaciones de nuestra Selección, apodada “Los Murciélagos”. El otro es el Torball, que se juega en equipos de tres, en dos arcos. Todos los jugadores son arqueros y deben meter los goles sin exceder la altura de un metro de la red, ubicada en el medio de la cancha y con movimientos mínimos, agazapados y atajando. Entonces el tenis podría ser el segundo deporte masivo y profesional. “Sé que se puede incluir y formar parte de los deportes para gente con capacidades diferentes”. Eduardo Raffetto, hace tres años, no conocía que esto existía, y hoy es el encargado principal de hacerlo conocer en toda América y en el mundo. “Hay que sacarse el miedo a tratar con una persona ciega; son como nosotros, somos todos iguales”. Reconoce que “lo más lindo es la satisfacción de poder abrirles la puerta a las personas para hacer un deporte, en mi caso el tenis, y probando que se puede. Estoy seguro de que no tenemos techo”.